Estamos iniciando el tercer capítulo de esta epístola, en los dos capítulos anteriores, el escritor de Hebreos ha demostrado a partir de las páginas del Antiguo Testamento que Jesús es superior a los ángeles. Alguno de los hebreos que recibieron esta epístola podría preguntar si Jesús es mayor que Moisés. Sabemos que los judíos pensaban que nadie era más grande que Moisés, ya que él le dio al pueblo de Israel dos tablas de piedra en las cuales Dios había escrito la ley Éxodo 34. Los ángeles, por el contrario, no habían sido más que intermediarios cuando la ley fue dada Hechos 7:38,53. En el capítulo anterior el escritor describió a Jesús como sumo sacerdote, pero no lo comparó con Aarón. La comparación entre Jesús y Moisés que encontramos en este capítulo tiene como paralelo, en un sentido, la que se hiciera entre Jesús y lo ángeles.
3:1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.
Por tanto, hermanos santos. La conjunción por lo tanto (un sólo vocablo en el original) vinculan el capítulo 3 con el discurso que le antecede inmediatamente y que trata de la unidad que Jesús tiene con sus hermanos, que somos los creyentes y que pertenecemos a la familia de Dios.
En este versículo son llamados por primera vez en la carta “hermanos santos”. El adjetivo santos revela que los hermanos han sido santificados y pueden entrar ante la presencia de Dios, ya que el pecado ha sido quitado mediante el sufrimiento y muerte de Jesús.
El término hermanos también se le aplica al escritor de Hebreos. Él es, en realidad, uno de aquellos que están en la familia de Dios.
Participantes del llamamiento celestial. Los destinatarios de la epístola comparten también el llamamiento celestial. Este es un llamado único y específico, una invitación celestial a entrar al reino de Dios. Efesios 1:18. 2ª Tesalonicenses 1:11.
El privilegio de ser llamado por Dios viene acompañado de un mandato. El mandato no es difícil ni complicado, y los hermanos pueden cumplirlo. Se les pide que fijen sus pensamientos en Jesús y que lo hagan diligentemente: considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.
Los exhorta casi como si supiera, lo más probable es que así era, que los lectores de la epístola no estaban haciendo esto en ese momento, no estaban considerando del griego katanoeo (κατανοέω, G2657) que significa percibir claramente, observar, les estaba pidiendo que observaran fija y claramente al Señor Jesús, que meditaran en Él que descansarán en su suficiencia.
Al prepararse a hablar sobre Jesús, no lo llama Jesucristo, ni Hijo de Dios, ni Hijo del hombre, ni Señor y Salvador, sino que lo llama apóstol y sumo sacerdote. El término apóstol se refiere a aquel a quien Dios envía y es un concepto usado repetidamente por el evangelista Juan en su Evangelio Juan 3:17, 34; 5:36–38; 6:29, 57; 7:29; 8:42; 10:36; 11:42; 17:3) y aun en su primera epístola (1ª Juan 4:10).
La palabra apóstol tiene un significado más profundo: el de embajador. El apóstol no sólo es enviado: está también revestido de la autoridad de aquel que lo envió. Además, él puede y debe hablar únicamente aquellas palabras que su superior le ha confiado. Tiene prohibido expresar sus propias opiniones cuando las mismas difieren de las de aquel que le envió. Jesús, entonces, proclama la verdadera Palabra de Dios. El trae el evangelio, las buenas noticias.
En tanto que el término apóstol, por comparación, se relaciona con Moisés, la designación sumo sacerdote nos trae un recuerdo de Aarón. Las diferentes funciones de estos dos hermanos quedan combinadas y son cumplidas en la única persona de Jesús. Y en su obra Jesús es más grande que ambos, Moisés y Aarón.
2 el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.
Dios Padre designó a Jesús como mediador entre Dios y el hombre, y para llevar las buenas nuevas de la salvación a la humanidad pecadora. Dios lo designó apóstol y sumo sacerdote, y esperó que él ejecutara fielmente su tarea, cosa que Jesús hizo.
