lunes, 23 de mayo de 2022

Epístola a los Hebreos 02: La supremacía de Cristo.


Como ya lo dijimos, el escritor de Hebreos deja de lado los habituales saludos que son típicos de las cartas de Pablo y de las de Santiago, Pedro, Juan y Judas. ¿Por qué no se habrá dirigido el escritor a los destinatarios en la forma habitual, dándose a conocer, especificando su dirección, y pronunciando un saludo de gracia, paz y misericordia? La respuesta debe estar en que el escritor desea centrar la atención de los lectores principalmente en la revelación final y definitiva de Dios que es Jesucristo, su Hijo.

Esta revelación es contrastada con la revelación fragmentaria que Dios, por medio de los profetas, le hiciera llegar a los antepasados de los destinatarios a lo largo de muchos siglos. El escritor subraya el tema de la persona, los oficios y las funciones de Jesús, el Hijo de Dios. El escritor de Hebreos no enfoca la atención ni en sí mismo ni en los destinatarios de la epístola, sino en Jesús, que por medio de su aparición completó la revelación de Dios al hombre.

1:1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas. 

En un marco casi musical, el escritor comienza su epístola con una oración introductoria que es elegante en estilo, dicción y selección de palabras. Algunos traductores han tratado de transmitir la dignidad y aliteración del original, pero la mayoría de ellos ha sido incapaz de capturar la entonación exacta de la oración inicial de Hebreos.

Dios habló a los antepasados en los tiempos que precedieron al nacimiento de Jesús y les comunicó su revelación. Dios es el que origina la revelación. Él es la fuente, la base y el sujeto de ella. En la era veterotestamentaria Dios usó a los profetas para dar a conocer su Palabra al pueblo. Pero él no estaba limitado a hablar por medio de los profetas; el primer versículo declara que Dios hizo llegar su revelación a su pueblo en muchas ocasiones y de diversas maneras.

Las veces son casi incontables, las maneras, son muy diversas, de forma directa con Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham y Moisés, también por medio de una asana con Balam, en visiones con Daniel, en Sueños con José, en la Ley con Josué, en un silbo apacible con Elías, en revelación con Isaías, Jeremías, y los demás profetas.

Por medio de los profetas, desde Moisés hasta Malaquías, la revelación de Dios fue registrada en forma escrita como historia, salmo, proverbio y profecía. Los profetas fueron todos aquellos santos llamados por Dios y llenos con su Espíritu para poder hablar la Palabra de modo que constituyese una revelación progresiva que anunciase la venida de Cristo. En su primera epístola, Pedro se refiere a ellos: 1ª Pedro 1:10–12.

El profeta no traía su propio mensaje, o su propia formulación de la verdad religiosa. Sino que. Inspirado por el Espíritu Santo, habló la Palabra de Dios, que no tuvo su origen en la voluntad humana, sino que vino de Dios.

2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.

Aunque el contraste entre los tiempos anteriores a la venida de Cristo y la aparición de Cristo como consumación de la revelación de Dios es notable en los vv. 1 y 2, la continuidad de esta revelación también es importante. El autor desea resaltar el hecho de que la revelación de Dios es una, es continua, es perfecta y está en armonía, si bien si bien en el AT fue muchas veces y de muchas maneras y ahora en el NT es solo por medio de Jesucristo, no son diferentes revelaciones, solo es la culminación de ella.

Ambas partes de la revelación de Dios conforman una unidad debido a que no hay más que un Autor. No hay más que un Dios que revela, y no hay más que una revelación. Con todo, el contraste que existe entre el primer versículo y el segundo es obvio de muchas maneras.

El escritor está señalando que la plenitud de la revelación es única, final y completa. NO necesitamos más profetas, apóstoles ni revelación nuevas, este texto, de un libro doctrinal y que es completamente claro lo avala, la revelación de Dios culmino en Jesucristo, los apóstoles del Señor escribieron de él, y con eso nos basta.

