La semana pasada nos adentramos en la vida de Juan el
bautista, precursor de Jesús en su ministerio terrenal, cuyo mensaje: el arrepentimiento,
sigue haciendo eco en los corazones de las personas, Juan, fue un gran ejemplo
de lo que es llevar una vida Cristocéntrica: menos de él y más de Cristo.
En los versículos del 9 al 16, de este primer
capítulo, el apóstol Juan continúa hablando de Jesucristo y su misión en el
mundo.
El verso 9 lo describe nuevamente como la luz de los
hombres, recordemos que esta afirmación es en contraposición a las tinieblas
espirituales en las que la humanidad entera está sumida, alejada de DIOS Y sin
Cristo en sus almas.
En el versículo 10 reafirma la acción creadora del
Verbo, lo cual los hace igual y uno con DIOS, y recalca el hecho de que el
mundo NO le conoció, pues como ya lo entendimos, las tinieblas, no se refieren
a actos demoníacos ni nada parecido, se refieren a la ceguera espiritual, a la
incapacidad de ver a Cristo y mucho menos seguirlo de todo corazón.
Es a partir del versículo 11 que comienza trazar la
enseñanza del día de hoy para nosotros:
A lo suyo vino es un hebraísmo que
significa que vino a su casa, es
decir a su propio pueblo, el que él mismo eligió. Deuteronomio 7:6. Esto es así pues la lógica nos indicaría que
ellos son los que mejor le recibirían. Mateo
15:24.
Y los suyos no le recibieron. La
semana pasada entramos un poco en este tema, los judíos, el pueblo elegido por
DIOS, descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, esperaban la llegada del Mesías
prometido.
La situación nacional de los judíos de la época de
Jesús era tremenda, la opresión por parte de naciones extranjeras era el pan
diario durante siglos, desde la conquista de los babilonios, pasando por los
persas, los Asirios, los griegos y por último los romanos, robándoles toda
autonomía como nación.
La opresión llegó al punto de querer borrar hasta su
identidad religiosa por parte del terrible Rey Antíoco IV Epífanes, que mando
suprimir el culto al Señor y llego al extremo de sacrificar un cerdo en el
templo, el cerdo es un animal impuro según la ley de Moisés, y fue considerado
un sacrilegio total.
Los libros deuterocanónicos de los Macabeos nos relatan la rebelión de
esta familia en contra de las atrocidades recibidas por parte de los
extranjeros.
Las leyes eran severas en contra de los judíos, para
ejemplo veamos Mateo 5:41.
Los judíos tenían un fuerte rencor contra sus
enemigos, y aguardaban pacientemente la llegada del Mesías, el cual restauraría
el reino de David, el más grande rey de Israel su pueblo.
Sin embargo, lo que ellos esperaban era un MESÍAS REY
y no al MESÍAS SALVADOR.
·
Lucas
24:20-21.
·
Hechos
1:6.
Debemos tener mucho cuidado de andar como estos
discípulos que iban camino a Emaús, caminando al lado de un Jesús que NO
conocemos y solo por cumplir con nuestros propios intereses personales.
La esperanza mesiánica de los discípulos aún era, como
la de muchos judíos, la de un reino político establecido por un descendiente de
David, volver a reinar y ser gobernadores del mundo entero, someter a sus
enemigos bajos sus pies, y ser la nación esplendorosa que un día llegaron a ser
bajo el reinado de David y Salomón.
Una lección podemos aprender de esto y es que nunca pongamos nuestra mirada en el pasado,
aun a pesar de que haya sido “glorioso” pues eso desviara nuestra mirada de
Cristo, tal como les pasó a los judíos. Eclesiastés 7:10.
Los judíos esperaban en las profecías hechas por
Daniel, Ezequiel, Amós, Abdías, Miqueas y Zacarías, profetas que hablaron del reinado
del mesías, pero olvidaron la profecía de Isaías
53. El siervo sufriente del Señor.
Antes de ser el Mesías rey, Jesús fue el mesías salvador del mundo, de
su estado de pecado y muerte espiritual.
