A partir del día de hoy estudiaremos el
tercer capítulo ya de este fascinante libro, que nos narra los acontecimientos
sobresalientes de los primeros años de manifestación de la iglesia cristiana. En
el capítulo anterior, Lucas afirma en forma concisa que los apóstoles
realizaron muchas maravillas y señales milagrosas. ¿Cuáles son estos milagros
que hicieron que todos tuvieran gran temor? Lucas describe uno de ellos: la
sanidad del indigente paralítico.
Este milagro fue hecho en respuesta a la fe
del pordiosero y fue seguido de un sermón de Pedro dirigido a la multitud.
Resultó en un incremento en el número de miembros de la iglesia a cinco mil
hombres, sin contar a las mujeres.
Hechos 3:1. Pedro y Juan
subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.
a. “Pedro y Juan”. Lucas continúa
enfocando su atención en Pedro, quien es el vocero de los doce apóstoles. Pero
ahora agrega el nombre de Juan, el hijo de Zebedeo. Durante el ministerio de
Jesús, Pedro y Juan junto a Jacobo pertenecían al llamado círculo íntimo de los
discípulos.
Jacobo, Juan y Pedro son los apóstoles llamados íntimos de nuestro Señor Jesucristo, ellos compartían junto con
Jesús:
·
Oración.
Lucas 9:28.
·
Sufrimiento.
Marcos 14:32-34.
·
Trabajo.
Marcos 5:35-38.
Ellos tres también estuvieron con Jesús en
la transfiguración Mateo 17:1; Jesús instruyó a estos dos discípulos a
preparar el lugar donde se habría de celebrar la Pascua Lucas 22:8; y
también los llevó con él al huerto de Getsemaní Marcos 14:33. No por
nada ellos eran considerados como columnas de la iglesia. Gálatas
2.9.
Estos dos apóstoles indudablemente fueron
líderes de la iglesia, aun si, como lo dice Lucas, Pedro era el que hablaba y
Juan sólo escuchaba. Además, los apóstoles continuaron con la práctica de salir
de dos en dos como los enseño el Señor Jesús. Marcos 6:7.
b. “Subían al templo”. La expresión verbal
“subían” está en pasado progresivo, lo que indica que ellos acostumbraban subir
al templo a orar. Los apóstoles permanecieron en Jerusalén, obviamente con el
propósito de enseñar a la multitud de creyentes. Mantuvieron la tradición de
orar en el templo en horarios fijos.
No sólo los primeros cristianos no conocían
claramente la economía neotestamentaria de Dios con respecto al templo judío;
tampoco los primeros apóstoles veían claramente que Dios había abandonado las
cosas judías por ser únicamente la sombra de lo venidero. Por consiguiente, aún
después de que Dios vertió el Espíritu sobre ellos el día de Pentecostés,
todavía no se apartaban del templo judío. En la etapa inicial, Dios toleró la
ignorancia de ellos en estos asuntos. Sin embargo, esto condujo a que la
iglesia y el judaísmo se mezclaran, lo cual no fue censurado por la iglesia en
Jerusalén en sus primeros días.
Con el tiempo, el templo fue destruido por
Tito y su ejército romano en el año 70 d. de C, como el Señor profetizó en Mateo
23:38 y Mateo 24:2. Esa destrucción eliminó la mezcla religiosa. Como los
primeros cristianos se consideraban a sí mismos judíos que no pudieron romper
con el tiempo tradicional de oración en el templo, asistían diariamente a orar.
c. “A las tres de la
tarde, para orar”.
Según el Talmud, la gente ofrecía sus oraciones en el templo tres veces al día:
temprano en la mañana, en la tarde y al ponerse el sol. Mientras los sacerdotes
ofrecían sacrificios, los judíos oraban. De hecho, el tiempo para el sacrificio
era el tiempo para la oración. Pedro y Juan iban a la reunión de las tres de la
tarde, y entraron al patio del templo, pero no al santuario. Desde los tiempos del
rey David, el pueblo judío acostumbraba orar tres veces al día. Salmos
55:16–17.
2. Y era traído un hombre
cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama
la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
Lucas dice que el paralítico tenía que ser
transportado al templo, donde pedía limosna. En aquellos días no era normal que
los impedidos recibieran preparación para trabajar y ganarse la vida, así es
que lo más lógico era que se hicieran limosneros recordemos el caso del ciego de
nacimiento que Jesús sanó en Juan 9:1-8.
Así, pues, familiares o amigos lo llevaban
diariamente hasta una de las puertas del templo que la gente usaba para entrar
a orar. Los fieles seguramente sentirían cargo de conciencia al ver al
paralítico pidiendo dinero por lo que le darían algo. Sin duda que el lugar para
dejar al paralítico había sido escogido con mucha astucia.
Los eruditos no han podido establecer con
plena certeza en qué lugar del templo se encontraba la puerta conocida como la Hermosa.
