El autor de Hebreos hasta el momento sigue describiendo la magnificencia del Jesucristo el hijo de Dios, ya lo mostró como el Profeta, Creador, Heredero, el sustentador, la Representación de Dios mismo, el Rey y Sacerdote por excelencia, y como superior a los ángeles. Para está última labor está echando mano del AT, sobre todo del Salterio, hasta ahora ha citado el Salmo 2:7. También 2ª Samuel 7:14. Y Deuteronomio 32:43. Ahora cita el Salmo 104.4.
1:7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego.
El contraste entre el Hijo de Dios y los ángeles es evidente para el escritor. En ningún lugar de la Escritura se les otorga a los ángeles un título que indique que ellos son iguales al Hijo. En cambio, al ser seres creados, son siervos de Dios y están siempre dispuestos para atender a su mandato.
El Salmo 104 es un salmo de la naturaleza, bien conocido entre los adoradores judíos y cristianos de la antigüedad, que cantaban este salmo en las sinagogas e iglesias. En la liturgia de la sinagoga el salmo se cantaba los viernes al atardecer y los sábados por la mañana. Los Evangelios sinópticos citan el Salmo 104:12 en Mt. 13:32; Mr. 4:32; Lc. 13:19. La gran multitud que alaba a Dios en los cielos utiliza el salmo 104:35 citada en Ap. 19:1, 3, 6. En la iglesia primitiva el salmo no era desconocido.
El escritor de Hebreos cita la traducción griega de este salmo a causa de la palabra clave: ángeles. En la mayoría de las traducciones del Salmo 104:4, la palabra ángeles no aparece. El versículo es traducido así: El hace de los vientos sus mensajeros, de las llamas de fuego sus sirvientes.
El salmista le atribuye esplendor y majestad a Dios, que como Creador que extiende los cielos como una tienda y establece las vigas de sus aposentos superiores sobre sus aguas Sal. 104:2–3. Las nubes y los vientos están listos a su llamado porque son figurativamente hablando sus medios de transporte. Cuando dice que los vientos son sus mensajeros; los relámpagos son sus sirvientes, es para entender que Dios tiene un perfecto control de su creación.
Sin embargo, en la Septuaginta la palabra ángeles es predominante. Es obvio que el escritor de Hebreos tenía a mano la traducción al griego del texto. El escritor usa la cita del Salmo 104 para enfatizar el estado de subordinación de los ángeles. Son como los vientos y los relámpagos, parte de la creación de Dios y completamente obedientes a su voluntad.
El texto compara a los ángeles con los vientos y las llamas de fuego para indicar que sus hechos son tan transitorios como los cambios de la naturaleza. Dios usa a los ángeles para hacer su voluntad, y ellos le sirven de un modo extraordinario, vigorosos como el viento y destructores como el rayo. Sin embargo, una vez cumplida su tarea regresan a él como humildes y obedientes sirvientes. Aunque ejecutaron hechos poderosos, siguen siendo humildes ayudantes.
La quinta cita es el Salmo 45:6-7. Que encontramos en los versículos 8 y 9.
8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
El Salmo 45 describe a un rey terrenal que celebra su boda. Después de la introducción (v. 1), el salmista describe la excelencia y gracia del rey (vv. 3–4), su victoria en la batalla (v. 5), su gobierno de justicia y rectitud (vv. 6–7), y su alegría en su palacio y entre las hijas del rey (vv. 8–9). La segunda parte de este salmo (vv. 10–15) se ocupa de la novia y sus acompañantes. La conclusión viene en los vv. 16–17.
Nuevamente se trata de un salmo tipológico que apunta al Mesías, ya que solamente con el advenimiento del Hijo de Dios se cumple completamente la descripción de la boda del rey. Es obvio que los cristianos del primer y segundo siglo consideraban que Jesucristo cumplía las palabras del salmo; lo vemos aquí en la aplicación que encontramos en Heb. 1 y en escritores tales como Justino Mártir e Ireneo, quienes citan el Salmo 45 muchas veces.
