lunes, 25 de julio de 2022

Epístola A Los Hebreos 11: Moisés Ejemplo De La Preservación De Los Santos. Hebreos 3:1-6.

 

Estamos iniciando el tercer capítulo de esta epístola, en los dos capítulos anteriores, el escritor de Hebreos ha demostrado a partir de las páginas del Antiguo Testamento que Jesús es superior a los ángeles. Alguno de los hebreos que recibieron esta epístola podría preguntar si Jesús es mayor que Moisés. Sabemos que los judíos pensaban que nadie era más grande que Moisés, ya que él le dio al pueblo de Israel dos tablas de piedra en las cuales Dios había escrito la ley Éxodo 34. Los ángeles, por el contrario, no habían sido más que intermediarios cuando la ley fue dada Hechos 7:38,53. En el capítulo anterior el escritor describió a Jesús como sumo sacerdote, pero no lo comparó con Aarón. La comparación entre Jesús y Moisés que encontramos en este capítulo tiene como paralelo, en un sentido, la que se hiciera entre Jesús y lo ángeles.

 

3:1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.

 

Por tanto, hermanos santos. La conjunción por lo tanto (un sólo vocablo en el original) vinculan el capítulo 3 con el discurso que le antecede inmediatamente y que trata de la unidad que Jesús tiene con sus hermanos, que somos los creyentes y que pertenecemos a la familia de Dios.

 

En este versículo son llamados por primera vez en la carta “hermanos santos”. El adjetivo santos revela que los hermanos han sido santificados y pueden entrar ante la presencia de Dios, ya que el pecado ha sido quitado mediante el sufrimiento y muerte de Jesús.

 

El término hermanos también se le aplica al escritor de Hebreos. Él es, en realidad, uno de aquellos que están en la familia de Dios.

 

Participantes del llamamiento celestial. Los destinatarios de la epístola comparten también el llamamiento celestial. Este es un llamado único y específico, una invitación celestial a entrar al reino de Dios. Efesios 1:18. 2ª Tesalonicenses 1:11.

 

El privilegio de ser llamado por Dios viene acompañado de un mandato. El mandato no es difícil ni complicado, y los hermanos pueden cumplirlo. Se les pide que fijen sus pensamientos en Jesús y que lo hagan diligentemente: considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.

 

Los exhorta casi como si supiera, lo más probable es que así era, que los lectores de la epístola no estaban haciendo esto en ese momento, no estaban considerando del griego katanoeo (κατανοέω, G2657) que significa percibir claramente, observar, les estaba pidiendo que observaran fija y claramente al Señor Jesús, que meditaran en Él que descansarán en su suficiencia.

 

Al prepararse a hablar sobre Jesús, no lo llama Jesucristo, ni Hijo de Dios, ni Hijo del hombre, ni Señor y Salvador, sino que lo llama apóstol y sumo sacerdote. El término apóstol se refiere a aquel a quien Dios envía y es un concepto usado repetidamente por el evangelista Juan en su Evangelio Juan 3:17, 34; 5:36–38; 6:29, 57; 7:29; 8:42; 10:36; 11:42; 17:3) y aun en su primera epístola (1ª Juan 4:10).

La palabra apóstol tiene un significado más profundo: el de embajador. El apóstol no sólo es enviado: está también revestido de la autoridad de aquel que lo envió. Además, él puede y debe hablar únicamente aquellas palabras que su superior le ha confiado. Tiene prohibido expresar sus propias opiniones cuando las mismas difieren de las de aquel que le envió. Jesús, entonces, proclama la verdadera Palabra de Dios. El trae el evangelio, las buenas noticias.

 

En tanto que el término apóstol, por comparación, se relaciona con Moisés, la designación sumo sacerdote nos trae un recuerdo de Aarón. Las diferentes funciones de estos dos hermanos quedan combinadas y son cumplidas en la única persona de Jesús. Y en su obra Jesús es más grande que ambos, Moisés y Aarón.

 

2 el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.

 

Dios Padre designó a Jesús como mediador entre Dios y el hombre, y para llevar las buenas nuevas de la salvación a la humanidad pecadora. Dios lo designó apóstol y sumo sacerdote, y esperó que él ejecutara fielmente su tarea, cosa que Jesús hizo.

 

Jesús sigue siendo fiel en su tarea sumosacerdotal de intercesión. El continúa siendo fiel en amar y perfeccionar a la iglesia de la cual él es la cabeza. Pablo expresa esto en forma elocuente en Efesios 2:21.

