viernes, 26 de abril de 2019

El evangelio de Juan 121: Jesús muestra su gloria frente al sanedrín. Juan 18:12-40. Mateo 26:58-68. Marcos 14:53-65. Lucas 22:63-71.


Jesús fue arrestado por los alguaciles del sanedrín, además de 600 soldados romanos, una turba de hombres incitados por el mismo sanedrín y por su puesto Judas Iscariote, el traidor, al Señor lo trataron como si fuera un vil delincuente, un ladrón, con espadas, palos, antorchas y linternas salieron a buscarlo, lo hallaron en el huerto de Getsemaní donde se gestó el inicio de su aplastante victoria.

En su arresto, el Señor manifestó su gloria y majestad al dejar plasmados en un instante sus tres oficios: profeta, rey y sacerdote, y aunque Pedro voluntariosamente, dándose valor por la escena de la majestad de Cristo al tirar de espaldas a sus enemigos, sacó su espada y cortó la oreja de Malco, el siervo del sumo sacerdote, pero el Señor lo aplaca, sana la oreja cortada y voluntariamente accede a ser arrestado, él sabe que solo así tiene que suceder, no está siendo derrotado, al contrario, las cosas están saliendo exactamente como estaban planeadas desde la eternidad pasada por el Padre.

Para poder continuar sin contratiempos es necesario que comprendamos que los evangelios nos narran, que de forma simultanea se dieron dos hechos, la comparecencia de Jesús ante el sanedrín y las negaciones de Pedro, es por eso que Juan, en su relato inserta la primera negación en medio de la entrevista de Jesús con los dirigentes y después relata las otras dos negaciones, Lucas por su parte, relata la negación antes de la audiencia, no hay contradicción alguna, simplemente es que ambos hechos, se dieron al mismo tiempo.

Nos vamos a apegar al orden dado por Mateo en su evangelio, para poder observar y escudriñar a plenitud ambos acontecimientos, primero vamos a tratar la presencia de Jesús ante el concilio y la semana entrante veremos la negación de Pedro.

Para no confundirnos es necesario entender también que, el juicio de Jesús fue doble, El primero se llama frecuentemente el juicio eclesiástico; el segundo, el civil. Ambos juicios fueron en tres etapas, primero frente a Anás, después frente a todo el concilio y después frente a Caifás y todo el concilio.

El juicio civil fue primero frente a Pilato, después con Herodes y finalmente de regreso con Pilato, Así como la audiencia preliminar ante Anás se encuentra solamente en el Evangelio según Juan, también la comparecencia de Cristo ante Herodes la relata solamente Lucas.

El día de hoy vamos a escudriñar como ya lo dijimos el juicio ante el concilio, que es el juicio religioso o eclesiástico, que encontramos en Juan18:13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.  

Los soldados y la policía del templo condujeron a Jesús, atado, hasta Anás. La opinión más común (también entre los comentaristas) es que Jesús fue llevado a Anás para un examen preliminar.

¿Quién fue este exsumo sacerdote que interrogó a Jesús?

Anás (o Ananus, como lo llama Josefo; el nombre procede del hebreo Ananías, que significa gracia de Jehová) había sido nombrado sumo sacerdote por Cirino en el año 6 d.C. y depuesto en el año 15. Aunque depuesto, siguió siendo por mucho tiempo la mente gobernante del Sanedrín. Prueba de ello es lo que narra Lucas 3:2.

Anás Era el miembro principal de la mafia jerárquica judía. Desde ese tiempo ha habido mafias similares. Generalmente para ser el cabecilla virtual de una de ellas hace falta ser un hábil manipulador. Así era Anás. Lo siguieron en el sumo sacerdocio cinco hijos (Eleazar, Jonatán, Teófilo, Matías, y Ananus), un yerno (Caifás), y un hasta un nieto.

Al ser depuesto Anás, lo sucedió alguien que no era de su familia, pero casi inmediatamente después fue nombrado un hijo de Anás. Después de otro intervalo, le había sido otorgado el título al yerno (Caifás) de Anás. Él era en este momento el sumo sacerdote. Luego el sumo sacerdocio recaería en el segundo hijo de Anás; luego en el tercero; después de otro breve intervalo, en el cuarto; y luego, después de varios años, en el quinto. Así pues, durante todo el período del ministerio de Cristo y por mucho tiempo después, Anás fue el responsable, en gran parte, de las acciones del Sanedrín judío.