El escritor escoge los vv. 6 y 7 del Salmo 45 y se los aplica al Hijo para enfatizar la divinidad de éste, a causa del mensaje que le traen al rey: “Tu trono, oh Dios, durará por los siglos de los siglos” (v. 6), el escritor de Hebreos usa este pasaje para expresar la deidad de Cristo.
Para dar a conocer la estabilidad del trono del Cristo, el escritor de Hebreos cita el resto del versículo: “Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Los jefes de muchas naciones han adoptado el cetro a lo largo de los siglos como señal de autoridad, haciéndolo consistir en una vara o bastón adornado más o menos rico. El cetro que está en manos del Hijo es un cetro de rectitud para administrar justicia y equidad.
La frase cetro de justicia, significa en que el rey tiene en su mano un cetro que simboliza la autoridad real. El rey puede extender su cetro para invitar a alguien a acercarse a su trono, o puede blandir su cetro para demandar silencio. Por medio de este instrumento el rey gobierna. ¿Y de qué modo lleva a cabo el rey su gobierno? ¡Con justicia!
9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
El reinado divino no podía ser asumido por cualquier monarca israelita; solamente Jesucristo, cumplió las palabras del salmo. Él ha amado la justicia y odiado la iniquidad, tal como lo demostró durante su ministerio terrenal. Jesús ama la justicia y desea que el pueblo de su reino también la ame y odie la iniquidad. La justicia es el cimiento de su reino. Es por ello que exhorta a sus seguidores a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia Mateo 6:33. Es con base a ese amor de Cristo por la justicia que Dios le ha ungido con el óleo de alegría.
Esta frase ungido con óleo de alegría no es una descripción simbólica ni del bautismo de Jesús en el río Jordán ni de su ascensión y asentamiento a la diestra de Dios; más bien, la misma describe el constante ejercicio de su justo gobierno, ya que la aplicación de su justicia le llena de gozo y felicidad, y constituye su unción.
La frase más que a tus compañeros, implica que los compañeros de Jesús comparten su justicia y gozo, pero obviamente Él Señor lo posee ilimitadamente. Esta palabra no le es aplicada a los ángeles sino a los seguidores de Jesús, que compartimos el llamado celestial.
La sexta y última cita del día de hoy es el Salmo 102:25–27, que abarca de los versículos diez al doce.
10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra. Y los cielos son obra de tus manos.
Este salmo, que es en realidad una oración de un creyente que se lamenta por el estado de Sion, concluye con un cántico de alabanza a la inmutabilidad de Dios. El escritor de Hebreos le aplica este cántico de alabanza a Cristo, el eterno Hijo de Dios.
Vemos entonces que la sexta cita era requerida para exponer la doctrina de la eternidad del Hijo, por medio del cual todo había sido creado y por medio del cual todas las cosas son sustentadas. Lo que anteriormente se decía del Dios de Israel le es ahora aplicado a Jesucristo.
El Hijo de Dios es Creador y Sustentador del universo y es, como tal, muy superior a los ángeles. Por dicha razón, el escritor de Hebreos enfatiza el pronombre tú para expresar el contraste existente entre el “Señor, quien puso los cimientos de la tierra, en el principio” y los ángeles, que sirven sólo como mensajeros.
En el texto original hebreo del Salmo 102:25 no figura el título Señor; los traductores al griego pusieron esta palabra. El escritor de Hebreos, que se apoyaba en la traducción al griego del Antiguo Testamento, con razón le aplicó esta sección del Salmo 102 a Cristo, puesto que el título Señor aparecía en el texto griego.
La frase en el principio trae a nuestra mente ecos del relato de la creación que encontramos en Génesis. Y las palabras “poner los cimientos de la tierra” constituyen una expresión figurativa, un sinónimo de creación.
11 Ellos perecerán, más tú permaneces;
Y todos ellos se envejecerán como una vestidura,
12 Y como un vestido los envolverás, y serán mudados;
Pero tú eres el mismo,
Y tus años no acabarán.
