lunes, 10 de febrero de 2020

Hechos Historia Salutis 17: Una Iglesia Sana Es Una Iglesia Unida. Hechos 4:32-37.


Pedro y Juan, después de comparecer ante el sanedrín y ser exonerados puesto que no se halló falta alguna en ellos, de inmediato van con los suyos, es decir se reúnen con la iglesia, o al menos con una parte sustancial de ella, y les comunican la amenaza de no poder predicar ni enseñar más acerca del Nombre de Jesús, lo primero que hace la iglesia ante esta situación es orar a DIOS.

El modelo de la oración de la iglesia en este pasaje fue claro y magistral:

1.    Conforme al carácter de DIOS. Lo conocían.
2.    Conforme a la palabra de DIOS. La citaban.
3.    Conforme al decreto de DIOS. Lo entendían.
4.    Para la gloria de DIOS. La anhelaban.

La respuesta a la oración no se hizo esperar, DIOS hace temblar el lugar, pero no es la única respuesta, en los versículos finales de este cuarto capítulo leemos el complemento de esa respuesta, Lucas describe cómo los miembros de la iglesia de Jerusalén vivían juntos, en unidad.

Era evidente la armonía que prevalecía entre los hermanos, y los apóstoles continuaban predicando la resurrección de Cristo Jesús. Juntos ellos velaban por todas las necesidades espirituales y materiales de los creyentes, de tal modo que la pobreza efectivamente fue abolida de entre ellos.

4:32. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.

a. “Y la comunidad de los creyentes era de un corazón y de un alma”. He aquí un cuadro elocuente de la extraordinaria unidad de la comunidad cristiana primitiva. A pesar de la oposición del Sanedrín o quizás debido a ella, los creyentes dan forma a una comunidad que es “de un corazón y de un alma”.

Los creyentes, cuyo número era de unos cinco mil hombres, mantienen la unanimidad debido a la presencia del Espíritu Santo en ellos, la predicación de la Palabra de Dios, y la disposición de compartir sus bienes los unos con los otros. Aun si fuéramos capaces de explicar la unidad de la comunidad cristiana, tendríamos que reconocer que este fenómeno en un grupo tan grande de personas es realmente único.

La frase de un corazón y de una mente (alma) es típicamente hebrea. En Deuteronomio la encontramos con bastante frecuencia y es parte del resumen del Decálogo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” Mr. 12:30. Los primeros cristianos expresaban su amor en forma horizontal hacia sus hermanos y hermanas necesitados. Así daban cumplimiento a la segunda parte de esta síntesis, “Ama a tu prójimo como a ti mismo” Mr. 12:31.

Hemos entendido que no hay iglesias perfectas, hay iglesias sanas, doctrinal y espiritualmente, para serlo doctrinalmente es necesario apegarnos a enseñanzas bíblicas ortodoxas que la iglesia ha predicado durante dos milenios, pero, para logar ser una iglesia sana espiritual o emocionalmente, es necesario ser una iglesia que vela por la unidad.

La unidad es un factor decisivo en una iglesia sana, en el sentido de que solamente cuando existe unidad, es posible que en la iglesia se produzca todo el ciclo de vida espiritual: nacimiento, crecimiento, testimonio, preparación, restauración (cuando sea el caso), envío y vuelta a lo mismo en nuevos creyentes.

Para que sea posible la unidad en una comunidad que suele ser muy dispareja, se necesita de mucho pero mucho valor, ya que es necesario que, entre los componentes de esa comunidad llamada la iglesia, pueda existir una relación en la que impere la humildad, mansedumbre, tolerancia, paciencia, etc.

Para que haya unidad en una congregación local es indispensable que cada uno de sus miembros aprenda a negarse a sí mismo a favor de los demás. Mateo 16:24. Dejar sus intereses personales a favor de los intereses de Cristo. Renunciar gustos y preferencias personales por los que puedan beneficiar a todo el cuerpo y honrar al Señor Jesucristo.

La unidad reflejada por cada comunidad cristiana es el mejor testimonio que podemos dar a la sociedad tan dividida e individualista en la que vivimos.

b. “Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía; en cambio tenían todas las cosas en común”. Enfáticamente, Lucas dice que nadie en la comunidad alegaba ser dueño de sus posesiones. El término ninguno subraya la unidad prevaleciente en la iglesia de Jerusalén. En un sentido, Lucas repite lo que ya ha dicho que ocurrió como consecuencia del sermón de Pedro en Pentecostés: “Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas. Empezaron a vender sus propiedades y sus bienes, y repartían a todos que tuvieran necesidad” (2:44–45).

