domingo, 2 de septiembre de 2018

El Evangelio De Juan 90: Corazón Endurecido. Juan 12:36-43.


Estamos llegando al final del capítulo 12 del evangelio de Juan, Jesús, después de su entrada a Jerusalén en calidad de príncipe de paz y Mesías salvador, da respuesta a los griegos acerca del tema de la salvación, pero de inmediato surgieron dudas acerca de sus palabras, pues declaró una vez más de manera franca y abierta que le era necesario ser levantado y morir pero poder tener así una abundante cosecha de hijos espirituales.

La gente estaba atónita, lo que ellos esperaban era el Mesías rey, el caudillo o libertador político que los librara de la cruel tiranía de los romanos, por ello es que en sus mentes no cabía la idea de morir para dar vida y libertad al pueblo, la falta de preparación los hizo presa fácil de la ignorancia, al grado de preguntarle directamente ¿Quién es el Hijo del hombre?

Jesús, en lugar de responder sus dudas de forma directa, lo que hizo fue darles una magistral lección acerca de la misión que estaba por llevar a cabo: Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz, fueron sus palabras.

·         Mientras tengan la luz: Cristo como aquel que ilumina nuestras conciencias.
·         Crean en la luz: es decir en la salvación que Cristo nos da.
·         Para que seamos hijos de luz: o que siempre portemos Su Señorío.

Nosotros nos detuvimos especialmente en esta última declaración del Señor, el andar como hijos de luz, llevar el Señorío de Cristo, vivir la vida crucificada, lo cual no es una enseñanza ajena a nosotros, al contrario, por la gracia de DIOS promovemos hasta lo suma la salvación y el Señorío de Cristo como el evangelio completo.

Sabemos que el ser hijos de luz es reflejar a Cristo en todas las áreas de nuestras vidas, que su luz salga, se refleje, se muestre por medio de nosotros, esa luz es Su Señorío en:

·         Nuestros pensamientos.
·         Nuestras palabras.
·         Nuestros atuendos.
·         Nuestras finanzas.
·         Nuestras relaciones.
·         Nuestros corazones.
·         Nuestras vidas.
·         Nuestros deseos.
·         Nuestras metas.
·         Etc.

Y nos enfocamos específicamente a un grupo de nuestra congregación en particular: los jóvenes que están en la difícil transición escolar, y los exhortamos a reflejar el Señorío de Cristo, a ser hijos de luz en su forma de pensar, hablar y vestir específicamente.

Al final del verso 36 el apóstol Juan en calidad de narrador nos dice que Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.

¿Cuáles cosas? Al contrario de lo que normalmente pensaríamos, no se refiere en exclusiva a la respuesta dada a los griegos t yodas sus implicaciones, aquí Juan se refiere a todo el ministerio público del Señor Jesús, recordemos que estamos a un par de días de la entrega, pasión muerte y resurrección del Señor, y en específico en este evangelio hasta aquí llegó la parte de ese ministerio público terrenal, de ahora en adelante todo se referirá en particular a sus discípulos obviamente hasta la llegada de su hora.

Cabe resaltar que esta separación fue la definitiva. Se apartó y se ocultó de ellos, de los judíos, tanto naturales como prosélitos que se encontraban reunidos en Jerusalén para la celebración más importante del año: el peshaj.

El siguiente versículo también muestra claramente que esto fue realmente el final; es decir, el final de su ministerio público. El pueblo ya no volverá a aparecer hasta que él sea conducido ante Pilato, quien lo sentenciará a la cruz. Durante el juicio, sin embargo, nunca se dirige al público. Con 12:36b concluye totalmente su ministerio público. Lo que tenemos en los versículos 44–50 (que veremos la próxima semana) no se dijo después, sino que es una síntesis de toda su enseñanza pública.

37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él.

Esto no fue nada nuevo, en general, con muy contadas excepciones, la incredulidad por parte de su pueblo fue la seña particular del ministerio terrenal del Señor Jesús, por algo Juan dijo a lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron, la respuesta del pueblo fue mayormente de escepticismo parcial o definitivamente total.

Esta actitud era, sin embargo, inexcusable, porque Jesús había realizado siempre tantas señales indubitables de su divinidad y mesiandad:

·         Convirtió el agua en vino.
·         Sanó al hijo del oficial.
·         Sanó a numerosos enfermos.
·         Caminó sobre las aguas.
·         Alimentó a más de 5000 personas.
·         Sanó al paralitico de Betesda.
·         Le otorgó la vista al ciego de nacimiento.
·         Resucitó a su amigo Lázaro después de 4 días de muerto.

Por mencionar solo algunas de las señales que mostró en público, pues nada de esto lo hizo en secreto, como si lo tuviera que ocultar.

