miércoles, 29 de mayo de 2024

Un Dios Santo 07: Tomar con seriedad la santidad. Lucas 10:27.

 El impacto de la santidad real es impresionante, al grado de hacer enfurecer a todos los que ostentan santidad, pero en realidad solo son hipócritas, como los fariseos, pero aún va más allá el impacto, pues La santidad provoca odio. Mientras más grande la santidad, más grande es la hostilidad humana hacia ella, es por ello que a pesar de ser el amor personalizado, con todo, el Señor Jesucristo fue crucificado, y ese odio es trasladado a su iglesia en la actualidad, es el motivo por el cual, a pesar de no tener inconvenientes o problemas con viejos amigos o familiares, estos se alejan de nosotros, a las personas les agrada la santidad, pero de lejos, no les gusta tenerla cerca, por eso el proverbista escribió huye el impío sin que nadie le persiga.

 

La santidad causa un fuerte impacto en los incrédulos, pero a veces no es así con los creyentes. ¿Cuántas veces vemos vidas de cristianos llenas de pecados impenitentes? ¿Cuántas veces se ha blasfemado el Nombre de Cristo por su causa? Y eso que es cristiano, es la frase que muchos usan para señalar nuestros evidentes pecados desvergonzados. ¿Por qué sucede esto? Es sencillo de contestar, es porque:

 

Lamentablemente la mayoría de los creyentes no toma con seriedad la santidad del Señor.

 

Si fijamos nuestra mente en la santidad de Dios, el resultado nos puede alterar. El espíritu de Martín Lutero fue turbado debido al profundo conocimiento del carácter santo de Dios.

La inusual personalidad de Lutero fue formada en parte por su estudio sobre Dios. ¿Mejoró o distorsionó esto su personalidad? ¿Se purificó o se atormentó su espíritu por su encuentro con Dios? ¿Amo a Dios? Algunas veces le odió. Esta es una expresión extraña saliendo de los labios de un hombre tan respetado por su celo religioso como Lutero. Pero así es. Él se destacó por hacer declaraciones fuera de lo común. A veces Cristo me parece un juez airado que viene a mí con una espada en sus manos. ¿Estaba este hombre loco? Antes de responder a esta pregunta, examinemos algunas características de la vida y la conducta de Lutero que han hecho que se le juzgue como tal.

 

1.    Tenía tempestuosos arranques de cólera un lenguaje exagerado. A él le gustaba llamar a sus críticos perros. Era dado a las explosiones de carácter. Sus insultos eran severos. Pero estas cosas, aunque suficientes para cuestionar su decoro, no tenían que ver con perder su juicio.

2.    Su conducta era a veces absolutamente grotesca. Lo afligían una variedad de fobias. Una historia bien conocida dice que Lutero caminaba en medio de una severa tormenta cuando un rayo cayó tan cerca de él que lo tiró al suelo y prometió que si sobrevivía se dedicaría en cuerpo y alma a servir a Dios en el monasterio. Poco después de esta experiencia, Lutero cumplió su voto. Renunció a sus estudios de leyes y entró al monasterio para la decepción de su padre, Hans. El temor de una muerte violenta, como una expresión del juicio y el castigo divino, espantaba a Lutero.

3.    La primera misa que celebró Lutero. Lutero comenzó la ceremonia con mucho porte, proyectando una conducta sacerdotal de confianza y autocontrol. En el momento de la oración de consagración de la hostia, en el que Lutero por primera vez habría de ejercitar su autoridad sacerdotal para evocar el poder de Dios en el gran milagro de la transubstanciación, se tambaleó. Se paralizó en el altar, como traspasado por una flecha. ¿Qué sucedió en el altar? Lutero dijo que quedó estupefacto y aterrorizado. Pensó ¿Con qué lengua voy a dirigirme a tal Majestad, si todos los hombres deberían de temblar aún ante la presencia de un príncipe terrenal? ¿Quién soy yo para levantar mis ojos o mis manos hacia la majestad divina? Porque yo soy polvo y ceniza, lleno de pecado y estoy hablándole al Dios vivo, eterno y verdadero.

