miércoles, 22 de mayo de 2024

Un Dios Santo 06: La Falsa Santidad de los Fariseos. Mateo 23:15.

En nuestra clase pasada vimos el impacto de la santidad por medio de dos historias bíblicas acontecidas en el mar de Galilea, la historia de cuando el Señor Jesús calma la tormenta y la historia de la pesca milagrosa, ambas relatan el impacto que el Señor Jesús causaba por medio de su santidad divina, pues en ninguno de los relatos lo vemos dar un sermón o una exhortación, ni siquiera una palabra. Es porque en el poder y la Santidad de Cristo, vieron algo más temible de lo que habían visto en la naturaleza. Ellos estaban en la presencia de lo Santo y la gente pecadora no se siente cómoda en la presencia de la santidad, las personas aprecian la excelencia moral, siempre y cuando este lejos, a una distancia segura de ellos.

 

Los desechados de la sociedad amaban al Señor Jesucristo porque Él les prestaba atención. Pero los que tenían posiciones de honor y poder no lo podían tolerar. Entre los judíos, el grupo que se declaró su enemigo mortal fue el de los fariseos.

 

Los fariseos se originaron en el periodo intertestamentario. Fue una secta fundada por hombres que tenían un gran celo por la ley. La palabra fariseo significa literalmente separado, pues los fariseos se separaban para ser santos. Muchas veces hemos sido muy duros con ellos, cuando alguien es religioso o rajatabla, por lo regular lo llamamos fariseos, pero en una forma despectiva, sin embargo, para los fariseos, buscar la santidad era la principal ocupación de sus vidas.

 

Si algún grupo debía haber celebrado cuando la santidad apareciera en escena, sería el de los fariseos. Por su singular devoción a la búsqueda de la santidad, los fariseos alcanzaron una popularidad y un respeto sin paralelo por piadosos y rectos. Nadie se les comparaba.

 

Ellos recibían los más elevados elogios, eran bienvenidos por doquier, gozaban de asientos privilegiados de los banquetes, y eran admirados como expertos en religión. Sus uniformes estaban decorados con las insignias de su exaltado rango, y podían ser vistos practicando sus virtudes en lugares públicos. Ayunaban donde todos pudieran verlos, inclinaban sus cabezas en solemnes oraciones en las esquinas de las calles y en los restaurantes. Cuando ellos daban limosna, todos oían el sonido de sus monedas en los vasos de los mendigos. Su santidad era clara, para que todos la vieran. Más, ante los ojos de Jesús eran hipócritas, y él pronunció sobre ellos el oráculo profético del juicio: Mateo 23:15.

 

Su denuncia fue severa; él criticó a los fariseos por varias cargos de hipocresía. Mateo 23:2-7. No había elegancia modesta en los fariseos. No había una belleza auténtica en su santidad. Ellos eran exhibicionistas y ostentosos en sus despliegues externos.

 

El problema con los fariseos es que su santidad era vergonzosa. Hipócritamente actuaban como artistas de la rectitud: Mateo 23:25-28.

 

Las palabras que Jesús usó eran impactantes. El representó a los fariseos como vasos limpios sólo por fuera.

 

Imagine ir a un restaurante y que el mesero le traiga un vaso que brilla de limpio por fuera pero que por dentro está lleno de los residuos del café de ayer. Eso haría poco para estimular nuestro apetito. Así eran los fariseos. Al igual, de la misma manera en que las tumbas blanqueadas ocultan la grotesca realidad de los cuerpos descompuestos y la carne putrefacta, así la fachada de los fariseos escondía de la vista la pudrición de sus almas. Consideremos por un momento algunos de los calificativos que Jesús reservó para los fariseos:

 

·         Serpientes.

·         Generación de víboras.

·         Guías ciegos.

·         Hijos del infierno.

·         Necios.

·         Sepulcros blanqueados.

 

Estas expresiones obviamente no pueden ser consideradas como halagos. Jesús no escatimó desprecios en sus denuncias contra estos hombres. Sus palabras fueron extraordinariamente severas, aunque no sin justificación. Sus palabras diferían de su estilo usual que consistía en amonestar a los pecadores con gentileza. A la mujer sorprendida en adulterio, Él le habló con ternura, aunque con firmeza, e igual a la mujer samaritana en el pozo. Parece que Jesús reservó sus comentarios más severos para los grandes, los teólogos profesionales. Con ellos Él no pidió ni concedió cuartel.

 

Podríamos decir que los fariseos odiaban a Jesús porque él los criticó tanto. 

Cuál era la razón por la que Jesús de Nazaret odiaba tanto a los fariseos?  - Quora

 

A nadie le gusta que lo critiquen, especialmente a la gente acostumbrada que la halaguen. Pero el rencor de los fariseos iba aún más lejos. Con seguridad podemos asumir que aunque Jesús no hubiese dicho nada contra ellos, ellos aún lo habrían despreciado. Su mera presencia era suficiente para hacerlos retroceder ante Él. Se dice que nada disipa la mentira más rápido que la verdad, y que nada expone la falsedad más rápido que lo genuino. Los billetes falsos pueden pasar desapercibidos ante un ojo inexperto. Lo que todo falsificador teme es que alguien examine su billete espurio mientras sostiene uno genuino al lado. De igual manera:

 

La presencia de Jesús representaba la presencia de lo genuino en medio de lo espurio. La aparición de la santidad genuina no le agradó a la santidad falsa.