El mensaje de esta porción del salmo es la inmutabilidad de Dios, característica que el escritor de Hebreos le atribuye al Hijo. Todo cambia, se deteriora, pasa excepto el Creador. Aunque los cielos y la tierra han sido creados por el Hijo, que es eterno, no comparten su eternidad. Son y seguirán siendo temporales. Los cielos y ciertas partes de la tierra parecen exhibir intemporalidad. Sin embargo, están sujetos a cambio, tal como lo profetiza Isaías 51:6.
Todo lo que el Creador ha hecho lleva la marca del tiempo. El salmista usa la ilustración de la vestidura que cambia y que se va deteriorando hasta que eventualmente es enrollada y se descarta. El Creador, sin embargo, vive para siempre; él es el mismo porque sus años nunca terminarán. Sus años nunca terminan puesto que nunca comenzaron. El Hijo no tiene principio ni fin. Esto, por cierto, nunca puede decirse de los ángeles, que pueden vivir eternamente ante la presencia de Dios. Su comienzo se registra a partir del momento en que el Hijo los creó.
Esta cita del Salmo 102 enseña cuales son los rasgos distintivos del Hijo:
· Él es el Creador.
· Todopoderoso.
· Inmutable.
· Eterno.
Conclusiones y aplicación.
Lo que resalta en estos últimos versículos es el contraste entre el Creador y sus criaturas. Lo que ha sido creado perecerá, pero el Creador trasciende el tiempo y el espacio y por consiguiente perdura para siempre. El que es inmutable es muy superior a lo que es mutable. El contraste entre el Hijo y los cielos y la tierra perecederos es intensificado cuando dice ellos perecerán, pero tú perduras.
Toda la creación los seres humanos incluidos pereceremos, no somos eternos en el pleno sentido de la palabra, solo Dios lo es, todos tenemos un principio, el día de nacimiento, y sin lugar a dudas tendremos un final, el día de nuestra muerte, pero pocas veces meditamos en ellos, parte del engaño de la mentira original es que pensamos que viviremos para siempre, pues nos creemos dioses, no morirás, sino que serás como un dios le dijo a Eva.
Tenemos que saber perfectamente que lo único seguro que todos los seres humanos tenemos en la vida es que todos, un día vamos a morir, es algo que tenemos en común todos, hombres y mujeres, ricos y pobres, ancianos y niños, sin importar el grado de estudios, la posición social, el nivel cultural, ni algún otro factor, todos sin distinción y sin excepción vamos a morir algún día. La realidad ultima de la existencia del ser humano es la muerte.
Todos tarde o temprano ocuparemos un lugar en el cementerio y de nada sirve que se les construyan ostentosas sepulturas, ni que se les entierre con sus joyas o posesiones más preciadas. 1ª Timoteo 6:7. Job 1:21.
Pero la muerte nos ofrece también una de las más tremendas paradojas: nada hay más cierto que el hecho de la muerte, pero nada hay tan incierto como el tiempo, el lugar y el modo de la muerte. Nadie sabe exactamente cuándo, dónde ni como ha de morir.
Nos acostamos a dormir y no tenemos la certeza de que vamos a despertar, despertamos y no tenemos la certeza de que acabaremos el día con vida, cuantas personas salen de sus casas y se despiden de sus seres amados como si fueran a regresar, pero nunca más regresan, accidentes de tráfico, violencia en las calles, enfermedades, hay más de mil maneras de morir,
La Biblia compara la vida del hombre: a un correo ligero; a una lancha de papiro que se desliza veloz; al águila que se arroja sobre la presa Job. 9:25-26; a la lanzadera de un tejedor; a un soplo; a una nube que se desvanece rápidamente Job 7:6-9; a la flor de un día; a la sombra que huye Job 14:2; al agua de un río o de un lago, que se evapora Job 14:11 como el vaho que sale de nuestra boca. Santiago 4:14.