 

4.    Su comparecencia en la dieta de Worms en 1521. Cuando dijo sus famosas palabras: A menos que sea convencido por las Escrituras y por la razón clara, yo no aceptaré la autoridad de los Papas y de los Concilios, porque ellos se contradicen unos a otros. Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios, por ello no puedo retractarme de nada, porque ir en contra de la conciencia no es bueno ni es seguro. Esta es mi posición, no puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén.

 

5.    Su adicción a confesarse. Lutero se propuso ser un monje perfecto, ayunaba por días y se sometía a severas formas de auto flagelación, y traspasaba las reglas del monasterio en asuntos de auto negación. Sus vigilias de oración eran más largas que las de cualquiera. Rehusaba las cobijas que se le asignaban, y se congelaba casi hasta la muerte. La práctica más extraña de Lutero tenía que ver con su hábito diario de confesión.

 

El requerimiento era que todos los pecados fuesen confesados, él sentía la necesidad de ir diariamente al confesionario buscando absolución. La confesión era una parte regular de la vida monástica. Los otros hermanos veían regularmente a sus confesores y se tomaban sólo unos minutos. Pero no así con Lutero. Él estaba perturbando al padre confesor, pues no se satisfacía con una breve descripción de sus pecados. Él quería asegurarse de que ningún pecado quedaba sin confesar. Entraba al confesionario y se estaba allí por horas diariamente. En una ocasión Lutero se pasó seis horas confesando los pecados que había cometido el día interior. Su complejo de culpa era distinto a cualquiera antes de él. Era tan morboso en su culpa, tan turbado en sus emociones, que ya no podía funcionar como un ser humano normal, ni siquiera como un monje normal. El seguía escapando de la tormenta de rayos.

 

6.    ¿A qué se debía la conducta de Lutero? Hay algo sobre los antecedentes y de la personalidad de Lutero que con frecuencia pasamos por alto, al no tomar en cuenta que antes de ir al monasterio, Lutero se distinguió como una de las mentes jóvenes más iluminadas de Europa en el campo de la jurisprudencia. Lutero era brillante. No había ningún problema con su mente. Su comprensión de los sutiles y difíciles puntos de la ley lo hacía sobresaliente. Algunos lo celebraban como a un genio legal.

 

Lutero no estaba loco. Era sin duda un genio que tenía un entendimiento superior de la ley. Una vez que aplicó su astuta mente legal a la ley de Dios, vio cosas que mucha gente no ve. Lutero examinó el Gran Mandamiento de Lucas 10:27. Entonces él se preguntó a sí mismo, ¿Cuál es la Gran Transgresión?

Algunos responden esta pregunta diciendo que el gran pecado es matar, adulterar, blasfemar o no creer. Lutero disentía. El concluyó que si el Gran Mandamiento era amar a Dios con todo el corazón, entonces:

 

La Gran Transgresión es no amar a Dios con todo el corazón.

 

La mayoría de la gente no piensa de esta manera. Ninguno de nosotros guarda el Gran Mandamiento por cinco minutos. Superficialmente, podemos pensar que lo hacemos, pero en los momentos de reflexión descubrimos que no es así. Tampoco amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Podemos hacer lo posible para evitar pensar profundamente sobre esto, pero siempre hay una incómoda sensación en el fondo de nuestra mente que nos acusa de quebrantar este mandamiento todos los días.

 

La mayoría piensa, que si todos nos quedamos cortos en amar perfectamente a Dios, así que, ¿para qué preocuparse por ello? Que si Dios castigara a todos los que fallan en guardar el Gran Mandamiento, tendría que castigar a todo el mundo. Que la prueba es muy grande, demasiado exigente, entonces, Dios tendrá que juzgamos a todos sobre estándares muy bajos. Lutero no lo vio de esta manera. Él se dio cuenta que:

 

Si Dios nos juzgara con estándares bajos, Él tendría que comprometer su Santidad.

