lunes, 8 de julio de 2019

El Evangelio De Juan 132: Palabra De Necesidad. Juan 19:28-29.


 
El día en que Jesús fue crucificado, desde la cruz proclamo siete frases, que hacen eco en la eternidad, pues son tan actuales como en el día y lugar en que se dijeron.

Hasta ahora hemos visto que Jesús:

·         Oró por sus enemigos.
·         Le garantizo la vida eterna al ladrón arrepentido.
·         Hizo provisión para el futuro de maría.
·         Clamó a Dios en medio de las tinieblas del abandono.

El día de hoy veremos la quinta palabra de Cristo en la cruz:

¿Cuál fue?
¿Qué significado tiene?
¿Por qué la dijo?
¿Qué cumplimiento de la Escritura es el que nos refiere Juan?
¿Qué importancia tiene?
¿Cómo impacta nuestras vidas en la actualidad?

Después de haber hablado las primeras cuatro palabras, Jesús supo que su obra por los demás ya había sido totalmente cumplida. A lo largo de su permanencia en la tierra y sobre todo en la cruz había sufrido la ira de Dios contra el pecado para así liberar a su pueblo De este terrible mal y hacernos merecedores de la salvación eterna. La tarea ha sido cumplida. Jesús lo sabía, porque conocía todas las cosas en su totalidad y una por una las ha cumplido cabalmente. 

En consecuencia, fijándose ahora sí en su propia necesidad, dijo: Tengo sed. Vemos en esta Escritura que, después de gritar por el abandono del Padre, Jesús exclama su sed física.

Esta era la consecuencia lógica del desangramiento, las heridas causadas por la flagelación de los pretorianos, más la sangre perdida en Getsemaní y por la corona de espinos en su cabeza empezaron a pasar factura: deshidratación. Es importante hacerlo notar, pues es una prueba más de la completa humanidad del Señor Jesús, si Cristo no es al mismo 100% divino y 100% un ser humano, nuestra salvación no sería completa.

Tenia que morir como un ser humano, en primer lugar, porque un espíritu no tiene sangre y el sacrificio que la ley exige es un sacrificio cruento. ¿Por qué la sangre cubre o es para el perdón de los pecados? Hebreos 9:22. Génesis 9:4.

La vida del hombre se ha depravado por el pecado, por consecuencia ha perdido la comunión con DIOS, y el pago es la muerte, en cambio la vida está en la sangre, para traer nuevamente equilibrio espiritual, es necesario que esa muerte sea retirada por medio del ofrecimiento de vida, o en este caso de sangre derramada, como la vida está en la sangre sería preciso verter la propia sangre para exonerarse de la carga del pecado, pero nuestra propia sangre está manchada, contaminada por el pecado mismo y no sirve más para limpiar. 

Por este motivo es que DIOS proveyó de animales limpios y al poner las manos sobre la cabeza del animal a inmolar se confesaban los pecados y entonces ya eran degollados y su sangre se derramaba en sustitución de la sangre manchada del pecador.

Sin embargo, la sangre de animales solo era una representación no podía eternamente limpiar los pecados como dice Hebreos 9:13-14 y 10.4. Un animal no podía sustituir a una persona perfecta y eternamente, de ahí que el Redentor de la humanidad: Cristo, tuviese que hacerse solidario de la naturaleza humana. Hebreos 2:14-17.

Alguien se ha preguntado alguna vez ¿Cómo es posible que la sangre de un solo ser humano alcance para redimirnos a todos? La respuesta reside en la divinidad de Cristo, no fue un ser humano normal, fue en primer lugar uno que nunca pecó y además el Verbo divino, la segunda persona de la Santísima Trinidad Encarnado, el que derramó su preciosa sangre. Por eso su sangre es suficiente para salvar a toda la humanidad y eficiente para salvar a sus elegidos.

