A partir del día de hoy vamos a
estudiar el quinto capitulo del libro de Hechos, este capitulo es una continuación
natural del anterior, el cual a su vez viene directamente del tercer capítulo,
es otras palabras sigue el hilo de la historia desde que Pedro y Juan fueron al
templo a orar y todos los acontecimientos que se desataron cuando sanaron en el
nombre de Jesús al paralitico.
Los saduceos celosos,
arrestaron a estos dos apóstoles, luego de amenazarlos para que dejaran de
predicar la resurrección de Cristo los dejaron libres, ellos de inmediato se
reúnen con algunos de los miembros mas comprometidos de la iglesia, juntos
elevan una oración al DIOS soberano para que guie sus vidas y les de el denuedo
necesario para seguir predicando el Nombre del Señor Jesucristo, acto seguido
el Señor responde a su oración, primero en forma instantánea haciendo que el
lugar donde se encontraban temblara, y después dando ese denuedo para predicar
y además levantando hombres piadosos, mayordomos eficaces que como columnas
financieras sostenían el ministerio de la primera iglesia, Lucas nombra solo a
uno de esos varones de forma específica: José mejor conocido como Bernabé, cuya
mayordomía fue en extremo generosa.
Después de presentarnos el
proceder ejemplar de Bernabé, Lucas describe la codiciosa conducta de Ananías y
Safira. Sin introducción alguna, relata la historia de un hombre que con su
mujer decide vender un campo. Toma el dinero y lo da a los apóstoles,
diciéndoles que ese es el total del producto de la venta de la propiedad. Sin
embargo, ocultamente se guardan parte del dinero. La acción no puede ser
calificada sino de un robo a Dios y sobre todo un atentado contra la unidad que
la iglesia manifestaba en sus inicios, unidad que es el símbolo indispensable
de toda iglesia sana emocionalmente.
Y eso es lo que veremos el día
de hoy, como es que DIOS se encarga por sus propios medios de cuidar y
preservar íntegramente la unidad que el Espíritu Santo trajo consigo el día de Pentecostés
¿El motivo? Sin esa unidad característica, manifestada por amor incondicional
de los miembros entre sí, la iglesia no solo no es sana emocionalmente, no es iglesia
en el sentido de que pierde fuerza su testimonio para con los del mundo.
5:1
Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, 2
y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte,
la puso a los pies de los apóstoles.
Primero, Lucas dice que el
hombre se llama Ananías, nombre judío algo común en los Hechos y que significa
“el Señor es benigno”. Lucas registra que también el nombre pertenece a un
cristiano de Damasco que es enviado por Jesús a ministrar a Saulo (9:10–17) y
de un sumo sacerdote que presidió el juicio contra Pablo en Jerusalén
(22:30–23:5). Luego, el nombre Safira aparece una sola vez en las Escrituras, y
significa “hermosa”. Como el de su marido, Ananías, este es un nombre arameo.
Ambos pertenecen a la comunidad cristiana en Jerusalén y juntos buscan alabanza
y estima por parte de los miembros de la comunidad, no hacian las cosas movidos
por la compasión cristiana ni por expresar el amor incondicional con sus
hermanos de la iglesia, ellos simplemente vieron que Bernabé fue reconocido por
su acto desinteresado y ellos envidiaron esa atención.
Así que claramente elaboran un
plan para quedarse con parte del producto de la venta de su propiedad, porque
amaban más el dinero y la vanagloria que a Dios. Venden su propiedad, reciben
el dinero, se guardan una porción y dan el resto a los apóstoles para que sea
distribuido entre los pobres.
Lucas no da detalles, como el
precio o la cantidad exacta llevada a los pies de los apóstoles, solamente
presenta a groso modo los hechos. Lo que destaca, sin embargo, es la intención.