 

Suponer que Dios hará eso es una suprema arrogancia y necedad. Dios no rebaja sus propias medidas para acomodarse a las nuestras. Él siempre es absolutamente Santo, Recto Y Justo. Pero nosotros somos injustos, y allí radica nuestro dilema. La mente de Lutero era acosada con la pregunta, ¿Cómo puede una persona injusta sobrevivir en la presencia de un Dios justo?

 

Lutero era el polo opuesto al personaje bíblico del joven rico que vino a Jesús inquiriendo acerca de su salvación: Lucas 18:18-20. Hay algo que con frecuencia la gente pasa por alto en este conocido encuentro de Jesús con el joven rico: el significado del saludo de este hombre hacia Jesús. Él le llamó Maestro bueno. Jesús no lo pasó por alto. Él supo de inmediato que estaba hablando con un hombre cuyo entendimiento de la palabra bueno era superficial. El hombre quería hablar con Jesús sobre la salvación. En lugar de eso, Jesús sutilmente cambió la conversación acerca de lo que era bueno, y aprovechó para enseñarle una inolvidable lección.

 

¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Aquí Jesús no estaba negando su divinidad, ni su bondad en ninguna manera, porque Él era bueno. Era la encarnación de sumo bien. El punto es que el joven rico, no sabiendo esto, estaba honrando a Jesús como un gran maestro, sin saber que le estaba hablando al Dios encarnado. Obviamente, el joven rico no conocía su Biblia. Había fallado entender el Salmo 14:1-3.

 

Este salmo es citado y amplificado en el NT por el apóstol Pablo. El mensaje es inconfundible. Nadie hace el bien, ni siquiera uno. Este ni siquiera uno borra toda posibilidad para la confusión. La acusación no permite excepciones salvo para el Hijo de Dios, quien es el único que hizo lo bueno. El espíritu humano se desentiende ante esta acusación universal.

 

·         Seguramente las Escrituras exageran.

·         Nosotros conocemos gente que hace lo bueno, algunos con frecuencia.

·         Reconocemos que nadie es perfecto.

·         Todos nos resbalamos ocasionalmente.

·         Todos hacemos cosas buenas de vez en cuando.

 

¿No es así? ¡No! Esto es precisamente la manera en que el joven rico pensaba. El medía la bondad con una regla equivocada; evaluaba las buenas obras desde la posición del nivel humano y externo.

 

Dios manda que nosotros hagamos cosas buenas. Pero Dios también mira el corazón. A Él le interesan nuestras motivaciones. Para que una buena obra satisfaga la medida de la bondad de Dios, debe brotar de un corazón que ama a Dios y a su prójimo perfectamente. Puesto que ninguno de nosotros alcanza ese perfecto amor por Dios y por el prójimo, todas nuestras obras externas están contaminadas. Ellas llevan la mancha de nuestras motivaciones corruptas.

 

La lógica de la Biblia es: Puesto que nadie tiene un corazón perfecto, nadie hace una obra realmente buena. Isaías 64:6.

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La ley de Dios es El espejo de la verdadera justicia. Cuando ponemos nuestras obras ante este espejo, el reflejo muestra nuestras imperfecciones. Jesús puso este espejo ante los ojos del joven rico. Lucas 18:20. Los mandamientos que Jesús mencionó al joven rico son los de la llamada segunda tabla de la ley, que son los mandamientos que tratan con nuestra responsabilidad hacia nuestros semejantes. ¿Cómo respondió el joven rico? A él no le afectó. Miró calmadamente al espejo y no vio imperfecciones. Él contestó, Estas cosas las he guardado desde mi juventud. Lucas 18:21. Imagine la arrogancia e ignorancia de este hombre.

 

La respuesta del Señor fue sutil y efectiva: Lucas 18:21. Si alguna vez Jesús habló irónicamente fue aquí. Si tomásemos sus palabras literalmente concluiríamos que esta conversación la sostuvieron los dos hombres más justos de la historia, que fue un diálogo entre el Cordero sin mancha y un cordero con una sola mancha. Me encantaría oír a Jesús diciéndome que a mi perfección moral sólo le falta una cosa, pero nosotros sabemos bien que esto no es así.

