Una vez que el Señor Jesús termina su oración sumo sacerdotal,
se dirige con los once discípulos restantes al torrente de cedrón, donde entra
al huerto de Getsemaní ahora solo con los llamados tres íntimos: Pedro, Jacobo
y Juan.
Una vez en el huerto se da uno de los episodios
decisivos en el plan redentor de DIOS, pues la agonía sufrida, aunque fue parte
de su estado de humillación, al mismo tiempo se convirtió en una aplastante
victoria sobra satanás y la rebeldía del pecado con la cual los seres humanos
nacemos, fue en un huerto, el Edén donde satanás venció al primer Adán, es en
un huerto, Getsemaní, donde el postrer Adán vence a satanás y recupera lo que se había perdido: la capacidad de
obedecer sumisamente la voluntad de DIOS.
El día de hoy veremos el episodio del arresto del
Señor Jesús tras consumarse la traición de Judas Iscariote, nos quedaremos en
el evangelio de Juan, pues es el que contiene los detalles que en específico
nos llevarán poco a poco al clímax de nuestra enseñanza, que es mostrar que aun
en medio de uno de los actos más viles de la historia, el Señor Jesús manifestó
su gloria y majestad al ejercer sus tres oficios: Profeta, Sacerdote y Rey.
En el verso dos Juan nos dice: 2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque
muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.
Judas tenía la encomienda de encontrar y señalar al
Señor Jesús, ese fue el trato con los miembros del sanedrín, así que aprovecho
que el Señor Jesús durante 3 años y medio había acudido con sus discípulos una
y otra vez al huerto a orar y al mote de los olivos que está a su lado a
predicar a las multitudes, Judas sabía que, si tenía que buscar en algún sitio,
el huerto de Getsemaní era el indicado.
Esto ya lo tratamos la enseñanza pasada, el Señor
Jesús al acudir al huerto lo hizo aun en contra de uno del os instintos más
básicos del ser humano: el instinto de supervivencia, con ello dio continuidad
a una vida plena en obediencia y sumisión a la Voluntad de Su Padre.
El relato paralelo en Lucas nombra a Judas como uno de los doce, esto es con el
propósito de resaltar más el carácter vil y despreciable de su traición, todos
lo conocían no como un simpatizante, ni seguidor, ni siquiera discípulo, sino
apóstol, de los 12 elegidos del Señor, y aun así orquestó y llevo a cabo su
despreciable traición.
Juan continua su narración del evento: 3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y
alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con
linternas y antorchas, y con armas.
Sabemos por el relato de Mateo, que el sanedrín hizo
la petición especial de que una guardia de soldados romanos acompañó a los
alguaciles del sanedrín, a la turba incitada en contra del Señor, y a Judas
para que fueran a llevar a cabo el arresto.
No eran pocos los soldados, una compañía era la décima
parte de una legión, la legión constaba de al menos 6000 soldados, por lo
tanto, eran al menos 600 soldados romanos los que acompañaron a Judas, los
alguaciles y la turba furiosa.
Además de estos soldados, también fueron enviados
guardias del templo o alguaciles de los sacerdotes, que eran mayormente exsumos
sacerdotes y familiares de ellos, Los soldados y policías del templo estaban
armados con espadas y garrotes (palos cortos anchos, como las macanas policiales
actuales).
¿Pero por qué legionarios romanos? ¿No habría bastado
la guardia del templo? La respuesta es que el Sanedrín había aprendido que no
se podía siempre confiar en estos funcionarios. ¿Quién sabe? Aun podrían
ponerse de parte de Jesús, como había ocurrido anteriormente. Juan. 7:32-45. Por ello sintieron la necesidad
de un destacamento de soldados. Y puesto que las autoridades romanas mismas
estaban deseosas de evitar disturbios en Jerusalén, especialmente durante la
Pascua cuando siempre existía el peligro de una rebelión judía, los legionarios
solicitados fueron prontamente obtenidos.
Es irónico lo que sucedió, y Juan lo entendió cuando
escribió su evangelio, por eso hace la mención específica de que llevaban antorchas y linternas, irónico porque
estaban frente a La Luz del mundo, el
que creyera en Él no andaría en tinieblas jamás, pero estos pobres ciegos
espirituales, prefirieron apegarse a la patética luz de una linterna para guiar
su camino.