Cuando Ananías llega donde los apóstoles y les entrega el dinero, tal como
Bernabé lo había hecho anteriormente, la congregación en forma audible o
silenciosa lo alaba y lo pone al mismo nivel que Bernabé. Aun cuando los
creyentes no se percatan de lo que está pasando, Pedro percibe a Satanás
actuando en el corazón de Ananías, Pedro no adivinó, él simplemente al gozar de
un lugar de privilegio como dirigente de la iglesia, alcanzaba a ver más allá,
en otras palabras, el discernimiento se había desarrollado en su corazón, sobre
todo si tomamos en cuanta que al lado del Señor Jesús tuvo varios encuentros
con personas ambiciosas y específicamente vio de primera mano la actitud y el
corazón de judas iscariote.
5:3. Y
dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al
Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 reteniéndola, ¿no se
te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu
corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
Es posible encontrar en el AT ciertos
paralelos con este relato:
·
En la pureza del Paraíso, Satanás
entró para tentar a Eva para que pecara contra Dios. Gn. 3:1. Su pecado afectó a toda la
raza humana.
·
Cuando los israelitas se
consagraron a Dios observando el rito de la circuncisión y celebrando la fiesta
de la Pascua. Josué
5:1–12, el pecado de Acán de robarle
a Dios tenía el efecto de destruir la pureza moral de Israel. Josué 7. Y así su pecado afectó a cada
israelita.
El engaño de Ananías igualmente
pudo haber destruido la pureza de la naciente iglesia, la que se manifestaba a
través de la unidad, el amor, y la armonía, pues pronto se percatarían que
Ananías y su mujer no dieron todo como alardeaban, el problema no fue que solo
dieran una parte, el punto es que ellos presumían de una generosidad que no
tenían, y este acto pudo ser prontamente imitado por muchos de los demás
miembros de la iglesia.
Guiado por el Espíritu Santo,
Pedro percibe a Satanás obrando en el corazón de Ananías y por eso le hace algunas
preguntas certeras y categóricas.
a.
“Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón?” Por su propia experiencia, Pedro sabe cómo Satanás
le persuadió a negar a Jesús tres veces (Lc.
22:31–32) y que puso en el corazón de
Judas Iscariote la determinación de traicionar al Maestro (Lc. 22:3; Jn. 13:2, 27).
Se da cuenta que Satanás tiene mucho interés en entorpecer el crecimiento de la
iglesia a través de entrar en el corazón de un creyente.
De paso, cuando Satanás viene a
un creyente para hacerlo pecar, toda la responsabilidad recae en la persona si
le permite a Satanás entrar en su vida. El creyente debe estar prevenido contra
el poder del diablo y resistirle por fe, esto lo aprendió perfectamente el
apóstol y años después exhorta a todos a tener cuidado. 1ª Pedro 5:8–9.
Solo como dato extra, en estas
cortas palabras nos damos cuenta que desde el inicio de la iglesia, basados en
la doctrina de los apóstoles, se ha creído en la existencia del acusador
llamado satanás, pues hay algunos grupos liberales modernos que lo consideran
solamente un mito o en el mejor de los casos un símbolo de rebeldía, cuando la
biblia lo muestra como un personaje real y que está en oposición de los santos
de DIOS.
b.
Pedro continua su interrogatorio: “[¿Qué hizo que] mintieses al Espíritu Santo?” Con esta pregunta, Pedro pone en evidencia el
corazón mismo del pecado de Ananías. Aun aceptando el hecho que Satanás influye
en el corazón de cada uno de vez en cuando, en el caso de Ananías Satanás ha
llenado completamente su corazón. Como consecuencia de ello, Ananías mintió al
Espíritu Santo, echó a Dios de su vida y pecó conscientemente.
Su pecado, entonces, no es sólo
una mentira, sino un engaño total. Él quiere que la iglesia crea que él está
donando dinero para complacer a Dios. Su mentira, como lo dice Pedro, no es a
los hombres, sino a Dios (v. 4). Ananías actúa como si creyera que Dios no está
al tanto de las actividades diarias de la iglesia y, en consecuencia, no tiene
idea de su plan engañoso.
Entendamos que atentar en
contra de la unidad de la iglesia es ir directamente contra DIOS, es estar en
su contra, es atacar lo que él más ama: su esposa.
c.