Quizá otra persona era el oficial que presidía el Sanedrín, pero Anás era el hombre a consultar. Se puede imaginar cómo a menudo un sacerdote acudiría con un plan o idea, o la mencionaría por primera vez, otro le contestaría de inmediato, ¿lo has hablado con Anás?

Anás era muy orgulloso, sumamente ambicioso y excesivamente rico. Su familia era conocida por su avaricia. La fuente principal de su riqueza parece haber sido una porción considerable de los beneficios del precio de los sacrificios cruentos que se vendían en el Patio de los Gentiles. Él es quien había convertido la casa de oración en guarida de ladrones. Incluso el Talmud afirma: ¡Ay de la familia de Anás! ¡Ay de los silbidos de serpiente!

La intención de esta observación  de Juan, casi a modo de paréntesis es mostrarnos que Caifás había estado tramando por mucho tiempo la muerte de Cristo. Pero su suegro, el verdadero poder detrás del trono, no solo lo apoyaría en todo, sino que, de hecho, él fue la mente malévola detrás de todo.

Lo siguiente que sucedió nos lo narra Mateo 26:57 Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos.

Estos acontecimientos están sucediendo en casa da Caifás, ya presentaron a Jesús frente a Anás, casi de inmediato los guardias lo llevaron ahora si frente al sumo sacerdote oficial, pues, aunque su suegro era quien gobernaba tras bambalinas, oficialmente es Caifás quien ocupa el poder.

Ahí en presencia de Caifás, están reunidos con él los demás miembros del sanedrín, 70 en total, más Caifás, como anteriormente lo habíamos dicho. ¿Quién era Caifás?

Sumo sacerdote en funciones como dicen los evangelistas además de los historiadores, su nombre real era José, se ha perdido el significado o el motivo por el cual le llamaban Caifás, fue sumo sacerdote del 18 al 36 después de la era cristiana, cuando fue depuesto por Vitelio, gobernador de Siria.  Después de la resurrección de Lázaro, Caifás recomendó al sanedrín la muerte de Jesucristo, en beneficio de la nación, sin darse cuenta de lo profético de sus palabras.

El siguiente verso nos deja entrever lo que dejamos por sentado al inicio de esta enseñanza, que se dieron dos hechos simultáneos: 58 Más Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin.

Aunque los otros nueve discípulos habían huido, dos no lo hicieron el primero es Juan conocido del sumo sacerdote, el otro es Pedro, que seguía ebrio de orgullo y arrogancia por haber dado la cara por Jesús en el huerto.
  
Habiendo entregado el prisionero, la mayoría de los soldados romanos probablemente habían vuelto ya a la fortaleza de Antonia, Lucas y Juan introducen aquí el relato de la negación de Pedro, como lo dijimos ya, lo dejaremos para la próxima semana.

Mateo continua su relato y nos dice: 59 Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, 60 y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos.

Probablemente este juicio haya sido realizado en un gran aposento alto del ala del palacio donde Caifás vivía. Se podría preguntar: Pero, ¿por qué tener un juicio ya que el Sanedrín había decidido hace mucho tiempo que Jesús debía morir (Jn. 11:49, 50), cual acuerdo se había vuelto a confirmar muy recientemente (Mt. 26:4)?

La Respuesta es: Había que oficializar el veredicto y formular las razones para que la sentencia que posteriormente se basara en ellas pudiera ser justificada ante los judíos para poder obtener la cooperación indispensable de los gentiles, especialmente Pilato.

De entrada, es importante entender que fue una profunda humillación para nuestro Señor, el que era absolutamente sin pecado ser sometido a un juicio dirigido por hombres pecadores. Ser juzgado por tales hombres y bajo tales circunstancias hacía que esto fuera infinitamente peor.

Sus inquisidores:

·         El codicioso, viperino, y vengativo Anás.
·         El rudo, astuto e hipócrita Caifás.
·         El artero, supersticioso y egoísta Pilato.
·         Y el inmoral, ambicioso y superficial Herodes Antipas.

En realidad, todo el juicio fue una farsa. Fue un juicio arreglado desde antes de comenzar. No había la menor intención de dar a Jesús una audiencia justa con el objeto de descubrir en estricta conformidad con las leyes de la evidencia si los cargos en su contra eran justos o infundados.

En los anales de la historia no hay parodia de juicio celebrado que sea más vergonzoso que éste. Además, para llegar a esta conclusión ni es necesario hacer un estudio de todos los detalles técnicos con referencia al derecho judío de ese tiempo. Diversos autores han enfatizado que el juicio de Jesús fue ilegal en base a varios puntos técnicos, como las siguientes:

a. No se permitía celebrar de noche juicios en que se comprometía la vida del acusado. Sin embargo, Jesús fue juzgado y condenado entre la 1 y las 3 de la mañana del día viernes y fue ejecutado durante la Fiesta, lo que estaba prohibido. Según la ley farisea, no se podían iniciar audiencias sobre un caso que comprendiera la pena capital en la víspera de una fiesta mayor como la pascua. No se podía declarar reo a una persona durante la noche. Ejecutar la sentencia en el día de una de las grandes fiestas era contrario a las reglas establecidas.

b. El arresto se efectuó como resultado de un soborno, el dinero que Judas había recibido.

c. Se pidió a Jesús que se incriminara a sí mismo.

d. En casos de pena capital, la ley judaica no permitía que la sentencia fuese pronunciada hasta el día siguiente al día en que el acusado era declarado reo.

Se han mencionado estos puntos y otros similares repetidas veces y se han usado como argumentos para demostrar la ilegalidad de todo el procedimiento contra Jesús de Nazaret. Sin embargo, el pervertido derecho rabínico había descubierto todos tipos de métodos para eludir sus propias reglas. Todo lo que Caifás tenía que hacer era declarar que el juicio de Jesús en este tiempo y bajo estas circunstancias era en beneficio del pueblo y la religión.

Cualquier persona con la mas ligera noción de justicia, puede darse cuenta que todos los tecnicismos legales solo fueron un parapeto, la forma de auto protegerse, el punto principal en este juicio es que desde hace mucho tiempo se había decidido que Jesús debía ser condenado a muerte Y el motivo tras esta decisión era la envidia.

Los líderes judíos no podían soportar que la influencia que tenían sobre el pueblo se les estuviera escapando y que Jesús de Nazaret los hubiera denunciado y desenmascarado públicamente. Estaban llenos de ira debido a que el nuevo profeta había puesto al descubierto sus motivos escondidos, y había llamado cueva de ladrones el atrio del templo del que obtenían muchas de sus ganancias.

Superficialmente, los dignificados principales sacerdotes, ancianos y escribas del pueblo podrían tratar de fingir indiferencia por el aire que asumían; interiormente eran vengativos, estaban irritados, en pocas palabras, tenían sed de sangre.

Por eso este no es un juicio sino una conspiración de ellos. Ellos la maquinaron y ellos se preocupan de que llegue a su ejecución. Los policías de ellos participan en el arresto de Jesús. Ellos mismos están presentes. Ellos buscan testigos falsos, contra Jesús para poder ellos condenarlo a muerte.

Ahora bien, para llegar a un veredicto que pudiera sostenerse había que tener testigos. Probablemente se había hecho algún trabajo previo para obtenerlos. Sin embargo, cuando los testigos comenzaron a dar sus testimonios, pronto se descubrió que, aunque eran tantos, no concordaban ni dos de ellos. Marcos14:56. Sin embargo, era necesario que se encontrara dos que concordaran. Una persona no podía ser condenada a muerte sobre la base del testimonio de sólo un testigo, la ley de Moisés lo dicta claramente en varias ocasiones. Números 35:30. Deuteronomio 17:6.

El relato continúa y nos dice: 61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. 62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? 63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

La alusión es al velado dicho de Jesús relatado en Juan 2:19 Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Los judíos que lo oyeron primero lo habían malinterpretado, como prácticamente todas sus enseñanzas, nosotros sabemos que el Señor se refería al santuario de Su Cuerpo, pero ellos lo tomaron literalmente.

Sin embargo, estos dos falsos testigos tergiversaron además el dicho mismo, como si el Señor hubiera declarado que él mismo iba a destruir el templo. Entonces, según el testimonio de ellos Jesús era un difamador del templo, en el libro de Hechos encontramos que algo parecido sucedió con Esteban y con Pablo mismo, para los judíos de esa época, el templo era junto al día de reposo, lo más sagrado que tenían.

Jesús podría haber denunciado el carácter totalmente infundado de la acusación. Podría haber mostrado que era una mala interpretación y una tergiversación de lo que él había dicho. Pero él sabe muy bien que el propósito de este juicio no es vindicar el derecho, sino más bien hacer que triunfe momentáneamente el mal. Por esto, permanece en silencio.

Esto irrita a Caifás. El presidente del tribunal ha decidido hacer algo más que solo presidir la reunión, está usando el concilio para sus propios fines, incitado por Anás, no descansará hasta derramar la sangre justa e inocente de Jesús, así que, visiblemente agitado se levantó de su silla y le dijo: ¿No respondes nada de lo qué están testificando estos hombres contra ti?

Es como si dijera: Este es un cargo grave que requiere respuesta de vida o muerte, pero Jesús seguía callado, está cumpliendo la profecía de Isaías 42:1–4. Mateo 12:18–21; y en la forma aún más específica la de Isaías 53:7.

Cuando parecía que el juicio iba a fracasar, Caifás repentinamente hace la pregunta principal, la que había estado en el pensamiento de los líderes por largo tiempo: Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Esa era la cuestión decisiva.

A fin de enfatizar la siniestra gravedad de la pregunta y la imposibilidad de negarle una respuesta, el sumo sacerdote pone a Jesús bajo juramento, el juramento de más peso de todos, por el Dios vivo. Exige una respuesta clara y directa a la pregunta: ¿Pretendes realmente ser el Mesías tan largamente esperado?

Si recordamos, el Señor Jesús nunca se reveló como el Mesías ni a las multitudes ni a los dirigentes judíos, lo hiso con sus discípulos, con la mujer samaritana, con otros pecadores, pero nunca lo hizo con los escribas y fariseos, sabía bien que ellos esperaban un mesías político, por lo tanto, la reacción natural sería el total rechazo.

No perdamos de vista que cuando Caifás le hizo la pregunta considerada por él como la que acabaría a su enemigo, fue realmente bajo la providencia de Dios que estaba dando al Hijo del hombre la oportunidad que estaba buscando para mostrar su Gloria.

64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

La respuesta de Jesús en el modismo de la época era un rotundo: sí es cierto, Jesús sabe perfectamente que tiempo de su condición de humillación está por terminar, pero es imposible pasar a su estado de glorificación sin antes terminar la obra que el Padre le encargó, por lo tanto es necesario que pase por todo lo que falta, aun así su respuesta es con miras a mostrar su gloria y majestad, es con la mirada puesta en el tiempo que se aproxima: se estado glorificado: veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo

·         Esta es la forma en que Daniel había visto al futuro Redentor. Daniel 7:13-14.
·         Así es como David lo presenta en su canto. Salmo 110:1.
·         Y así también Jesús se había descrito a sí mismo a sus discípulos. Mateo 16:27.

Además, las palabras de Jesús están cargadas de una seria advertencia, él esta mirando por la senda de la historia, al futuro, más allá de la crucifixión, de su resurrección, del pentecostés, está mirando al día de su regreso, en medio de las nubes para establecer su juicio.

En el día del juicio final él, Jesús, será el Juez y estos mismos hombres: Anás, Caifás y sus asociados, tendrán que responder del delito que ahora están cometiendo. ¡Vaya advertencia!

Las reacciones no se hicieron esperar: 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. 66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!



Aquí se hace muy clara la hipocresía del sumo sacerdote. Actúa como si estuviera abrumado por el pesar, aunque podría haber gritado de alegría. El hombre hace un gran papel. Rasga su túnica sacerdotal y dice: Ha blasfemado dando a blasfemado su sentido más grave: en forma injusta ha reclamado para sí prerrogativas que pertenecen solamente a Dios. No que el decir que era el Mesías fuera en sí una blasfemia.