Una vez más él ilustra la unidad entre los cristianos primitivos, preocupándose por el cuidado de los pobres entre ellos. Lo hacen compartiendo sus posesiones materiales y demostrando su buena voluntad al no guardar como propias aquellas cosas. Están bien conscientes de la instrucción divina de que no hubiera pobre entre el pueblo de Dios. Dt. 15:4.

Los apóstoles recomiendan el compartir voluntario de las posesiones, no la abolición del derecho de propiedad, en otras palabras, no fue una comunidad socialista, era una comunidad compartida. Como una comunidad, los cristianos son diferentes a la comunidad llamada Qumrán, que estaba ubicada cerca de la costa noroeste del mar Muerto. Los esenios que vivían en esa comunidad renunciaban al derecho de propiedad privada, establecían un fondo común, y todos los miembros de la comunidad recibían una suma igual para atender a sus necesidades.

Los cristianos en Jerusalén, sin embargo, vivían bajo el principio de compartir voluntariamente sus posesiones para fortalecer la unidad y armonía de la comunidad. Los esenios actuaban en respuesta a una regla humana de obligación; los cristianos actuaban en obediencia a la ley del amor de Dios. Los cristianos practicaban el uso común de sus posesiones, no la copropiedad.

Podemos observar que la iglesia primitiva practicaba una mayordomía madura, pues entendían que los bienes y las posesiones con que DIOS los bendice son, entre otras cosas, para poder ellos bendecir a otros, tal y como nos lo enseñó nuestro Señor Jesucristo al despojarse de su majestad en la Encarnación. Filipenses 2:4-8.

Hch 4:33. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.

Las necesidades materiales y las espirituales van juntas. La comunidad entera se ocupa en la ayuda material mutua, mientras los apóstoles anuncian el evangelio de Cristo. Especialmente después de la confirmación de Dios en respuesta a sus oraciones, los apóstoles no pueden guardar silencio y predican con osadía la resurrección del Señor.

Lucas dice que la predicación se hacía con gran poder. La expresión con gran poder no se refiere a los milagros de sanidad sino a la llenura del Espíritu Santo que hacía que los apóstoles predicaran valientemente. La comunidad demuestra un vibrante poder al respaldar a los apóstoles, quienes decididamente se olvidan de las amenazas del Sanedrín.

Una vez más, Lucas recalca uno de los temas básicos de la predicación apostólica: “los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús”. Ellos habían estado personalmente con Jesús después de su resurrección; él es su Señor, como Lucas lo señala. En obediencia a su Señor, los apóstoles dan fe de su resurrección.

La parte final de este versículo abundante gracia era sobre todos ellos, ha sido muy controversial. Algunos traductores entienden el término en el sentido de “la superabundante bendición de Dios” sobre todos los creyentes. Esta es una interpretación libre del texto, y que no posee mucho apoyo. Otros traductores interpretan el término gracia como “favor”, en el sentido que los residentes de Jerusalén veían con simpatía a los cristianos, preferimos apegarnos a esta interpretación.

Es evidente que los habitantes de Jerusalén observaban a los cristianos proveyendo para las necesidades de toda su comunidad de tal manera que no había pobreza entre ellos; oían a los apóstoles predicar la doctrina de la resurrección de Cristo; y eran testigos del inherente poder que tenían por la presencia del Espíritu Santo. No hay dudas de que el público en general se formó una impresión favorable de la comunidad cristiana (2:47; 4:21; 5:13).

4:34. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.

Aquí Lucas da un poco más de detalles acerca de la iglesia que los que dio en Pentecostés (2:44–45). Allí él dice que los cristianos tenían todas las cosas en común y vendían sus posesiones y bienes para dar de comer a los pobres. Aquí él afirma que la pobreza ha sido eliminada y que a medida que las necesidades se presentan, los creyentes que tienen propiedades las venden y traen el producto a los apóstoles para distribuirlo entre los necesitados.

Observemos tres aspectos del desarrollo de la comunidad cristiana:

·         Primero, la venta de tierras y casas ocurre sólo cuando había necesidad.
·         Segundo, los creyentes establecieron un fondo para ayudar a las personas necesitadas.
·         Tercero, los apóstoles tenían la responsabilidad de distribuir los dineros reunidos.

Es poco lo que sabemos sobre la iglesia en Jerusalén en el período entre Pentecostés y la persecución que siguió a la muerte de Esteban. Mientras algunos creyentes tenían posesiones, otros no las tenían, esto es muestra de que el evangelio llego a cubrir desde las clases más bajas hasta las más altas económica y socialmente hablando, otro ejemplo más de unidad en la diversidad.