Y aun así dice Juan que no creían, El tiempo imperfecto indica que había una falta de voluntad constante y progresiva de aceptar a Jesús con una fe genuina y viva.
Las señales, que con tanta claridad dan testimonio del carácter elevado de aquél que las realiza y que deberían haber sido ayuda para el desarrollo de la fe genuina, no se tomaron en su verdadero significado. Aunque hubo excepciones de vez en cuando, y aunque todas estas excepciones tomadas juntas constituyen un conjunto considerable, en general Israel fue endureciéndose espiritualmente cada vez más, haciéndose insensible a las obras y a las palabras de Cristo. Aunque muchos estaban convencidos de que era en realidad el Mesías, ni siquiera este conocimiento resultó en fe genuina.

El siguiente verso nos revela mucho en esta situación: 38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?

Es una cita directa a Isaías 53:1 este es el pasaje por excelencia del A.T. que nos muestra la misión principal del Mesías: redimir a sus elegidos, sin embargo, esta no es ninguna disculpa ni excusa o pretexto que el pueblo de Israel ni nadie pueda tomar para su incredulidad.

Es cierto que el decreto eterno de DIOS se dictó aún antes de que esta tierra fuera creada, pero de ningún modo ese decreto nos exime de nuestras responsabilidades morales y espirituales frente a DIOS, quienes no depositan una fe salvífica en Cristo es por su propia incredulidad ligada a su estado de pecado permanente, nunca es culpa de DIOS.

Las palabras de esta profecía al fin de cuentas se vuelven consoladoras. Muestra que el repudio de Israel hacia Cristo no fue la frustración del plan de Dios, fue su cumplimiento. De haberle aceptado, de haber creído en él, en definitiva no lo hubieran dejado llegar a la cruz, bastaba que cuando Pilato preguntó ¿A quién suelto a Jesús o a Barrabas? El pueblo al unísono gritara: suéltanos a Jesús, lo cual hubiera desembocado en que no habría redención. ¡Seguiríamos en nuestros pecados y en camino al infierno!

El endurecimiento de Israel sirvió como medio para el cumplimiento del plan divino, Condujo a la cruz de Cristo y con ello a su corona; a su humillación y con ello a su exaltación. Sólo los que (como Isaías) por la gracia de Dios tienen el privilegio de ver el fin desde el principio, la gloria de Cristo en la humillación, pueden aceptar esto sin protesta.

La cita es como ya lo mencionamos de Isaías 53:1, Isaías describe proféticamente a Cristo y a sus fieles embajadores como exclamando:

Señor, ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? Literalmente, lo que se ha oído de nosotros, de nuestros labios. ¿Y sobre quién se ha manifestado o quién ha entendido y asimilado su significado, el brazo del Señor? El poder de Dios todopoderoso manifestado en las señales que realizó Jesús. Esa profecía se había cumplido ahora, porque casi nadie llegó a aceptar a Cristo con fe genuina.

39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: 40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane. 41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.
No es la única ocasión en que este pasaje es citado en el N.T. lo encontramos también en:

·         Mateo 13:14.
·         Marcos 4:12.
·         Lucas 8:10.
·         Hechos 28:26.
·         Parcialmente en Romanos 11:8.

La versión que encontramos en este evangelio es una ligera adaptación del original de Isaías 6:9-10.  Y dijo: Anda, y dí a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, más no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.

Al adaptar este pasaje a las circunstancias presentes, el evangelista cambia los imperativos de Isaías en indicativos pasados (ha cegado, ha endurecido), porque la profecía ha alcanzado ahora su cumplimiento en la era mesiánica.

En la versión de Juan dice que cegó los ojos de ellos, pero omite cualquier referencia a los oídos y al oír, quizá porque en esa frase no se refiere a la predicación de Jesús sino a las señales que realizó.

La ceguera de los ojos tenía como propósito que el pueblo no pudiera ver las poderosas acciones de Cristo como señales, las cuales apuntaban hacia él como el Hijo de Dios, el Cristo. Tal como en los días de Isaías, así también ahora el Señor había endurecido el corazón del pueblo, con este propósito en mente, a saber, que no pudieran percibir el significado de su predicación.

Es importante entender que cuando se refiere a que DIOS endurece los corazones, no es en el sentido activo de la acción, más bien es un endurecimiento pasivo, de una condición de endurecimiento previo, tal como lo hizo con el faraón para que dejara salir al Pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Éxodo 7:3.

Cuando DIOS endurece un corazón, lo que simplemente hace es retirarse de él, y a todos los posibles frenos a la maldad que en ese corazón hay, no es que mande un poder espiritual sobre nosotros, DIOS nos deja a nuestra naturaleza de pecado y sin un freno que nos pare de darle rienda suelta a esa naturaleza lo único en que puede desembocar es en más y más endurecimiento.

Pero DIOS, que es todo Sabiduría, realiza esto con propósito, como todo lo que él hace, cuando vemos que Faraón sin freno alguno a su poder y naturaleza de pecado, endurece cada vez más su corazón, lo que logró fue que el plan de rescate de DIOS fuera llevado a cabo. Romanos 9.17. Éxodo 10:1-2.


Nunca desliguemos los actos de DIOS de su propósito final redentor, es decir que cada situación por la que pasemos:

·         Tribulación,
·         Persecución.
·         Problemas familiares.
·         Baches financieros.
·         Enfermedades.
·         Dolor.
·         Muertes.
·         Etc.

