Pedro y Juan, después de comparecer ante el
sanedrín y ser exonerados puesto que no se halló falta alguna en ellos, de
inmediato van con los suyos, es decir se reúnen con la iglesia, o al
menos con una parte sustancial de ella, y les comunican la amenaza de no poder
predicar ni enseñar más acerca del Nombre de Jesús, lo primero que hace la
iglesia ante esta situación es orar a DIOS.
El modelo de la oración de la iglesia en
este pasaje fue claro y magistral:
1.
Conforme
al carácter de DIOS. Lo conocían.
2.
Conforme
a la palabra de DIOS. La citaban.
3.
Conforme
al decreto de DIOS. Lo entendían.
4.
Para
la gloria de DIOS. La anhelaban.
La respuesta a la oración no se hizo
esperar, DIOS hace temblar el lugar, pero no es la única respuesta, en los
versículos finales de este cuarto capítulo leemos el complemento de esa
respuesta, Lucas describe cómo los miembros de la iglesia de Jerusalén vivían
juntos, en unidad.
Era evidente la armonía que prevalecía entre
los hermanos, y los apóstoles continuaban predicando la resurrección de Cristo Jesús.
Juntos ellos velaban por todas las necesidades espirituales y materiales de los
creyentes, de tal modo que la pobreza efectivamente fue abolida de entre ellos.
4:32. Y la multitud de
los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo
propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
a. “Y la comunidad de los
creyentes era de un corazón y de un alma”. He aquí un cuadro
elocuente de la extraordinaria unidad de la comunidad cristiana primitiva. A
pesar de la oposición del Sanedrín o quizás debido a ella, los creyentes dan
forma a una comunidad que es “de un corazón y de un alma”.
Los creyentes, cuyo número era de unos cinco
mil hombres, mantienen la unanimidad debido a la presencia del Espíritu Santo en
ellos, la predicación de la Palabra de Dios, y la disposición de compartir sus
bienes los unos con los otros. Aun si fuéramos capaces de explicar la unidad de
la comunidad cristiana, tendríamos que reconocer que este fenómeno en un grupo
tan grande de personas es realmente único.
La frase de un corazón y de una mente (alma)
es típicamente hebrea. En Deuteronomio la encontramos con bastante frecuencia y
es parte del resumen del Decálogo: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” Mr. 12:30. Los
primeros cristianos expresaban su amor en forma horizontal hacia sus hermanos y
hermanas necesitados. Así daban cumplimiento a la segunda parte de esta síntesis,
“Ama a tu prójimo como a ti mismo” Mr. 12:31.
Hemos entendido que no hay iglesias
perfectas, hay iglesias sanas, doctrinal y espiritualmente, para serlo
doctrinalmente es necesario apegarnos a enseñanzas bíblicas ortodoxas que la
iglesia ha predicado durante dos milenios, pero, para logar ser una iglesia
sana espiritual o emocionalmente, es necesario ser una iglesia que vela por la
unidad.
La unidad es un factor
decisivo en una iglesia sana, en el sentido de que solamente cuando existe
unidad, es posible que en la iglesia se produzca todo el ciclo de vida
espiritual: nacimiento, crecimiento, testimonio, preparación, restauración
(cuando sea el caso), envío y vuelta a lo mismo en nuevos creyentes.
Para que sea posible la unidad
en una comunidad que suele ser muy dispareja, se necesita de mucho pero mucho valor,
ya que es necesario que, entre los componentes de esa comunidad llamada la
iglesia, pueda existir una relación en la que impere la humildad, mansedumbre,
tolerancia, paciencia, etc.
Para que haya unidad en una
congregación local es indispensable que cada uno de sus miembros aprenda a
negarse a sí mismo a favor de los demás. Mateo 16:24. Dejar sus intereses
personales a favor de los intereses de Cristo. Renunciar gustos y preferencias
personales por los que puedan beneficiar a todo el cuerpo y honrar al Señor Jesucristo.
La unidad reflejada por cada
comunidad cristiana es el mejor testimonio que podemos dar a la sociedad tan
dividida e individualista en la que vivimos.
b. “Ninguno decía ser
suyo propio nada de lo que poseía; en cambio tenían todas las cosas en común”. Enfáticamente,
Lucas dice que nadie en la comunidad alegaba ser dueño de sus posesiones. El
término ninguno subraya la unidad prevaleciente en la iglesia de Jerusalén. En
un sentido, Lucas repite lo que ya ha dicho que ocurrió como consecuencia del
sermón de Pedro en Pentecostés: “Todos los que habían creído estaban juntos
y tenían en común todas las cosas. Empezaron a vender sus propiedades y sus
bienes, y repartían a todos que tuvieran necesidad” (2:44–45).
