La cristología bíblica, estudia la persona, estados y
oficios del Señor Jesucristo, la persona la vimos en el primer bloque, los
estados son los que estamos estudiando en este bloque, en específico en estas
clases el estado de humillación, el cual consiste en dos partes, la Kénosis que es el auto despojo de
gloria y majestad de Cristo para vivir en condición de ser humano y la Tapéinosis que es la condición de vivir
bajo la ley.
En el tema del día de hoy veremos todo lo relacionado
al misterio de la encarnación. Previamente hemos aclarado que por encarnación
entendemos el hecho de que DIOS tomó forma humana por medio de la concepción
milagrosa de la virgen María.
Comencemos aclarando la siguiente pregunta ¿Quién se encarnó?
A estas alturas a muchos les parecerá muy obvia la
respuesta a esta pregunta, la cita inicial de Juan 1.14 nos dice claramente que fue el Verbo, el Hijo de DIOS, la
segunda persona de la Trinidad quien tomó forma humana.
Es bueno aclarar que SOLAMENTE el Hijo tomo forma de
hombre al unir hipostáticamente su esencia divina personal a la naturaleza
humana, para que se entienda más claro ni el Padre ni el Espíritu Santo tomaron
la forma humana, es importante aclararlo para evitar caer en herejías o malos
entendidos posteriores.
Sin embargo, las tres personas de la Trinidad
intervinieron activamente en la encarnación del Verbo, es decir, Padre, Hijo y
Espíritu Santo operaron en conjunto en el acto de unir la naturaleza humana a
la hipóstasis del Verbo:
·
Mateo
1:20.
·
Lucas
1:35.
·
Juan
1.14.
·
Romanos
8:3.
·
Gálatas
4:4.
·
Filipenses
2:7.
Una analogía fácil de asimilar en este tema sería como
si dos personas le ayudaran a vestirse a una tercera persona, las tres personas
estuvieron involucradas, pero solo una de ellas está vestida.
El Verbo, como lo vimos en el bloque de la persona
divina, preexistía como DIOS antes de encarnarse como un ser humano, pero al
hacerse como uno de nosotros y plantar su
tienda de campaña en el desierto de la peregrinación terrenal el compromiso
de amor que mostró DIOS, quien por la creación del hombre ya había entrado en
la historia de la humanidad, llego a su punto más sublime.
El ser infinito, se encerró de forma incomprensible en
los límites del espacio, del tiempo, de la raza, del sexo, incluso se hizo
blanco vulnerable de la maldad humana, todo por amor a nosotros y nada más.
La segunda pregunta que surge respecto a este tema es ¿Fue necesaria la encarnación del Verbo?
Si por necesidad entendemos que algo le exigía o le
obligaba a DIOS de tomar cartas en el asunto de nuestra redención, entonces la
respuesta es NO, DIOS es absolutamente libre en todas sus acciones, no tiene
obligaciones ni compromisos que el mismo no desee contraer con absolutamente
nadie.
Ahora bien, si hablamos en términos de que, si había
otro medio para efectuar nuestra redención, como por ejemplo ¿DIOS al ser
Omnipotente no podía simplemente declarar limpios a los suyo? Entonces tenemos
dos formas de responder.
Desde el punto de vista filosófico, la respuesta es
SI, si era necesaria la encarnación, pues si DIOS tomó esa alternativa quiere
decir que esa era la alternativa correcta, pues es DIOS y ÉL nunca se equivoca
o dejaría de ser Omnisciente.
También tenemos la respuesta desde el punto de vista
bíblico, que es el que más no interesa, la Justicia divina exigía el justo pago
por las acciones pecaminosas de los seres humanos. Génesis 2:16-17.
Sin embargo, el amor de DIOS hecho misericordia
infinita exigía la salvación del pecador:
·
Daniel
9:9.
·
Tito
3:4-7.
·
1ª
Juan 4:16.
DIOS no podía simplemente hacer como que no ve el pecado o no sería JUSTO, pero su
MISERICORDÍA no le permitía condenar y ya al pecador, la solución sublimemente
divina fue hacer una misericordiosa sustitución, DIOS
mismo se hizo responsable del pecado para que el hombre recobrase la justicia. 2ª Corintios 5:21.
Y como lo entendimos en el tema de la unión
hipostática, solo un DIOS-Hombre podía llevar a cabo la reparación de nuestra
naturaleza caída, debía ser hombre para ser nuestro sustituto y poder morir,
debía ser DIOS para que el sacrificio tuviera suficiente valor y estuviera a la
altura de la ofensa.