Cuando Jesucristo finalmente llegó, trajo la mismísima Palabra de Dios puesto que él es la Palabra de Dios. Por consiguiente, Jesús trajo la Palabra de Dios en toda su plenitud, riqueza y conjunto. Él fue la revelación final.  F. F. Bruce: La historia de la revelación divina es una historia de progreso hasta llegar a Cristo, pero no hay progreso más allá de él.

Jesús mismo no escribió ni un sólo versículo del Nuevo Testamento; fueron hombres designados por él y llenos del Espíritu quienes escribieron la revelación de Dios. Jesús, la Palabra viva, nos habla porque nadie aparte de él posee una autoridad igual; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos. Hechos 4:12. Por medio de su Hijo, Dios se dirige a todos los creyentes. 

En estos últimos días Dios nos ha hablado por su Hijo. La frase en estos últimos o postreros días es puesta frente a la frase en el pasado, y se refiere a la era en que el cumplimiento de las profecías mesiánicas ha tomado lugar. No se refiere para nada al final de los tiempos, es más en nuestro estudio de escatología vimos el tema, los últimos o los postreros días comenzaron con la primera venida de Cristo y culminaran con su segundo advenimiento, es decir toda la era de la iglesia cristiana será más que suficiente con la revelación que ya tenemos.

A quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo. Para expresar la excelencia del Hijo de Dios, el escritor de Hebreos describe lo que Dios ha hecho. Dios constituyó a su Hijo heredero de todas las cosas. Un heredero adquiere por derecho propio todo lo que el padre haya estipulado en su voluntad. Por ser el único Hijo, Jesús hereda todo lo que el Padre posee. 

El escritor de Hebreos aclara inmediatamente el término todas las cosas al decir que Dios hizo el universo por medio de su Hijo. La frase obviamente se refiere al relato de la creación que se encuentra en los primeros capítulos de Génesis. Mucha gente piensa que el NT, que habla de la redención, no tiene nada que decir sobre la creación. Sin embargo, el NT no guarda un silencio total en cuanto a este tema; tanto Pablo como el escritor de la epístola a los hebreos enseñan que Jesús actuó en la obra de la creación. Colosenses 1:16. Y Juan confirma en su Evangelio la misma verdad. Juan 1:3. 

Por su Hijo, Dios hizo el universo. Es imposible para el hombre llegar a entender el sentido total de esta afirmación, pero la comprensión completa no es la meta en este momento. No obstante, es importante reconocer la majestad del Hijo de Dios, que estuvo presente en la creación y que es el Señor soberano de todas las cosas creadas. Él es Dios, Cristo es DIOS.

La palabra universo denota primeramente al cosmos, el mundo creado en toda su plenitud, y en segundo lugar todas las estrellas y planetas que Dios ha creado. Pero el significado es mucho más amplio, ya que involucra todos los eventos que han sucedido desde la creación de este mundo. Tiene que ver con la tierra y su historia a lo largo de las edades. Esta palabra ha sido interpretada como la suma de los períodos de tiempo, incluyendo todo lo que ha sido manifestado en ellos y por ellos. Se refiere no al mundo como totalidad, sino a todo el orden creado que ha continuado desarrollándose en el transcurso del tiempo. Así de grandioso es el Señor Jesucristo. 

3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Cinco características más enumera el escritor de hebreos acerca de Cristo en este solo versículo:

a. “El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios”. La palabra resplandor debe ser preferida a variantes de la palabra reflejo, que muchos traductores usan. La luna recibe su luz del sol y simplemente refleja estos rayos de luz a la tierra. La luna, de por sí misma, no posee luz ni la emana. El sol como cuerpo celeste irradia su luz en todo su brillo y poder hacia la tierra. Usando esto como comparación, podemos ver a Cristo como la luz radiante que viene del padre, así como la luz del sol procede del sol mismo. Por eso es que Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo. Juan. 8:12; él es luz, y en él no hay oscuridad.

