miércoles, 3 de julio de 2024

Un Dios Santo 11: Contender con Dios Parte 1. Habacuc 1:2-4.

La máxima expresión de la ira y la justicia de Dios se pueden ver en la cruz del calvario, es ahí donde la justicia santa de Dios se hace totalmente manifiesta. Pero, estamos tan acostumbrados a recibir de parte del Señor gracia y misericordia, que cuando no las recibimos las exigimos como si fuéramos merecedores, y es más, cuando vemos o recibimos su justicia santa nos quedamos asombrados e insatisfechos, se nos ha olvidado que Dios nunca le debe misericordia a nadie, que no está obligado a tratar a toda la gente de la misma manera. Para evitar que olvidemos que tenemos un Dios Santo cuya justicia es Perfecta y Santa, de vez en cuando Él nos trata como a Uza, Nadab, Abiú, o Ananías y Safira, para que No olvidemos la gravedad del pecado delante de un Dios Infinitamente Santo.

 

La Biblia contiene historias de hombres y mujeres que llegaron a contender con Dios, el día de hoy veremos solo tres de esas narrativas. Alguien se preguntará ¿Qué tienen que ver personajes contendiendo con Dios con Su Santidad? Es muy simple, es porque el conflicto que tenemos con un Dios santo está arraigado en el conflicto entre la justicia de Dios y nuestra injusticia. Él es justo y nosotros somos injustos.

 

Esta tensión crea miedo, hostilidad y enojo dentro de nosotros contra Dios. La persona injusta no desea la compañía de un juez justo. Nos convertimos en fugitivos, huyendo de la presencia de Aquel cuya gloria puede enceguecernos, y cuya justicia puede condenamos.

 

1.    Job. Nadie jamás tuvo un debate más vivo y estridente con Dios que Job. Si algún hombre parece haber tenido el derecho de desafiar a Dios, fue Job quien había sido declarado justo por Dios mismo y a pesar de ello fue afligido con inmensurable miseria. El pobre Job luce en este drama como si fuese nada más que una pieza en una batalla cósmica entre Dios y Satanás. Dios permitió que Job fuese puesto bajo prueba. Sus posesiones fueron robadas; su familia fue destruida; y finalmente fue afligido con sarna. El no encontró alivio para su dolor. Su angustia física pronto afectó su alma.

 

Siempre he dicho que cuando todo va bien, hay dinero, salud, estabilidad, entonces así es fácil ser cristiano, sin embargo, cuando hay tribulaciones, escasez, enfermedad, ahí ya no es tan fácil al contrario, es duro ser cristiano cuando la vida no nos agrada. Hay una estrecha conexión entre el cuerpo y el alma. Es extremadamente difícil ser espiritual cuando el cuerpo está afligido con dolores incesantes. Pero Job no blasfemó. Job 13:15.

 

Aun su esposa trató de convencerlo que se suicidara. Su consejo fue simple y directo: Maldice a Dios y muérete. Job 2:9. Job rehusó tomar la salida fácil. El sufrió el consejo de los necios al escuchar las palabras de sus amigos. Finalmente, desafió a Dios respecto a su situación. Enfrentó a Dios solo, luchando y batallando por respuestas a su miseria. La respuesta de Dios realmente no fue muy alentadora: Job 38: 1-11. Este fue un examen oral difícil. Job demandó respuestas de Dios. En lugar de respuestas, recibió a cambio un manojo de preguntas.

 

Dios reprendió a Job por dudar sobre la sabiduría divina con su ignorancia.

 

Era como si Dios le dijera: Muy bien Job, ¿Tú quieres interrogarme? Está bien, yo te contestaré, pero primero tengo algunas preguntas para ti. Una tras otra, Dios disparó sus preguntas, cada una más temible que la anterior. Finalmente Job habló. Job 40:3-5.

 

Reflexione en la imagen que Job usó. Él dijo que pondría su mano sobre su boca. Se ató a sí mismo. Cubrió sus labios con su mano para que ya no salieran más palabras necias. Estaba apenado por haber desafiado a Dios. Reconoció que sus palabras habían sido pretenciosas. Había dicho todo lo que quería decir. Sin embargo, Dios aún no había terminado con su examen. Él hizo una serie de preguntas que abrumaron a Job. Job 40:8.

 

Aquí el asunto es sencillo. El desafío de Job es muy cercano al desafío de la justicia divina.