Además, Jesús es 100% un ser humano, lo demostró al tener sed, tiene que ser así porque DIOS no puede morir, y si Jesús solamente es divino, sin la parte humana, entonces en realidad no habría muerto y nuestra salvación simplemente no sería eficaz. Por último, recordemos que satanás venció a un hombre: Adán y fue el postrer Adán, es decir Cristo otro ser humano, quien recuperó lo que se había perdido: el acceso a la comunión intima, personal y permanente con DIOS.

Pero, no es la primera vez que el Señor hace una exclamación de este tipo, hace varios meses atrás, cuando escudriñamos el capitulo cuatro de este maravilloso evangelio nos dimos cuenta de que hizo una petición similar, aunque obviamente en condiciones diferentes. Juan 4:5-7.

En esa ocasión, al inicio de su ministerio terrenal, después de caminar una larga jornada, cuando llegó al pozo de Jacob, cansado y sediento, le pide a la mujer samaritana que le dé a beber agua del pozo. En esa ocasión, como ahora fue con el propósito de mostrarse como el agua de vida. Aquel que bebe de esa agua no tendrá sed jamás.

Ahora está por terminar su ministerio terrenal, a minutos de hecho de que así suceda, y nuevamente exclama su sed física. ¿Cómo es posible que el creador de los ríos, los océanos, los lagos, del agua misma, tuviera los labios resecos por la sed? ¿Cómo es posible que aquel que calmó el mar con su palabra anhelara algunas gotas para refrescarse? Aquel que hizo milagros en favor de otros se rehusó a realizarlos en favor de sí mismo. Se rehusó a producir agua para matar su sed, fácilmente pudo hacerlo.

Para entender su clamor, tenemos que entender las profecías mesiánicas. Las profecías mesiánicas son las profecías que encontramos en el A.T. concernientes al nacimiento, vida, muerte, resurrección y reinado futuro del Mesías.

Todas estás profecías se cumplen únicamente en la persona de Jesucristo, porque él es el Mesías prometido para liberar a su pueblo, pero no del yugo romano de esa época, sino de sus pecados que eran el peor yugo que pudieran llevar.

A lo largo y ancho de todo el Antiguo Testamento, encontramos un gran número de referencias y de profecías predictivas acerca de Jesucristo, tan solo 29 de ellas se cumplieron en el periodo de su traición, muerte sepultura y resurrección, estas 29 profecías fueron emitidas por diferentes personas en diferentes circunstancias y a lo largo de 500 años entre el año 1000 y el año 500 antes de Cristo, aun así todas ellas fueron cumplidas literalmente y con gran exactitud en un lapso de 24 horas aproximadamente.

Las profecías cumplidas son las siguientes:

·         Traicionado por un amigo.
·         Vendido por 30 piezas de plata.
·         El precio dado para comprar un campo.
·         El dinero arrojado en el templo.
·         Olvidado por los discípulos.
·         Acusado por falsos testigos.
·         Mudo a las acusaciones.
·         Herido y magullado, escupido, objeto de burla.
·         Manos y pies horadadas.
·         Crucificado con ladrones.
·         Intercedió por sus perseguidores.
·         Rechazado por su pueblo.
·         Aborrecido sin causa.
·         Sus amigos alejados.
·         La gente meneo la cabeza.
·         Objeto de la curiosidad pública.
·         Vestiduras repartidas y rifadas.
·         Sufrió sed, le dieron hiel y vinagre.
·         El clamor de abandono.
·         Se encomendó a DIOS.
·         Huesos no quebrados.
·         Corazón roto.
·         Costado abierto.
·         Tinieblas sobre la tierra.
·         Fue sepultado en la tumba de un rico.

En nuestro estudio de bibliología de media semana, recientemente vimos que las probabilidades matemáticas de que una persona cumpla tan solo 8 (las que están fuera de su alcance) de estás profecías mesiánicas es de da 1 entre 28 x 1027.

Jesús estaba demostrando la veracidad de la Palabra de DIOS, al pronunciar las palabras tengo sed. Él estaba citando: Salmo 22:15. Salmo 69:21. Ambos son obviamente Salmos mesiánicos.

Del Salmo 69.21. Se desprende la narración de Juan 19:29. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.