Los registros del área del templo después de la destrucción de Jerusalén en el
año 70 d.C. se perdieron. Hubo no sólo una completa destrucción de los
edificios, sino que hubo un completo caos en la tradición en Jerusalén. De
todos modos, se ofrecen tres teorías acerca del asunto. Ellas son:
1. La llamada
puerta de Shushan en la muralla este del templo, y cercana al Pórtico de
Salomón (3:11) al lado afuera del Atrio de los Gentiles.
2. La puerta de
Nicanor ubicada al este del Atrio de las mujeres servía de acceso al Atrio de
las mujeres desde el Atrio de los gentiles. Debido a que las puertas del atrio
fueron hechas de cobre de Corinto y “excedieron mucho en valor a las laminadas
de plata e incrustadas en oro”, la declaración de Pedro de que no tenía ni
plata ni oro (3:6) resulta bastante apropiada.
3. La puerta de
Nicanor, situada entre el Atrio de las mujeres y el Atrio de los hombres. Esta
información procede de literatura rabínica. Sin embargo, difícilmente podría
ser ésta la puerta llamada la Hermosa.
La mayoría de los eruditos acepta la segunda
teoría y considera que la puerta llamada la Hermosa fue la puerta de Nicanor
hecha de bronce de Corinto. El nombre tiene su origen en el hecho que un judío
alejandrino llamado Nicanor regaló para el templo aquella hermosa puerta
recubierta de bronce. Día a día el mendigo se sentaba a la puerta del templo a
esperar las limosnas monetarias de los que acudían a adorar.
Este hombre no era un miembro de la
comunidad cristiana; si lo hubiese sido, de seguro habría recibido ayuda de los
creyentes. Recuérdese que Dios había dicho a los israelitas que no habría indigentes
entre ellos Deuteronomio 15:4-8. Pero los judíos pasaron por alto el
mandamiento de Dios y llegaron a considerar una virtud dar limosnas a los
pordioseros. Como es costumbre en nosotros los seres humanos, pensaron que sus
ideas eran superiores a la Palabra de DIOS.
3. Este (el pordiosero),
cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le
diesen limosna. 4. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5.
Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo.
Justo en el momento en que los dos apóstoles
se disponen a entrar en el área del templo, el mendigo les pide una limosna.
Para él, se trata de adoradores anónimos. Espera que, si se les pide
misericordia, ellos se detengan y le den algo. Pero en lugar de darle unas
monedas, Pedro fija su atención en él y le habla. Lucas dice que Juan también
fija sus ojos en él.
Notamos dos cosas en el v. 4. Primero, Pedro
no demuestra interés en la condición del hombre, es decir, no le interesa que
sea un indigente. Le mira con el fin de lograr su restauración física. Luego, Pedro
y Juan no quieren realizar un milagro de sanidad sin la participación del
afectado.
Los apóstoles tienen al Espíritu Santo que
les guía a determinar si el hombre tiene fe o no. Y aunque Lucas no lo dice en
este versículo, en su siguiente sermón Pedro afirma sin lugar a dudas que el
hombre fue sanado por fe (v. 16). El mendigo tenía más de 40 años de
edad (4:22) y presumiblemente había oído de Jesús, y muy probablemente
también a Pedro predicando en el área del templo. Obedece a lo que Pedro le dice
y mira a los apóstoles “esperando recibir algo de ellos”.
6. Mas Pedro dijo: No
tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de
Nazaret, levántate y anda.
Pedro continúa siendo el vocero mientras
Juan se mantiene en silencio. Y mientras el indigente sigue expectante por lo
que espera recibir, Pedro le dice: “No tengo plata ni oro”; es decir, entre mis
posesiones, no hay dinero. El dinero, producto de la venta de propiedades y
otros bienes, no pertenecía a él.
En el servicio de Cristo, Pedro no era un
hombre acomodado. Vivía según el mandamiento del Señor, que dijo: “los que
anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” 1ª Corintios 9:14. Lo
que Pedro da al paralítico es tremendamente más valioso que cualquier cantidad
de plata y oro. Lo sana en el nombre de Jesús de Nazaret y le ordena que
camine.
Después de cuarenta años de estar lisiado,
este pobre hombre se prepara a usar sus piernas. Pedro clama en el nombre del
Señor para mostrar que el poder sanador de Jesús, conocido a todos en Israel,
fluye al paralítico a través suyo. Por eso, no es Pedro quien concede la restauración,
sino Jesús. El uso del término nombre es significativo porque comprende
la total revelación de la persona mencionada.
Así, el nombre Jesús se refiere a su
nacimiento, ministerio, sufrimiento, muerte, resurrección, y ascensión. Luego,
el nombre Cristo apunta al Mesías, el exaltado Hijo de Dios. Además, para mejor
identificación se añade la mención de Nazaret.
