domingo, 14 de junio de 2020

Hechos Historia Salutis 35. Bautismo del Eunuco: La Importnacia de la Membresía. Hechos 8:32-40.


Cuando Felipe el evangelista es llevado por el Espíritu del Señor de Samaria hacia Gaza, al sur de Jerusalén, se dio un encuentro providencialmente planeado entre Felipe mismo y un funcionario eunuco de Etiopía, como lo vimos la semana pasada, fue el Señor quien controló todo para que este encuentro se diera:

·         Puso a Felipe en el camino.
·         Puso al eunuco en el mismo camino.
·         Dicho camino se prestaba para la lectura placentera.
·         Ambos eran de habla griega.
·         El Espíritu le señaló a Felipe el momento exacto en que se acercara.

Ahora el eunuco y Felipe van sentados en el carruaje el etíope, lo que nos narra a continuación Lucas es lo que sucedió en este providencial encuentro:

8:32. El pasaje de la Escritura que leía era este:

Como oveja a la muerte fue llevado;
Y como cordero mudo delante del que lo trasquila,
Así no abrió su boca.
33. En su humillación no se le hizo justicia;
Mas su generación, ¿quién la contará?
Porque fue quitada de la tierra su vida.

a. “Ahora el pasaje de la Escritura que leía era este”. El libro de la profecía de Isaías que tenía el etíope no consistía de páginas, sino que tenía la forma de un rollo. Este rollo estaba hecho de hojas de papiro pegadas juntas una por una. Cada extremo de esta larga hoja de papel estaba pegado a un palo; a medida que el lector enrollaba y desenrollaba ambos extremos, podía encontrar el pasaje que buscaba leer.

La columna que el oficial leía resultaba ser Isaías 53:7–8. La redacción que registra Lucas es idéntica a la de la Septuaginta (LXX) que difiere ligeramente del texto original en Hebreo. Este pasaje nos habla de las aflicciones del Mesías, se le conoce como el pasaje del siervo sufriente del Señor y habla obviamente de nuestro Señor Jesucristo, es especifico en su estado o condición de humillación.

b. “Fue llevado como oveja al matadero”. Este es un pasaje mesiánico que claramente habla de la vida y muerte de Cristo. Pero debido a que Isaías no menciona el nombre de la persona, sino que habla sólo de “él”, por este motivo el etíope no logra descifrar el sentido del texto. Para Felipe, este pasaje de la profecía de Isaías habla cosas grandes. Él ve a Jesús arrestado en el huerto de Getsemaní y llevado a la casa del sumo sacerdote para someterle a juicio. Mientras los testigos lo acusan de querer destruir el templo y reconstruirlo en tres días, Jesús permanece en silencio Mt. 26:60–63.

c. “Y como cordero mudo delante del que lo trasquila”. Felipe conoce estas palabras que Juan el Bautista dijo a sus discípulos cuando Jesús se acercó a él: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”  en Juan 1:29-36. Pedro también describe a Jesús como un cordero sin mancha ni defecto: 1ª Pedro 1:19. Cuando en la traducción del griego en el AT aparece la palabra cordero, quiere decir cordero sacrificial.

En la Escritura, a menudo los términos cordero y oveja se usan indistintamente. Esto es claro en Isaías 53:7, donde el profeta habla de un cordero que es sacrificado, y de una oveja que se mantiene quieta cuando el trasquilador le quita su lana. Además, cuando las expresiones cordero y oveja aparecen en Isaías 53:7, se refieren no literalmente a estos animales si no metafóricamente a un ser humano que cumple la función de ellos cuando son sacrificados.

d. “En su humillación no se le hizo justicia. Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida”. Esta es la redacción de la LXX de Isaías 53:8, pero en el AT la redacción es diferente pues dice: “Por cárcel y por juicio fue quitado”.  Proféticamente, esta forma apunta al injusto juicio y a la posterior muerte de Jesús.

El pasaje en el cual el profeta Isaías predice los sufrimientos y la muerte del Mesías es especialmente importante, pues más de 500 años antes de que Cristo naciera y muriera, ya estaba escrito como iba a suceder, Lucas sigue narrando el pasaje:

34. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o de algún otro? 35. Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.