 


 

 

Sus acusaciones eran un insulto a un Dios santo. La pregunta de Dios resonó en los oídos de Job: ¿Me condenarás a mí para justificarte tú? No hay duda que Job deseaba ser justificado. Estaba cansado de las acusaciones de sus amigos. No entendía por qué era tan miserable.

 

El oró para ser vindicado, pero su deseo había ido muy lejos. Estaba al borde de negociar la justicia de Dios por la suya. Había cruzado la línea en el debate, sugiriendo que tal vez Dios había hecho maldad. Dios le pidió que rectificara, ¿Quieres condenarme para ser tú exonerado? El peso completo de las preguntas de Dios cayó sobre Job. Casi fue aplastado por ellas.

 

Finalmente quitó su mano de su boca y habló de nuevo. Esta vez no hubo acusaciones en sus palabras. El rompió su voto de silencio sólo para expresar su arrepentimiento: Job 42:2-6.

 

Tan pronto como Job vio quién es Dios, quedó satisfecho. Ver la manifestación de Dios fue todo que él necesitó. Fue capaz de dejar todos los detalles en las manos de Dios. Cuando Dios apareció, Job estaba tan ocupado arrepintiéndose que ya no tuvo tiempo para otros desafíos. Su indignación fue redirigida hacia sí mismo: Me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza.

 

2.    Habacuc. Es otro hombre del AT que desafió a Dios. Fue el profeta que cuestionó a Dios por hacer cosas que ofendían su sentido de justicia. El profeta se sintió agraviado de que el pueblo de Dios sufriera a manos de una nación que era más perversa que ellos mismos. Aparentemente, lucía como si Dios hubiese olvidado sus promesas a los judíos y se hubiese cambiado de bando, aliándose con la perversa Babilonia.

 

Para Habacuc esto era comparable a que un judío moderno se preguntara si Dios estaba del lado de Hitler durante el holocausto.

 

La queja de Habacuc quedó registrada con una ruidosa protesta: Habacuc 1:2-4.Habacuc estaba encendido en cólera. Su queja fue tan ardiente que se sobrepasó un poco. Él dijo, La justicia nunca prevalece. Ciertamente en este mundo hay injusticias que esperan una rectificación final, pero decir que la justicia nunca prevalece es sobrepasarse.

 

Igual que Job, Habacuc demandó respuestas. Entró al ring con Dios y estaba preparado para la contienda. Se puso sobre su guardia esperando una respuesta del Todopoderoso. Cuando Dios finalmente hablo, la reacción de Habacuc fue como la de Job: Habacuc 3:16.

 

La respuesta del profeta fue como la de un pequeño niño que es azotado por su padre. Su corazón palpitó y sus labios comenzaron a temblar. Todos hemos visto a los niñitos al borde de las lágrimas. Ellos tratan de contenerse pero el temblor de su labio inferior los delata. Aquí estaba un hombre adulto cuyos labios temblaban en la presencia de Dios.

 

Acto seguido, se retiró de su contienda con Dios pero con piernas tambaleantes. Con la aparición de Dios, todas las airadas protestas de Habacuc cesaron. Repentinamente el tono de sus palabras cambió de un amargo desánimo a una inconmovible confianza y esperanza. Habacuc 3:17-18. Habacuc era ahora tan intenso en su gozo como lo había sido en su desánimo.

 

Él pudo descansar absolutamente en la soberanía de Dios. Sus palabras, traducidas al lenguaje moderno sonarían algo así: Aunque haya ganado MORENA, aunque todo en el mercado es más caro, aunque no haya medicinas y mis hijos sigan enfermos, es más aunque pierda mi trabajo y todo lo que tengo, con todo, yo me regocijaré en el Dios de mi salvación.

 

3.    Saulo de Tarso. Él era un fanático del fariseísmo que repudiaba totalmente la aparición del Cristianismo. Estaba decidido a hacerlo desaparecer de la faz de la tierra. Comisionado por las autoridades, él fue de casa en casa acosando a los cristianos y arrojándolos a la prisión. Estuvo presente cuando apedrearon a Esteban y aplaudió el acto. Se regocijó cuando fue asignado a ir a Damasco para continuar con su masacre de cristianos. Fue en el camino de Damasco que se encontró con el Santo. El recuerda la escena durante su juicio delante el rey Agripa: Hechos 26:13-19.