 

Sin embargo, los primeros destinatarios de la epístola acaso hayan preguntado: “¿No fue Moisés fiel a Dios?” Ellos conocían las palabras que Dios les había hablado a Aarón y María en presencia de Moisés en Números 12:6-7.

 

Nuestro autor nuevamente echa mano de las comparaciones, así como Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, también el Señor Jesús es fiel en el cumplimiento de su profesión como apóstol y sumo sacerdote.

 

Este paralelismo adquiere un significado adicional cuando interpretamos la palabra casa figurativamente y no literalmente. El término casa es un sinónimo de la familia de Dios. Moisés ministró fielmente a la iglesia de Dios en el desierto durante el viaje que duró cuarenta años. ¿Pero cuál es, entonces la diferencia entre Jesús y Moisés? Esa pregunta es contestada por el escritor en el próximo versículo.

 

3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.

 

En este versículo el escritor vuelve a poner su atención en Jesús y lo considera digno de mayor honor que Moisés. Ciertamente ambos, Jesús y Moisés, han sido fieles a Dios, pero la diferencia que hay entre estos dos va más allá de la virtud de la fidelidad. El escritor ya ha llamado a Jesús apóstol y sumo sacerdote; Moisés nunca ocupó esta doble investidura. Pero no es ese el punto que se trata ahora. Para demostrar esta verdad el escritor usa una ilustración del ámbito de la construcción, un ejemplo cuya validez todos reconocen.

 

 

Como sabemos, el edificador de una casa tiene mayor honor que la casa misma. Cuando se erige una casa o un edificio, la gente podrá admirar la belleza de la estructura y decir palabras de alabanza, pero el tributo y la honra le están reservados al arquitecto y al constructor. El arquitecto y el edificador están, hablando en términos figurativos, por encima de la estructura que han creado. Están en un nivel diferente.

 

Por analogía, dice el escritor, Dios es el arquitecto; Jesús es el edificador de la casa de Dios; Moisés es un siervo en la casa de Dios. Al establecer la comparación entre Jesús y Moisés, el escritor no disminuye la obra de Moisés. Su fidelidad no se cuestiona; es más, la Escritura revela que Dios honró a Moisés de muchas maneras. Dios mismo se le apareció cara a cara Éxodo 33:11 y le otorgó el don de una larga vida de 120 años, para ser preciso. Y cuando Moisés murió en Moab, Dios fue quien lo enterró Deuteronomio 34:6.

 

Pero el escritor de Hebreos está diciendo que no hay comparación entre Jesús y Moisés en razón de que en realidad estamos hablando de dos categorías diferentes. Jesús edifica la casa espiritual de Dios; Moisés fue un fiel siervo en toda la casa de Dios. Jesús es el fundador de la casa de Dios, y Moisés mismo pertenece a dicha casa. Además, el lugar de honor a la diestra de Dios la pertenece a Jesús. Jesús ha sido honrado por Dios porque por medio de él Dios hizo el universo, este honor no lo tiene nadie más en sí mismo, ni siquiera Moisés.

 

4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.

 

Este versículo es un comentario explicativo y es casi como un paréntesis. Una casa no crece como lo hace una planta. Cada casa tiene su constructor. La palabra casa puede ser entendida en su sentido literal o puede ser considerada en su sentido figurado, refiriéndose a la familia que vive en la casa.

 

El énfasis del v. 4 recae en la última parte de la oración: pero el que hizo todas las cosas es Dios.  El cambio de sujeto es marcado por la conjunción, pero. Dios es el constructor de todo. A primera vista el significado de esta cláusula parece incongruente con el contexto general, que se refiere a Jesús. Hubiéramos esperado una declaración de que Jesús edifica la casa, en vez de la observación globalizadora de que Dios edifica todo. Por supuesto, nadie discute la verdad de la afirmación, y la misma remite nuestra atención a la soberanía de Dios.

 

El escritor de Hebreos ha mostrado hasta ahora que no hace una distinción muy clara entre Dios y el Hijo. Más bien él enseña que Dios obra a través del Hijo. Dios Padre, por consiguiente, edifica, entiende muy bien que, junto al Espíritu Santo, son un solo Dios.

 

5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir. 6 pero Cristo como hijo sobre su casa…

 

a.   El escritor repite lo que ya había dicho en Heb. 3:2. Allí él compara a Moisés con Jesús; aquí él los contrasta. Cita literalmente la versión de la Septuaginta de Números 12:7, aunque varía el orden de las palabras.