Jesús sigue siendo fiel en su tarea sumosacerdotal de intercesión. El continúa siendo fiel en amar y perfeccionar a la iglesia de la cual él es la cabeza. Pablo expresa esto en forma elocuente en Efesios 2:21.
Sin embargo, los primeros destinatarios de la epístola acaso hayan preguntado: “¿No fue Moisés fiel a Dios?” Ellos conocían las palabras que Dios les había hablado a Aarón y María en presencia de Moisés en Números 12:6-7.
Nuestro autor nuevamente echa mano de las comparaciones, así como Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, también el Señor Jesús es fiel en el cumplimiento de su profesión como apóstol y sumo sacerdote.
Este paralelismo adquiere un significado adicional cuando interpretamos la palabra casa figurativamente y no literalmente. El término casa es un sinónimo de la familia de Dios. Moisés ministró fielmente a la iglesia de Dios en el desierto durante el viaje que duró cuarenta años. ¿Pero cuál es, entonces la diferencia entre Jesús y Moisés? Esa pregunta es contestada por el escritor en el próximo versículo.
3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo.
En este versículo el escritor vuelve a poner su atención en Jesús y lo considera digno de mayor honor que Moisés. Ciertamente ambos, Jesús y Moisés, han sido fieles a Dios, pero la diferencia que hay entre estos dos va más allá de la virtud de la fidelidad. El escritor ya ha llamado a Jesús apóstol y sumo sacerdote; Moisés nunca ocupó esta doble investidura. Pero no es ese el punto que se trata ahora. Para demostrar esta verdad el escritor usa una ilustración del ámbito de la construcción, un ejemplo cuya validez todos reconocen.
Como sabemos, el edificador de una casa tiene mayor honor que la casa misma. Cuando se erige una casa o un edificio, la gente podrá admirar la belleza de la estructura y decir palabras de alabanza, pero el tributo y la honra le están reservados al arquitecto y al constructor. El arquitecto y el edificador están, hablando en términos figurativos, por encima de la estructura que han creado. Están en un nivel diferente.
Por analogía, dice el escritor, Dios es el arquitecto; Jesús es el edificador de la casa de Dios; Moisés es un siervo en la casa de Dios. Al establecer la comparación entre Jesús y Moisés, el escritor no disminuye la obra de Moisés. Su fidelidad no se cuestiona; es más, la Escritura revela que Dios honró a Moisés de muchas maneras. Dios mismo se le apareció cara a cara Éxodo 33:11 y le otorgó el don de una larga vida de 120 años, para ser preciso. Y cuando Moisés murió en Moab, Dios fue quien lo enterró Deuteronomio 34:6.
Pero el escritor de Hebreos está diciendo que no hay comparación entre Jesús y Moisés en razón de que en realidad estamos hablando de dos categorías diferentes. Jesús edifica la casa espiritual de Dios; Moisés fue un fiel siervo en toda la casa de Dios. Jesús es el fundador de la casa de Dios, y Moisés mismo pertenece a dicha casa. Además, el lugar de honor a la diestra de Dios la pertenece a Jesús. Jesús ha sido honrado por Dios porque por medio de él Dios hizo el universo, este honor no lo tiene nadie más en sí mismo, ni siquiera Moisés.
4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.
Este versículo es un comentario explicativo y es casi como un paréntesis. Una casa no crece como lo hace una planta. Cada casa tiene su constructor. La palabra casa puede ser entendida en su sentido literal o puede ser considerada en su sentido figurado, refiriéndose a la familia que vive en la casa.
El énfasis del v. 4 recae en la última parte de la oración: pero el que hizo todas las cosas es Dios. El cambio de sujeto es marcado por la conjunción, pero. Dios es el constructor de todo. A primera vista el significado de esta cláusula parece incongruente con el contexto general, que se refiere a Jesús. Hubiéramos esperado una declaración de que Jesús edifica la casa, en vez de la observación globalizadora de que Dios edifica todo. Por supuesto, nadie discute la verdad de la afirmación, y la misma remite nuestra atención a la soberanía de Dios.