El ejemplo de Bernabé. 4:36–37.

Después de describir la generosidad de la comunidad cristiana en general, Lucas nos da un ejemplo específico y describe un hecho en la vida de Bernabé. A lo largo de la primera mitad de Hechos, Bernabé cumple el rol de colaborador, mediador y animador. Aquí, Lucas lo presenta en relación con la ayuda a los necesitados

36. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, 37 como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

Como era costumbre en los tiempos del Nuevo Testamento, Bernabé tenía el nombre de José, el que seguramente era usado por sus familiares. En el NT no es conocido por ese nombre; en Hechos y en las epístolas de Pablo él es Bernabé. Lucas nos dice que los apóstoles le pusieron el nombre Bernabé; quizás cuando fue bautizado recibió un nombre que fue aceptado tanto por él mismo como por la comunidad cristiana.

Lucas también nos da el significado del nombre, que quiere decir Hijo de consolación. En otras palabras, el nombre describe el carácter de esta persona. Bernabé era un levita que había nacido en Chipre, una isla en la parte oriental del mar Mediterráneo. Es posible que haya venido a Jerusalén porque su primo Marcos y su tía María, la madre de Marcos, vivían allí (12:12; y Col. 4:10).

Aunque la ley de Moisés prohibía que los levitas poseyeran propiedades (Nm. 18:20; Dt. 10:9) no hay confirmación de que los levitas en la dispersión hayan seguido observando esta ordenanza. Bernabé pudo haber llegado a tener esa propiedad a través de su matrimonio y, conociendo las estipulaciones mosaicas, haya querido venderla. El punto es que él vendió el campo, que pudo haber estado en las afueras de Jerusalén, y dio el producto a los apóstoles para que se distribuyera entre los pobres. Él fue uno de los muchos que vendieron sus posesiones para atender a las necesidades de los pobres. Pero Lucas destaca a Bernabé por la posición de liderazgo que habría de desempeñar que más adelante veremos.

Bernabé es solo uno de los varios pilares financieros que DIOS levantó en la primera iglesia para su sostenimiento, apoyo, crecimiento y expansión, era no solo un cristiano emocional, sino uno comprometido y cuya mayordomía era diga de admirar e imitar.
Los rasgos de un buen mayordomo en las riquezas son varios, recientemente los enumeramos en nuestro discipulado matutino de Cosmovisión: una mente cristiana, así que no serán el centro de nuestro mensaje, basta con recordar brevemente que un buen mayordomo:

·         Tiene una actitud bíblica hacia las riquezas.
·         Agradecimiento en abundancia y escasez.
·         Pensar en bendecir a otros.
·         Recordar que este mundo y sus riquezas son pasajeras.
·         Aportar para la obra de DIOS: voluntaria, proporcional y fielmente.
a.    Dando de corazón no por imposición.
b.    Para sostener la congregación a la cual asistimos.
c.    Sin condicionar de ningún modo nuestras aportaciones.
d.    Haciendo ajustes sabios para poder dar sacrificialmente.
e.    Entendiendo que las aportaciones especiales no anulan nuestras responsabilidades cotidianas.

Pero la mayordomía de Bernabé y de los primeros cristianos no es el tema al cual deseo enfocar la enseñanza del día de hoy, deseo terminar recalcando una vez más la importancia de la unidad en la iglesia local, unidad que el Espíritu Santo trajo el día de Pentecostés, unidad que es el testimonio vivo de que Cristo está en nosotros, unidad que es el reflejo de que somos el cuerpo del Señor, unidad que DIOS vela y protege como lo veremos la próxima semana.

La unidad no es fácil de mantener en una comunidad donde somos tan distintos, de clases sociales, económicas, culturales, etc. tan dispares y algunas veces hasta contrarias, desde los mismos apóstoles lo vemos había de todo y algunos contrarios en todo a otros:

·         Pedro, Juan, Andrés, Jacobo: Pescadores, ignorantes.
·         Mateo: Recaudador de impuestos, estatista.
·         Judas el Celote: Celote, revolucionario.
·         Felipe: Helénico, de procedencia extranjera.
·         Judas iscariote: ladrón, siempre interesado en el dinero.
·         Etc.

Pero los unía algo mocha más grande que ellos mismos, que sus gustos, que sus ideales, los unió para siempre el amor de nuestro Señor Jesucristo, Dios quiere que el sello de su familia sea el amor incondicional. Juan 13:35.