La vasija llena de vinagre o mejor dicho vino agrio como el que bebían los soldados, fue la fuente por medio de la cual se calmó la sed de Jesús. Incluso en el proceso de satisfacer, de alguna forma, esta necesidad física apremiante, se hizo burla de Jesús.

Mateo 27:48-49 es aún más específico: Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Empaparon una esponja con vinagre, la acercaron a la boca de Jesús, de forma que este líquido amargo le llevara cierto alivio a sus labios y garganta resecos.

Una de las primeras señales de la vida es la sed. Todos nacemos sedientos, como lo saben muy bien las madres. Y, así como entramos en este mundo trayendo la sed física, también traemos la sed espiritual. Allá por el siglo XVII, el autor y ministro religioso Henry Scougal, escribió: El alma del hombre trae consigo una sed voraz, insaciable. Solamente cuando nos entregamos a Dios esa sed puede ser saciada.

Tenemos dentro de nosotros sed de comunión, no solamente con las otras personas, sino también con el Dios que nos creó. Algunos deciden apagar esa sed en el alcohol, en el sexo, el dinero o el poder. Otros llenan su vida con placeres, tratando de sobrevivir por el estímulo continuo de las sensaciones del cuerpo. Todas esas fuentes dan una falsa ilusión de sustento, pero solo contaminan al hombre y lo mantienen apartado del Agua verdadera, tal como lo dijo el profeta hace casi 2500 años. Jeremías 2:13.



Una cisterna vacía a la cual lamentablemente muchos cristianos en la actualidad acuden, son las pláticas motivacionales de Daniel Habif. Quien bajo el argumento de ser cristiano, es buscado por muchos sedientos espirituales. Lo buscan porque les habla bonito, con palabras y videos muy emotivos acerca de:

·         Relaciones de pareja.
·         Perdón a los enemigos.
·         Superación de problemas.
·         Amor al prójimo.
·         Crecimiento emocional.
·         Desarrollo laboral.
·         Etc.

Pareciera que no tiene nada de malo sus platicas, pero el problema es que tampoco tiene el evangelio, no habla de la cruz de Cristo, no habla de nuestra pecaminosidad, no habla de la salvación por medio de la fe en la obra del calvario, no habla de Cristo, más que como un amuleto de buena suerte, los pocos versículos que llega citar, que casi siempre van mezclados con palabras altisonantes (urge que le enseñen el 3er mandamiento) son siempre sacados de su contexto original para que se amolden a sus bonitas charlas de superación personal.

La cuestión no es si tenemos sed, pues todos la tenemos, sino hasta cuándo tendremos sed, si estamos delante de Jesús, la Fuente del Agua viva.  Gracias a DIOS, Jesús sufrió con los labios resecos para que nosotros pudiéramos beber de la Fuente de la salvación. Y la promesa es segura. Apocalipsis 7:16-17.

Jesús si que conoce el significado de la palabra dolor, no como el médico que conoce una enfermedad, sino como el hombre con heridas en su cuerpo y con la boca reseca. Los ángeles le hubieran llevado de buen grado un vaso de agua, pero él soportó la deshidratación. Jesús bebió la copa de la muerte para que nosotros pudiéramos beber la copa de la vida. Sufrió la sed para que nosotros fuéramos salvados de la sed eterna.

Puedes pensar que en realidad no estás sediento porque te conformas con unas gotas de agua que encuentras en esas cisternas vacías, pero el día que veas tu realidad, el día que DIOS abra tus ojos y veas tu corazón reseco hasta la muerte por causa del pecado, ese día puedes venir a Cristo y beber de él.

Durante su ministerio, ese Jesús que ahora estaba sediento dijo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Juan 7:37-38.  La invitación sigue en pie: Apocalipsis 22:17.

¿Hasta cuándo reconocerás que estas cansado de las aguas de este mundo, aguas que no satisfacen?  Esas aguas no sacian la sed espiritual; por eso, solo Cristo, el agua de vida puede hacerlo, padeció la sed en el calvario, para que tu puedas beber libremente de él.







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