 

Los saduceos tenían el mismo problema con Jesús. Ellos eran la clase exaltada del sacerdocio de la época. Habían tomado su nombre del sacerdote Sadoc, que a su vez provenía de la palabra hebrea para justo. Si los fariseos se consideraban los santos, los saduceos reclamaban ser los justos. Con la aparición de Jesús, su justicia , tomo la apariencia de injusticia. El resentimiento de los fariseos y los saduceos hacia Jesús comenzó como una leve irritación, se movió al nivel de un ardiente cólera y culminó explotando en vehementes demandas por su muerte. Ellos simplemente no podían tolerarlo.

En el mar de Galilea los discípulos fueron incapaces de encontrar una clasificación para Cristo; no encontraron respuesta para su pregunta, ¿Qué clase de hombre es este? Los fariseos y los saduceos tenían una respuesta inmediata. Ellos clasificaron a Jesús como un blasfemo y un demonio. Él tenía que desaparecer. Aquel que los sobrepasaba tenía que ser destruido. El Cristo encarnado ya no camina sobre la tierra. Él ha ascendido al cielo. Nadie lo ve o habla audiblemente con Él en la carne. Pero el poder amenazador de su santidad aún se puede sentir. Algunas veces es transferido a su pueblo.

 

Como los judíos al pie del monte Sinaí huyeron aterrorizados del rostro radiante de Moisés, así la gente hoy se siente incómoda ante la mera presencia de los cristianos.

 

Todos, o la mayoría hemos sido testigos alguna vez de que la plática que era amena, de repente se ve truncada de manera abrupta por la llegada de alguna persona no grata para uno o varios de los que están platicando, en nuestro país tenemos varios dichos unos algo ofensivos para describir esta situación, hay pájaros en el alambre, ya le cayó caca al pastel, son algunas de esas frases, el punto es que cuando llega alguien así todo se queda callado y se da aún más cuando es alguna persona con mayor autoridad, como el supervisor en el trabajo o el jefe de grupo en la escuela, o el pastor en la iglesia.  

 

Personalmente me pasó hace tiempo, al menos en un par de ocasiones, algunos de mis amigos de antaño, tan pronto como se enteraron de que soy un ministro, toda la atmósfera cambió, comenzaron a alejarse de mí sin decir nada, algunas veces se han reunido y ya ni me avisan. Es como si súbitamente hubiesen descubierto que yo tengo una terrible enfermedad contagiosa.

 

Cuando hablaban muchas veces se disculpaban por su lenguaje. Como si un ministro nunca hubiese oído palabras grotescas o fuese impensable que en toda su vida tales palabras jamás hayan pasado por sus labios. El complejo de Isaías de los labios inmundos aún sigue con nosotros. Por algo la Escritura dice que el impío huye sin que nadie lo persiga. Proverbios 28.1.

 

Lutero lo dijo así: El pagano tiembla ante el crujido de una hoja.

 

El incómodo sentimiento provocado por la presencia de un ministro proviene de la identificación con la iglesia con Cristo, lo que puede tener efectos extraños en la gente.

 

Muchas veces ni siquiera es necesarios decir una sola palabra sobre Dios, Jesús o la religión, ¿Cómo se puede explicar esto? Realmente no es difícil, los cristianos, al menos los genuinos, estamos tan identificado con la religión, tan asociado con las cosas de Dios, que nuestra mera presencia es suficiente para sofocar a una persona impía que huye cuando nadie lo persigue. Lutero estaba en lo correcto, los paganos tiemblan ante el crujido de una hoja. Ellos sienten que los ángeles del cielo respiran sobre sus cuellos. Se sienten acosados por la santidad, aun si es a través de un receptor humano, imperfecto y parcialmente santificado como nosotros.

Muchas personas entonces, tienen una reacción similar a la reacción de Pedro ante Jesucristo cuando dijo: Apártate de mí, Señor; soy hombre pecador. Sienten el trauma de la presencia de lo santo. Muchas de las veces:

 

La santidad provoca odio. Mientras más grande la santidad, más grande es la hostilidad humana hacia ella.

 

Es tan contradictorio, que ningún hombre fue tan amoroso como Jesús. Pero aún su amor enojaba a la gente. Su amor era perfecto, santo y trascendente, pero ese amor traumaba a la gente hipócrita, a los que ostentaban una falsa santidad. Es un amor tan majestuoso que no podían soportarlo. Su amor no tenía motivos ocultos, era puro; era un amor intenso, que provenía de una santidad infinita, pero que dejaba al descubierto que la santidad de ellos era espuria, solo una endeble imitación de la verdadera santidad.

 

Con Cristo, aunque su amor era constructivo. El mundo no pudo tolerarlo; lo podían amar pero sólo a la distancia. Cristo es seguro para muchos siempre que esté separado por el tiempo y el espacio, una relación de lejitos, donde Él los bendice y los cuida pero ellos no tienen que acercarse mucho ni a Él ni a su iglesia, pues está llena de gente que los hace sentir incomodos, es decir gente santa.

 

 

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