Amar incondicionalmente es imposible para los seres humanos pues va en contra del egocentrismo de la naturaleza carnal, así que dejemos de pensar en la iglesia como un lugar lleno de gente perfecta, DIOS a propósito la llenó de personas insoportables para pulir nuestro carácter y enseñarnos a amar incondicionalmente. Efesios 4:2. Colosenses 3:13.

Te animo a procurar hacer todos los esfuerzos necesarios de tu parte para llegar a tener una buena relación y convivencia con los demás. Aquí te dejo cuatro recomendaciones para tener una buena convivencia con la Iglesia. 

1. NO TE VAYAS TERMINANDO EL CULTO.

Muchas personas acostumbran ir a las reuniones de la iglesia y salir inmediatamente terminando la reunión sin esperar a ver si habrá alguna actividad. Cuando hacen esto están mandado una señal de no tener interés de convivir con los hermanos. Por tanto, para tener una buena convivencia con los hermanos de la iglesia, cuando termine el culto a Dios espérate, no te vayas, acércate con alguien y pegunta si habrá alguna actividad, manifiesta tu deseo de querer convivir, ningún buen cristiano te rechazará, al contrario, estarán contentos de tener tu compañía y conocerte.

2. INVOLÚCRATE CON LOS HERMANOS.

A veces existen temores de ser rechazado por los demás, o simplemente se es de un carácter tímido e introvertido, pero la escritura nos dice que debemos ser humildes y asociarnos unos a otros, con esto en mente, es nuestro deber y privilegio relacionarnos con los demás santos. Por lo tanto, para tener una buena convivencia con la iglesia acércate cada semana a un hermano, pregunta cómo se llama, cómo esta, en que trabaja, donde vive, si tiene alguna necesidad de oración etc. Esto es un deber de todo hijo de Dios.

3. MANTÉN UN BAJO PERFIL.

A veces queremos ser los protagonistas de las reuniones y comenzamos a hablar sin parar y a contar nuestras historias personales creyendo ilusoriamente que son tan buenas que todos están interesados en escucharlas. Si ya fuiste invitado, mantén un perfil bajo, no quieras ser la estrella de la reunión, espera a que te pregunten de tu vida y responde con sinceridad. La sinceridad es la mejor carta de presentación pues mostraras tu corazón sin mascaras ni hipocresías.

4. NO BUSQUES TU PROPIO BIEN.

La naturaleza del ser humano es egoísta, siempre está buscando como satisfacer sus deseos personales sin importar complacer a los demás, pero los hijos de Dios estamos llamados a negarnos a nosotros mismos y a amar a los demás sin buscar que otros nos amen. Por ello, para tener una buena convivencia con los hermanos de la iglesia debes tomar la iniciativa de amarlos y de servirlos. No te reúnas para ser amado, admirado o “apapachado” (llenado de arrumacos, frases y caricias melosas) sino para ver en que les puedes servir y edificar.

Resumen del Capítulo 4.

Pedro y Juan son arrestados, pasan una noche en la cárcel, y al siguiente día comparecen ante el Sanedrín. Los gobernantes, ancianos y maestros de la ley se reúnen para interrogarlos acerca de la sanidad que ellos han efectuado el día anterior. Lleno del Espíritu Santo, Pedro se dirige valientemente a ellos y les informa que la sanidad ocurrió por un acto de buena voluntad en el nombre de Jesús de Nazaret. Les recuerda que fueron ellos quienes crucificaron a Jesús, pero que Dios le levantó de entre los muertos.

Agrega que Jesús es la piedra reprobada por los hombres, pero escogida para ser la cabeza del ángulo; en ningún otro, sino en él, hay salvación. Los del Sanedrín se dan cuenta de la valentía de los apóstoles, notan que han estado con Jesús y reconocen el milagro que hicieron. Prohíben a los apóstoles hablar y enseñar en el nombre de Jesús. Sin embargo, Pedro rechaza el veredicto y les dice que juzguen ellos mismos si se debe obedecer a los hombres en lugar de a Dios. Después que son advertidos de que no deben predicar, son dejados libres. Los creyentes se reúnen para orar.

Refiriéndose a las Escrituras, piden a Dios que les permita predicar la Palabra con valentía. Dios les contesta la oración con la señal externa de un temblor y con la señal interna de la llenura del Espíritu Santo. La comunidad de creyentes demuestra unidad. Comparten sus posesiones y eliminan la pobreza. Los apóstoles predican con osadía la Palabra de Dios, reciben fondos de las propiedades que han sido vendidas y distribuyen el dinero entre los necesitados. Bernabé vende un terreno y trae el producto a los apóstoles.








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