Una vez más él ilustra la unidad entre los
cristianos primitivos, preocupándose por el cuidado de los pobres entre ellos.
Lo hacen compartiendo sus posesiones materiales y demostrando su buena voluntad
al no guardar como propias aquellas cosas. Están bien conscientes de la
instrucción divina de que no hubiera pobre entre el pueblo de Dios. Dt. 15:4.
Los apóstoles recomiendan el compartir
voluntario de las posesiones, no la abolición del derecho de propiedad, en
otras palabras, no fue una comunidad socialista, era una comunidad compartida. Como
una comunidad, los cristianos son diferentes a la comunidad llamada Qumrán, que
estaba ubicada cerca de la costa noroeste del mar Muerto. Los esenios que
vivían en esa comunidad renunciaban al derecho de propiedad privada,
establecían un fondo común, y todos los miembros de la comunidad recibían una suma
igual para atender a sus necesidades.
Los cristianos en Jerusalén, sin embargo,
vivían bajo el principio de compartir voluntariamente sus posesiones para
fortalecer la unidad y armonía de la comunidad. Los esenios actuaban en
respuesta a una regla humana de obligación; los cristianos actuaban en
obediencia a la ley del amor de Dios. Los cristianos practicaban el uso común
de sus posesiones, no la copropiedad.
Podemos observar que la iglesia primitiva
practicaba una mayordomía madura, pues entendían que los bienes y las posesiones
con que DIOS los bendice son, entre otras cosas, para poder ellos bendecir a
otros, tal y como nos lo enseñó nuestro Señor Jesucristo al despojarse de su
majestad en la Encarnación. Filipenses 2:4-8.
Hch 4:33. Y con gran
poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.
Las necesidades materiales y las
espirituales van juntas. La comunidad entera se ocupa en la ayuda material mutua,
mientras los apóstoles anuncian el evangelio de Cristo. Especialmente después
de la confirmación de Dios en respuesta a sus oraciones, los apóstoles no
pueden guardar silencio y predican con osadía la resurrección del Señor.
Lucas dice que la predicación se hacía con
gran poder. La expresión con gran poder no se refiere a los milagros de sanidad
sino a la llenura del Espíritu Santo que hacía que los apóstoles predicaran
valientemente. La comunidad demuestra un vibrante poder al respaldar a los
apóstoles, quienes decididamente se olvidan de las amenazas del Sanedrín.
Una vez más, Lucas recalca uno de los temas
básicos de la predicación apostólica: “los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús”. Ellos habían estado personalmente con Jesús
después de su resurrección; él es su Señor, como Lucas lo señala. En obediencia
a su Señor, los apóstoles dan fe de su resurrección.
La parte final de este versículo abundante
gracia era sobre todos ellos, ha sido muy controversial. Algunos
traductores entienden el término en el sentido de “la superabundante bendición
de Dios” sobre todos los creyentes. Esta es una interpretación libre del texto,
y que no posee mucho apoyo. Otros traductores interpretan el término gracia
como “favor”, en el sentido que los residentes de Jerusalén veían con simpatía
a los cristianos, preferimos apegarnos a esta interpretación.
Es evidente que los habitantes de Jerusalén
observaban a los cristianos proveyendo para las necesidades de toda su comunidad
de tal manera que no había pobreza entre ellos; oían a los apóstoles predicar
la doctrina de la resurrección de Cristo; y eran testigos del inherente poder
que tenían por la presencia del Espíritu Santo. No hay dudas de que el público en
general se formó una impresión favorable de la comunidad cristiana (2:47;
4:21; 5:13).
4:34. Así que no había
entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas,
las vendían, y traían el precio de lo vendido, 35 y lo ponían a los pies de los
apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Aquí Lucas da un poco más de detalles acerca
de la iglesia que los que dio en Pentecostés (2:44–45). Allí él dice que los
cristianos tenían todas las cosas en común y vendían sus posesiones y bienes
para dar de comer a los pobres. Aquí él afirma que la pobreza ha sido eliminada
y que a medida que las necesidades se presentan, los creyentes que tienen
propiedades las venden y traen el producto a los apóstoles para distribuirlo
entre los necesitados.
Observemos tres aspectos del desarrollo de
la comunidad cristiana:
·
Primero,
la venta de tierras y casas ocurre sólo cuando había necesidad.
·
Segundo,
los creyentes establecieron un fondo para ayudar a las personas necesitadas.
·
Tercero,
los apóstoles tenían la responsabilidad de distribuir los dineros reunidos.
Es poco lo que sabemos sobre la iglesia en
Jerusalén en el período entre Pentecostés y la persecución que siguió a la
muerte de Esteban. Mientras algunos creyentes tenían posesiones, otros no las
tenían, esto es muestra de que el evangelio llego a cubrir desde las clases más
bajas hasta las más altas económica y socialmente hablando, otro ejemplo más de
unidad en la diversidad.