“[¿Qué hizo] que sustrajeras para ti parte del precio del terreno?” Como Pablo informa a los cristianos de Corinto,
“Dios ama al dador alegre” (2 Co.
9:7); es decir, Dios se regocija
cuando un creyente da de corazón. Dios desea que todos sus hijos den generosamente
y no por la fuerza.
Ananías pudo haber guardado
parte del producto de la venta, ciertamente no era una obligación ofrendar
todo el dinero, así como venimos a la iglesia ofrendamos, pero pedimos que
se nos de cambio pues solo daremos una parte del dinero depositado, eso no
tiene nunca nada de pecaminoso. Pero porque Ananías trató de engañar a Dios,
Pedro tuvo que hacerle unas preguntas más.
d.
“Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba el dinero en tu
poder?” Estas preguntas revelan que
los primeros cristianos no practicaban la posesión comunitaria de las
propiedades, sino que sólo compartían sus bienes para eliminar la pobreza entre
los creyentes, ellos no expropiaban los bienes los hermanos por su
propia decisión y con un corazón dadivoso aportaban voluntariamente. La
respuesta de Ananías a Pedro debió de haber sido afirmativa, tal vez solo
asintió con la cabeza, como dijimos Lucas no da detalles exactos, sabe que no
son necesarios. Como la parte culpable, Ananías no puede decir una palabra.
Guarda silencio porque ha cometido un grave pecado contra Dios y ahora se
enfrenta al castigo.
El pecado es astuto y hace que
el hombre actúe irracionalmente o que trate de justificar sus malas acciones.
Si Ananías hubiese sido honesto y franco, él tendría que haber sabido que la
propiedad y, después de su venta, el dinero pertenecía a él mientras estuviera
en su posesión. Él pudo haber hecho con él lo que le hubiera placido y no
habría tenido que dar cuentas a nadie. Sin embargo, dejó que Satanás llenara su
corazón, rehusó adorar a Dios y en cambio hizo al dinero el objeto de su
adoración, la mentira original en otra envoltura.
Aunque estaba sirviendo a su
ídolo, él todavía deseaba la alabanza del pueblo de Dios por su aparente
generosidad fingida. No era un buen mayordomo de sus bienes, pues de serlo el hubiera
sabido que el hombre no puede servir a dos señores, a Dios y al Dinero: Mt. 6:24.
e.
“¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No
mentiste a los hombres, sino a Dios”. Ananías ha cometido una
maldad a los ojos de Dios y del hombre. Él tenía que haber sabido que Dios es
verdad y luz y que la mentira tiene su origen en el diablo. Pedro llega a la
conclusión de que Ananías trató de mentir al hombre, pero terminó mintiéndole a
Dios.
El hombre siempre está delante
de Dios, quien lo ve todo (Pr.
15:3). Un detalle teológico que
resalta aquí es que Pedro no hace distinción entre Dios y el Espíritu Santo. En
el versículo 3, afirma que Ananías ha mentido al Espíritu Santo, y en el
versículo siguiente dice que la mentira fue a Dios. Pedro, por lo tanto,
identifica al Espíritu Santo con Dios. En un versículo 9 hace referencia al
Espíritu del Señor. Para él, entonces, el Espíritu Santo es Dios; es la tercera
persona de la Trinidad: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
5:5.
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos
los que lo oyeron. 6. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo,
lo sepultaron.
a. “Al
oír Ananías estas palabras, cayó y expiró”. El
griego indica que mientras Ananías escuchaba las palabras que hablaba Pedro,
cayó al suelo y expiró. Aquí tenemos un caso en que el juicio de Dios se
ejecuta de inmediato. Hay otros casos en las Escrituras en que los pecadores
son castigados con la muerte súbita.
·
Por ejemplo, cuando Nadab y
Abiú, los hijos de Aarón ofrecieron fuego extraño a Jehová, Dios lanzó contra
ellos fuego que los quemó, y murieron inmediatamente (Lv. 10:1–2).