El escritor de Hebreos ha mostrado hasta ahora que no hace una distinción muy clara entre Dios y el Hijo. Más bien él enseña que Dios obra a través del Hijo. Dios Padre, por consiguiente, edifica, entiende muy bien que, junto al Espíritu Santo, son un solo Dios.
5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir. 6 pero Cristo como hijo sobre su casa…
a. El escritor repite lo que ya había dicho en Heb. 3:2. Allí él compara a Moisés con Jesús; aquí él los contrasta. Cita literalmente la versión de la Septuaginta de Números 12:7, aunque varía el orden de las palabras.
b. Moisés es llamado siervo; Cristo, Hijo. El contraste queda realzado por medio del uso de dos preposiciones distintas: Moisés era siervo en la casa de Dios, en tanto que Cristo es Hijo sobre la casa de Dios.
c. El escritor escoge el término siervo para describir a Moisés. Esta palabra siervo, no es doulos, sino therapon (θεράπων, G2324) de donde viene terapia, ocurre con frecuencia en el AT, pero solamente una vez en el griego original del NT y es aquí en Heb. 3:5. Significa que una persona está al servicio de alguien que es superior. Obviamente Jesús es muy superior a Moisés.
d. Moisés demostró ser fiel en la función que Dios le había dado, y sirvió honorablemente con distinción Josué 1:1–4. Cristo también es fiel, aunque él ocupa una posición diferente. Él es el hijo a quién Dios ha dado autoridad sobre la casa; es decir, la casa de Dios.
e. Moisés funcionó como profeta y fue una prefiguración de Jesús, el gran profeta Dt. 18. El dio testimonio de lo que habría de ser dicho en el futuro, más específicamente del evangelio que Jesús proclamó como plenitud de la revelación de Dios
6b. La cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.
La metáfora que describe al pueblo de Dios como una casa o un edificio aparece con frecuencia en el NT 1ª Corintios 3:16; 6:19; 2ª Corintios 6:16; 1ª Pedro 2:5. Somos la casa de Dios, dice el escritor de Hebreos. Esto significa que ahora los creyentes en Jesucristo, y no los judíos, constituyen la casa de Dios Ef. 2:19–22; 1 Ti. 3:15.
Solamente los cristianos reconocen a Cristo Jesús como la piedra principal. Es que sólo en él todo el cuerpo, nutrido y sostenido por sus ligamentos y tendones, crece como Dios lo hace crecer. Colosenses 2:19. Hay dos cláusulas restrictivas.
a. Si retenemos firme hasta el fin la confianza. No podemos ser parte de la casa a menos que tengamos valentía. Para los cristianos de origen hebreo la tentación de volver al judaísmo no era de ninguna manera algo imaginario. Se les exhortaba a aferrarse a su fe en Cristo frente a la feroz oposición de sus conciudadanos judíos.
Pero los cristianos gentiles deben también estar alertas, todos podemos ceder a la tentación de dar pasos para atrás en la fe.
b. Y el gloriarnos en la esperanza. Si los lectores de esta epístola no se aferran a la esperanza de la que se glorían, ya no forman parte de la casa de Dios. Más adelante en el texto de la epístola, el escritor explica qué quiere decir cuando habla de esperanza.
Podemos adelantar que habla de la inmutable naturaleza del propósito de Dios y de la imposibilidad de que Dios mienta. Hebreos 6:18–19.
Así como Dios es fiel para con su propósito y su ser, del mismo modo debe el cristiano ser un verdadero reflejo de su Creador y Redentor. Si fracasa, deja de ser parte de la casa de Dios. Es por eso que, a lo largo de la epístola, el escritor exhorta a sus lectores a ser fieles a su llamado:
Conclusiones y aplicación:
La doctrina de la perseverancia de los santos hasta el final tiene como su conclusión la saludable enseñanza de que los santos son aquellos que perseveran hasta el fin.
En la parábola del sembrador, la semilla arrojada sobre terreno pedregoso creció bastante bien al principio, pero no podía soportar el calor del sol "porque no tenía profundidad de tierra"; y en la interpretación de la parábola, se dice que se refiere a aquellos "que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan" Marcos 4:5-16.