 

Saulo era celoso en su búsqueda de la justicia. Él era un fariseo de fariseos, un hombre dedicado a la perfección moral. Lo irónico de su celo es que mientras este crecía, aumentaba su oposición por la obra de Dios. No porque Dios esté opuesto a la búsqueda de la justicia, sino porque Él se opone al orgullo y la arrogancia.

 

Dios se opone a aquellos que se envanecen en propia justicia.

 

Mientras Saulo estaba convencido de que luchaba por Dios, en realidad estaba luchando contra El. En esta irónica batalla, él estaba destinado a una confrontación definitiva con el mismo Cristo al que se oponía.

 

Saulo se encontró con el poder del Todopoderoso en el camino de Damasco. La experiencia de Saulo en el camino del desierto comenzó con la aparición de una luz resplandeciente. El camino del desierto al mediodía era un lugar donde la brillantez del sol era particularmente fuerte. Bajo condiciones normales la luz del sol allí es intensa. Para que cualquier otra luz fuese notada en medio del sol del desierto, tiene que haber sido una luz extraordinaria. Saulo habló de ella como una luz más brillante, más radiante que el sol.

El la describió como una luz del cielo. La expresión luz del cielo no significa una luz desde el cielo. Saulo estaba en la presencia de la gloria celestial del Dios Infinitamente Santo. La gloria de Dios es la manifestación externa de su santidad.

 

El resplandor de su gloria es tan centelleante, tan brillante, que eclipsó al sol del mediodía. En el libro de Apocalipsis nosotros leemos de la apariencia de la nueva Jerusalén, la ciudad que desciende del cielo. Apocalipsis 21:22-23. La nueva Jerusalén no tiene sol simplemente porque no tiene necesidad de sol. La gloria de Dios y de su Cristo es tan brillante que el sol mismo es opacado por ella. Saulo fue enceguecido por sus rayos de luz.

 

Acabamos de presenciar un eclipse el pasado 8 de abril, las personas siembre han tenido una fuerte tentación de mirar hacia el sol; sin embargo, aun con eclipse sabemos que es doloroso y peligroso mirar directamente al sol. Los noticieros nos advierten no hacerlo, pues corremos el peligro de dañar nuestros ojos. Si no es posible mirar directamente hacia el son durante el eclipse, ¿cuánto más severa sería la brillantez que literalmente opacó al sol? La gloria de Dios alcanza una magnitud de brillantez mucho más allá de la que el sol alcanza cuando brilla con toda su fuerza.

 

Una fuerza sobrenatural derribó al suelo a Saulo. En un instante él quedó ciego. Con la luz del cielo, vino una voz descrita más tarde como el sonido de muchas aguas. Saulo dice que la voz le habló en arameo, el lenguaje nativo de Jesús. La voz se dirigió personalmente a Saulo repitiendo su nombre: Hechos 9:3-9.

 

La voz le estaba diciendo a Saulo, Tú no puedes ganar. Tu batalla es insignificante. Es el momento de rendirse. La respuesta de Saulo fue una simple, aunque significativa pregunta: ¿Quién eres tú Señor? Saulo no sabía la identidad de Aquel que lo estaba doblegando, pero de una cosa estaba seguro, quienquiera que fuera, Él era el Señor.

 

Esta experiencia convirtió a Saulo en Pablo, así como Simón se había convertido en Pedro, Abram en Abraham, Jacob en Israel. La batalla había terminado. Saulo batalló con Dios y perdió, Aquí como Isaías. Pablo recibió su llamado su comisión al apostolado. Su vida fue cambiada, y con ello el curso de la historia del mundo. En la derrota Pablo entro Paz.

 

Después de contarle su historia al rey Agripa, Pablo agregó estas palabras: Por lo cual oh, Rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial. Hechos 26:19. Con todo lo celoso que Pablo fue en su lucha contra Cristo, él llegó a ser aún más celoso en su lucha por Cristo.

 

Saulo tuvo una visión tan intensa de la santidad de Dios que nunca la olvidó.

 

La contempló y expuso su significado en sus epístolas llegando a ser un hombre que entendió lo que significaba ser justificado. Para él, la guerra santa terminó y entró en una paz santa. Llegó a ser el apóstol cuyos escritos despertaron a Lutero en el monasterio y le dieron a la iglesia cristiana la receta para vivir en paz con Dios.