·
Cuando Uza trató de sujetar el
arca de Dios que había sido puesta en una carreta en vez de ser trasladada por
los sacerdotes, y extendió la mano hacia ella, Dios lo castigó de manera que
murió allí mismo, al lado del arca (2ª S. 6:7).
El veredicto de Dios en contra
de Ananías y Safira también resultó en una ejecución concisa. En cada ejemplo,
la pena capital aplicada por decisión divina transmite en una verdad
fundamental: el
pueblo de Dios debe saber que existe para servirle a él y no a la inversa.
Fue Dios, no Moisés, quien mató
a los hijos de Aarón (Lv.
10:2) y fue Dios, no David, quien
ejecutó a Uza (2ª S.
6:7). Por lo tanto, Dios usa a
Pedro como su vocero, pero es Dios mismo quien ejecuta la pena de muerte contra
Ananías. En el caso de Safira, Pedro dicta el veredicto que Dios ejecuta (v.
9).
Para Lucas el énfasis en el relato
de la muerte de Ananías no cae en ciertos factores físicos o fisiológicos que
resultaron en un ataque de corazón, sino en la ejecución del veredicto de Dios,
así que nos apegaremos al sentido original del relato y no trataremos de explicar
lo que sucedió.
b. “Y
vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron”. Dios quiere que su iglesia se mantenga pura y sin mancha.
Él quita la culpa por el pecado de Ananías quitándoles a él y a su esposa de en
medio de la comunidad de los cristianos primitivos.
Si Dios hubiera dejado este
pecado sin su disciplina correspondiente, la iglesia no habría tenido defensa contra
la acusación de que Dios toleraba un engaño contra él y contra su pueblo, se
hubiera sentado un antecedente y lo que ahora es una hermosa comunidad de
creyentes que reflejan el amor incondicional de DIOS se hubiese convertido en
una cueva de ladrones en la que la reinara la anarquía total.
Ahora, en el comienzo de su ministerio,
la iglesia está libre de estos cargos. Con frecuencia Lucas describe el miedo y
el pavor del pueblo (2:43;
5:11; 19:17). Los creyentes que vieron la
muerte de Ananías fueron llenos de temor, y otros que oyeron la noticia por
boca de estos testigos fueron también presa de un santo temor, DIOS sabe
perfectamente que es así como se crece en santidad. 2ª Corintios
7:1.
c. “Y
levantándose los jóvenes”. La Escritura no nos dice que
los jóvenes hayan tenido un oficio especial o que la tarea de sepultar haya
estado confiada a ellos. En la primera epístola de Pedro exhorta a los jóvenes
a “estar sujetos a los ancianos” (1 P.
5:5; y 1 Ti. 5:1; Tit. 2:1–6). Las costumbres y prácticas
de aquellos tiempos difieren de lo que es convencional en el día de hoy. Debido
al calor en Israel, las sepulturas tenían lugar el mismo día que la persona
moría.
Especialmente cuando un cuerpo
estaba bajo juicio divino, era sepultado de inmediato. Lv. 10:4 Dt. 21:23; Mt. 27:57–59; Jn. 19:31; Gá. 3:13. Es más, consideraban que el cadáver de alguien
condenado por Dios profanaba el santuario donde se reunían los creyentes. Los
apóstoles pidieron a los jóvenes sacar de allí el cuerpo y prepararlo para ser
sepultado. Los jóvenes envolvieron el cuerpo de Ananías y lo sepultaron,
probablemente en una tumba labrada en la roca en las afueras de Jerusalén. Es
probable que cubrieran la tumba con una piedra.
Los jóvenes retiraron el cuerpo
de Ananías del lugar para eliminar el peligro de contaminación. Sabiendo que el
juicio de Dios había caído, no hicieron ningún intento de duelo ni notificaron
a sus parientes cercanos. Al sepultar a Ananías lo más pronto posible, libraron
al lugar de la maldición que había caído sobre Ananías.
5:7.
Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo
que había acontecido. 8. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la
heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.
El relato que hace Lucas es, en
realidad, muy abreviado; sin embargo, provee suficientes detalles como para
seguir la secuencia sin mayor dificultad. Safira se pone inquieta por la
ausencia de su marido. No se sabe cuán lejos estaba su casa del lugar donde se
reunían los apóstoles. La cosa es que tres horas después, ella se aparece ante
los apóstoles.