La causa de la muerte es el pecado. Romanos 6.23. Dice la Biblia que la muerte penetró en este mundo, como efecto y de la mano del pecado. Génesis 2:16- 17. 3:19. Romanos 5:12-14. 17,21. 1ª Corintios 15:21-22. Santiago 1:15.
El pecado abrió la puerta que el árbol de la vida habría mantenido cerrada, por lo tanto, no se necesitó cambio alguno en la constitución física del hombre; sólo fue dejado a merced de su constitución orgánica. Génesis 3:19.
Es cierto que, al desobedecer Adán, no murió al instante, pero se hizo completamente mortal ya que la muerte, con su aguijón que es el pecado, se anidaron en lo más profundo de su corazón y de todos los seres humanos por consecuencia. Por eso llama el Apóstol a la muerte la paga o salario del pecado. Romanos 6:23. Mientras la vida eterna es un regalo de Dios para los hombres, la muerte es el salario con que el diablo paga por pecar, es decir, por obrar el mal. Y el mundo está tan ciego, que prefiere trabajar para morir antes que recibir de regalo para vivir.
Cristo: La única esperanza. Al soportar la muerte en todas sus dimensiones, como nuestro sustituto, Jesucristo mató a la muerte muriendo y le quitó la fuerza legal que el pecado ejercía sobre los mortales. Romanos 6:6. 1ª Corintios 15:22. 56-57.
Cristo no es una buena opción, ni siquiera es la mejor opción, él es la única opción al problema que el pecado trajo consigo: la muerte. Por este motivo es que la paradoja de que la muerte de los creyentes es valorada a los ojos del Señor toma sentido, la muerte ya no nos debe de dominar no causar temor alguno, los que mueren en el Señor son bienaventurados: Filipenses 1:23. Apocalipsis 14:13.
Los creyentes tenemos esperanza, una esperanza que los demás en el mundo no tienen, pues la tenemos con la seguridad de que Fiel es DIOS quien nos ha prometido vida eterna, a diferencia de los buenos deseos, pero incertidumbre que reinan en el mundo pues no tienen la seguridad que DIOS nos da. 1ª Tesalonicenses 4:13-14.
Los primeros cristianos no llamaban panteón al lugar donde enterraban a sus muertos, el panteón en el griego es la morada de los dioses, ellos los denominaron cementerios que en griego significa dormitorio, pues el NT se refiere 14 veces a los creyentes que han partido con el Señor como durmiendo.
Lutero escribió: Nuestro Señor ha escrito la promesa de la resurrección, no sólo en libros, sino también en cada hoja de la primavera. El cristiano mira a la muerte, no como algo que va a suceder inevitablemente, sino como Alguien que viene a recibirnos alegremente.
Un verdadero creyente no debe de temer a la muerte, no debe tener incertidumbre por ella, porque la muerte para los hijos de DIOS es necesaria no como el pago de nuestros pecados, sino como la transición a la vida eterna.
Dejemos de ver la muerte como algo que viene a destruirnos, veamos mejor a Cristo que viene a salvarnos de este cuerpo mortal y frágil, no pensemos en la muerte como el final mejor entendamos que es el comienzo de una vida mejor al lado de Cristo, al morir no estamos perdiendo, estamos ganando y mucho, no es una partida de esta tierra, es nuestra llegada a encontrarnos con el Señor, si estamos preparados para morir, la muerte no nos causará temor alguno nunca más.
Y la única preparación necesaria para la muerte creer en Cristo, en su cruz, en su vida en lugar de la nuestra en pago por nuestros pecados delante de DIOS, la verdadera preparación para morir es vivir la vida crucificada, es permanecer en Cristo es descansar a sus pies, si es así, la muerte no nos tomará desprevenidos jamás. Si tenemos el hábito de procurar la comunión con el Señor, de andar en Su presencia, de extender el Evangelio, de hacer el bien a todos, de no poner tropiezo al hermano, la muerte nunca nos sorprenderá de improvisto.
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