 

4.    Conclusiones. Vemos a 3 hombres contendiendo, peleando, reclamándole al Señor, porque el conflicto que tenemos con un Dios santo está arraigado en el conflicto entre la justicia de Dios y nuestra injusticia. Él es justo y nosotros somos injustos. En las tres contiendas el ganador, obviamente siempre fue Dios y siempre será así, no hay manera alguna en que lleguemos a vislumbrar otro resultado.

 

El hecho de que Dios es justo y Santo y nosotros injustos e impuros, crea mucha tensión y esta tensión crea miedo, hostilidad y enojo dentro de nosotros contra Dios. La persona injusta no desea la compañía de un juez justo. Nos convertimos en fugitivos, huyendo de la presencia de Aquel cuya gloria puede dejarnos ciegos, y cuya justicia puede condenamos. Estamos en guerra con Él al menos hasta que somos justificados. Esto es en lo que profundizaremos la próxima semana.

 

miércoles, 12 de junio de 2024

Un Dios Santo 09: Justicia Santa Parte 02. Ezequiel 18:4.

La semana pasada comenzamos a estudiar la Justicia Santa del Señor, por medio de pasajes que causan mucha controversia, el juicio y muerte de Nadab y Abiú, Uza, Ananías y Safira. No pocas veces se hacen malabares hermenéuticos para tratar de suavizar el carácter de Dios, sin embargo, ya aprendimos que, es imposible para Dios ser injusto, porque su Justicia es Justicia Santa.

 

Y mientras no entendamos lo que significa ser santo, lo que es la justicia, lo qué es el pecado y lo qué es la gracia, este tipo de pasajes no van a volar la cabeza por lo crudos que son. De algo si estamos seguros, y es que Dios jamás ha hecho una cosa desviada o incorrecta, Dios nunca actúa en ignorancia y nunca comete errores. La justicia de Dios nunca está divorciada de su rectitud. El jamás condena al inocente, nunca absuelve al culpable, nunca castiga con severidad excesiva, y nunca falla en recompensar a los justos, porque su justicia es perfecta.

 

Sin embargo, sigue en el aire la incógnita: ¿Por qué la diferencia tan obvia entre el tono del AT y NT? El AT parece mostrar a un Dios más severo que el que muestra el NT. Consideremos el asunto de la pena capital. El AT registra numerosos crímenes que son castigados con la muerte, incluyendo los siguientes:

 


1.    Golpear o maldecir a los padres

2.    Prácticas homosexuales

3.    Profanar las ofrendas de sacrificios

4.    El incesto

5.    El homicidio

6.    El secuestro

7.    La idolatría

8.    La bestialidad

9.    La prostitución de vírgenes

10. La violación

11. El sacrificio de niños

12. Practicar falsas profecías

13. La blasfemia

14. Divorcio ilegal

15. Desobedecer el veredicto de los jueces

16. Dar falso testimonio en un caso capital

17. Consultar médiums y brujos

18. Profanar los días de reposo.


 

Esta es una lista parcial de los crímenes del AT que merecían la pena de muerte. Comparado con el tono del NT, la lista parece severa.

 

Si te preguntara ¿Qué es peor, emborracharse y crear un disturbio público, o insultar públicamente a Dios? Como creyente de inmediato responderías que la blasfemia es un crimen mucho peor, más detestable y que merece un peor castigo, sin embargo, si le preguntamos a los incrédulos, no dirán sin vacilar un momento que es peor emborracharse y crear disturbios.

 

Pues, de hecho, si las leyes del AT siguieran vigentes, al que blasfeme el nombre de Dios le tendríamos que apedrear hasta morir. Con esto quiero llegar a mostrar que no podemos negar que el NT parece reducir el número de ofensas capitales. En comparación, el AT parece radicalmente más severo. Lo que no tomamos en cuenta, sin embargo, es que la lista del AT reduce masivamente el número de crímenes capitales incluidos en la lista original. El código del AT muestra una condescendencia de la paciencia y la tolerancia divina. O en otras palabras:

 

La ley del antiguo testamento está asombrosamente llena de gracia.

 

¿Asombrosamente llena de gracia? Así es, ya que la lista del AT reduce masivamente el número de crímenes capitales incluidos en la lista original. Es una asombrosa medida de gracia. El registro del AT es principalmente un registro de la gracia de Dios. ¿Cómo puede ser eso? Pues, debemos volver al principio, a las reglas originales del universo. ¿Cuál fue la pena por el pecado en el orden de la creación original? El alma que pecará, ésa morirá. Ezequiel 18:4.