Nadie le ha dicho nada sobre el
trágico fin de su marido; ella misma, cegada por el pecado, no se aparta del
camino de engaño que junto con aquél decidieron andar. Cuando se dirige a
Pedro, aparentemente para preguntarle dónde estaba Ananías, el apóstol le pide
que le conteste una pregunta. “Dime”, le dice, y menciona una cifra, “¿este es el monto que tú y Ananías recibieron por la
tierra que vendieron?”
Quizás la bolsa con el dinero
que su marido había llevado estaba ahí, sobre la mesa, y Pedro apuntaba a ella.
Ya Safira se había dado cuenta de la ausencia de su marido. Aun así, es difícil
creer que tanto este hecho como la pregunta de Pedro le hayan hecho reflexionar
en el pecado que ellos habían cometido. Su ceguera espiritual le hizo mantenerse
en su actitud pecadora. Por eso afirma que esa es, precisamente, la suma que
ella y su marido recibieron por la venta de la propiedad. Con esa respuesta,
ella está demostrando no sólo persistencia en el pecado sino ninguna actitud de
admitir su culpa. Con su respuesta, sella su propia condenación.
5:9 Y
Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a
la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
Qué experiencia más triste, especialmente
para Pedro, quien se da cuenta que marido y mujer se han puesto de acuerdo para
perpetrar una mentira. Le hace una pregunta a Safira, aunque no espera una respuesta.
Su pregunta apunta al corazón del pecado cometido: “¿Por qué conviniste en tentar
al Espíritu del Señor?”
Dios dio a su pueblo el
mandamiento: “No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentaste en Masah” (Dt. 6:16). El clásico ejemplo de
tentación al Espíritu del Señor es aquel de los israelitas en el desierto de
Masah y Meriba. Diez veces tentaron a Dios por lo que se hicieron acreedores a
la pena de muerte, la que les fue aplicada mientras aún permanecían en el
desierto (por ejemplo, Nm. 14:21–23; Sal. 95:7–11; He. 3:16 19).
Cuando fue tentado por Satanás,
quien le dijo que saltara desde lo alto del templo, Jesús también recurrió al
mandamiento de no tentar a Jehová Dios (Mt.
4:7).
Es imposible que un inconverso
tiente al Señor, ya que tal persona no reconoce a Dios en ningún área de su
vida. Para él, todo lo que sucede es, ya sea, buena o mala suerte o ayuda del
dios de su imaginación. Sólo los que están más cerca del Señor, pueden
tentarlo, los que han visto Su poder, los que han gustado Su misericordia y Su
gracia, y han sido llamados a caminar por fe. Tentar a Dios es desafiar con
arrogancia o incredulidad a Dios para que él haga algo en contra de Su
naturaleza o voluntad. Safira creía que DIOS iba a pasar por alto esta ofensa a
su carácter justo y santo, creía que DIOS iba a actuar contrario a lo que él
es, por ello es que pedro le exhorta a no tentar a DIOS.
Pedro le dice, usando una
descriptiva figura hebraica, que los pies de los jóvenes que sepultaron a
Ananías están ahí, a la puerta. El término pies es un modismo en el cual
parte del cuerpo representa a toda la persona. Así, los jóvenes que han servido
de cortejo mortuorio para su marido han regresado. Pedro completa la frase,
diciendo: “Y ellos te llevarán también a ti”.
¿Es Pedro el ejecutor de Safira
algunos han dado a entender? Claro que no. Pedro pronuncia el veredicto que sabía
que ella merecía y Dios ejecuta el castigo. El caso de Safira difiere del de su
marido en que, en el caso de Ananías, Pedro no pronuncia juicio, sin embargo, le
informa a Safira que aquellos hombres la llevarán a sepultar. Deja a Dios la
ejecución de la pena de muerte.
5:10.
Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los
jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.
