Las palabras dichas por Jesús durante su
ministerio terrenal de que le era necesario sufrir, ser muerto y resucitar al
tercer día, se cumplieron al pie de la letra, el primer día de la semana, es
decir el domingo, al rayar el alba, se dio el mayor acontecimiento de todos los
tiempos, la gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Hay ya dos testigos inalterables, la piedra
removida, tirada a todo lo lago en el suelo y los lienzos enrollados dentro de
la tumba, el primer testigo, la piedra es la muestra de que Jesús venció por
completo y fue tirada al suelo ara que todos pudieran ver que el sepulcro
estaba vacío, el segundo testigo, los lienzos son la muestra de que aunque el
cuerpo del Señor no fue robado por sus enemigos ni mucho menos por sus
discípulos, en ambos casos, los lienzos no estarían en la tumba.
Las mujeres fueron al sepulcro, pero no se
esperaban las maravillosas noticias, así que pensaron lo peor, angustiadas,
unas de ellas corrieron a avisar a Juan y a Pedro, los cuales al percatarse de
que en verdad se cumplió lo que Jesús anunció, regresan gozosos con los suyos, pero
en este instante su gozo es por la familiaridad y compañerismo que tenían con
el Señor Jesús, por el gran amor que le tenían es que se alegraron en gran
manera.
Sin embargo, como lo entendimos la semana
pasada, nos gozamos en la resurrección de Cristo, si por amor igualmente que
los apóstoles, pero al entender la trascendencia y el propósito de su resurrección,
nos alegramos aún más, como si esto fuera posible.
¿Por qué era necesaria no solo la muerte, sino también
la resurrección de Cristo de entre los muertos? Porque la vida debía de llegar hasta donde llegó la muerte: cuerpo, alma
y espíritu del ser humano, por lo tanto, la obra redentora de Cristo si de
verdad iba a ser efectiva no podía terminar en muerte, sino en vida: SU
GLORIOSA RESURRECCIÓN.
Pero las narraciones aun no
han terminado, aun faltan muchos eventos, presentaciones personales del Señor
Jesús, antes de su ascensión en Gloria a la diestra del Padre, a las mujeres, a
los dos en el camino a Emaús, a los discípulos sin Tomás y con Tomás, cuando
regresan de la pesca, etc. Los iremos estudiando poco a poco, para descubrir lo
que DIOS tiene preparado para nosotros por medio de estos hermosos relatos
verídicos.
Empezáremos con el relato de
Juan, acerca del encuentro de Jesús con María Magdalena, a las afueras del
sepulcro.
11. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras
lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12 y vio a dos ángeles con
vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los
pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
El relato ahora nos lleva
con María Magdalena. Resulta razonable suponer que fue un poco más lenta en
llegar al sepulcro que Pedro y Juan. Ellos ya regresaron a sus casas, pero
Magdalena no, ella está a las afueras del sepulcro, llorando.
Su profundo pesar se
manifestaba en un sollozo constante, irrefrenable, lo sabemos por el verbo klaio (κλαύω, G2799) que es el utilizado por Juan para describir su
llanto. Al mismo tiempo que daba rienda suelta a su amargo pesar, se inclinó
para echar un vistazo al sepulcro. Vio a dos ángeles sentados, uno a la
cabecera y el otro a los pies de donde había yacido el cuerpo de Jesús. Debe
considerarse como probable que estos dos ángeles se presentaran en forma de jóvenes
por lo relatado en Marcos
16:5. Sus blancos vestidos
indican santidad, quizá también como muchos comentaristas dicen, gozo y victoria.
Simbolizaban el triunfo de
la vida sobre la muerte, de la luz sobre la oscuridad, de la gracia sobre el
pecado. Pero ¿por qué aparecerían estos ángeles a las mujeres y no a Pedro y a Juan?
¿Fue porque la fe de las mujeres era mucho más débil que la de los hombres por
lo que necesitaba el apoyo especial del ministerio de los ángeles? Se ha
sugerido esta respuesta, pero nada hay en el relato que la demuestre.
Es más probable de hecho, ir
en dirección contraria y decir que el aspecto de estos ángeles y el mensaje que
trajeron, primero a las otras mujeres, Mateo 28:5–7; luego a María, Juan 20:13, fue una recompensa especial por el ministerio muy especial
de amor en que se habían destacado ellas, incluyendo María Magdalena.