El ejemplo de Bernabé. 4:36–37.
Después de describir la generosidad de la
comunidad cristiana en general, Lucas nos da un ejemplo específico y describe
un hecho en la vida de Bernabé. A lo largo de la primera mitad de Hechos,
Bernabé cumple el rol de colaborador, mediador y animador. Aquí, Lucas lo
presenta en relación con la ayuda a los necesitados
36. Entonces José, a
quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de
consolación), levita, natural de Chipre, 37 como tenía una heredad, la vendió y
trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
Como era costumbre en los tiempos del Nuevo
Testamento, Bernabé tenía el nombre de José, el que seguramente era usado por
sus familiares. En el NT no es conocido por ese nombre; en Hechos y en las
epístolas de Pablo él es Bernabé. Lucas nos dice que los apóstoles le pusieron
el nombre Bernabé; quizás cuando fue bautizado recibió un nombre que fue
aceptado tanto por él mismo como por la comunidad cristiana.
Lucas también nos da el significado del
nombre, que quiere decir Hijo de consolación. En otras palabras, el nombre
describe el carácter de esta persona. Bernabé era un levita que había nacido en
Chipre, una isla en la parte oriental del mar Mediterráneo. Es posible que haya
venido a Jerusalén porque su primo Marcos y su tía María, la madre de Marcos,
vivían allí (12:12; y Col. 4:10).
Aunque la ley de Moisés prohibía que los
levitas poseyeran propiedades (Nm. 18:20; Dt. 10:9) no hay confirmación
de que los levitas en la dispersión hayan seguido observando esta ordenanza.
Bernabé pudo haber llegado a tener esa propiedad a través de su matrimonio y,
conociendo las estipulaciones mosaicas, haya querido venderla. El punto es que
él vendió el campo, que pudo haber estado en las afueras de Jerusalén, y dio el
producto a los apóstoles para que se distribuyera entre los pobres. Él fue uno
de los muchos que vendieron sus posesiones para atender a las necesidades de
los pobres. Pero Lucas destaca a Bernabé por la posición de liderazgo que
habría de desempeñar que más adelante veremos.
Bernabé es solo uno de los varios pilares
financieros que DIOS levantó en la primera iglesia para su sostenimiento,
apoyo, crecimiento y expansión, era no solo un cristiano emocional, sino uno
comprometido y cuya mayordomía era diga de admirar e imitar.
Los rasgos de un buen mayordomo en las
riquezas son varios, recientemente los enumeramos en nuestro discipulado
matutino de Cosmovisión: una mente cristiana, así que no serán el
centro de nuestro mensaje, basta con recordar brevemente que un buen mayordomo:
·
Tiene una actitud bíblica hacia las riquezas.
·
Agradecimiento en abundancia y escasez.
·
Pensar en bendecir a otros.
·
Recordar que este mundo y sus riquezas son
pasajeras.
·
Aportar para la obra de DIOS: voluntaria,
proporcional y fielmente.
a. Dando de corazón no por imposición.
b. Para sostener la congregación a la cual asistimos.
c. Sin condicionar de ningún modo nuestras aportaciones.
d. Haciendo ajustes sabios para poder dar sacrificialmente.
e. Entendiendo que las aportaciones especiales no anulan nuestras
responsabilidades cotidianas.
Pero la mayordomía de Bernabé y de los
primeros cristianos no es el tema al cual deseo enfocar la enseñanza del día de
hoy, deseo terminar recalcando una vez más la importancia de la unidad en la
iglesia local, unidad que el Espíritu Santo trajo el día de Pentecostés, unidad
que es el testimonio vivo de que Cristo está en nosotros, unidad que es el
reflejo de que somos el cuerpo del Señor, unidad que DIOS vela y protege como
lo veremos la próxima semana.
La unidad no es fácil de mantener en una
comunidad donde somos tan distintos, de clases sociales, económicas,
culturales, etc. tan dispares y algunas veces hasta contrarias, desde los
mismos apóstoles lo vemos había de todo y algunos contrarios en todo a otros:
·
Pedro,
Juan, Andrés, Jacobo: Pescadores,
ignorantes.
·
Mateo:
Recaudador
de impuestos, estatista.
·
Judas
el Celote: Celote,
revolucionario.
·
Felipe:
Helénico,
de procedencia extranjera.
·
Judas
iscariote:
ladrón, siempre interesado en el dinero.
·
Etc.
Pero los unía algo mocha más grande que
ellos mismos, que sus gustos, que sus ideales, los unió para siempre el amor de
nuestro Señor Jesucristo, Dios quiere que el sello de su familia sea el amor
incondicional. Juan 13:35.