El etíope no sólo es receptivo a las Buenas Nuevas, sino que no está lejos del reino. Le pide a Felipe que le interprete el pasaje que ha venido leyendo porque es incapaz de ver el contenido espiritual del mismo.

“Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto?”, pregunta. La respuesta de Felipe podría ser resumida, en una palabra, un Nombre: Jesús. Cuando Isaías escribió su profecía mesiánica, no estaba escribiendo de sí mismo, Isaías habla del rey mesiánico, a quien Dios llama “mi siervo”. Este siervo, dice Isaías sufre en el lugar de otros, es despreciado y rechazado por los hombres, muere por los pecados del mundo, es sepultado con los malhechores, y declara justos a muchos.

Desde un punto de vista cristiano, el texto de Isaías 53 sin lugar a dudas se refiere al Mesías y no al profeta. Hasta donde podemos determinar, sin embargo, los judíos del siglo I carecieron de una doctrina de un Mesías sufriente. Esta doctrina se originó con Jesús, quien “se vio a sí mismo cumpliendo el papel de siervo sufriente del Señor”.

Sabemos qué pasaje del libro de Isaías leía el eunuco etíope, pero no sabemos qué explicación le dio Felipe acerca del texto ni tampoco el contenido del sermón acerca de Jesús que le expuso. Debemos asumir, por tanto, que por el hecho de que el oficial etíope tenía el libro de Isaías en sus manos, Felipe le explicó el contexto amplio de los versículos que no le eran claros al eunuco. 


Lucas dice que Felipe comenzó con el pasaje que el oficial había estado leyendo y luego siguió predicando las buenas nuevas acerca de Jesús. Por consiguiente, Felipe enseñó que Jesús cumplió las profecías mesiánicas, especialmente aquella del libro de Isaías.

Podemos llegar a la conclusión de que el sermón de Felipe estuvo compuesto de selecciones del AT explicadas a la luz de las enseñanzas, sufrimientos, muerte y resurrección de Jesús.

Muchos creen que también Felipe le explicó al eunuco que el bautismo significa el lavamiento de los pecados, y que el bautismo es una señal y sello de ser recibido oficialmente como parte del pueblo de Dios. Implícitamente el texto nos dice que el eunuco puso su fe en Jesús, confesó sus pecados, y por lo tanto expresó su deseo de ser bautizado.

36. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?

Primero aclaremos una vaga objeción a este pasaje, como ya sabemos, Lucas describe el camino entre Jerusalén y Gaza como el camino del desierto, aunque no indica cuánto tiempo predicaba Felipe las Buenas Nuevas al eunuco, pero suponemos que no fue un lapso muy largo. En una región desértica, “el problema no es dónde encontrar suficiente agua como para practicar un bautismo por inmersión, sino que es, simplemente, dónde encontrar agua”. Algunos por lo tanto pueden llegar a creer que este pasaje en realidad no es verídico.

Sin embargo, cerca de Gaza, un arroyuelo llamado Wadi el-Hashi corre al norte de la ciudad hacia el Mar Mediterráneo. Otra posibilidad es que algunos estanques en esa área hayan provisto un lugar adecuado para el bautismo.

No tiene mucho sentido en realidad tratar de encontrar el lugar exacto de este bautismo. Lo importante es lo que se nos cuenta en el pasaje bíblico.

a. Versículo 36. “Dijo el eunuco: ‘¡Aquí hay agua! ¿Qué impide que yo sea bautizado?’. Aunque el texto sólo da las palabras dichas por el eunuco, podemos imaginarnos la emoción, el gozo y la felicidad en su voz. Él es el único que hace mención del agua y plantea la pregunta retórica sobre si habría alguna dificultad para ser bautizado. La respuesta obvia a esta pregunta es, ninguna. A través del bautismo, Felipe acepta a este hombre oficialmente como un mimbro más de la iglesia cristiana.