El irradia la luz de la gloria de Dios, de su perfección y majestad. El resplandor de Jesús proviene del Padre, aunque él sea en sí mismo la luz. El Hijo hace que el resplandor del Padre brille. Es eso lo que Juan escribe en el prólogo a su Evangelio: Vimos su gloria, gloria como del Único que vino del Padre, lleno de gracia y verdad. Juan 1:4. El resplandor del Hijo es, por consiguiente, una extensión de la gloria de Dios.

b.la imagen misma de su sustancia (Y la representación exacta de su ser). El Hijo es la perfecta representación del ser de Dios. En otras palabras, Dios mismo estampó en su Hijo la huella divina de su ser. La palabra que se traduce “representación exacta” se refiere a monedas acuñadas que portan la imagen de un soberano o presidente.

Se refiere a una precisa reproducción del original. El Hijo es, entonces, en su ser, completamente lo mismo que el Padre. No obstante, aunque una impresión es igual al sello que deja la impresión, ambos existen separadamente. El Hijo, que lleva la imagen misma de la naturaleza de Dios, no es el Padre, sino que procede del Padre y tiene una existencia separada. 

Aunque existe separadamente, el Hijo, por ser la representación exacta del ser del Padre, es una reproducción perfecta de la naturaleza de Dios. El Hijo es el mediador que posee la gloria de Dios por naturaleza, aun antes de asumir su papel de mediador. El Hijo lleva la estampa exacta del ser del Padre desde la eternidad.

c. “Y él sostiene todas las cosas por su poderosa palabra”. El Hijo no sólo es el Creador del universo (1:2); él es quien también sostiene todas las cosas (1:3). Los dos pasajes se complementan mutuamente y revelan el poder divino del Hijo. El habla, y por su palabra todas las cosas son sostenidas, preservadas y mantenidas en existencia.

En el original, esta parte del versículo está estrechamente relacionada a la parte anterior. La primera parte del versículo pone en relieve la persona de Cristo; la segunda, la obra de Cristo.

De una consideración respecto al ser del Hijo, el escritor pasa a una explicación de la actividad del Hijo, que involucra el cuidado de todas las cosas. De hecho, la palabra que se ha traducido como “sostiene” significa básicamente “llevar”. El Hijo lleva todas las cosas para hacerlas llegar a su destino final. Y lo hace por una simple declaración: por su poderosa palabra. Cristo, el que gobierna el universo, pronuncia una palabra, y todas las cosas escuchan en obediencia a su voz. Ningún otro movimiento es necesario, ya que la palabra hablada es suficiente.

d. “Después de haber provisto la purificación de los pecados”. Esta oración que Cristo cumplió su obra mediadora consumando y cediendo su vida terrenal como sacrificio en la cruz por la eliminación de pecados. En una frase muy concisa se resume la obra sumosacerdotal de Cristo: “provisto la purificación de los pecados”. Según la ley mosaica el sumo sacerdote tenía que efectuar la expiación en el Día de la Expiación para limpiar al pueblo de Israel de todos sus pecados. Lv. 16:29–34.

El sumo sacerdote aarónico era también un pecador y por consiguiente efectuaba su tarea imperfectamente, en tanto que Cristo, que era el único sin pecado y el verdadero Sumo Sacerdote completó la tarea de purificación perfectamente. El sumo sacerdote necesitaba, en el Antiguo Testamento, sacrificios animales, primeramente, para limpiarse a sí mismo y luego para quitar el pecado del pueblo. Cristo fue simultáneamente Sumo Sacerdote y sacrificio cuando se ofreció por la purificación de los pecados de su pueblo. El Hijo se ofreció de una vez por todas en la cruz para expiar nuestros pecados.

e. “Se sentó a la diestra de la Majestad en el cielo”. Las expresiones se sentó y a la diestra no deben ser tomadas literalmente, sino más bien simbólicamente. La idea de sentarse a la derecha de alguien significa un privilegio concedido a una persona a la que se quiere honrar en gran manera. En este caso significa que el Hijo tiene ahora autoridad para gobernar su reino que abarca toda la creación. El reino le pertenece y Dios le ha dado el nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla, en los cielos y en la tierra y bajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:9–11.