 

En la creación, todo pecado es considerado digno de muerte. Todo pecado es una ofensa capital. Y para que lo entendamos mejor, en la creación Dios no estaba obligado a damos el don de la vida. Él no tiene ninguna deuda con nosotros. El regalo de la vida viene por su gracia, y permanece bajo su autoridad divina. Por ello es que la responsabilidad dada a la humanidad en la creación es dar testimonio de la santidad de Dios, llevar su imagen.

 

Fuimos hechos para ser el espejo y el reflejo de la santidad de Dios.

 

Dios puso a Adán y Eva a prueba y les dijo, Si ustedes pecan, morirán. El pecado trajo la pérdida del don de la vida. El derecho a vivir es cancelado por el pecado. Cuando alguien peca renuncia a cualquier reclamo sobre Dios para existir. Ahora la gran pregunta: ¿Cuándo se había de exigir la pena por el pecado en la creación? ¿Acaso dijo Dios, Si tu pecas, algún día morirás? ¡No! La pena por el pecado fue claramente expresada por Dios en Génesis 2:17. En la creación la pena por el pecado no era sólo la muerte, sino la muerte instantánea, el mismo día; tan inmediata como la de Nadab y Abiú; tan repentina como la de Uza; tan rápida como la de Ananías y Safira. El día que peques ciertamente morirás.

 

Muchos comentaristas han tratado de suavizar las advertencias divinas interpretando la muerte de Génesis 2 solo como muerte espiritual. Eso no es lo que dice el texto. La advertencia del castigo de muerte que Dios dio, fue la muerte real en el sentido completo de la palabra. Es correcto, Adán y Eva murieron espiritualmente ese mismo día, pero, si no cayeron fulminados como Uza fue porque Dios tuvo misericordia de ellos en términos de la medida total del castigo.

 

Se dice que justicia retrasada es justicia denegada. Pero no siempre. En el caso de la creación y la caída del hombre, la medida total de la justicia fue retrasada, para que la gracia tuviera tiempo de actuar. Dios retrasó su justicia, no fue una negación de la justicia, sino para tener tiempo en el establecimiento de la gracia y la misericordia hacía Adán y Eva.

 

Sin embargo, la pena de muerte fue impuesta y aún está vigente, por eso es que toda la gente muere. Podemos vivir hasta cierto número de años, pero después irremediablemente vamos a morir, porque estamos bajo la pena de muerte por el pecado. Todos estamos sentados en la lista de los sentenciados a muerte esperando la ejecución. El más grande asesino en masa de la historia no fue Adolfo Hitler o Joseph Stalin, sino la naturaleza pecaminosa. Todos caen víctimas de la naturaleza de pecado, la cual no opera independiente de Dios, al contrario la naturaleza de pecado es ciertamente la vengadora de un Dios santo.

 

¿Fue injusto que Dios dijera a Adán y a Eva que morirían cuando pecaran? ¿Fue malo que Dios impusiera la pena de muerte por el pecado? Los que así lo creen expresan su naturaleza caída y pecaminosa y se exponen a la pena de muerte, los que así lo creen, están afrentando el carácter de Dios. Los que dicen que sí, están haciendo violencia a su santidad, y están atacando al Juez justo de toda la tierra pero, sobre todo, no entienden lo quo es el pecado.

 

Tenemos que decir no y decirlo con convicción. ¿Es injusta la pena de muerte por el pecado? De ninguna manera. Recordemos que Dios nos creó voluntariamente y nos dio el más elevado privilegio de llevar su imagen, ser un espejo que refleje su santidad. Él nos dio el dominio de toda la tierra. Nosotros no somos ningún tipo de animal. Somos personas que llevamos la imagen del santo y majestuoso Rey del cosmos, somos la corona de Su creación.

 

Y a pesar de todo esto, no hemos usado el regalo de la vida para el propósito que Dios quería. La vida en este planeta ha llegado a ser el lugar donde diariamente cometemos una traición cósmica. Nuestro crimen es mucho más serio y destructivo que el de un traidor político. Ningún traidor a la patria o al rey ha cometido una traición tan perversa como la que nosotros cometemos delante de Dios.