Los ángeles de inmediato
lanzaron una pregunta crucial a Magdalena. 13. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han
llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Es una pregunta crucial porque en ella los
ángeles hacen va implícito un mensaje: Este es tiempo de gozo, no de
lágrimas.
No lo veamos tanto como un reproche, sino
más bien como un recordatorio, un recordatorio de que ha terminado el tiempo de
aflicción y tortura física, mental y espiritual del Señor Jesús, de que el
estado de humillación terminó, y la condición de exaltación está comenzando, de
que ni la muerte, ni el diablo ni el pecado pudieron vencer al Señor Jesucristo,
que no hay más motivo para estar tristes, no es día de llanto, es día de gozo.
Ella aun no lo sabe, pero la resurrección
del Señor no es como ninguna que se haya tenido registro, Elías oró por el hijo
de la viuda, pero ese muchacho tarde o temprano volvió a morir, la hija de
Jairo, el hijo de la viuda de Naín y Lázaro también habían resucitado
recientemente cuando el Señor Jesús oro por ellos, pero llegaría el día en que
tendrán que volver a morir.
Lo que hace única y especial la resurrección
del Señor Jesús, es que el se levanto de entre los muertos para no volver a
morir nunca más, es un acto permanente, es un hecho irreversible, es un
acontecimiento permanente y eterno, todas las demás han sido resurrecciones
temporales, aun las que la medicina ha logrado, al traer de la muerte a personas
por medio de RCP, fibrilación o medicamentos, son temporales, tarde o temprano
volverán a morir para siempre en este cuerpo carnal.
Sin embargo, así como la muerte de Cristo fue única en
el sentido de que por medio de ella pagó por nuestros pecados, de igual manera
su resurrección es única, no solo por lo inesperada y sorprendente, sino porque
también es el modelo, el principio, la primicia
de los demás que habremos de resucitar en el día postrero: 1ª Corintios
15:20-23. Apocalipsis 1:5.
En la mente confusa de María no hay cabida
todavía para estas maravillosas noticas, en ella solo queda lugar para un
pensamiento, que lo expresa al responder, Se han llevado a mi Señor, y no sé
dónde le han puesto.
También se podría traducir así, Mi Señor
ha sido llevado, etc. No podemos dejar de notar que María Magdalena todavía
habla de Jesús como de su Señor. Lo que más hubiera hecho feliz a está mujer
era encontrar el cuerpo de Jesús para ungirlo, no se esperaba lo que sucedería
en el siguiente instante. Los planes del Señor siempre son mejores de lo que
pensamos.
14. Cuando había dicho
esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
María había estado mirando dentro del
sepulcro. Ahora, repentinamente, se vuelve para mirar en dirección contraria.
¿Por qué? Hay varias teorías:
a)
Porque
Jesús había aparecido de repente, y los ángeles que lo vieron desde donde
estaban en el sepulcro se inclinaron para adorarlo, lo cual hizo que María se
diera la vuelta para ver por qué los ángeles habían hecho eso.
b)
Porque
los ángeles, al ver a Jesús, señalaron hacia él, sugiriéndole a María que
mirara fuera del sepulcro.
c)
Porque
los ángeles desaparecieron de repente de la vista.
d)
Porque
María oyó que alguien se acercaba.
Lo más sencillo de creer sin hacer violencia
al texto es esto último, ella sintió que alguien se acercaba detrás suyo
y simplemente volteo. Lo importante es que María se encuentra ahora frente a
alguien a quien todavía no reconoce como dice el versículo siguiente:
15. Jesús le dijo: Mujer,
¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
María vuelve a oír la misma pregunta que le
habían hecho un momento antes: Mujer, ¿por qué lloras? No podemos
esperar menos, exactamente las mismas palabras, hay armonía, hay correspondencia,
en el reino perfecto, hay armonía perfecta.
Y la pregunta fue muy oportuna y adecuada, ya
lo entendimos, no era momento de llorar, al contrario, hay que salir a celebrar
con gozo el triunfo del Señor por medio de la resurrección. El Extraño, en ese
momento para maría Magdalena, agrega, ¿A quién buscas? No pregunta ¿¿Qué
buscas? Aunque en la respuesta a los ángeles María había hablado de su
Señor, no lo había buscado a él sino a su cadáver. Había buscado algo, no a
alguien.
Cuando El que ahora se dirige a María
pregunta, ¿A quién buscas?, comienza a encauzar los pensamientos de ella
en otra dirección mejor. Debe comenzar a buscar a una persona no a una cosa. Los
planes del Señor siempre son mejor de lo que esperamos.