4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.

El escritor de Hebreos ha descrito al Hijo como: 

1.    El Profeta por medio de quien Dios ha hablado.

2.    El Creador que hizo el universo.

3.    El Heredero de todas las cosas.

4.    La Representación del ser de Dios.

5.    El Sustentador de todas las cosas.

6.    El Sacerdote que proveyó purificación de los pecados.

7.    El Rey que se sentó en su lugar de honor.

Ahora el escritor compara al Hijo con los ángeles, esos seres creados que constantemente rodean el trono de Dios. Ellos son, entre todas las criaturas, las más cercanas a Dios; sirven como mensajeros suyos; se les designa para que estén ocupados en la obra de proveerle al hombre la revelación de Dios y en la tarea de redimir al hombre caído. Hch. 7:38, 53; Gá. 3:19; Heb. 2:2. 

En muchos aspectos los ángeles están por encima del hombre. Aun si los ángeles están en algún sentido por sobre el hombre, no son de ninguna manera superiores al Hijo, puesto que “él ha heredado un nombre que es superior al de ellos.

Hasta este punto el Hijo no ha sido presentado por su nombre, ni como Jesús ni como Cristo. El nombre de Hijo no se refiere a un nombre personal específico, sino a su designación como Hijo. Él es conocido como Hijo de Dios, el Hijo Unigénito. Él es también Señor y Salvador. El profeta le llama “Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” Isaías 9:6.

Conclusiones y aplicación:

El escritor de Hebreos demuestra la gran consideración que tiene por las Escrituras al afirmar sin titubeos que Dios es el autor de su revelación. Dios habló en el pasado y ahora ha hablado por su Hijo. Y ya que es Dios quien ha hablado, nadie debería cuestionar la autoridad de su Palabra escrita. Dios ha hablado finalmente por medio de su Hijo, y esa revelación es definitiva.

El triple oficio de profeta, sacerdote y rey es expuesto en los pocos versículos iniciales de esta breve introducción.

·         El Hijo es el Profeta, puesto que Dios ha hablado en estos últimos días por él.

·         Él es el Sacerdote que ha provisto la purificación de los pecados.

·         Y él es el Rey que sostiene el mundo por su poderosa palabra y que está sentado a la diestra de Dios en el cielo. 

Estos pocos versículos introductorios son un resumen de lo que el escritor va a enseñar en el resto de esta carta. La enseñanza del escritor respecto a la supremacía de Jesucristo es precedida por tres versículos que destacan la divinidad del Hijo. Para nuestro escritor incógnito no hay nada más grande, nada más digno de hablar y enseñar que la supremacía de Cristo, Cristo, sobre todo, sobre todos, sobre toda la creación, aún sobre los ángeles mismos, nada se le comprara y nuestro escritor desea que todos los que lean este mensaje lo comprendan.

Así que la pregunta obligada para reflexionar en todo este maravilloso pasaje es ¿tenemos consideración de la supremacía de Cristo? ¿lo hemos reflexionado y meditado profundamente? ¿La comprendemos a cabalidad? O más específicamente ¿Qué hago en mi vida para que se note que el Señor Jesucristo es lo mayor, lo supremo, lo más trascendente? Algunos tal vez dirán ¿Qué podemos hacer? Ciertamente no es pegar un cartel en nuestro carro o ponernos camisetas que lo digan, lo cual no es malo en si mismo, pero no es suficiente. Si nuestras vidas no reflejan el carácter de Cristo, no podemos decir que consideramos al Señor Jesucristo como lo más sublime de nuestras vidas.

 


 

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