La semana pasada comenzamos esta serie de enseñanzas tituladas, UN DIOS SANTO, lo primero que hicimos, por considerarlo trascendente, es resaltar la importancia que tiene para los creyentes comprender que tenemos un Dios infinitamente Santo, El reino de Dios nunca vendrá donde su Nombre no sea considerado Santo, además La manera en que entendemos la persona y el carácter y la Santidad de Dios Padre afecta cada aspecto de nuestras vidas, así que entender que Dios transciende a toda su creación y que Él está por encima de la corrupción de ella es de vital importancia para los creyentes, siempre.
La semana pasada mencionamos que alguien que fue transformado por completo al tener un encuentro con la Santidad del Señor fue el profeta Isaías. Pues bien, los profetas del AT eran un hombres solitarios. Eran unos individuos señalados por Dios para una penosa tarea, como una especie de fiscal designado por el Supremo Juez del cielo y tierra, un vocero para demandar a aquellos que habían pecado en su contra. El profeta no era filósofo que escribía para promover discusiones, ni era un escritor que componía dramas para entretener a la gente. Eran mensajeros, heraldos del rey del cielo. Con sus anuncios venían las palabras: Así dice el Señor.
La historia de los profetas se lee como un libro de mártires y suena como un reporte en zona de guerra. Cuando se dice de Jesús que fue: despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebrantos. Isaías 53.3, se le hace partícipe de una gran cantidad de hombres a quienes Dios destinó para tal sufrimiento. El azote al profeta era la soledad; a menudo su casa era una cueva y usualmente el desierto era su lugar de reunión con Dios. Algunas veces, su vestuario era la desnudez y su corbata un bastón. Sus canciones eran compuestas con lágrimas. De esa clase de hombre era Isaías ben-Amoz.
En la lista de los héroes del AT, Isaías sobresale destacadamente. Él fue profeta de profetas, un líder de líderes, un llamado profeta mayor por el gran tamaño del libro que lleva su nombre. Como profeta, era inusual. La mayoría de los profetas eran de origen humilde: campesinos, pastores, labradores, más Isaías, era de la nobleza. Él era un reconocido hombre de estado que tenía acceso a la corte real de sus días. Se relacionaba con príncipes y reyes. Dios lo uso a él para hablarles a varios monarcas de Judá, incluyendo a Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías.
Lo que destacaba al profeta de todos los otros hombres era que su llamado no fue de hombres. Él no podía solicitar este trabajo, tuvo que ser seleccionado, escogido directa e inmediatamente por Dios. Y el llamado fue soberano; no se podía ser rechazar. El trabajo de profeta era de por vida; no se podía renunciar o jubilar.
El registro del llamado de Isaías quizás sea el más dramático de todos los registrados en el AT. Se nos dice que sucedió en el año en que el rey Uzías murió. El rey Uzías murió en el siglo ocho A.C. Su reinado fue muy importante en la historia judía y fue uno de los mejores reyes que gobernó Judá. No fue un David, pero tampoco fue señalado por la corrupción que caracterizó a los reyes del norte, tales como Acab. Uzías ascendió al trono cuando tenía dieciséis años y reinó en Jerusalén por cincuenta y dos años. Son casi 9 sexenios, casi desde Echeverría hasta Obrador. Mucha gente en Jerusalén vivió su vida entera bajo el reinado del rey Uzías. La Biblia nos dice que Uzías comenzó su reino piadosamente haciendo lo que era recto ante los ojos del Señor. 2ª Crónicas 26:4. El buscó a Dios y fue bendecido.
Venció a los filisteos y a otras naciones en batalla, edificó torres en Jerusalén y fortaleció sus murallas, abrió grandes pozos en el desierto y estimuló un gran crecimiento en la agricultura nacional. También restauró el poder militar de Judá hasta un nivel casi tan alto como en los días de David. La mayoría de su vida Uzías fue conocido come un rey grande y amado. Sin embargo, la historia de Uzías terminó tristemente. Su carrera se deterioró por el pecado del orgullo después de haber adquirido gran riqueza y poder.
Él se sintió Dios; entró al templo con insolencia y arrogancia, reclamando para sí los derechos que Dios había dado solamente a los sacerdotes. Cuando ellos trataron de detenerlo en su acto sacrílego, Uzías se enfureció. 2ª Crónicas 26:21. Cuando Uzías murió, a pesar de la vergüenza de sus últimos años, la nación lo lloró. Aparentemente Isaías fue al templo buscando consolación en este tiempo de angustia personal y nacional. Pero él encontró más de lo que esperaba: Isaías 6:1. Uzías había muerto. Pero cuando Isaías entró al templo vio a otro rey, el Rey Supremo, el que se sienta eternamente en el trono de Judá, él vio al Señor.
Cuando estudiamos los Nombres de Dios entendimos que en el hebreo hay dos palabras distintas que se traducen Señor. Una es Adonai, que significa también el Soberano. Este técnicamente hablando no es un nombre de Dios sino un título, el título supremo dado a Dios en el AT. La otra palabra es Yahvé (Traducido como Jehová), el nombre sagrado de Dios, con el cual Él se reveló a Moisés en la salsa ardiendo. Este es Su nombre indecible, el Nombre Santo que los israelitas se guardaban de profanar. Normalmente lo encontramos en los originales sólo en forma de sus cuatro consonantes: YHWH. Por lo tanto se le conoce como el sagrado tetragrama, las cuatro letras inefables.