Amar incondicionalmente es imposible para
los seres humanos pues va en contra del egocentrismo de la naturaleza carnal,
así que dejemos de pensar en la iglesia como un lugar lleno de gente perfecta, DIOS
a propósito la llenó de personas insoportables para pulir nuestro carácter y
enseñarnos a amar incondicionalmente. Efesios 4:2. Colosenses 3:13.
Te animo a procurar hacer todos los
esfuerzos necesarios de tu parte para llegar a tener una buena relación y
convivencia con los demás. Aquí te dejo cuatro recomendaciones para tener una
buena convivencia con la Iglesia.
1. NO TE VAYAS TERMINANDO
EL CULTO.
Muchas personas acostumbran ir a las
reuniones de la iglesia y salir inmediatamente terminando la reunión sin
esperar a ver si habrá alguna actividad. Cuando hacen esto están mandado una
señal de no tener interés de convivir con los hermanos. Por tanto, para tener
una buena convivencia con los hermanos de la iglesia, cuando termine el culto a
Dios espérate, no te vayas, acércate con alguien y pegunta si habrá alguna
actividad, manifiesta tu deseo de querer convivir, ningún buen cristiano te
rechazará, al contrario, estarán contentos de tener tu compañía y conocerte.
2. INVOLÚCRATE CON LOS
HERMANOS.
A veces existen temores de ser rechazado por
los demás, o simplemente se es de un carácter tímido e introvertido, pero la
escritura nos dice que debemos ser humildes y asociarnos unos a otros, con esto
en mente, es nuestro deber y privilegio relacionarnos con los demás santos. Por
lo tanto, para tener una buena convivencia con la iglesia acércate cada semana
a un hermano, pregunta cómo se llama, cómo esta, en que trabaja, donde vive, si
tiene alguna necesidad de oración etc. Esto es un deber de todo hijo de Dios.
3. MANTÉN UN BAJO PERFIL.
A veces queremos ser los protagonistas de
las reuniones y comenzamos a hablar sin parar y a contar nuestras historias
personales creyendo ilusoriamente que son tan buenas que todos están
interesados en escucharlas. Si ya fuiste invitado, mantén un perfil bajo, no quieras
ser la estrella de la reunión, espera a que te pregunten de tu vida y responde
con sinceridad. La sinceridad es la mejor carta de presentación pues mostraras
tu corazón sin mascaras ni hipocresías.
4. NO BUSQUES TU PROPIO
BIEN.
La naturaleza del ser humano es egoísta,
siempre está buscando como satisfacer sus deseos personales sin importar
complacer a los demás, pero los hijos de Dios estamos llamados a negarnos a
nosotros mismos y a amar a los demás sin buscar que otros nos amen. Por ello,
para tener una buena convivencia con los hermanos de la iglesia debes tomar la
iniciativa de amarlos y de servirlos. No te reúnas para ser amado, admirado o
“apapachado” (llenado de arrumacos, frases y caricias melosas) sino para ver en
que les puedes servir y edificar.
Resumen del Capítulo 4.
Pedro y Juan son arrestados, pasan una noche
en la cárcel, y al siguiente día comparecen ante el Sanedrín. Los gobernantes,
ancianos y maestros de la ley se reúnen para interrogarlos acerca de la sanidad
que ellos han efectuado el día anterior. Lleno del Espíritu Santo, Pedro se
dirige valientemente a ellos y les informa que la sanidad ocurrió por un acto
de buena voluntad en el nombre de Jesús de Nazaret. Les recuerda que fueron
ellos quienes crucificaron a Jesús, pero que Dios le levantó de entre los
muertos.
Agrega que Jesús es la piedra reprobada por
los hombres, pero escogida para ser la cabeza del ángulo; en ningún otro, sino
en él, hay salvación. Los del Sanedrín se dan cuenta de la valentía de los
apóstoles, notan que han estado con Jesús y reconocen el milagro que hicieron. Prohíben
a los apóstoles hablar y enseñar en el nombre de Jesús. Sin embargo, Pedro rechaza
el veredicto y les dice que juzguen ellos mismos si se debe obedecer a los
hombres en lugar de a Dios. Después que son advertidos de que no deben
predicar, son dejados libres. Los creyentes se reúnen para orar.
Refiriéndose a las Escrituras, piden a Dios
que les permita predicar la Palabra con valentía. Dios les contesta la oración
con la señal externa de un temblor y con la señal interna de la llenura del
Espíritu Santo. La comunidad de creyentes demuestra unidad. Comparten sus
posesiones y eliminan la pobreza. Los apóstoles predican con osadía la Palabra
de Dios, reciben fondos de las propiedades que han sido vendidas y distribuyen
el dinero entre los necesitados. Bernabé vende un terreno y trae el producto a
los apóstoles.
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