Es irónico también, porque llevaban palos y espadas,
para arrestar al Príncipe de Paz, esto
sin duda era una ofensa a su persona, y una clara señal de que nunca
entendieron nada de lo que dijo en todo su ministerio terrenal, ya no lo
consideraban como aquel que los iba a librar de la opresión de los romanos,
pero ahora, lo consideraban una amenaza a la paz nacional.
Para nuestro Señor Jesucristo: el Varón de Dolores, la
presencia misma de este grupo de rufianes, que lo consideraban como su presa,
significaba sufrimiento indescriptible. Habían salido contra él como si fuera
un criminal, un ladrón, un vil delincuente.
Esto significaba agonía. Sintió la ofensa amarga, como
resulta claro por las palabras que pronunció. Mateo 26:55 ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con
palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo,
y no me prendisteis.
Juan nos dice ahora: 4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se
adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?
Jesús en su Omnisciencia sabe perfectamente lo que
sucede, solo es una pregunta retórica, sabe la respuesta antes de formular la
pregunta, La agonía del Getsemaní, la oración de que le fuera retirada la copa,
el sudor de sangre, etc. había pasado. Ahora no queda nada sino decisión
tranquila, una majestad sublime.
Por eso es que el Señor salió a su encuentro y con
toda paz les pregunta ¿A quién buscan? Pero antes de formular su pregunta,
aunque Juan no lo narra, que Judas corona su traición con el beso de la muerte,
aquel a quien yo bese, ese es, a ese
arresten les había dicho. Hay quienes afirman que el beso era la forma usual de
saludar a un rabí. Sea como fuere, podemos estar seguros que tanto entonces como
ahora, aunque más en algunas regiones de la tierra que en otras, el beso era
símbolo de amistad y afecto, y eso hace aún más despreciable la traición.
Después de acabar con Judas, Jesús preguntó al grupo,
en especial a sus líderes: ¿A quién
buscan? Estaba a plena vista de todos. Daba su vida como rescate a cambio
de muchos. El dueño de del universo, quien controla todo en la creación, estaba
también en control total de la situación presente.
Sabemos por el relato de Lucas que el Señor Jesús
todavía le dirigió unas palabras de exhortación al hijo de perdición, Jesús le
dijo: ¿Con un beso que
estás entregando al Hijo del hombre? Aun en este último momento Jesús está amonestando
sinceramente a Judas y deja asentado que solamente Judas es culpable de su
eterna condenación.
En el versículo siguiente Juan nos muestra el oficio
profético del Señor: 5 Le respondieron:
A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el
que le entregaba.
La respuesta de parte de las autoridades es clara Buscamos a Jesús de Nazareth, el Señor
deja en claro que los besos traicioneros de Judas eran innecesarios, no iba a
escapar ni mucho menos a mentir al negar su identidad, claramente les contesto:
Yo Soy. Esta es la respuesta que denota su oficio profético.
El oficio profético del Señor Jesús fue y sigue siendo
el de proclamar el mensaje de parte de DIOS, Cristo como profeta es el
encargado de hablar a los hombres de parte de DIOS, esta corta respuesta del
Señor es en escencia el comunicarles a los hombres que Cristo es el
representante, el mediador entre DIOS y nosotros: Yo Soy.
Juan solo se limita a decirnos que Judas se encontraba
ahí con ellos, ¿Por qué Juan no refiere el episodio del beso? ¿Era simplemente
porque sabía que los lectores lo conocían suficientemente bien, ya que lo habían
leído en los Sinópticos? ¿O era también porque se estremeció ante el detenerse
en esta acción tenebrosa? Nos inclinamos por esta última opción. Judas, el
tesorero o mejor dicho extesorero, el hombre en quien los once habían confiado,
también él estaba ahora junto a los poderes del príncipe de las tinieblas.
En consecuencia, es natural incluirlo en el suceso que
se describe en el siguiente versículo: 6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.
Ahora estamos frente al segundo oficio del Señor
manifestado en medio de su arresto: el oficio de Rey. Qué imagen más
espectacular se dio, imagínelo vívidamente, una vez que el Señor termina de
comunicar su mensaje en calidad de profeta, ahora toma lugar el oficio regio,
es una evocación clara del Salmo 110.1.
Todos los presentes para llevar a cabo el arresto,
incluido Judas el traidor, perdieron el equilibro, se tambalearon y todos
fueron a dar de espaldas al suelo, sabemos que no incluye a los once apóstoles
porque solo sus enemigos son puestos como
estrado de sus pies, por ello entre muchos otros motivos es que la práctica
de orar por alguien para que caiga en el
espíritu de espaldas es totalmente
anti bíblica.