No pocos se preguntan lo mismo que el eunuco ¿Qué impide que sea yo bautizado? El libro de los hechos y la historia temprana de la iglesia no muestra que como sucedió con Simone el mago, el eunuco, cornelio y su familia, el carcelero de Filipos y su familia y muchos cientos de personas más en el primer siglo, casi inmediatamente después de que escuchaban el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, eran bautizados y contados como miembros oficiales de la iglesia.

¿Qué cambió entonces? ¿Por qué en nuestra congregación y en varias más ya no es así? Si leemos libros de historia de la iglesia, sobre todo en el periodo posterior a los padres apostólicos, nos daremos cuenta que antes de poder bautizar a aun creyente primero lo discipulaban alrededor de 2 y hasta 3 años y solo si mostraba rasgos de ser un verdadero discípulo, fiel al Señor, de comportamiento y testimonio leal a las Escrituras, solo entonces era bautizado.


Esto se dio así por las múltiples persecuciones que sufría la iglesia, en específico se menciona la del año 249, bajo el emperador Decio, la persecución que este emperador desató tuvo características muy distintas de las anteriores. El propósito del emperador no era crear mártires, sino apóstatas. Se lograba que algún cristiano, ante la amenaza de muerte o el dolor de la tortura, renunciase de su fe, ello constituiría una victoria en la política imperial de restaurar el paganismo. Por mandato imperial, todos tenían que sacrificar ante los dioses y que quemar incienso ante la estatua del emperador. Quienes así lo hicieran, obtendrían un certificado como prueba de ello.

Y quienes carecieran de tal certificado serían tratados como criminales que habían desobedecido el mandato imperial. Puesto que el propósito de Decio era obligar a las gentes a sacrificar, fueron relativamente pocos los que murieron durante esta persecución. Lo que se hacía era más bien detener a los cristianos y, mediante una combinación de promesas, amenazas y torturas, hacer todo lo posible para obligarles a abjurar de su fe. Y no fueron pocos los que preferían negar la Fe en Jesucristo, aun a pesar de ya ser bautizados, por este motivo la iglesia estableció el catecismo que es la palabra en latín para discipulado.

Muchos son los que alegan que en este pasaje de Hechos 8 el eunuco etíope bajó a las aguas sin antes ser discipulado, lo que ignoran quienes así piensan es que los libros históricos como el libro de los Hechos NO son para hacer doctrina de ellos, son el apoyo de la doctrina, ya aclaramos la diferencia entre la Historia Salutis y el Ordu Salutis.

Además, lamentablemente, como hace siglos, la situación sigue siendo crítica, no pocos son los que se consideran así mismos seguidores de Cristo, pero, en la práctica siguen siendo paganos, desean tener los beneficios de ser la Esposa de Cristo, pero no quieren ninguna responsabilidad con el Señor, se comportan como la amante, como la concubina. 

Que nos quede claro, el bautismo es el requisito para la membresía en la congregación y no podemos decir que somos hijos de DIOS sin ser miembros de una iglesia local sana doctrinalmente, es una contradicción, eso es comportarnos como concubina y no como la novia esperando a ser desposada. Lamentablemente muchas personas en las congregaciones, en parte por la falta de información al respecto y en parte por la comodidad de no comprometerse, viven sin ser miembros reales de su iglesia, solo se comportan como la amante del Señor, quieren sus beneficios, su ayuda, su amor, su paz, pero no quieren el comprometerse con Él, su Señorío, su voluntad en sus vidas.

No han entendido que la iglesia no es un club social más, o una institución de voluntarios, como los Cinépolis o Sam’s Club, la iglesia es la embajada del Reino de DIOS aquí en la tierra, no estamos en ella para vender productos, ni para proporcionar recursos que alguien puede tomar o dejar como si nada.

Toda membresía tiene un costo, eso es algo indiscutible, pero la manera en que podemos entrar en la iglesia no tiene costo calculable, es tan alto que ningún ser humano la pudo pagar, por eso es que DIOS mismo por amor asumió esa responsabilidad y enviar a Jesucristo a pagar el precio en la Cruz del Calvario. El Costo De Nuestra Membresía Es La Sangre De Cristo, del siervo sufriente del Señor. Todo lo narrado en Isaías 53 es el costo de nuestra entrada al Reino de los cielos. 


