lunes, 11 de julio de 2022

Epístola a los Hebreos 09: El Remanente Fiel. Hebreos 2.10-13.


Seguimos en el segundo capítulo de la epístola, nuestro escritor nuevamente echa mano de las comparaciones para resaltar a nuestro Señor Jesucristo, ahora no fueron los ángeles, sino los seres humanos, originalmente corona de la creación, con quienes ha comparado al Señor Jesús y, de hecho, es gracias a él, a su sacrificio que el ser humano ha recuperado su anterior estado de gracia.

Seguimos sobre ese hilo de pensamiento, de hecho, será ya el resto del capítulo el tema, Jesucristo y los seres humanos, en este caso no toda la humanidad, sino los redimidos que estamos llamados a ser sus hermanos.

2:10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que, habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

En versículo anterior, el escritor dice brevemente que Jesús sufrió la agonía de la muerte cuando escribe que Él gustó la muerte por todos. En el versículo siguiente él explica el término todos, que ya adelantamos no es universalismo sino sus elegidos, lo hace al designar a los que son salvos como “muchos hijos” y refiriéndose a Jesús como “el autor de la salvación de ellos”.

Es decir, El Hijo sufrió los dolores de la muerte, que los hijos debieran haber experimentado, y fue coronado de gloria y honor después de hacerlo. A causa de la obra salvadora del Hijo, los hijos son introducidos a la gloria con la que el Hijo es coronado.

 

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, aquí el escritor se refiera a Dios, por quién y para quien todo existe. Este modo de expresarse trae un eco inconfundible de Romanos 11:36,

Dicho honor, sin embargo, es compartido con Jesús, tal como lo evidencia 1ª Corintios 8:6 y Colosenses 1:16–17.

Habiendo de llevar muchos hijos a la gloria. Ahora el Señor Jesús es presentado como “el autor de la salvación de ellos, de los muchos los hijos”. En realidad, él va delante de ellos puesto que él es el pionero, el fundador de la salvación. En Hebreos 12:2 a Jesús se le llama “el autor y perfeccionar de nuestra fe”. Dios le hizo pasar por medio de horrendos sufrimientos para obtener la perfección. Fue la voluntad de Dios que su Hijo sufriese para lograr la salvación de muchos hijos.

Y cuando el Hijo completó su sufrimiento, se constituyó en fundador de su salvación. Fue designado para guiar a los escogido desde una vida de esclavitud hasta una vida de felicidad eterna en la cual ellos son considerados hijos y herederos con Cristo.

Entonces, la secuencia de ideas en este versículo contiene cuatro conceptos ligados:

1.    Los muchos hijos.

2.    La salvación de ellos.

3.    El sufrimiento del salvador.

4.    Su perfección por medio del sufrimiento.

Surge una pregunta Cristológica central, ¿Cómo puede Jesús ser perfeccionado? Él no tiene ni pecado ni mancha, nació inmaculado, fue concebido sin pecado, su sacrificio dice 1ª Juan 2:2 fue propicio, es decir el adecuado, porque es el único que es perfecto y sin pecado. ¿Hay una contradicción? ¿O debemos sacar del canon a Hebreos?

Es necesario entender que la palabra perfeccionar significa lograr la más alta meta. En el contexto de Hebreos, el término perfeccionar o llevar a la perfección significa que Jesús quitó los pecados de su pueblo que estaban ante la presencia de Dios y así, por medio del sacrificio de su muerte en la cruz consagró a los “muchos hijos”.

 

La perfección de Jesús apunta, por ende, a la obra de salvación que él efectuó a favor de su pueblo. Hebreos 10:14. Por lo tanto, no habla de lograr la perfección del Hijo, sino de su misión por la cual fue enviado a la tierra, salvar o llevar a la gloria a los muchos hijos.

11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,

Este versículo constituye una explicación del pensamiento anterior, al especificar que la obra de perfeccionar a los “muchos hijos” es una obra de santificación. Esta obra de santificación es efectuada por los miembros de la familia de Dios y a través de ellos, o sea, Jesús, el que santifica a los hombres, y aquellos que son santificados.

Este versículo claramente enseña la humanidad de Jesús al implicar su identificación con la raza humana, y alude a su divinidad al hacer notar su obra santificadora. Lo que conocemos en Cristología como la unión hipostática.