 

Cualquiera pecado es una traición cósmica en contra de un Soberano puro y perfecto.  

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Es un acto de suprema ingratitud hacia aquél a Quien le debemos todo, a quien nos ha dado la vida misma. ¿Ha considerado usted alguna vez las profundas implicaciones del menor de los pecados, del más diminuto pecadillo? ¿Qué le estamos diciendo a nuestro Creador cuando le desobedecemos en lo más pequeño?

 

Le estamos diciendo no a su justicia, le estamos diciendo, Dios, tu ley no es tan buena; mi juicio es mejor que el tuyo; tu autoridad no tiene que ver conmigo, yo estoy por encima y más allá de tu jurisdicción, yo tengo el derecho de hacer lo que quiera, no lo que tú me mandes. El pecado más pequeño es un acto de desafío contra la autoridad cósmica. Es un acto rebelde en el cual nos ponemos en oposición a Quien se lo debemos todo, el pecado es, en pocas palabras, un insulto a su Santidad.

 

Cuando pecamos nos convertimos en falsos testigos de Dios. Cuando pecamos, siendo portadores de la imagen de Dios, le estamos diciendo a la creación entera, a toda la naturaleza bajo nuestro dominio, las aves del cielo y a las bestias del campo: Así es Dios. Así es como el Creador se comporta. Miren en este espejo; mírennos y verán el carácter del Todopoderoso.

 

Le decimos al mundo: Dios es codicioso, cruel, resentido, homicida, ladrón, mentiroso, adúltero. Dios es todas estas cosas que nosotros hacemos. Cuando la gente se une en el pecado, es la peor conspiración. Nosotros pretendemos la corona y conspiramos contra el trono diciéndole a Dios, Nosotros no queremos que tú reines sobre nosotros. El salmista lo puso en palabras más poéticas y claras: Salmo 2:1-3.

 

Y no es todo, ya que cuando pecamos, no sólo cometemos traición contra Dios, sino que también para con nuestros semejantes. El pecado transgrede a la gente. Con nuestro pecado herimos a los demás seres humanos, lastimamos su personalidad, los despojamos de sus bienes, arruinamos su reputación, les robamos su bendita calidad de vida, desmoronamos sus sueños y aspiraciones de ser felices. Esto es porque:

 

Cuando deshonramos a Dios, deshonramos a toda la gente que es hecha a su imagen.

 

Espero que ya vayamos entendiendo porque Dios se toma el asunto de su Justicia Santa y el pecado del hombre, muy, muy en serio. Sin embargo, cuando meditamos acerca de los aparentes severos juicios de Dios en el AT, el aspecto más misterioso del pecado no es que el pecador merezca morir, sino que el pecador siga viviendo en la mayoría de los casos.

 

El problema no es por qué Dios castiga el pecado, sino por qué El permite que la rebelión humana continúe. ¿Qué príncipe, rey o gobernante desplegaría tanta paciencia con una población tan continuamente rebelde?

 

Dios es paciente, tolerante, y lento para la ira. De hecho, Él es tan lento para airarse que cuando su ira se desata, nos escandalizamos y nos ofendemos por ello, olvidamos que la paciencia de Dios es para guiarnos al arrepentimiento, para damos más tiempo para la salvación. En lugar de aprovechar su paciencia, viniendo humildemente a Él para ser perdonados, abusamos de esa gracia para cometer más pecado, y cada vez más grande en insolencia. Nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que a Dios no le importa nuestro pecado o que no puede castigamos.

 

La necedad suprema es cuando pensamos que a pesar de nuestra rebelión saldremos bien librados.

 

Con todo esto en mente, nos damos cuenta de que, lejos de ser la historia de un Dios cruel, el AT es el registro de un Dios que es extremamente paciente; pues, es la historia de un pueblo de cerviz dura que se rebeló repetidamente contra Dios. Cuando este pueblo fue esclavo en tierra extraña y clamó a Dios, El escuchó sus gemidos y lo redimió. Les partió el mar Rojo para sacados de su esclavitud y ellos respondieron adorando a un becerro de oro.

 

Pero aún tenemos que resolver la difícil pregunta de lo que sucedió en la conquista de Canaán. Allí, Dios mandó explícitamente la masacre de hombres, mujeres y niños. Israel poseyó la tierra prometida con espada y sangre, sangre de niños y mujeres. Fue Dios quien dio la orden directa para este baño de sangre. Deuteronomio 7:1-2.