Esto es precisamente lo que nuestro autor teme que pueda suceder con sus lectores; de allí su énfasis constante en la necesidad de mantener una profesión sin temores y una esperanza gozosa.
Los cristianos viven por fe y no por lo que ven; por ello es que, aunque su esperanza está en cosas que no se ven, es algo para regocijarse, no para avergonzarse. La declinación del primer entusiasmo expectante de estos "hebreos", el aparente aplazamiento de su esperanza y varias clases de presiones a que se vieron sometido todo se combinaba para amenazar la seguridad de su fe.
De allí que nuestro autor, con profunda preocupación, les insiste que tienen todo por ganar si se mantienen firmes y todo por perder si resbalan. Refuerza su advertencia apelando a un precedente del AT familiar: Moisés.
Dentro de las vidas que podemos leer en la biblia pocas o ninguna nos ofrece tantos logros como la vida de Moisés, a pesar de que vivió miles de años antes de la cruz del calvario, su vida refleja una llenura de la Gracia divina incomparable, y nos muestra la manera en que DIOS trabaja y prepara a aquellos que piensa utilizar como instrumentos para su Gloria.
Moisés pasó 40 años creyendo ser alguien cuando vivía en el palacio de Faraón, otros 40 años creyendo ser nadie cuando huyó al desierto para ser pastor de ovejas y los últimos 40 años viendo lo que DIOS hace con un don nadie que se rinde por completo al propósito divino.
El catalizador para que Moisés comenzara su viaje hacia la Gracia de DIOS fue su rotundo fracaso al intentar por sus medios libertar al pueblo de Israel. Los fracasos en nuestra vida, muchas veces son la antesala a vivir exclusivamente dependientes de la gracia de DIOS.
Moisés tuvo que aprender que él era demasiado fuerte para ser usado por DIOS, motivo por el cual DIOS se las arregló para volverlo débil y vulnerable. Tenía el motivo correcto pero el método equivocado.
DIOS había puesto un llamado en Moisés y él quería obedecerlo, sentía una viva necesidad de hacer algo al respecto de la esclavitud de sus hermanos hebreos, pero el dependió de su fuerza y capacidad. Moisés iba a descubrir que el tratar de hacer algo santo en su propia fuerza, lo iba a llevar finalmente a un fracaso mayor.
Al igual cada persona que ha nacido de nuevo tiene un deseo profundo de glorificar a DIOS con su vida, anhelamos ser usados por DIOS, ese deseo es parte de nuestra naturaleza, pero la gran mayoría caminamos por la misma senda de Moisés, con el motivo correcto, pero con el método equivocado.
El deseo de Moisés fue tan grande que terminó asesinando a un egipcio, él no lo sabía, pero DIOS ya tenía su plan trazado para su vida, lo primero fue enseñarle como es que Él hace las cosas. Al día siguiente que asesinó al egipcio, vio peleando a dos hebreos y trato de poner paz en medio de ellos, a lo cual fue confrontado por al asesinato del día anterior ¿Quién te ha puesto como Juez? ¿Me vas a matar como lo hiciste con el egipcio? Fue la respuesta de uno de los hebreos. Al llegar la noticia a oídos del faraón procuro su muerte, motivo por el cual Moisés huyó desesperadamente al desierto de Madián.
Que cambio de vida tan drástico, un día era príncipe en Egipto y al siguiente era un fugitivo, un día durmiendo en las comodidades del palacio, al siguiente a dormir a la intemperie, cambiaron las ropas reales por túnicas andrajosas de pastor, el olor a perfumes caros por el olor a excrementos de ovejas, de príncipe de Egipto a pastor de ovejas y para los egipcios bajo cuya mentalidad creció, los pastores eran de lo más bajo, eran abominables. Génesis 46:34. Éxodo 3:1. DIOS nos ama tanto que usará si es necesario el dolor para llevarnos al punto de dependencia total de él, tal como lo hizo con Moisés. Todo para que no olvidemos retener firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.
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