Este fue el nombre que Pilato ordenó
escribir en el letrero que pusieron en la cruz de Jesús. Por último, la frase
nombre de Jesús o de Cristo aparece repetidamente en Hechos. Ser sanado en el
nombre de Jesús de Nazaret demanda fe por parte del inválido. Pedro le manda
caminar, pero no podrá hacerlo a menos que ponga su fe en Jesús.
7. Y tomándole por la
mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8 y
saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y
saltando, y alabando a Dios.
Cuando Pedro toma al paralítico de la mano
derecha para ayudarle a ponerse en pie, estaba siguiendo el mismo procedimiento
que Jesús practicó cuando sanó de fiebre a su suegra. Marcos. 1:31. En
ambos casos, el milagro ocurre después que los pacientes reciben ayuda al
extenderse la mano hacia ellos.
Es importante resaltar que Lucas, siendo
médico, dice con toda exactitud que Pedro tomó la mano derecha del hombre. El
hombre instantáneamente siente la fuerza en sus pies y tobillos y sabe que ha
ocurrido el milagro.
El adverbio inmediatamente o al momento no
deja dudas de que el milagro había ocurrido. El hombre saltó y, por primera vez
en su vida, pudo enderezarse. ¡Qué sensación de gozo y felicidad! Aunque nunca
había podido caminar, lo intentó y lo logró sin dificultad.
Su caminar se transformó en brincos y saltos
porque se da cuenta que Dios había hecho un milagro en su vida. Empieza a
pronunciar palabras de alabanzas y gracias a Dios y quiso acompañar a los
apóstoles al interior del templo para orar con ellos también. Ahora él entra a
los patios del templo para expresar su gratitud a Dios. Esta escena nos
recuerda cuando el Señor Jesús sanó a los diez leprosos y uno regresó
agradecido. Lucas 17:15.
Jesús inauguró la era mesiánica cuando hizo
al ciego ver, al cojo andar, cuando limpió a los leprosos, e hizo oír a los
sordos; cuando resucitó a los muertos y predicó el evangelio a los pobres. Mt.
11:5; Lc. 7:22. Después de Pentecostés, esta era mesiánica continúa, como
Pedro lo indica al sanar milagrosamente al paralítico en el nombre de Jesús de
Nazaret.
9. Y todo el pueblo le
vio andar y alabar a Dios. 10. Y le reconocían que era el que se sentaba a
pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y
espanto por lo que le había sucedido.
No sabemos cuánto tiempo permanecieron orando
en el templo los apóstoles y el hombre que había sido sanado. Lucas describe la
reacción de la gente que fue testigo del milagro del paralítico, quien comenzó
a caminar, a saltar, y a alabar a Dios. Estos son los hechos:
a. Por muchos años, la gente ha conocido
al pobre hombre sentado mendigando en la puerta llamada la Hermosa. Sabían que
su mal era congénito, lo que significa que nunca había caminado.
b. Le reconocen al verle
caminar y saltar,
lleno de gozo. Lo oyen alabando a Dios por haberle sanado.
c. Se llenan de asombro y
espanto como reacción a un hermoso acto de Dios. Lucas usa dos palabras
muy interesantes, la primera asombro del griego thambos (θάμβος,
G2285) que
significa asombrado o maravillado, la segunda espanto del griego ekstasis
(ἔκστασις, G1611), cuya mejor traducción seria extasiados. Los
presentes quedaron maravillados y extasiados al presenciar tan grande milagro.
Como Jesús hizo milagros cuando estuvo entre
ellos, ahora sus apóstoles los realizan en su nombre. Así, lo que Jesús comenzó
durante su ministerio terrenal es ahora continuado a través de sus seguidores
inmediatos, los apóstoles. Maravillada y sorprendida, la gente se abre al
mensaje de las buenas nuevas de Cristo Jesús, que Pedro está proclamando.
Conclusiones.
Una aplicación que podemos darle a este
pasaje es que el cojo es una vívida ilustración del pecador no arrepentido
pues:
(1) Nació cojo, y
todos nacemos pecadores.
(2) No podía andar,
y ningún pecador puede andar de manera que agrade a Dios.
(3) Estaba fuera del
templo, y los pecadores están fuera del templo de Dios, la iglesia.
(4) Mendigaba,
porque los pecadores son mendigos buscando satisfacción.
La interpretación de este texto es la siguiente:
Pedro realizó este milagro, no sólo para
aliviar la invalidez del hombre y salvar su alma, sino también para probar a
los judíos que el Espíritu Santo había venido con las bendiciones prometidas. Isaías
35.6 promete a los judíos que Israel disfrutaría de tales milagros cuando recibieran
a su Mesías.
La conducta del hombre después del milagro
muestra cómo debe actuar cada cristiano: entró en el templo en comunión con los
siervos de Dios y alabó a Dios. Su andar era nuevo y diferente, y no huyó de la
persecución. Era tal su testimonio que los oficiales no tenían explicación para
lo que había ocurrido.