 

Jesús lo confrontó con el primer mandamiento, No tendrás dioses ajenos delante de mí. ¿Qué hizo éste hombre? ¿Cómo lidió él con su única mancha? Él se fue con tristeza porque tenía grandes posesiones. El hombre fue puesto a prueba ante los Diez Mandamientos, y fracasó en la primera pregunta del examen. El punto de este relato no es establecer una ley que obligue al cristiano a deshacerse de todas sus propiedades privadas. El punto es que entendamos lo que es la obediencia y lo que la bondad requiere. Jesús le siguió la corriente a su pretensión y el hombre se desplomó.

 

Siglos más tarde, a Lutero, el Señor no tuvo que enseñarle una compleja lección para que entendiera su pecado. Él nunca le dijo a Lutero, Una cosa te falta. Lutero ya sabía que a él le faltaban muchas cosas. Él era un abogado; había estudiado la ley del AT conocía las demandas de un Dios Puro y Santo, y eso lo estaba volviendo loco. El genio de Lutero entendió un dilema legal que no pudo resolver. Parecía no haber solución posible. La pregunta que lo acosaba era:

 

¿Cómo un Dios justo puede aceptar a un hombre injusto?

 

Él sabía que su eterno destino dependía de la respuesta, pero él no podía encontrarla. Las personas normales, en su ignorancia se satisfacían pensando que Dios comprometería su propia excelencia y los dejaría entrar al cielo. Después de todo, no sería tan Majestuoso si los excluían a ellos. Dios tendrá que bajar sus estándares. Dos cosas separaban a Lutero de los demás hombres:

 

·         Primero, él sabía quién era Dios.

·         Segundo, el entendía las demandas de la ley de Dios.

 

Dominaba la ley, y a menos que llegara a entender el evangelio, moriría en tormento. Entonces sucedió: la máxima experiencia religiosa de Lutero. La llamada experiencia de la torre de Lutero cambió el curso de la historia del mundo. Fue una experiencia que envolvía un nuevo entendimiento de Dios, un nuevo entendimiento de su divina justicia. Fue un entendimiento de cómo Dios puede ser misericordioso sin comprometer tal justicia. Fue una nueva comprensión de cómo un Dios Santo expresa su Santo amor: entendió la frase: el justo por la fe vivirá.

 

Entendió que Si tienes una verdadera fe en Cristo como tu Salvador, entonces tienes un Dios de gracia, porque esa fe te guiará hacia el corazón de Dios. Romanos 1:17.

 

Cuando Lutero entendió el evangelio por primera vez, las puertas del paraíso se abrieron de par en par, y él entró por ellas. El justo por la fe vivirá, fue el grito de batalla de la Reforma Protestante: La idea de que la justificación es sólo por la fe y por los méritos de Cristo solamente, es tan central para el Evangelio que Lutero le llamó el artículo sobre el cual, la iglesia se sostiene o cae. Una vez que Lutero comprendió las enseñanzas de Pablo en Romanos, nació de nuevo. La carga de su culpa fue levantada. El enloquecedor tormento terminó.

 

¿Por qué entendió la justificación de un modo tan profundo? Obviamente por la Soberanía de Dios en la salvación, pero del lado humano, podemos entender que la seriedad con la que tomaba la Santidad de Dios fue lo que le abrió el camino:

 

·         Tenía tempestuosos arranques de cólera un lenguaje exagerado. Contra los enemigos del Dios Santo y su Santa doctrina.

·         Su conducta era a veces absolutamente grotesca. Debido a que tomaba muy en serio saber             que Dios es Justo y Santo.

·         La primera misa que celebró Lutero. Lo lleno de temor al pensar en la majestuosidad de la Santidad del Señor.

·         Su comparecencia en la dieta de Worms en 1521. Defendió la doctrina del Dios Santo.

·         Su adicción a confesarse. Al saberse un pecador incapaz de alcanzar los estándares del Dios Santo de la Escritura.

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