A punto de explotar de emoción exclama: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ahora vosotros habéis oído su blasfemia, como si dijera, “Ya lo tenemos, ¿Para qué seguir buscando testigos cuando todos nosotros somos testigos?” Añade: 66. ¿Qué pensáis? Tan contento está, y tan seguro de sí mismo, que ahora por primera vez está dispuesto a dar a los demás la oportunidad de expresar su opinión.

En situaciones anteriores les había dicho: Vosotros nada sabéis. Juan11:49. Pero esto es diferente. Los demás, contentos de haber hallado al fin una solución a su problema y quizás hasta ansiosos de disfrutar de unas pocas horas de dulces sueños, pues son casi las tres de la mañana, dan prontamente su aprobación. Respondieron: Merece la muerte. El veredicto fue unánime Marcos 14:64. Suponemos que un miembro del consejo: José de Arimatea, estaba ausente. Lucas 23:50-51. Puede que otros también estuvieron ausentes.

Este veredicto unánime no era todavía una sentencia formal. Declarar culpable a una persona y sentenciarla son dos cosas distintas. A fin de crear por lo menos una apariencia de legalidad debía transcurrir un breve lapso entre las dos acciones.

Como se señaló anteriormente, en conformidad con las reglas existentes ese intervalo debió ser de un día. Pero según lo veían los miembros del Sanedrín, una tardanza tan prolongada sería peligrosa. Podría dar tiempo a los amigos de Jesús para organizar una revuelta en su favor. Ahora es el momento de actuar. Habrá que convocar al Sanedrín una vez más, temprano en la mañana con el propósito de dictar sentencia. Y aun aquella acción no será la definitiva. Todavía tendrá que ser aprobada por Pilato, el gobernador.

67 Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, 68 diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.

El relato enfatiza la crueldad que siguió al pronunciamiento del veredicto, lo que sigue nos resalta la burla con la que lo trataron. Por supuesto, aun las burlas eran crueles. La crueldad fue perpetrada por los policías del templo y los guardas del palacio aún no se habían ido, ellos que habían capturado a Jesús y ahora lo tenían en su poder. Lucas 22:63.

Estas crueldades y burlas eran para él una firme confirmación de que en verdad era el Mesías, el amado hijo del Padre, en quien se estaban cumpliendo profecías pronunciadas desde hace siglos: Salmo 22:6-7. Isaías 50:6.

Isaías tenía razón al describirlo: Isaías 53:3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.

No nos vamos a detener a estudiar a detalle las burlas, los golpes, los azotes, los escupitajos, esa es por lo regular lo que siempre escuchamos cuando se predican este tipo de pasajes de le Escritura, se hace bien, pues es con el fin de levantar la figura amorosa, paciente, piadosa del Señor Jesús, es con el fin de mostrarnos al varón de dolores en todo su esplendor.

Pero a lo que el día de hoy deseo dirigir nuestra atención es precisamente a estos alguaciles, a la policía del templo, al concilio reunid, si no a plenitud los 70 miembros, si la gran mayoría, además de por su puesto Anás y Caifás.

Todos ellos reunidos alrededor del creador y gobernador del universo, para enjuiciarlo, aunque ya con el veredicto determinado de antemano, todos ellos, conocedores de la les, escribas fariseos, saduceos, sacerdotes, exsumos sacerdotes, nadie puede negar que ahí, en esa hipócrita reunión había mucha información religiosa junta, mucho conocimiento de la ley, mucha falsa religiosidad, pero NADA DE VIDA ESPIRITUAL.

Tuvieron enfrente de ellos al Mesías Salvador y lo sentenciaron falsa e injustamente a morir, pero un día estarán si no se arrepintieron, delante del Mesías Rey a dar cuentas de sus actos.

¿Cómo esta nuestra vista espiritual hoy?  ¿Seremos como estos eruditos de la religión judía? ¿Llenos de información, pero ciegos a la luz de la vida que el Señor Jesucristo? ¿Llenos de celo, pero vacíos de amor? ¿Llenos de orgullo, pero vacíos de Cristo? Para ellos, al igual que para nosotros es la palabra de advertencia: un día lo veremos al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.


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