Para clarificarlo, cuando hablamos de algún presidente mencionamos su nombre y su título. Presidente es el título más alto en nuestros países; de igual forma, Soberano era el más alto en Israel. El título Adonaí estaba reservado para Dios. Este fue el título que se le dio a Dios en el NT. Cuando Cristo es llamado Señor en el NT, se le confiere el equivalente Adonaí del AT. Jesús es llamado el Rey de reyes y Señor de señores, un título reservado sólo para Dios el Padre, el Supremo Soberano de cielo y tierra. Estos diferentes usos de las palabras Yahveh y Adonai, indican el cuidado con que la gente se refería a la naturaleza Santa de Dios.
Es muy similar al uso de letras mayúsculas para referirnos a Dios. Puesto que Dios es inefablemente Santo, no podemos escribir ni dios, ni referirnos con articulo como él, es Dios y Él, es un gesto de respeto y de asombro hacia un Dios Santo.
Cuando Isaías vino al templo, había una crisis de soberanía en la nación. Uzías había muerto pero los ojos de Isaías fueron abiertos para ver al verdadero Rey de la nación. El vio a Dios sentado sobre el trono como el soberano. Las Escrituras nos advierten que ninguna persona puede ver el rostro de Dios y vivir. Recordemos la petición de Moisés cuando ascendió al monte santo de Dios. Él había sido testigo de asombrosos milagros, había escuchado la voz de Dios hablándole desde la zarza ardiendo, había visto el río Nilo convertido en sangre, había probado el maná del cielo y había visto la nube y la columna de fuego. También había visto los carros del Faraón inundados por las olas del mar Rojo. Pero todavía no estaba satisfecho; quería ver más. El anhelaba la excelsitud espiritual. Éxodo 33: 19-23. Luego, Dios le permitió a Moisés que viera su espalda, pero no su rostro. Cuando Moisés regresó del monte, su rostro resplandecía. La gente se aterrorizó y se alejaron de él con horror.
El rostro de Moisés era demasiado para poder mirarlo. Así que Moisés se puso un velo sobre su rostro para que la gente pudiera acercársele. Esta experiencia de terror se manifestó el rostro de un hombre que estuvo tan cerca de Dios que ahora reflejaba Su gloria, y sólo el reflejo de la gloria de la espalda de Dios, no de la de su rostro. Si la gente temía ver la gloria que se reflejaba de la espalda de Dios, ¿cómo podría mirarse directamente su Santo rostro?
Pero la meta final del cristiano es poder ver lo que se le negó a Moisés, queremos mirarlo cara a cara, queremos alegramos en la gloria radiante de su rostro. Todo judío lo esperaba, basado en la amada bendición de Israel: Números 6:24-26. Esta esperanza, cristalizada en esta bendición, se convirtió en una promesa para los cristianos.
Aquí tenemos su promesa: Nosotros le veremos tal como Él es.
1ª Juan 3.2. 1ª Corintios 13:12.
Los teólogos llaman a esta expectativa futura la Visión Beatifica. Veremos a Dios tal como Él es. Esto significa que algún día veremos a Dios cara a cara. No veremos el reflejo de su gloria desde una zarza ardiente o en la columna de fuego. Le veremos tal como Él es, en su pureza y en su esencia divina. Ahora es imposible que nosotros veamos a Dios en su esencia divina. Antes tenemos que ser purificados. Cuando Jesús enseñó las bienaventuranzas, prometió esto a un grupo selecto: Mateo 5:8. En este mundo, ninguno de nosotros es puro de corazón y esa impureza nos impide ver a Dios. El problema no radica en nuestros ojos, sino en nuestro corazón. Hasta que nos encontremos purificados y totalmente santificados en el cielo, seremos capaces de verlo cara a cara.
En la visión de Isaías frente al trono de Dios, vemos que por encima de Él Señor había serafines; cada uno tenía seis alas, con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Isaías 6:2. Los serafines no son seres humanos pecadores con corazones impuros. Pero siendo seres angélicos son criaturas, y a pesar de su elevada posición como participantes de los ejércitos celestiales, tienen que cubrir sus ojos para no ver directamente el rostro de Dios.
Es terrible y maravilloso cómo fueron hechos, dotados por su Creador con un par de alas especiales para cubrir sus rostros en su majestuosa presencia. Estos serafines tienen además un segundo par de alas con el cual cubren sus pies. Esto no es una especie de zapatos angélicos para proteger la planta de sus pies o facilitarles su caminar en el templo celestial. La razón para esto es similar a la de la experiencia de Moisés con la zarza ardiente: Éxodo 3:2-5. Dios mando a Moisés quitarse sus zapatos, pues se encontraba en un terreno santificado por su presencia. Quitarse los zapatos era un medio por el cual Moisés reconocía que él era de la tierra o terrenal. Los pies humanos, a veces llamados pies de barro simbolizan nuestra condición de criaturas. Son ellos los que nos conectan a la tierra.
Los serafines no son de la tierra, sus pies no son de barro, y siendo ángeles son espirituales. Sin embargo, son criaturas, y las imágenes de la visión de Isaías sugieren que también se tienen que cubrir los pies reconociendo que son criaturas en la exaltada presencia de Dios.
Dios ha concedido por pura gracia una bendición a sus hijos, que no compartimos ni siquiera con los propios ángeles: Podremos admirar la Belleza de Su Santidad.
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