Otra pregunta que surge con respecto a la encarnación
es: ¿Pudo haberse encarnado otra persona
distinta a la del Verbo? ¿EL Padre o EL Espíritu Santo?
Si hablamos en términos de que, si ellos tenían o
tienen los atributos para ser hechos hombres, por supuesto que sí, pues no hay
nada que los limite, sin embargo, eso no significa que fueran los candidatos
idóneos para esa gran labor.
El candidato que conviene que se encarnara es
precisamente el Verbo por las siguientes razones:
1. El Verbo es el modelo de la creación, por lo tanto,
era conveniente que Él fuera quien reparará lo que se había echado a perder por
el pecado. No hay mejor forma de reparar las cosas que
llevándolas al modelo originalmente creado o diseñado. Colosenses 1:16-17. Hebreos 1:2.
2. Era más conveniente que fuéramos predestinados a ser
hijos de DIOS con el Hijo de DIOS. Romanos 8:17, 29.
3. Para satisfacer nuestra necesidad por saber las cosas,
mediante la Sabiduría personal de DIOS. Génesis 3:5. Proverbios 8.27-31.
Podemos también responder filosóficamente y decir que
si la Trinidad que es todo sabiduría, tomaron la decisión de que fuese el Hijo
quien se encarnase, entonces esa es la mejor decisión por mucho.
Para finalizar esta clase respondamos una pregunta
más, ¿Se habría encarnado el Verbo si
Adán no hubiera pecado?
Para centrar bien esta pregunta, entendamos que no nos
referimos a si DIOS pudo ordenar la historia de otra forma, sino, aún más
profundamente
¿Cuál es el motivo de la Encarnación?
¿Salvar al hombre solamente?
¿Fue la redención de la raza humana el motivo principal por el cual el
Verbo divino tomó forma de siervo y condición de hombre?
O ¿Fue predestina la Encarnación antes de ser predestinada la caída de
Adán?
Estas preguntas fueron motivo de controversia al grado
de dividir la edad media entre los dominicos y los franciscanos, primeramente,
es necesario saber que durante los primeros 8 siglos de la iglesia cristiana se
sostuvo la idea de que si Adán no hubiese pecado la Encarnación no habría
tenido lugar, el credo niceano del 325 dice de Cristo: por nosotros y a causa de nuestra
salvación descendió, se encarnó, se hizo hombre…
Agustín de Hipona y Tomás de Aquino son de la misma
idea y citan pasajes tales como: Lucas
19:10 y 1ª Timoteo 1:15.
Pero tiempo después en los años 1200 y posteriores
surgió la afirmación con Juan Escoto de que la Encarnación en sí, era
independiente del pecado del hombre, esto por el motivo de que la realidad del
DIOS-Hombre era demasiado majestuosa y gloriosa como para estar condicionada
por el pecado del hombre.
Los escotistas usaban los siguientes textos:
·
Efesios
1:9-10.
·
Efesios
1:21-23.
·
Colosenses
1:15-17.
Aunque es de notar que estos textos no están carentes
de contexto redentor, es decir que la causa fue la salvación.
Los reformadores como Calvino y Lutero siguen a
Agustín de Hipona en la causa de la Encarnación: La salvación del hombre,
algunos de los textos a favor de esta corriente son:
·
Mateo
20.28.
·
Marcos
2.17.
·
Juan
12:27.
·
Juan
18:37.
·
Romanos
8:3.
·
Gálatas
4:4.
·
Hebreos
10.7 (citando el Salmo 40:6).
·
1ª
Juan 3:8.
Desde el punto de vista teológico, parecieran dos
posturas mutuamente excluyentes e irreconciliables entre sí, pero desde el
siglo 19 han llegado a un punto en el cual las dos posturas convergen.
Ya estaba escrito que la segunda persona de la Trinidad
había de tomar forma humana, y para que la Encarnación brillará aún más, se
hizo con fines de redención, pues si DIOS así lo hubiese querido, habrá dotado
de su gracia preventiva a Adán y evitado la caída original de la humanidad.
Recordemos además que, sin el pecado originado en
Adán, grandes atributos divinos, como la misericordia, la gracia o el perdón no
se apreciarían en todo su esplendor y magnitud, por lo tanto, la Encarnación
está íntima e inseparablemente ligada a la redención, pero siempre en ese
orden, primero la Cristología y después la soteriología, por lo tanto, podemos
decir que:
El Verbo se Encarnó
para coronar la obra de la creación visible y de paso redimir al hombre caído.
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