Si realmente le Espíritu Santo toca y llena a una
persona, está no caerá de espaldas, caerá rendido, postrado a los pies de
Cristo, lo amará, lo buscará, lo obedecerá, lo confesará como Señor y Salvador
de su vida y tratará todos los días de su existencia de ser más y más como su
Señor, pero en definitiva nunca caerá de espaldas al suelo.
Señor, pero en definitiva nunca caerá de espaldas al suelo.
No hace falta buscar otra explicación que no Sea la
Realeza divina de Cristo, no hubo un temblor de la tierra que sacudió a las
personas, no fue el efecto de la noche oscura, no se podía pues había luna
llena, no fue un efecto raro en su voz del Señor, simple y sencillamente fue
que aun en ese momento de humillación, el Señor se mostró en otro de sus
oficios eternos: el de Rey de reyes y Señor de Señores.
En los dos siguientes versículos encontramos el oficio
faltante: sacerdote. 7
Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús
nazareno. 8 Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí,
dejad ir a éstos.
Este es acontecimiento que sólo nos narra el apóstol
Juan, deducimos entonces que las personas ya se habían incorporado sobre sus
pies, cuando el Señor Jesús nuevamente lanza su pregunta: ¿A quién buscan? Ellos, muy probablemente temerosos por lo
ocurrido, contestaron nuevamente a Jesús
nazareno.
Jesús en su respuesta pone al descubierto el propósito
de haber repetido su pregunta: ya les
dije que yo soy, si me buscan a mí, dejen ir a estos, los once. Aun en los
momentos más oscuros de su vida terrenal, el Señor no dejo de preocuparse y de
interceder por el bienestar de sus discípulos, por ello es que aquí, en esta
petición el Señor está llevando a cabo el oficio sacerdotal: ser un
intermediario por el bienestar de los suyos. El sumo sacerdote protege amorosamente a sus elegidos. ¿Acaso
hay mayor muestra de amor incondicional que está?
No podemos pasar por alto una situación muy especial, es
increíble que, a pesar de ser testigos de la majestad del Rey de reyes, los
soldados romanos, los alguaciles de los sacerdotes, la turba enardecida y aun
el mismo Judas siguieron sin arrepentirse por lo que estaban haciendo. Esta es
una muestra más en la escritura que el corazón del ser humano es depravado por naturaleza, inclinado a
lo malo, incrédulo y malagradecido y a no ser que DIOS intervenga y nos haga
nacer de nuevo, nosotros mismos nada podemos hacer.
Juan nos narra que Jesús ejercer su oficio sacerdotal,
de paso cumplió con la promesa hecha a sus discipulos: 9 (Esto sucedió) para que se cumpliese aquello que había dicho: De los
que me diste, no perdí ninguno.
A primera vista, este pasaje parece muy extraño. Las
palabras que Jesús ha pronunciado se encuentran, en una forma u otra, en Juan 6:39; 10:28; y 17:12. En todos
ellos se refiere al hecho de que Jesús protege el bienestar espiritual de los
suyos, conservándolos, con la vista puesta en la vida eterna en las mansiones
celestiales.
Pero hay quienes dicen que las promesas se hicieron
pensando en el aspecto espiritual con la mirada puesta a la eternidad y que, al
citarlas aquí Jesús en medio de una crisis terrenal, pierden el sentido
original en el cual se dijeron.
La única respuesta que nos satisface es la que dieron
Calvino, Lutero, Stalker, Evans, Lenski y otros eruditos. La afirmación del
Señor es que, si los discípulos en este momento hubieran sido capturados por
estos soldados y guardas del templo, habría resultado una prueba demasiado dura
para su fe. No estaban listos para esta prueba extrema, para esta tortura.
Jesús lo sabía. En consecuencia, procura que no sean arrestados, procurando
entonces así su bienestar espiritual y guardando su profesión de vida eterna.
Por su orgullo y arrogancia Pedro decide no aprovecharse
de inmediato de la oportunidad de seguridad física que Jesús había
proporcionado. Tenemos aquí al excesivamente confiado Simón del aposento alto,
que afirmo y juró que el seguiría al Señor, hasta la muerte de ser necesario.
10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la
desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Y el siervo se llamaba Malco.