Pero el pueblo de Israel NO lo entendía, sus mentes
entenebrecidas por el pecado estaban ajenas a esta verdad, por este motivo es
que LO RECHAZARON por completo, se opusieron a él, al no cumplir con sus deseos
de grandeza.
En el versículo 12 el apóstol Juan continúa diciendo
que los que son hijos de DIOS, los son al reunir dos requisitos indispensables,
sin ellos, nadie es un legítimo hijo de DIOS:
1.
Recibirle.
2.
Creer
en el nombre de Cristo.
·
RECIBIRLE
es muy distinto a aceptarle.
Un falso evangelio produce falsas conversiones, y
recientemente (1850 a la fecha) se ha desatado el evangelio decisionista: acepta
a Cristo en tu corazón y serás salvo, solo repite esta oración y listo.
Nada más peligroso a sus vidas espirituales y más
alejado de la verdad de la Escritura, se promueve a un Cristo sin soberanía y
casi obligado a dar su salvación solo por el hecho de que fue añadido a las
vidas como u mero accesorio y no como el SEÑOR Y REY de sus vidas.
La palabra en el griego para recibir es lambano
(λαμβάνω, G2983), significa tener, tomar o recibir, pero en sentido
intenso y no meramente superficial.
Sobre todo, la gran diferencia entre recibir y aceptar
a Cristo es que al aceptarlo somos nosotros los que le “abrimos la puerta”
mientras que cuándo le recibimos solo estamos siendo receptores de su gracia.
·
CREEN
EN SU NOMBRE.
Por su puesto que la palabra que usa Juan para creer es pisteuo (πιστεύω, G4100) que
significa una fuerte confianza y es la misma raíz de donde viene la palabra FE.
Para los hebreos, creer en su nombre era algo muy
importante:
o
Salmo
9:10.
o
Salmo
20.7.
Ellos confiaban y creían en DIOS porque sabían quién
Es y como Es Él.
Creer en Cristo, significa confiar en ÉL, confiar en
que su obra redentora en la cruz del calvario nos ha favorecido, muriendo en
nuestro lugar, tomando la cruz y el castigo que nosotros merecíamos por
nuestros pecados y regalándonos su Justicia, para así poder tener una vida nueva,
una vida diferente delante de DIOS, una vida DE HIJOS.
Por último, la frase en el versículo 13 los
hijos de DIOS no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne ni de
voluntad de varón, sino de la Voluntad de DIOS.
· No Ser engendrados (nacidos) de sangre, se refiere a
que no es por una línea genealógica humana, no es por herencia ni por
nacimiento natural.
· No Ser engendrados por voluntad de carne, se refiere a
la pasión entre un hombre y una mujer, pasión natural que al consumarse en el
matrimonio (fuera de él es pecado) da como fruto el nacimiento de un nuevo ser,
DIOS no necesita una contraparte femenina para tener hijos, el ES DIOS, por
definición como ya lo vimos, es creador, de ser necesario ex nihilo: de la nada.
·
No ser engendrado de voluntad de varón, se refiere a
las capacidades humanas, está fuera del alcance del hombre ser un hijo de DIOS.
Por eso termina la frase diciendo que los hijos de
DIOS son engendrados de la SOLA VOLUNTAD
DE DIOS. Nuevamente vemos la doctrina llamada monergismo, que nos dice
que la obra de la regeneración o el ser hijos de DIOS es obra única
exclusivamente de DIOS y que nosotros lo único que aportamos es el pecado que
hace necesaria nuestra salvación.
Ser un hijo de DIOS, es solo por la voluntad afectiva
y amorosa de DIOS. 1ª Juan 3.1.
Desde luego, esto es por la gracia de Dios, pues el
hombre no lo merece.
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