 

Jesús es quien santifica a los hombres, y continúa haciéndolo hasta el fin de los tiempos. Es él quien quita el pecado del mundo dice juan el Bautista en Juan 1:29 y sirve constantemente como sumo sacerdote a favor de su pueblo.

 

La santificación de su pueblo no constituye un evento aislado que se da una sola vez y ya, sino que es un proceso que va a durar toda la vida. Cristo es el camino a la santidad, no la santidad el camino a Cristo, parece simple semántica, pero en realidad hay una gran diferencia, lo primero es vivir bajo su gracia, lo segundo es vivir de manera legalista, la gracia trae descanso, gozo y paz, el legalismo trae cansancio, frustración y desesperación. Tenemos que entender bien esto, tipificado en la frase el que santifica y los que los santificados.

 

El lazo de humanidad que une al que santifica con los que son santificados es ampliado en su significado por la palabra hermanos. En esta santa familia la relación espiritual reemplaza al aspecto humano. Jesús murió por su propio pueblo; él nos redimió de la maldición del pecado; él perdona nuestros pecados; él nos lleva a la gloria; y debido a la obra de su sacrificio, no se avergüenza de darnos el nombre de hermanos.

 

Lo que se nos da a entender es que nosotros, por nuestra parte, podemos llamar a Jesús hermano. ¡Qué privilegio es este de ser llamados hermanos del Hijo de Dios! El que está sentado a la diestra de la Majestad en los cielos condesciende a acercarse al hombre pecador y a llamarlo, sin vergüenza alguna, hermano. Mateo 28:10. Juan 20:17.

12 diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre,

En medio de la congregación te alabaré.

Para comprobar su osada aseveración de que Jesús llama a sus seguidores hermanos, el escritor recoge un versículo del mesiánico Salmo 22. Es importante notar que él pone las palabras de este texto específico en los labios de Jesús e introduce la cita con la palabra diciendo, es decir que el Señor Jesús mismo lo dice.

 

En el capítulo 1 de Hebreos, Dios es quien habla; en el capítulo 2 Jesús pronuncia versículos del Salmo 22:22 y de Isaías 8:17–18 (citado en el v. 13) con autoridad divina. El Mesías proclama el nombre de sus hermanos en medio de la congregación, es decir, en la iglesia.

 

Al centrar la atención en el sitio en que él dará su testimonio, el Mesías limita el apelativo hermanos a aquellos que en el orden espiritual constituyen la iglesia, el cuerpo de creyentes, no a los que andan en solitario. El salmista exhorta a los que temen al Señor a alabarle Salmo 22:23, ya que dice: El Señor no menospreció ni desdeñó la aflicción del afligido; no escondió de él su rostro, sino que escuchó su clamor de ayuda Salmos 22:24

 

El Mesías no sólo habla en la primera parte del Salmos 22, bien conocido a causa de las palabras dichas por Jesús en la cruz, sino también en la parte final del salmo. Esta Escritura es cumplida por Cristo, que se regocija en medio de su pueblo, la iglesia, del cual él es la cabeza. El defiende a sus hermanos, los sostiene y escucha sus oraciones. Ellos bien pueden poner su confianza en él.

 

13 Y otra vez:

Yo confiaré en él.

Y de nuevo:

He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.

 

En este punto de su consideración, el escritor se vuelve a la profecía de Isaías, y toma dos renglones de Isaías 8:17–18.

 

El contexto de estas dos citas es bastante importante. Los capítulos 7, 8 y 9 de Isaías son decididamente mesiánicos en su carácter. Por ejemplo, el nombre Emanuel aparece en Isaías 7:14 y 8:8-10. Y el nacimiento de un Hijo es mencionado en Isaías 7:14–17 y en 8:1–4.

 

También es necesario notar que las palabras del profeta Isaías llegan a ser palabras de Cristo. El profeta y sus hijos, así como Cristo y sus hermanos, están ante Dios. Los hijos que Dios le diera a Isaías son el remanente del Israel fiel. Los hermanos de Jesús forman la iglesia.

 

Conclusiones y aplicación.