¿Por qué dio Dios ese mandato? ¿Cómo pudo haber ordenado la masacre de mujeres y niños? Aquí de nuevo encontramos intentos modernos para suavizar estos eventos, tratan de explicar que a la luz de la revelación del amor de Dios en el NT, Dios jamás ordenaría algo tan violento, que el AT es solamente el registro de un grupo de guerreros Hebreos primitivos que trataron de justificar sus prácticas crueles, atribuyéndoselas al mandato divino.

 

Es decir que no creen que Dios hubiese dado jamás ese mandamiento. Para ellos, fue el caso de una intrusión de mitología dentro del registro bíblico. Pero tales interpretaciones pasan por alto algunos aspectos vitales del asunto.

 

Primero, hay un precedente histórico mucho más severo que el de la conquista de Canaán que es el diluvio. En el diluvio Dios destruyó la población entera del mundo excepto a Noé y su familia. El diluvio fue una conquista de Canaán a gran escala.

 

Segundo y más importante, esta interpretación no entiende la naturaleza del pecado. La suposición de los comentaristas es que Dios arrasó con gente inocente en Canaán.

 

Tenemos que tener claro que de la multitud de mujeres y niños viviendo en Canaán, ninguno era inocente. La conquista de Canaán fue una expresión explícita del justo juicio de Dios sobre naciones perversas. Dios le aclaró este punto a Israel, y también les aclaró que ellos tampoco eran inocentes. No fue como si Dios hubiese destruido a un pueblo perverso por causa de un pueblo justo. Dios derramó su justicia sobre los cananeos, pero sobre Israel derramó su misericordia. Él fue claro en advertirle y recordarles estas sentencias: Deuteronomio 9:4-6.

 

Tres veces en este pasaje Dios le recordó al pueblo de Israel que no fue por su justicia que El derrotó a los cananeos. Él quería dejar esto claro para que Israel no fuera tentado a pensar que Dios estaba de parte de ellos por ser mejores que las naciones paganas. El mensaje de Dios hizo imposible esta inferencia.

 

La santidad de Dios es la esencia de la conquista de Canaán. Fue por Santidad que este acto fue ordenado.

 

Por un lado Dios actuó para castigar el insulto a su santidad que era perpetuado diariamente por los cananeos. Por el otro, Él estaba preparando una tierra y una nación para un propósito santo. Dios mandó que no fuese mostrada misericordia hacia los habitantes de la tierra. Su explicación fue esta: Deuteronomio 7:3-6.

 

Dios no escogió a Israel porque era una nación santa. El la escogió para hacerla santa. Israel fue llamada a ser santa en dos sentidos. Por un lado estaba llamada a ser diferente, a ser apartada como el medio para el plan redentor de Dios. Por el otro, estaba llamada a ser santa en el sentido de ser purificada (Santo: apartado, puro).

 

Las prácticas paganas debían estar ausentes de Israel, ellos iban a ser santificados acercándose a Dios, y la salvación para las naciones vendría a través de ellos. La tierra prometida sería el lugar de donde procedería el Mesías. No había espacio para los santuarios o los ritos paganos. Así que Dios ordenó que la región fuese arrasada, a fin de purgar la tierra para la salvación futura.

 

Una vez más vemos la Justicia Santa del Señor en acción. Hasta aquí hemos tratado los problemas de los actos de justicia divina que se encuentran en el AT. Hemos procurado mostrar que la justicia de Dios no fue caprichosa, ni sin causa.

 

Debemos dejar bien claro entonces que no hay conflicto entre el Dios del AT y el del NT. Fue el Dios del AT a quien Cristo llamó, Padre. Fue el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, quien amó de tal manera al mundo, que envió a su único Hijo para redimirlo. El Dios que mató a Nadab, Abiú y a Uza, es El mismo Dios que destruyó al mundo con un diluvio, es El mismo que derrama las lluvias de su gracia sobre nosotros.

 

El falso conflicto entre los dos testamentos puede ser visto en el más brutal acto de la venganza divina jamás registrado en la Escritura. El cual, no se encuentra en el AT, sino en el NT. Ese será el tema con el cual concluiremos la próxima clase en la Justicia Santa Parte 3.

 

Un Dios Santo 11: Contender con Dios Parte 1. Habacuc 1:2-4.

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