Vivir Sin Membresía De La Iglesia No Es Saludable espiritualmente hablando, la mayoría de las veces es el reflejo de la independencia que deseamos de DIOS, es el deseo de elegir por sí mismo lo que es bueno y lo malo, de no rendir cuentas a nadie. Necesitamos la lección de humildad de someternos a pastores y ancianos.

Necesitas saber que estamos todos juntos en esta vida llamada cristianismo, y que no nos vamos a alejar de ti solo fácilmente o porque no estamos de acuerdo en algo o por un contratiempo. Juntos nos edificamos los unos a los otros a la imagen de Cristo; nadie puede hacerlo por sí solo. Te animo a reconsiderar la importancia de la membresía de la iglesia, vamos a entrar en la gloria juntos.

b. Versículo 37. Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Todos manuscritos más importantes no tienen este versículo. Bruce M. Metzger dice, “No hay ninguna razón para que los escribas hayan omitido este material, si originalmente estaba en el texto”.

Quizás en la iglesia primitiva se consideró necesario que el etíope primero profesara su fe antes de ser bautizado. Los escribas, entonces, agregaron el comentario de Felipe y la confesión del eunuco al margen del manuscrito de Hechos. Las palabras dichas por el eunuco pudieron haber sido usadas como una fórmula bautismal hacia el final del siglo II; las palabras eran conocidas en aquellos días, lo que es evidente en los escritos de Ireneo, el padre de la iglesia, quien cita parte de esta fórmula.

En pocas palabras, el versículo 37 fue agregado al texto griego vía manuscritos medievales posteriores; y de allí fue traducido a nuestra propia lengua. Sin embargo, es un reflejo de las enseñanzas ortodoxas a lo largo del tiempo en la iglesia.

c. Versículo 38. 38. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.  El etíope da ahora una orden. Dice al conductor que detenga el carruaje. Luego descienden al agua donde Felipe le bautiza. Aunque el texto mismo es breve, podemos afirmar con toda seguridad que, en armonía con la práctica de la iglesia primitiva, Felipe bautizó al eunuco en el nombre de Jesucristo y no en el nombre del Trino Dios.

39. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino. 40. Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

El relato tiene un abrupto final cuando Felipe es físicamente sacado de la escena por el Espíritu Santo. No sabemos cómo el Espíritu del Señor arrebató a Felipe del lugar donde se efectuó el bautismo. Tampoco tenemos que entrar en fantasías y especulaciones: que se hizo invisible Felipe o que voló por los aires, o que fue como en el caso del profeta Elías cuando fue llevado al cielo, eso es especular con el relato.

Lucas no reporta ninguna sorpresa por parte del eunuco cuando Felipe desaparece de repente. El sigue su camino, pero ahora lo hace lleno de gozo. El que reanuda la travesía es una nueva criatura en Cristo, con el Espíritu Santo en su corazón. 

Asumimos que él no pudo guardar ese gozo sólo para sí, sino que tuvo que compartir con sus compatriotas su experiencia con Jesús y el mensaje de salvación. Sin embargo, durante los tres primeros siglos no se sabe nada acerca de una iglesia en Etiopía. Sólo a partir del siglo IV la tradición registra datos de conversiones como resultado de la palabra expuesta por el eunuco y se tienen datos acerca de una iglesia cristiana en aquella nación.

“Pero Felipe se encontró en Azoto”. La siguiente obra para Felipe es predicar el evangelio de Cristo en las aldeas costeras, comenzando con Azoto hasta llegar a la misma Cesarea. Azoto es una de las cinco antiguas ciudades filisteas. Era conocida como Asdod 1ª Samuel 5:1, y estaba ubicada a unos treinta kilómetros al norte de Gaza. Felipe llevó el evangelio a aquellas localidades costeras, incluyendo a Jope y a Lida, donde Pedro más tarde fue para visitar a los santos (9:32–38). Finalmente, en Cesarea, Felipe estableció su hogar. Años más tarde, Pablo se hospedó en casa de Felipe el evangelista.











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