 

Así como Isaías estaba rodeado por sus conciudadanos que temían a Dios, del mismo modo Cristo está en medio de su pueblo. Y así como el remanente fiel del tiempo de Isaías era el signo y símbolo de Dios en un mundo de incredulidad, así la iglesia de hoy funciona como portadora de luz en un mundo de oscuridad y pecado.

 

Algo innegable, tanto en la Escritura, como en la historia de la iglesia, es que al Señor le complace, de tiempo en tiempo, trabajar con un Remanente.

 

Tanto en su etimología griega leimma (λει̂μμα, G3005), hebrea she’erith  (שְׁאֵרִית, H7611) y hasta latina (remanēre) tiene básicamente el mismo significado: el resto, aquello que es dejado, los residuos, o en palabras más populares de nuestra cultura sería LAS SOBRAS.

 

Muchos se preguntarán como yo mismo lo hice, ¿Somos las sobras? ¿Somos lo que nadie más quiso? ¿Lo que quedo? Después de meditar en esta parte del nombre y de ponerlo en oración delante de DIOS, me di cuenta que así es precisamente, pues como siempre se lo he dicho no se trata de nosotros se trata de DIOS, y además la biblia describe a los cristianos de esta manera, veamos: 1ª Corintios 1:18-31.

 


 

Nosotros no elegimos a Cristo, Cristo nos eligió a nosotros: Juan 6: 65 y Juan 15:16.

 

Por lo tanto, ser REMANENTE ESCOGIDO   significa que somos elegidos exclusivamente por la voluntad y amor de DIOS, no que seamos mejores que nadie por el contrario DIOS miró nuestra miseria espiritual y le agrado escogernos.

 

Nosotros no hicimos nada para merecer el amor o la elección divina, lo único que teníamos era nuestro pecado, pero DIOS por amor lo ha pasado por alto al enviar a su Hijo Jesucristo a la cruz en nuestro lugar.

 

Sin embargo, aún hay más acerca de este nombre, veamos el pasaje de donde al apóstol Pablo hace referencia: Romanos 11:2-6 y 1ª Reyes 19:13-18.

 

YO HARE (DICE DIOS)  QUE QUEDEN EN ISRAEL 7MIL CUYAS RODILLAS NO SE DOBLARON ANTRE BAAL Y CUYAS BOCAS NO LO BESARON.

 

Por la gracia de DIOS nos hemos convertido en una iglesia de sana doctrina, no porque seamos mejores que los demás, no porque yo sea muy bueno estudiando, no porque lo merezcamos siquiera, sino porque simplemente así DIOS lo ha querido, solo nos queda decirle gracias DIOS.

 

Al igual que en los días del profeta Elías, el pueblo de DIOS se ha ido tras los baales. Sus dirigentes se han vueltos Acabs y Jezabeles espirituales los cuales desean llenar más su vientre (no solo la economía también el orgullo y la autocomplacencia) que hacer la voluntad de DIOS.

 

Los ministerios basados en los hombres abundan en la actualidad, y son ya muy pocos (7mil en un pueblo de mínimo 2 millones)  los que se atreven a ir “en contra”  de todo esto y cuando sucede los ataques son constantes: Mateo 7:13.

 

 

DIOS por su pura Gracia nos ha elegido para ser su remanente fiel, aquellos que no doblamos rodillas ante las falsas enseñanzas que en lugar de exaltar a Cristo lo tratan como genio de la lámpara maravillosa, somos aquellos que como Abel preferimos dar a DIOS adoración como Él dice no a nuestro modo, y no porque seamos mejores que “Caín” sino porque DIOS es bueno.

 

Sin embargo al igual que al principio, con Abel o como con Elías a Caín y  a Jezabel no les agrada vernos adorar correctamente a DIOS, van a tacharnos de fariseos, de religiosos, de muertos por la letra, de regresarnos al catolicismo (pues la doctrina Soli Deo Gloria viene de la época de la reforma) se van a burlar de nosotros, van a decir que nuestra iglesia está muerta (por falta de espectáculo) y muchas cosas más y tal vez hasta peores,   en pocas palabras van a tratar de matarnos como lo hizo Caín con Abel o como trato Jezabel con Elías.

 

Todo es porque SEGUIR A CRISTO CUESTA UN PRECIO MUY ALTO: NUESTRA VIDA. Mateo 16.24.

 

 

 

 

 

 

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