A.
La
autoridad de las Sagradas Escrituras, por la que debe ser creída, no depende
del testimonio de ningún hombre o iglesia Lc. 16:27-31; Gá. 1:8,9; Ef. 2:20,
sino enteramente de Dios (quien es la verdad misma), el autor de ella; por lo
tanto, debe ser recibida porque es la Palabra de Dios. 2. 2 Ti. 3:15; Ro.
1:2; 3:2; Hch. 2:16; 4:25; Mt. 13:35; Ro. 9:17; Gá. 3:8; Ro. 15:4; 1 Co. 10:11;
Mt. 22:32; Lc. 16:17; Mt. 22:41ss; Jn. 10:35; Gá. 3:16; Hch. 1:16; 2:24ss;
13:34,35; Jn. 19:34-36; 19:24; Lc. 22:37; Mt. 26:54; Jn. 13:18; 2 Ti. 3:16; 2
P. 1:19-21; Mt. 5:17,18; 4:1-11.
B.
El
testimonio de la iglesia de Dios puede movernos e inducirnos a tener una alta y
reverente estima por las Sagradas Escrituras 2 Ti. 3:14,15 ; y el carácter celestial del contenido, la
eficacia de la doctrina, la majestad del estilo, la armonía de todas las
partes, el fin que se propone alcanzar en todo su conjunto (que es el de dar
toda la gloria a Dios), la revelación completa que dan del único camino de
salvación para el hombre, y muchas otras excelencias incomparables y la
totalidad de perfecciones de las mismas, son argumentos por los cuales dan
abundante evidencia de ser la Palabra de Dios. Jer. 23:28,29; Lc. 16:27-31;
Jn. 6:63; 1 P. 1:23-25; He. 4:12,13; Dt. 31:11-13; Jn. 20:31; Gá. 1:8,9; Mr.
16:15,16. Sin embargo, nuestra plena persuasión y certeza de su verdad
infalible y su autoridad divina provienen de la obra interna del Espíritu
Santo, quien da testimonio en nuestros corazones por medio de la Palabra y con
ella. Mt. 16:17; 1 Co. 2:14ss.; Jn. 3:3; 1 Co. 2:4,5; 1 Ts. 1:5,6; 1 Jn.
2:20,21, con v. 27.
C.
Todo
el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria,
la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o
necesariamente contenido en las Sagradas Escrituras; a las cuales nada, en
ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las
tradiciones de los hombres. 2 Ti. 3:15-17; Dt. 4:2;
Hch. 20:20,27; Sal. 19:7; 119:6,9,104,128. Sin embargo,
reconocemos que la iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para
un entendimiento salvador de las cosas reveladas en la Palabra, Jn.
6:45; 1 Co. 2:9-14.
y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno
de la Iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que han de
determinarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana,
según las normas generales de la Palabra, que han de guardarse siempre. 1
Co. 14:26,40.
D.
No
todas las cosas contenidas en las Escrituras son igualmente claras en sí mismas
2 P. 3:16, ni son igualmente claras para todos; 2 Ti. 3:15-17. sin embargo, las
cosas que son necesarias saber, creer y guardar para salvación, se proponen y
exponen tan claramente en uno u otro lugar de las Escrituras que no sólo los
eruditos, sino los que no lo son, pueden adquirir un entendimiento suficiente
de tales cosas por el uso adecuado de los medios ordinarios. 2 Ti. 3:14-17;
Sal. 19:7-8; 119:105; 2 P. 1:19; Pr. 6:22,23; Dt. 30:11-14
E.
El
Antiguo Testamento en hebreo (que era el idioma del pueblo de Dios en la
antigüedad), Ro. 3:2. y el Nuevo Testamento en
griego (que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más generalmente
conocido entre las naciones), siendo inspirados inmediatamente por Dios y
mantenidos puros a lo largo de todos los tiempos por su especial cuidado y
providencia, son, por lo tanto, auténticos; Mt. 5:18.de tal forma que,
en toda controversia religiosa, la iglesia debe recurrir a ellos como autoridad
determinante. Is. 8:20; Hch. 15:15; 2 Ti. 3:16,17; Jn.
10:34-36.
Pero debido a que estos idiomas originales no son conocidos por todo el pueblo
de Dios, que tiene derecho a las Escrituras e interés en las mismas, y se le
manda leerlas16 y escudriñarlas Dt. 17:18-20; Pr. 2:1-5;
8:34; Jn. 5:39,46. en el temor de Dios, han de traducirse a la
lengua común de toda nación a la que sean llevadas, 1 Co.
14:6,9,11,12,24,28.
para que morando abundantemente la Palabra de Dios en todos, puedan adorarle de
manera aceptable y para que, por la paciencia y consolación de las Escrituras,
tengan esperanza. Col. 3:16; Ro. 15:4.
F.
La
regla infalible de interpretación de las Escrituras la constituyen las propias
Escrituras; y, por consiguiente, cuando surge una duda respecto al verdadero y
pleno sentido de cualquier pasaje bíblico (que no es múltiple, sino único),
éste se debe buscar en otros pasajes que se expresen con más claridad. Is.
8:20; Jn. 10:34-36; Hch. 15:15,16.
G.
El
juez supremo, por el que deben decidirse todas las controversias religiosas, y
por el que deben examinarse todos los decretos de concilios, las opiniones de
autores antiguos, las doctrinas de hombres y espíritus particulares, y cuya
sentencia debemos acatar, no puede ser otro sino las Sagradas Escrituras
entregadas por el Espíritu. A dichas Escrituras así entregadas, se reduce
nuestra fe, en definitiva. Mt. 22:29,31,32; Ef. 2:20; Hch. 28:23-25.
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