Siempre los veamos por el filtro de la Gracia Soberana del Señor, en la cual él está haciendo todo para que seamos salvos y también para perseveremos en esa salvación, si cambiamos de filtro, si ponemos la mirada en lo temporal y vano, corremos el riesgo de perder la perspectiva y resbalar en nuestro caminar como cristianos.

No tener bien clara esta situación, provoca la gran mayoría de las veces que endurezcamos más nuestro corazón, la palabra endurecer del griego poroo (πωρόω, G4456) tiene el significado metafórico de endurecer, petrificar  o hacerse un callo literalmente hacerse necio. Por ello es que el escritor de Hebreos cita en 3 ocasiones los salmos para prevenirnos de tan delicada situación. Hebreos 3:8, 3:15 y 4:7.

Una vez más, tal como se aclaró en la exposición del versículo 38 ¡la culpa en ningún modo la tiene Dios! Él es el Dios de amor. No es un monstruo cruel que deliberadamente y con placer íntimo prepara al pueblo para su condenación eterna.

Por el contrario, advierte con interés, proclama el evangelio, y dice, como lo hizo repetidas veces Jesús durante su ministerio terrenal, lo que sucederá si el pueblo cree, y también lo que sucederá si no cree. Incluso los apremia a andar en la luz. Pero cuando el pueblo, por su propia decisión, y después de repetidas advertencias y promesas, lo rechaza y desprecia sus mensajes, entonces y sólo entonces, los endurece, a fin de que los que no quieran arrepentirse no puedan arrepentirse.

Tal vez en este momento no quieras arrepentirte, pero si te obstinas en esa posición llegará el día en que ahora no puedas hacerlo, las capas de callosidad que se van acumulando te harán cada vez más y más insensible a la Voluntad de DIOS, hasta que llegues al punto en que tu propia incredulidad traducida en rebeldía e impenitencia te condenarán para siempre.

Serás como faraón, cada vez que DIOS mande una nueva plaga, en tu orgullo y arrogancia te harás más obstinado en no arrepentirte, antes de que eso suceda y DIOS  te de tu justo pago, ríndete a sus pies y clama como Isaías 63:17.



La razón por la que el Señor había cegado sus ojos y endurecido su corazón era que no pudieran volverse a él y, como resultado, ser sanados. Las personas superficiales, que están siempre dispuestas a acusar a Dios de injusticia y crueldad, quizá no puedan ver la justicia del trato de Dios con los hijos de los hombres.

Pero porque (es una mejor traducción que cuando) Isaías vio la gloria de DIOS, él entendió mucho mejor todo el panorama, su visión no sólo fue la del siervo sufriente en Isaías 53, él también vio su gloria o exaltación manifiesta en Isaías 6 y entendió que el endurecimiento era con el propósito final de traer mayor gloria a DIOS.

La dureza de corazón es parte del plan de DIOS, cuando endureció al Faraón al entrevistarse con Moisés fue con el propósito de mostrar su gloria, lo mismo sucedió con el sumo sacerdote Anás y su suegro Caifás, su corazón endurecido no creyó, sin embargo el propósito de DIOS se cumplió al morir Cristo en la cruz.

42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

Aunque totalmente contrarios a aceptarlo con una fe personal, verdadera y viva, sin embargo, incluso los dirigentes, hombres tales como Nicodemo, José de Arimatea; y muchos de los sacerdotes creyeron en él. Sin embargo, debido al temor de los fariseos pues ya entendimos la enorme presión que ejercían en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Estos fariseos, quienes envidiaban a su competidor Jesús, y quienes aunque tuvieran la facha de ser muy religiosos, eran sus principales enemigos, estos creyentes-dirigentes no se atrevieron a confesar lo que creían. Día tras día se guardaban la opinión para sí mismos. ¿Cómo, pues, llegó a saberlo Juan? Quizá Nicodemo o José de Arimatea se lo dijeron después. El temor se debía a la decisión de que cualquiera que confesara que Jesús era el Cristo sería expulsado de la sinagoga, por ese mismo motivo es que Nicodemo fue de noche a ver a Jesús.

Estos hombres eran como tantos judíos en tiempo de Antíoco Epífanes y como muchos hoy, siempre dispuestos a seguir la corriente para estar con la mayoría. Cómo les gusta agradar a los líderes, Juan aclara que Amaban más la gloria de los hombres, es decir los halagos de los miembros del Sanedrín, que la gloria de Dios.

Podría decirse que en cierta medida y manera también tenían el corazón endurecido.

La pregunta no debe de ser ¿Por qué DIOS endurece el corazón de algunos? La verdadera incógnita y lo que en verdad debe maravillarnos el día de hoy y siempre es ¿Por qué DIOS ha tocado mi corazón con su Palabra? No somos mejores que nadie, no somos especiales, no somos únicos, no somos NADA y aun así DIOS le ha placido elegirnos, por eso somos su REMANENTE ESCOGIDO.

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