Si bien este incidente se relata en los cuatro
Evangelios, sólo Juan menciona los nombres de las dos personas que, además de
Jesús mismo, ocupan un lugar más prominente en el mismo. Cuando Juan publicó su
Evangelio, ya no era posible castigar al agresor. En consecuencia, se puede
mencionar su nombre al igual que el de la persona agredida, hacemos notar esto,
pues es el probable motivo por el cual los sinópticos no mencionaron los
nombres.
El agresor fue Pedro, que aquí se menciona con el
nombre completo: Simón Pedro. Envalentonado quizá por el maravilloso triunfo de
Jesús sobre los hombres que habían venido a capturarlo, y estimulado en gran
parte por el espectáculo de estos soldados y policías que un momento antes
yacieron en el suelo y por su propia jactancia anterior que tenía que
comprobar, Simón sacó de la vaina su espada, del griego machaira (μάχαιρα, G3162), que
describe también una daga corta, como un cuchillo de 10 máximo 12 centímetros
de largo y que usaba muy probablemente para limpiar pescado.
Vemos al buen Pedro una vez más apoyado en su propia
suficiencia, renegado a descansar en la suficiencia de Cristo, esto está por
terminar, cuando el Señor lo lleve al final de su autosuficiencia para que
reconozca que sin DIOS no es ni puede nada.
Entonces Pedro, habiendo sacado esa espada se abalanzó
sobre el siervo del sumo sacerdote, y probablemente debido a que el siervo saltó
rápidamente hacia un lado le cortó solamente
la oreja. Tanto Juan como Lucas nos informan que fue la oreja derecha.
El nombre del siervo era Malco. Aquí tenemos el toque
del testigo ocular. El cuarto Evangelio está lleno de este tipo de detalles muy
a propósito, no es algo que le platicaron
a Juan, es algo que vivió en carne propia. De hecho, sabemos que Juan, el
escritor conocía al sumo sacerdote (18:15). Por lo tanto, no sorprende que
también conozca el nombre de su siervo.
Estamos por terminar el relato del arresto, lo
siguiente que Juan nos narra al respecto es: 11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que
el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
Es Lucas, el medico amado, en su relato, quien menciona
el hecho de que Jesús tocó la oreja del siervo y la curó Lucas 22:51. Jesús reprende fuertemente al precipitado y obstinado
de Pedro, y le dice que envaine la espada, recordando lo dicho en Jeremías 47:6.
Son al menos 3 las razones de esta orden:
1.
La que se da aquí, la
copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber? Ha terminado la lucha en
Getsemaní. Jesús ya no pide que la copa del sufrimiento más amargo y la muerte
eterna en la cruz pasen de él. Está totalmente decidido a beberla. Es la copa
que el Padre le ha dado, se pactó en la eternidad pasada, se confirmó en la
Encarnación y se cumplió en el Huerto de Getsemaní. En consecuencia, no debe
ahuyentarse al enemigo por medio de la espada. El buen pastor debe ofrecerse
voluntariamente. La acción de Simón contradice esta determinación. Mateo 26:54 Pero ¿Cómo entonces se
cumplirían las Escrituras de que es necesario que así se haga?
2.
Jesús debe poder decir a Pilato: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis
servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino
no es de aquí. Juan 18:36.
3.
Si hubiera sido el deseo de Jesús defenderse, tenía
otros medios a su disposición, por ejemplo, más de doce legiones de ángeles. Mateo 26:53 ¿Acaso piensas que no puedo
ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? La acción precipitada y violenta de Pedro era
totalmente innecesaria.
Antes de entregarse a este grupo, Jesús aprovecha la
oportunidad para poner en alto que este acto vil y despreciable, una vez más,
lejos de ser una derrota, es parte de su victoria, es parte del plan perfecto
trazado en la eternidad, es la forma, la unica forma de hacerlo y cada paso en
el plan se está llevando a cabo exactamente como Cristo quiere que se haga.
Se están dando las cosas para que se cumplieran las
Escritura. Mateo 26:55, 56. En
consecuencia, su entrega no fue, en realidad, rendición. ¡Fue victoria, Su
victoria!
En lo que maniatan y llevan a Jesús, los discípulos se
dispersan. Fue atrapado uno de los seguidores del Maestro, no uno de los doce,
sino alguien que rápidamente se había cubierto con una sábana. Sin embargo,
dejó la sábana en manos de su perseguidor, y huyó desnudo. Los detalles se
pueden ver en Marcos, quien hace
mención de que era el mismo.
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