La respuesta de María es directa: Ella
pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime a
dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.
¿Por qué pensó María que esa persona que le
habló era el que cuidaba del huerto de José de Arimatea? Hay al menos tres
motivos:
1.
Porque,
debido a su incredulidad, no buscaba al Salvador resucitado.
2.
Quizá,
porque Jesús tenía un aspecto diferente de antes como dice Marcos 16:12.
Sin embargo, el hecho de que lo tomara por el hortelano prueba que tenía la
forma humana común.
3.
Porque
en el huerto esperaba ver al hortelano o guardián.
A este supuesto hortelano María le dice: Señor,
si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.
María ahora le pide un favor a esta persona,
por ello es que respetuosamente le llama señor, ella le dice que si él,
por la razón que sea, ha trasladado el cadáver, le diga donde lo ha puesto, a
fin de que ella lo pueda hacer trasladar a algún lugar conveniente donde se
pueda ocupar de ungirlo con perfumes.
María, no esperando una respuesta
satisfactoria, se volteó, de modo que se encontró otra vez mirando hacia el
sepulcro vacío. Tratándose, después de todo, de una mujer desesperada, no
resultaría extraño esto, lo sabemos por el siguiente versículo:
16. Jesús le dijo:
¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Con mucho amor y ternura, el Señor se
refiere en su nombre arameo a Magdalena, Miriam le llama, utilizando una
sola palabra, en un tono de cordialidad y ternura como en los días pasados, es el
nombre que Jesús siempre había utilizado al hablarle, es el que se emplea en
este caso. Jesús se dirige a ella en su nombre propio, en su lengua materna.
Ella se volvió y le dijo
en arameo: ¡Raboni! (que significa, Maestro). Cuando María oye su
propio nombre en su lengua materna, dicha en esa forma conocida como una sola
Persona jamás la había pronunciado, se aparta rápidamente del sepulcro para
dirigirse hacia el que la habla y con una palabra de dramática sorpresa, alegre
reconocimiento, y humilde reverencia exclama, Raboni. rabbounei o
rabboni (ῥαββουνεί, G4462).
Es una variante de la palabra aramea Rabí
que significa maestro, Raboni originalmente significaba mi
maestro, Juan únicamente lo traduce como maestro pensando en sus
lectores de Asia Menor que no hablaban arameo, y su uso es mucho menos común que
Rabí. El título Raboni se dio a unos pocos Rabís, por ejemplo, a
Gamaliel I y Gamaliel II. A menudo se utilizaba para referirse a Dios mismo
como maestro por excelencia. Es título aún más respetuoso que rabí, pues
significaba también: mi gran señor.
¿Cómo supo ella en ese momento que se
trataba de Jesús? ¿Qué la hizo recapacitar su postura? Lo dicho por Jesús mismo
en Juan 10.4 lo explica: mis ovejas oyen mi voz y me siguen. Cuando
pensó que era el hortelano, María tenía la vista retirada de Él, como lo denota
el texto; pero, en cuanto Jesús la llamó por su nombre, volvió los ojos hacia
Jesús.
La devoción de Magdalena sigue latente, su
respeto por la persona de Jesús nunca decayó, y en estos momentos glorioso, no
solo no decayó, va en aumento. Ella debió querer tomarlo por los pies en
muestra de reverencia y honor, pero también como un gesto de que no quiere que
se vaya nunca más, lo sabemos por lo narrado en el siguiente versículo.
17. Jesús le dijo: No me
toques, porque aún no he subido a mi Padre; más vé a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
¿Qué quiere decir este pasaje de la
Escritura? Algunas otras versiones más dinámicas de este texto lo traducen
mejor al decir suéltame, no me retengas, o suéltame no te adhieras a mí, no
te aferres a mí. Como dando a
entender que no por el hecho de que ella lo sujete con fuerza de los pies Mateo
28:9, lo conservará para siempre a su lado.
Cuando le dice porque aun no he subido a
mi Padre, le está dando a entender que todavía quedan cuarenta días hasta la
ascensión a los cielos y, por tanto, tendrá tiempo de verlo y tener comunión
con él.
Jesús no se opuso a que lo tocaran. De lo
contrario, ¿cómo se podría explicar cuando le dijo a Tomas toca mis llagas y mi
costado? Lo que censuró fue la idea equivocada de María de que la forma
anterior de comunión iba a reanudarse, en otras palabras, que Jesús fuera a
volver a vivir en comunión diaria y visible con sus discípulos, tanto hombres
como mujeres. Sin duda que la comunión se reanudará; pero no de la forma en que
ella espera, será mucho más abundante y bendita. En la comunión del Espíritu
Santo con su iglesia.