En la primera parte de este
versículo, Lucas enfatiza la inmediata muerte de Safira. Le informa de la tarea
de los jóvenes y ella expira a sus pies. Los jóvenes tienen que repetir lo que
ya habían hecho hacía sólo unas horas: sacan a Safira y la sepultan junto a su
marido. De nuevo, Lucas no menciona nada acerca de honras fúnebres o
notificación a los parientes.
Lo verdaderamente importante de
esto es que los creyentes vieron el juicio de Dios cayendo sobre los aquellos
que atentan contra la amada del Señor. Y porque se dan cuenta que fue la obra
de Dios para disciplinar, guardaron silencio. El efecto positivo de todo es que
Dios quiere una iglesia que se conserve como un bastión de verdad e integridad
y en la cual la mentira y la hipocresía no tengan lugar.
5:11.
Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas
cosas.
Finalizamos con tres
observaciones en este versículo:
a. El Temor. Una vez más, Lucas usa la expresión gran temor (v.
5), lo cual claramente se refiere a un estado de miedo o zozobra. La
intervención divina para detener el engaño en la iglesia primitiva golpea
fuerte en los corazones de cada miembro de ella. Todos los que oyeron de la
muerte de Ananías y Safira seguramente tomaron nota del juicio de Dios.
Dios no condena la riqueza ni a
la gente que posee riquezas. Dios castiga a aquellos que engañosamente tratan
de tentarle al pretender ser generosos cuando en realidad están defraudando a
Dios y, sobre todo, poniendo en peligro la unidad de su amada iglesia.
b. La Iglesia. Esta es la primera vez en Hechos que Lucas emplea
el término iglesia. Significativamente, la palabra aparece sólo en dos pasajes
en los cuatro Evangelios (Mt.
16:18; 18:17). Antes e inmediatamente después
de Pentecostés, él usa frases descriptivas para referirse al concepto iglesia: los
hermanos (1:15), los que habían creído (2:44; 4:32), su número (2:41, 47; 4:4; 5:14) y los
suyos (4:23).
En los primeros tiempos de la iglesia
cristiana, los creyentes ordinariamente llamaban a su lugar de reunión la
sinagoga o congregación. Stg.
2:2. Sólo en años posteriores,
cuando la división entre judíos y cristianos llegó a ser permanente, los judíos
fueron exclusivamente a la sinagoga y los cristianos a la iglesia. Posteriormente,
la expresión iglesia comunicó el sentido que tanto cristianos como judíos eran
el verdadero pueblo de Dios. Lucas
escribe que toda la iglesia fue presa de miedo, por el griego original, sabemos
que era un sentir común y sin excepción de personas, literalmente todos los
creyentes fueron conmovidos en sus entrañas.
c. La
noticia. De boca en boca, la noticia
relacionada con la muerte de Ananías y Safira se difunde por todas partes,
llevando el mensaje que Dios no tolera el engaño, la falsedad ni que atenten
contra la unidad en la iglesia. La noticia, por lo tanto, incluye una
advertencia a todos los que estuvieran pensando infiltrarse en la asamblea de
los creyentes con el fin de engañar. El repentino juicio de Dios sirvió como
disuasivo y guardó a la iglesia como un refugio de verdad e integridad.
Es obvio que el tema central de
este pasaje es el juicio directo de parte de DIOS contra aquellos que atentan
en contra de su esposa, sin embargo, eso no creo tenerlo que resaltar, lo que
me parece importante resaltar antes de finalizar, es que tengamos cuidado no de
ser Ananías, sino Safira, cuya ceguera espiritual a causa del pecado cometido
le hizo mantenerse en su actitud impenitente, no caigamos en el engaño del
pecado, el cual nos va a susurrar al corazón:
·
Que no estamos mal.
·
Que otros también lo hacen.
·
Que no es nuestra culpa.
·
Que no nos van a descubrir.
·
Que no estamos ofendiendo a
DIOS.
·
Que no ponemos en peligro la
unidad en la iglesia.
·
Etc.
El escritor de Hebreos
comprendía que el pecado es tramposo: Hebreos
3:13 exhortaos los unos a los otros
cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario