Ya hemos dejado en claro que el Espíritu Santo es no
solamente una persona, sino que es una Persona especial, pues el DIOS, la
Tercera Persona de La Trinidad para ser exactos, la biblia lo define claramente
como persona:
·
Tiene intelecto, emociones y voluntad, características
de una persona.
·
Lo diferencia de su poder claramente y en más de una
ocasión
·
Le da el trato de persona, de hecho, del género
masculino “EL”.
·
Nos muestra que mantiene relaciones interpersonales.
·
Realiza obras personales como enseñar, testificar,
etc.
Sin embargo, para llegar a delinear no solo La Persona
del Espíritu Santo, sino toda la doctrina de la Pneumatología hizo falta muchos
años, literalmente siglos, no surgió en un punto determinado de la historia de
la iglesia como sí ocurrió con la doctrina de la Trinidad o la cristología, por
ejemplo.
Fue a medida que surgieron errores acerca de la
persona y obra del Espíritu, que se fue condensando cada vez más la
Pneumatologia ortodoxa, en la primera iglesia más que una doctrina del
Espíritu, tenían una experiencia diaria e íntima con Él, pero al pasar de los
años, se fue diluyendo.
Es por ello, que en esta clase vamos a tratar
brevemente la historia de la doctrina sobre el Espíritu Santo, estudiando sobre
los errores graves cometidos por los hombres en el transcurso de los siglos sí
como la progresión de la doctrina.
1. Montanismo. Como las iglesias comenzaban a enfriarse, apareció en
Frigia un movimiento que tomó cuerpo por el año 170 por medio de Montano y dos
mujeres, Prisca y Maximila, los tres se autonombraron profetas y anunciaron el nacimiento
de una nueva era que llamaron la era del paráclito en la que supuestamente
DIOS iba a dar nuevas revelaciones apoyados fuertemente en la proximidad del
fin del mundo y la necesidad de una vida moral de mayor calidad en los
creyentes.
A
pesar de que el montanismo nació en oposición al gnosticismo, enfatizando la
comunicación personal con DIOS por medio del ministerio del Espíritu Santo, aun
así, fue rechazado por la iglesia por su fuerte insistencia en que haya nuevas revelaciones.
No Hay Nuevas Revelaciones Del Espíritu Aparte De Lo
Que Ya Reveló En La Escritura.
2. Monarquianismo. Este error lo
tratamos en el curso de Cristología, es el nombre dado al sabelianismo o modalismo, en el cual, afirmaba Pablo de Samatosa a principios
del siglo III que el Espíritu Santo (al igual que el Señor Jesucristo) no era
una persona distinta, sino una manifestación
de la gracia del Padre.
Fue
Sabelio quien enseñó más abiertamente que en DIOS no hay Trinidad, sino que la
unica persona de la Deidad, se manifestó como creador y legislador en su
aspecto de Padre, como redentor en su aspecto de Hijo y como vivificador en su
aspecto de Espíritu. Citas como Mateo
3:16-17, esclarecen el modalismo.
3. Arrianismo. Del lado contrario del modalismo, está el subordinacionismo que habla acerca de
que en las personas divinas hay subordinación ontológica, más DIOS que otro, se dio en dos formas la arriana y la macedonia.
Arrio
quien fuera presbítero de Alejandría a principios del siglo IV comenzó a
enseñar que sólo el Padre es DIOS eterno, que el Hijo fue creado por el padre y
que lo primero que el Hijo creo fue al Espíritu Santo.
En
el concilio de Nicea en el año 325 fue proclamada la divinidad plena y total de
Cristo, pero no se hablo acerca del Espíritu Santo. a causa de este silencio, surgió
una nueva controversia por Macedonio obispo de Constantinopla quien sostuvo que
si El Hijo es plenamente DIOS pero que fue él quien creó al Espíritu Santo y
por lo tanto está subordinado a Él.
En
el concilio de Constantinopla en el año 381 se formuló la enseñanza ortodoxa
sobre el Espíritu Santo en los siguientes términos: Creemos… Y en el Espíritu Santo, Señor y vivificador, que procede del
Padre, que ha de ser glorificado junto con el Padre y con el Hijo, que habló
por medio de los profetas.
4. Priscilianismo. Debe su nombre a Prisciliano
de Ávila un laico que comenzó a organizar grupos independientes para estudiar
la biblia, que tenían un gran énfasis en negarse a sí mismos y promovían una vida
espiritual más profunda.
Sin
embargo, se desviaron seriamente, afirmando que todos los seres espirituales, ángeles,
almas humanas, y el Espíritu santo, pertenecían a la misma escencia de DIOS
negando así la Persona del Espíritu Santo, de hecho, eran unitaristas pues negaban la Encarnación y afirmaban que no hay
distinción de personas en la divinidad sino de atributos.
El
priscilianismo continuó con vigor hasta el año 563, cuando fue condenado oficialmente
en el Concilio de Braga.
5. El sínodo III de Toledo. Tuvo
lugar en la ciudad española de Toledo en el año 589, en él se proclamó
solemnemente que el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo, con lo cual comenzaron a darle el lugar en la
Trinidad como persona igual al padre y al Hijo, pues al hablar de proceder, no
es en el sentido ontológico sino histórico.
6. La división entre oriente y occidente. Más
que doctrinal es un dato histórico, pues el oriente (Constantinopla) y el
occidente (Roma) eran rivales en cuanto a poder y señorío uno sobre el otro, y
aprovecharon en el año 858 que Focio fue nombrado patriarca de Constantinopla y
mostró varias diferencias con los de roma, como el celibato de los clérigos,
pero la más notable fue su adherencia a lo proclamado en el sínodo III de Toledo.
7. Pedro Abelardo (1709-1142). Para
muchos fue el mayor filosofo que dio la edad media, sin embargo, no se apegó a
la ortodoxia trinitaria, su doctrina es catalogada como una forma sutil de
modalismo.
8. La Reforma Protestante del siglo XVI. Entre
los mayores logros de la Reforma se cuenta el haber devuelto a la Persona del
Espíritu Santo el lugar y las funciones que las Escrituras le asignan.
Mientras
la Iglesia de Roma sostenía que sólo la jerarquía eclesiástica (el Papa, en
definitiva) podía interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras, la
Reforma abogó abiertamente por el estudio de la Biblia, afirmando que todos los
creyentes pueden aprender sus enseñanzas mediante el ministerio docente e
iluminador del Espíritu Santo.
Y,
mientras Lutero trató largamente de la obra del Espíritu Santo en conexión con
la justificación, Calvino puso de relieve los aspectos doctrinales de la obra
del Espíritu en conexión con el dogma de la Trinidad y con el ministerio del
Espíritu Santo en el corazón y en la vida de los creyentes.
9. El socianismo y arminianismo. En
el extremo opuesto a lo desarrollado por los reformadores está el socianismo y
el arminianismo.
En
el siglo XVI, los socinianos afirmaron que era un error creer que las Personas
de la Deidad eran consustanciales, lo mismo que habían dicho los arrianos. Pero
todavía fueron más lejos que los arrianos, pues negaron la preexistencia del
Hijo y dijeron que el Espíritu Santo era como una virtud o energía que fluía de Dios al hombre.
Aunque
libre de los errores del socinianismo, el arminianismo surgió como una reacción
contra el calvinismo de la Iglesia Reformada de los Países Bajos.
El
arminianismo menoscaba la acción del Espíritu Santo en la obra de la regeneración
del pecador y hace depender, al menos en la práctica, de la decisión humana la aceptación del
Evangelio. El Sínodo de Dort (1618-1619) hizo frente, con éxito, al naciente
arminianismo.
10. El sentimentalismo. Como reacción en
contra del racionalismo que se dio en los siglos XVII y XVIII se dio el
movimiento llamado sentimentalismo promovido
por el teólogo alemán Friedrich Daniel Ernest Schleiermacher (1768-1834).
Proclamaba
que racionalismo fracasaba pues ponía un énfasis en el conocimiento adquirido
mediante la razón, ignorando los sentimientos, que según el eran la escencia
misma de la religión cristiana.
Fue
el precursor de que la experiencia de la vida cristiana se volviera subjetiva,
pero con esto las doctrinas fundamentales del cristianismo se vienen abajo,
pues lo que importan son los
sentimientos.
Friedrich
D.E.S. negó el valor objetivo de la Encarnación, la cruz y de la Trinidad, negó
como los sabelianos que el Espíritu Santo fuera una persona distinta en la
Trinidad, y definió la obra del Espíritu como el espíritu colectivo de la nueva vida corporativa que fue iniciada por
Cristo.
11. La
neo-ortodoxia. Es un movimiento nacido en el siglo XX que se debe al
teólogo suizo Karl Barth (1866-1968), proclamaba la necesidad de una nueva reforma regresando a la biblia
como unica solución para los problemas morales de la humanidad.
Pero
la Biblia de la neo-ortodoxia no es la verdadera Biblia, pues los teólogos de
este nuevo movimiento negaron la inerrancia total de las Escrituras. En cuanto
a la materia que nos ocupa, la mayoría de los escritores neo-ortodoxos niegan
la personalidad distinta del Espíritu Santo. Según ellos, el Espíritu Santo es
considerado como una actividad de Dios, más bien que como una Persona de la
Deidad. Barth creía él mismo en la Deidad del Espíritu Santo, pero su modo de
expresarse acerca de la Trinidad da motivo para pensar que fue un modalista.
12. El pentecostalismo- carismáticos. Es
el movimiento que en la actualidad tiene más fuerza, gana adeptos día con día, enfatizan
el bautismo del Espíritu como una segunda obra de la gracia para revestir de
poder, y promueve una vuelta a la experiencia de todos los dones que fueron
dados y usados en tiempo del Nuevo Testamento.
Aunque
se adhieran en su mayoría a la doctrina ortodoxa acerca de la persona del
Espíritu; lo que se promueven erróneamente es la obra del Espíritu Santo en la
vida de los creyentes.
Nosotros nos apegamos a lo redactado en la CFB 1689 acerca de la Trinidad, y que
incluye obviamente a la Persona del Espíritu Santo:
En DIOS hay tres subsistencias, el Padre, el Verbo y
el Espíritu Santo, de una sustancia, un poder y una eternidad, teniendo cada
uno toda la esencia divina, pero la esencia indivisible: el Padre no es de nadie,
ni por generación ni por procesión; el Hijo es engendrado eternamente del
Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo; todos ellos son infinitos,
sin principio y, por tanto, son un solo Dios, que no ha de ser dividido en
naturaleza y ser, sino distinguido por varias propiedades relativas peculiares
y relaciones personales; dicha doctrina de la Trinidad es el fundamento de toda
nuestra comunión con Dios y nuestra consoladora dependencia de él.
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