Pero vé a mis hermanos, y
diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Tanto María Magdalena como las otras mujeres
reciben un mensaje que deben transmitir a los once. Pero en tanto que las otras
mujeres deben decirles a los hombres lo que ha sucedido ha resucitado de
entre los muertos y donde se encontrará Jesús con ellos Va delante de
vosotros a Galilea; allí le veréis, María debe anunciarles el gran
acontecimiento en la historia de la redención que va a ocurrir: Subo a mi
Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Jesús llama ahora a sus discípulos con un
nombre nuevo: hermanos. Una relación nueva, la comunión en el Espíritu,
a punto de ser derramado, exige un nombre nuevo, un nombre todavía más íntimo
que el hermoso nombre de amigos, ahora nos llama hermanos.
Los hermanos son de una misma familia.
Tienen mucho en común. Comparten la misma herencia. Así pues, todo verdadero
creyente es coheredero con Cristo Romanos 8:17. Así pues, también, en el
sentido espiritual, Dios no es el Padre de todos los hombres sino sólo de quienes,
habiendo sido escogidos desde la eternidad, han aceptado al Hijo con fe viva. Estos,
todos éstos y sólo éstos, somos hermanos de Cristo.
Cuando pensamos en el hecho de que apenas
unos días antes todos estos hombres lo abandonaron y huyeron, nos
sorprende aún más que Jesús, con tierna misericordia, quiera llamarlos sus
hermanos.
Lo que María debe transmitirles como un
mensaje de Cristo para ellos es esto, Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a
mi Dios y a vuestro Dios”.
Jesús distingue, y al mismo tiempo subraya
la intimidad de la comunión entre él mismo, su Padre, y los discípulos. La
distinción resulta muy clara por el hecho de que no dice, Subo a nuestro
Padre o a nuestro DIOS.
Él es claro en distinguir su filiación de la
de ellos; por ello dice, a mi Padre y a su Padre a mi Dios y a su Dios. Sin
embargo, también se subraya la intimidad de la comunión; el mismo Dios que es
Padre de Jesús es también Padre de los discípulos. Una paradoja más en el
cristianismo, distingue al creador de su creación y al mismo tiempo nos dice
que somo hijos suyos por su maravillosa obra.
María magdalena obedeció de inmediato. 18.
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había
visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.
No se ha registrado dónde fue el Señor
después de aparecerse a María. Además, incluso resulta dudoso que, de haberse
registrado, habríamos podido comprenderlo, porque debe tenerse presente que el
período de su comunión diaria visible con los discípulos ya ha concluido.
Simplemente aparece, ahora a éste, luego a aquél; y no debemos preguntar, ¿Dónde
estaba entre las apariciones? Sabemos muy poco acerca de la naturaleza del cuerpo
resucitado y acerca de sus idas y venidas. Además, si la biblia caya por no
tratarse de un hecho relevante, nosotros hacemos lo mismo.
El caso de María es diferente. La Escritura
nos dice que hizo lo que se le ordenó que hiciera. María debe haber sido una
persona muy emotiva. En cierto sentido, nos recuerda a Pedro. En cierto momento
la vemos llorar mucho. Se deshace en lágrimas, tanto, que incluso apenas advierte
la presencia de los ángeles. Un momento después, el momento de reconocimiento gozoso,
cuando el Señor resucitado pronuncia su nombre, todo cambia. “Raboni”, exclama;
y, llegada a donde están los discípulos, apenas si puede contenerse en
decirles, He visto al Señor.
Ahora ya no pensaba en un cadáver. No más, se
trataba del Señor vivo, gloriosamente resucitado del sepulcro. María Magdalena comunicó
el mensaje, palabra por palabra, exactamente como el Señor le había dicho que
hiciera. Y estas palabras deben haber sido muy preciosas para los discípulos.
María Magdalena:
·
Sanada
de 7 espíritus inmundos por Jesús.
·
Se
hizo discípula suya por agradecimiento y amor.
·
Siempre
lo consideró su Señor a pesar de toda circunstancia.
·
Lloró
porque pensaba que había desaparecido su cuerpo del sepulcro.
·
Al
verlo resucitado lo toma de los pies porque no quiere alejarse de él unca más.
·
Al
recibir una instrucción obedece de inmediato.
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