 

b.   Moisés es llamado siervo; Cristo, Hijo. El contraste queda realzado por medio del uso de dos preposiciones distintas: Moisés era siervo en la casa de Dios, en tanto que Cristo es Hijo sobre la casa de Dios.

 

c.   El escritor escoge el término siervo para describir a Moisés. Esta palabra siervo, no es doulos, sino therapon (θεράπων, G2324) de donde viene terapia, ocurre con frecuencia en el AT, pero solamente una vez en el griego original del NT y es aquí en Heb. 3:5. Significa que una persona está al servicio de alguien que es superior. Obviamente Jesús es muy superior a Moisés.

 

d.   Moisés demostró ser fiel en la función que Dios le había dado, y sirvió honorablemente con distinción Josué 1:1–4. Cristo también es fiel, aunque él ocupa una posición diferente. Él es el hijo a quién Dios ha dado autoridad sobre la casa; es decir, la casa de Dios.

 

e.   Moisés funcionó como profeta y fue una prefiguración de Jesús, el gran profeta Dt. 18. El dio testimonio de lo que habría de ser dicho en el futuro, más específicamente del evangelio que Jesús proclamó como plenitud de la revelación de Dios

 

6b. La cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.

 

La metáfora que describe al pueblo de Dios como una casa o un edificio aparece con frecuencia en el NT 1ª Corintios 3:16; 6:19; 2ª Corintios 6:16; 1ª Pedro 2:5. Somos la casa de Dios, dice el escritor de Hebreos. Esto significa que ahora los creyentes en Jesucristo, y no los judíos, constituyen la casa de Dios Ef. 2:19–22; 1 Ti. 3:15.

 

Solamente los cristianos reconocen a Cristo Jesús como la piedra principal. Es que sólo en él todo el cuerpo, nutrido y sostenido por sus ligamentos y tendones, crece como Dios lo hace crecer. Colosenses 2:19. Hay dos cláusulas restrictivas.

 

a.   Si retenemos firme hasta el fin la confianza. No podemos ser parte de la casa a menos que tengamos valentía. Para los cristianos de origen hebreo la tentación de volver al judaísmo no era de ninguna manera algo imaginario. Se les exhortaba a aferrarse a su fe en Cristo frente a la feroz oposición de sus conciudadanos judíos.

 

Pero los cristianos gentiles deben también estar alertas, todos podemos ceder a la tentación de dar pasos para atrás en la fe.

 

b.   Y el gloriarnos en la esperanza. Si los lectores de esta epístola no se aferran a la esperanza de la que se glorían, ya no forman parte de la casa de Dios. Más adelante en el texto de la epístola, el escritor explica qué quiere decir cuando habla de esperanza.

 

Podemos adelantar que habla de la inmutable naturaleza del propósito de Dios y de la imposibilidad de que Dios mienta. Hebreos 6:18–19.

 

 

Así como Dios es fiel para con su propósito y su ser, del mismo modo debe el cristiano ser un verdadero reflejo de su Creador y Redentor. Si fracasa, deja de ser parte de la casa de Dios. Es por eso que, a lo largo de la epístola, el escritor exhorta a sus lectores a ser fieles a su llamado:

 

Conclusiones y aplicación:

 

La doctrina de la perseverancia de los santos hasta el final tiene como su conclusión la saludable enseñanza de que los santos son aquellos que perseveran hasta el fin.

 

En la parábola del sembrador, la semilla arrojada sobre terreno pedregoso creció bastante bien al principio, pero no podía soportar el calor del sol "porque no tenía profundidad de tierra"; y en la interpretación de la parábola, se dice que se refiere a aquellos "que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan" Marcos 4:5-16.

 

Esto es precisamente lo que nuestro autor teme que pueda suceder con sus lectores; de allí su énfasis constante en la necesidad de mantener una profesión sin temores y una esperanza gozosa.

 

Los cristianos viven por fe y no por lo que ven; por ello es que, aunque su esperanza está en cosas que no se ven, es algo para regocijarse, no para avergonzarse. La declinación del primer entusiasmo expectante de estos "hebreos", el aparente aplazamiento de su esperanza y varias clases de presiones a que se vieron sometido todo se combinaba para amenazar la seguridad de su fe.

 

De allí que nuestro autor, con profunda preocupación, les insiste que tienen todo por ganar si se mantienen firmes y todo por perder si resbalan. Refuerza su advertencia apelando a un precedente del AT familiar: Moisés.

La leyenda de la zarza ardiente - Revive Nations

 

Dentro de las vidas que podemos leer en la biblia pocas o ninguna nos ofrece tantos logros como la vida de Moisés, a pesar de que vivió miles de años antes de la cruz del calvario, su vida refleja una llenura de la Gracia divina incomparable, y nos muestra la manera en que DIOS trabaja y prepara a aquellos que piensa utilizar como instrumentos para su Gloria.

 

Moisés pasó 40 años creyendo ser alguien cuando vivía en el palacio de Faraón, otros 40 años creyendo ser nadie cuando huyó al desierto para ser pastor de ovejas y los últimos 40 años viendo lo que DIOS hace con un don nadie que se rinde por completo al propósito divino.

 

El catalizador para que Moisés comenzara su viaje hacia la Gracia de DIOS fue su rotundo fracaso al intentar por sus medios libertar al pueblo de Israel. Los fracasos en nuestra vida, muchas veces son la antesala a vivir exclusivamente dependientes de la gracia de DIOS.

 

Moisés tuvo que aprender que él era demasiado fuerte para ser usado por DIOS, motivo por el cual DIOS se las arregló para volverlo débil y vulnerable. Tenía el motivo correcto pero el método equivocado.

 

DIOS había puesto un llamado en Moisés y él quería obedecerlo, sentía una viva necesidad de hacer algo al respecto de la esclavitud de sus hermanos hebreos, pero el dependió de su fuerza y capacidad. Moisés iba a descubrir que el tratar de hacer algo santo en su propia fuerza, lo iba a llevar finalmente a un fracaso mayor.

 

Al igual cada persona que ha nacido de nuevo tiene un deseo profundo de glorificar a DIOS con su vida, anhelamos ser usados por DIOS, ese deseo es parte de nuestra naturaleza, pero la gran mayoría caminamos por la misma senda de Moisés, con el motivo correcto, pero con el método equivocado.

 

El deseo de Moisés fue tan grande que terminó asesinando a un egipcio, él no lo sabía, pero DIOS ya tenía su plan trazado para su vida, lo primero fue enseñarle como es que Él hace las cosas. Al día siguiente que asesinó al egipcio, vio peleando a dos hebreos y trato de poner paz en medio de ellos, a lo cual fue confrontado por al asesinato del día anterior ¿Quién te ha puesto como Juez? ¿Me vas a matar como lo hiciste con el egipcio? Fue la respuesta de uno de los hebreos. Al llegar la noticia a oídos del faraón procuro su muerte, motivo por el cual Moisés huyó desesperadamente al desierto de Madián.

 

Que cambio de vida tan drástico, un día era príncipe en Egipto y al siguiente era un fugitivo, un día durmiendo en las comodidades del palacio, al siguiente a dormir a la intemperie, cambiaron las ropas reales por túnicas andrajosas de pastor, el olor a perfumes caros por el olor a excrementos de ovejas, de príncipe de Egipto a pastor de ovejas y para los egipcios bajo cuya mentalidad creció, los pastores eran de lo más bajo, eran abominables. Génesis 46:34. Éxodo 3:1. DIOS nos ama tanto que usará si es necesario el dolor para llevarnos al punto de dependencia total de él, tal como lo hizo con Moisés. Todo para que no olvidemos retener firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.

 

 

 

 

lunes, 18 de julio de 2022

Epístola A Los Hebreos 10: Socorro En La Tentación. Hebreos 2:14-18.

  

El día de hoy cerramos ya el segundo capítulo de la epístola a los Hebreos, nuestro escritor no solo es un gran maestro capacitado fuertemente en el manejo de las Escrituras, tiene también el corazón de un pastor amoroso, preocupado por la salud espiritual de sus lectores, lo ha demostrado a lo largo de estos primeros dos capítulos, y de hecho así es como vamos a cerrar este, una vez más se nota su profundo interés porque la iglesia se capacite, pero sobre todo que madure en su caminar espiritual.

 

2:14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

 

En un versículo anterior (2:11), el escritor de Hebreos ha demostrado que Jesús y su pueblo pertenecen a la misma familia; la implicación es que Jesús ha asumido nuestra naturaleza humana. Ahora el escritor indica que la necesidad de librar a su pueblo de sus enemigos, la muerte y Satanás, significaba que Jesús tenía que hacerse hombre. Tenía que tener un cuerpo de carne y sangre y debía ser totalmente humano para poder librar a su pueblo.

 

El rescate de sus seguidores de la maldición del pecado y de las garras del diablo no podía lograrse a menos que él tomase el lugar de aquellos que Dios le había encomendado, pero que estaban bajo condenación debido a su pecado. Varias verdades aprendemos en estos dos versículos:

 

a. Por ser Jesús divino, hubiera sido imposible para él librarnos del pecado a menos que él mismo compartiera nuestra humanidad. Por lo tanto, por amor, Jesús compartió nuestra naturaleza humana y, aunque no tenía pecado, vivió una vida plenamente humana, es decir con todas sus debilidades, enfermedades, deseos, necesidades y tentaciones Hebreos 4:15. Jesús se hizo hombre de tal forma que ahora es pariente nuestro. Él es nuestro pariente consanguíneo, nuestro hermano, como ya aclaramos, en el sentido de que compartimos con Él la humanidad, y tenemos el mismo Padre, aunque por su puesto el Señor Jesús comparte la divinidad con el Padre y nosotros no.

 

En el original griego, el orden de las palabras es a la inversa (“sangre y carne”, en vez de “carne y sangre”); es posible que se trate de una expresión idiomática. Pero la preeminencia de la palabra sangre indica que los lazos que nos unen son lazos de sangre. Podemos decir de Jesús que él es uno de nosotros. Es nuestro hermano.

 

b. Dios Padre deseó que Jesús naciese de la Virgen María, ordenó que sufriese y muriese, y le libró del cautiverio de la muerte resucitándole de entre los muertos. Hechos 2:23–24. Fue así que Dios expresó su amor por su pueblo entregando a su propio Hijo a una muerte vergonzosa. Y el Hijo voluntariamente sufrió y murió en humillación por sus hermanos y hermanas, los miembros de la familia de Dios.

 

 

c. El resultado de la muerte de Cristo es doble: él triunfó sobre Satanás y liberó a su pueblo del temor a la muerte. Satanás deseaba la destrucción de la creación de Dios en general, y la del hombre en particular. Después de la caída, Satanás tuvo el poder de la muerte sobre Adán y sus descendientes, y utilizó la muerte como arma contra ellos. Tenía el privilegio de venir ante Dios en el cielo para acusar a los creyentes Zacarías 3:1–2, y estaba listo para poner en acción el veredicto pronunciado sobre el culpable y destruir al hombre, que estaba condenado a muerte.

 

Satanás, que había sido asesino desde el principio Juan 8:44 deseaba la muerte del hombre en el sentido más pleno de la palabra: muerte física y muerte espiritual, la total separación de Dios. Sin embargo, no fue Satanás sino Dios quien pronunció la maldición de la muerte sobe la raza humana cuando Adán y Eva cayeron en pecado. Y Satanás, que es un ángel creado por Dios, no es más que un siervo de Dios. Sin el permiso de Dios, Satanás nada puede hacer.

 

Jesús, el Hijo de Dios, estaba presente en la creación, ya que fue por medio de él que Dios hizo el universo Hebreos 1:2. Sólo él era capaz de destruir a Satanás y podía hacerlo por medio de su muerte en la cruz. Jesús derrotó a Satanás usando el arma de la muerte. Jesús pagó el castigo del pecado dando su vida, y nos libró de la maldición de la muerte. Y al pagar esta penalidad por nosotros, Jesús quitó el arma de la muerte de las manos de Satanás. Jesús quitó el temor a la muerte.

 

Pero tengamos cuidado de pensar equivocadamente, hay quienes, al no entender la salvación en todo su contexto, ha tergiversado pasajes como este, al decir que el sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz, fue para satanás, esto es una total herejía, se conoce como la teoría del rescate pagado a satanás. Colosenses 2:15.

 

Entre los siglos II al IV hubo escritores cristianos como Orígenes y Gregorio de Nisa, que con base en textos como: Colosenses 2.15. 1ª Corintios 2:7-8. 2ª Corintios 4.4. Efesios 4:8 y Hebreos 2:14, inventaron la teoría de que Cristo pagó el rescate de nuestra liberación no a Dios Padre sino a satanás ya que este era el que nos tenía bajo su poder desde que la humanidad cayó en el pecado.

 

Gregorio de Nisa fue aún más lejos y afirmó que DIOS se disfrazó de humano para servir como anzuelo engañando como a pez hambriento al diablo, otra idea que se suma es que satanás al excederse en el maltrato al inocente Jesucristo quedó sin el derecho ya sobre de los pecadores.

 

¿Pero acaso no éramos esclavos del pecado y del diablo (sus hijos de hecho)? Para responder sin confusiones innecesarias pensemos en satanás como el carcelero, pero es DIOS el dueño de la prisión.

 

Es herético pensar en satanás, en vez de Dios, como aquel que exigió que un pago fuese hecho por el pecado y así ignora completamente las demandas de la justicia de Dios como las que vemos a través de toda la Escritura. También tiene un concepto de Satanás más alto de lo debido y lo ve como uno con más poder de lo que realmente posee.

 

¿Y que pasa con el pasaje de Levítico 16:8-10?

 

El ritual levítico establecía que el sumo sacerdote debía presentar delante del Señor, en el Día de Expiación, dos machos cabríos, sobre los cuales echaría suertes: una suerte por El Señor y otra por Azazel. Después que el sacerdote ponía las manos en la cabeza del macho cabrío por Azazel y confesaba sobre este todos los pecados del pueblo, el animal era llevado al desierto. Esta es la única mención que la Biblia hace de Azazel. En la época de Cristo, se dejaba caer a este macho cabrío, desde una roca alta, a un precipicio distante 19 km de Jerusalén.

 

Según la etimología del nombre, el significado principal es quitar. Hay algunos, sin embargo, para quienes Azazel significa el macho cabrío y otros que lo interpretan como un demonio o Satanás mismo, y que por lo tanto la biblia enseña que el sacrificio de Cristo fue para satanás representado en este pasaje, pero como lo hemos aprendido, no podemos hacer doctrina de un solo verso y debemos interpretar los pasajes oscuros a la luz de pasajes más claros, y la biblia es abundante en pasajes que demuestran el sacrificio sustitutivo de Cristo. 2ª Corintios 5:21.

 

Lo que tenemos entonces en Levítico 16 es la enseñanza de purificar el pueblo, alejando simbólicamente sus rebeliones para facilitar de ese modo la reconciliación con Dios y se cumple satisfactoriamente en Cristo, de quien Juan el Bautista dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1:29

 

15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

 

d. Por supuesto, todos los hombre mueren, inclusive los creyentes, por lo que parecería que Satanás que todavía gobierna soberanamente. Sin embargo, la maldición de Dios ya no pesa sobre la familia de Dios, puesto que Jesús la quitó. Y todos aquellos que son parte de su pueblo ya no le temen más a la muerte, porque están libres de la esclavitud de la muerte. Sabemos que nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús, nuestro Señor. Romanos 8:38–39.

 

En contraposición a esto, todos aquellos que no conocen a Jesús como Señor y Salvador enfrentan la muerte eterna y por consiguiente permanecen eternamente sometidos a la esclavitud. Solamente Jesús libra al hombre de esta esclavitud.

 

Desde la muerte de Jesús en la cruz del Calvario, la muerte ha perdido su poder y efecto. Al pasar los portales de la muerte, el cristiano entra no al infierno sino al cielo. Y puesto que el cuerpo humano de Jesús fue resucitado, el cuerpo del creyente resurgirá también de la tumba en el último día. Apocalipsis 1:18.

 

16 Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.

 

El escritor de Hebreos lleva ahora su discurso en cuanto a la superioridad de Jesús sobre los ángeles hacia una conclusión. Lo hace apelando a una verdad incontrovertible: Jesús no redime a los ángeles sino a los descendientes espirituales de Abraham, el padre de los creyentes. Obviamente entendemos que el nombrar a Abraham significa que todos los que ponen su fe en Jesús son descendientes de Abraham.

 

Si Jesús hubiese sido un ángel, es de esperarse que vendría en ayuda de sus compañeros los ángeles. Pero en vez de ello, él ayuda a los hombres, dando con ello una generosa prueba de su identidad. Como Dios-hombre él ha venido a ayudar a los hijos espirituales de Abraham porque se ha identificado con ellos. Jesús no es el autor de la salvación de ángeles, sino de la salvación de los descendientes de Abraham. Y ellos reciben, en efecto, su ayuda.

 

17 Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.

 

En este versículo el escritor de Hebreos explica la necesidad de la identificación de Cristo con el hombre. Para poder ser de ayuda al hombre pecador, Jesús necesitaba ser como sus hermanos en todas las cosas, obviamente menos en una: el pecado; él fue libre de pecado.

 

Esta identificación total era necesaria; él se encontraba bajo la divina obligación de ser como sus hermanos, Jesús debía hacerse hombre para asumir su papel de misericordioso y fiel sumo sacerdote.

 

En este versículo, el término sumo sacerdote aparece por vez primera en Hebreos. En ningún otro libro del Nuevo Testamento es descrito Jesús como sumo sacerdote. Únicamente en Hebreos la doctrina del sumo sacerdocio de Jesús es desarrollada plenamente 2:17–18; 3:1; 4:14–16; 5:1–10; 6:20; 7:14–19; 26–28; 8:1–6; 9:11–28; 10. El escritor centra nuestra atención en dos de las características del sumo sacerdocio de Jesús: misericordia y fidelidad:

 

·        Misericordioso. El adjetivo en griego eleemon (ἐλεήμων, G1655) que se usa aquí para misericordioso aparece solamente dos veces en el NT: una vez en las bienaventuranzas: Bienaventurados los misericordiosos. Mateo 5:7, y otra vez aquí en Hebreos 2:17. En Mateo leemos que la misericordia es algo que el hombre debe tener por otro hombre; a quienes la practican se les promete la misericordia de Dios. En Hebreos 2:17, a Jesús se le describe como aquel sumo sacerdote que representa al hombre ante Dios, que aparta la ira de Dios, que sana a los angustiados de dolor, que levanta a los caídos y ministra a las necesidades de su pueblo.

 

·        Fiel. Mientras que la misericordia se dirige hacia el hombre, la fidelidad se dirige hacia Dios. Jesús en un fiel sumo sacerdote al servicio de Dios. La palabra fiel tiene en realidad dos significados: una persona que cumple sus deberes, y que es digno de la confianza de las personas que se fían de él. Lo habitual es que ambos significados se fusionen y que el Señor Jesús muestra en todo su esplendor, pues Él cumplió con todos su deberes al morir en la cruz y además es alguien digno de toda nuestra confianza.

 

Tras destacar estas dos características del sumo sacerdocio de Jesús, el escritor menciona el propósito de dicho sumo sacerdocio: él expía los pecados de su pueblo. El término expiación es de carácter teológico y tiene un profundo significado: a veces es explicado por medio de otros términos, quizá más difíciles, tales como “propiciación” y “reconciliación”.

 

En el contexto de Hebreos, la palabra expiación significa que Jesús, como sumo sacerdote, logró la paz entre Dios y el hombre. La ira de Dios estaba dirigida hacia el hombre a causa de su pecado, y el hombre, por causa de su pecado, se encontraba extraviado y lejos de Dios.

 

Jesús se hizo sumo sacerdote. Y así como el sumo sacerdote entraba una vez al año, en el Día de la Expiación, en el Lugar Santísimo, y salpicaba sangre, primeramente, por sí mismo y luego por el pueblo, para cubrir el pecado; del mismo modo Jesús se ofrendó a sí mismo para que el derramamiento de su sangre cubriese nuestros pecados.

 

Esto fue así para que nosotros pudiésemos ser absueltos, perdonados y restaurados, esto lo explica muy bien Pablo en Romanos 5:1.

 

Lo maravilloso de todo esto es que en el hecho de la reconciliación fue Dios mismo quien tomó la iniciativa. Dios, aunque airado por el pecado del hombre, designó a su Hijo para ser sumo sacerdote y sacrificio a fin de quitar el pecado por su muerte en la cruz.

 

Es así, entonces, que por medio de Cristo es restaurada la relación entre Dios y el hombre, nuevamente Pablo lo describe de forma excelente, ahora en Romanos 5:10.

 

18 Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

 

El que la humanidad de Jesús es genuina puede demostrase, dice el escritor de Hebreos, por el hecho de que Cristo fue tentado. El experimentó personalmente el poder del pecado cuando Satanás lo enfrentó y cuando la debilidad de nuestra naturaleza humana se hizo evidente.

 

Jesús experimentó hambre cuando fue tentado por Satanás en el desierto, sed cuando le pidió agua a la mujer que estaba a la boca del pozo de Jacob, cansancio cuando se durmió en medio de la tormenta que azotaba el Mar de Galilea, y pena cuando lloró ante la tumba de Lázaro.

 

En su función de sumo sacerdote, y mediante su obra de sacrificio, Jesús quitó la maldición de Dios que pesaba sobre el hombre. A causa del perdón de los pecados, el amor de Dios fluye libremente hacia los redimidos, y Jesús está pronto para ayudar. Los que son tentados pueden sentir el apoyo activo de Jesús. Pueden esperar una comprensión de Jesús nada menos que perfecta, ya que él mismo sufrió cuando fue tentado.

 

Por supuesto, Jesús no compartió con nosotros la experiencia del pecado; en vez de ello, y por su impecabilidad, Jesús experimentó totalmente la intensidad de la tentación. Él puede y está dispuesto a ayudarnos a oponernos al poder del pecado y de la tentación. Como le dijo a la pecadora en la casa de Simón el fariseo: “Tus pecados están perdonas … Ve en paz”  en Lucas 7:48-50; así, de la misma manera Jesús nos demuestra su misericordia, paz y amor. Él es nuestro compasivo Sumo Sacerdote.

 

Conclusiones y aplicación.

 

Todo el bagaje teológico doctrinal por el que hemos pasado tiene un propósito, llevarnos a una profunda reflexión práctica, como dijimos la inicio, nuestro escritor anónimo está preocupado por un buen equilibrio, no solo una buena doctrina, sino también una buena vida, a la altura de lo que creemos, por eso apuntala lo expuesto para que podamos usarlo de forma cotidiana.

 

Nuestro escritor está consiente, al igual que lo era el apóstol Pablo, que todos los creyentes aun tenemos la lucha interna, por eso Pablo gritaba ¡miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Aún él mismo tenía sus luchas internas contra el restos del pecado que hay en los regenerados, todos somos susceptibles a caer en la tentación, la carne aún presente es débil, fácilmente puede ser tentada, por eso el Señor se aseguró de garantizarnos la victoria sobre los deseos pecaminosos de la carne.  

 

Es importante que nuestra mente este renovada en el entendimiento de que Él siempre se compadece de nuestras debilidades y angustias. Recuerde siempre que nuestro sumo sacerdote tiene la ternura de una madre hacia su hijo recién nacido. Isaías 66:13.

 

Los consolaré allí, en Jerusalén, como una madre consuela a su hijo - Isaías  66:13 - Sunday Social

 

Además, es importante también recordar el gran propósito de Jesús en participar de nuestra naturaleza humana. Hebreos 2:17-18. Eche mano de la promesa maravillosa de Hebreos 4:15-16 Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de muestras flaquezas; más tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro.

 

Usted necesita ayuda especial y Dios tiene a su Hijo sentado sobre un trono de gracia. Dios nos invita a acercarnos confiadamente al trono de esa gracia para que obtengamos misericordia y gracia en el tiempo de la necesidad.

 

Recuerda siempre que en nuestras propias fuerzas nunca superaremos los deseos pecaminoso, muchas veces tratamos y hemos fallado tan frecuentemente que nos cansamos, nos desilusionamos, y frustrados nos damos por vencidos. Nuestra mirada no debe estar en nuestras capacidades sino en el Señor Jesucristo, en su sangre derramada para nuestro perdón de pecados. Hebreos 12:2.

 

No importa cuán poderosos e ingobernables sean nuestros deseos pecaminosos, enfoquemos la mente sobre la plenitud de gracia en Cristo. Llenemos nuestra mente de forma regular con pensamientos acerca de la gracia de DIOS, de Cristo como nuestro único remedio contra los pecados, del Espíritu del Señor santificándonos.

 

Una verdadera Fe en Cristo en esta área, lejos de pensar que se es fuerte y capaz para vencer los pecados, reconoce siempre su debilidad carnal, y corre a los pies de Cristo clamando que sea Él quien venza por medio de nosotros.

 

Yo sé de mi propia experiencia amarga, que no tengo la fortaleza para vencer mis propios pecados, y se perfectamente que si el poder Omnipotente de Dios no me sostiene estaré perdido. Lutero dijo: me veo a mí mismo y me parece imposible salvarme, veo a Jesucristo y me parece imposible perderme. Isaías 35. 40:27-31. Crea con el apóstol Pablo que hay suficiente gracia en El para mortificar todos los deseos pecaminosos. 2ª Corintios 12:9.

 

No importa que no ganemos todas las batallas contra los pecados, continuemos confiando en la suficiencia de Cristo, la cuales nos dará la victoria final.

 

 

Un Dios Santo 11: Contender con Dios Parte 1. Habacuc 1:2-4.

La máxima expresión de la ira y la justicia de Dios se pueden ver en la cruz del calvario, es ahí donde la justicia santa de Dios se hace ...