lunes, 19 de diciembre de 2016

El Evangelio De Juan 6: Salvación Monergista. Juan 1:9-13.

La semana pasada nos adentramos en la vida de Juan el bautista, precursor de Jesús en su ministerio terrenal, cuyo mensaje: el arrepentimiento, sigue haciendo eco en los corazones de las personas, Juan, fue un gran ejemplo de lo que es llevar una vida Cristocéntrica: menos de él y más de Cristo.

En los versículos del 9 al 16, de este primer capítulo, el apóstol Juan continúa hablando de Jesucristo y su misión en el mundo.

El verso 9 lo describe nuevamente como la luz de los hombres, recordemos que esta afirmación es en contraposición a las tinieblas espirituales en las que la humanidad entera está sumida, alejada de DIOS Y sin Cristo en sus almas.

En el versículo 10 reafirma la acción creadora del Verbo, lo cual los hace igual y uno con DIOS, y recalca el hecho de que el mundo NO le conoció, pues como ya lo entendimos, las tinieblas, no se refieren a actos demoníacos ni nada parecido, se refieren a la ceguera espiritual, a la incapacidad de ver a Cristo y mucho menos seguirlo de todo corazón.

Es a partir del versículo 11 que comienza trazar la enseñanza del día de hoy para nosotros:

A lo suyo vino es un hebraísmo que significa que vino a su casa, es decir a su propio pueblo, el que él mismo eligió. Deuteronomio 7:6. Esto es así pues la lógica nos indicaría que ellos son los que mejor le recibirían. Mateo 15:24.

Y los suyos no le recibieron. La semana pasada entramos un poco en este tema, los judíos, el pueblo elegido por DIOS, descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, esperaban la llegada del Mesías prometido.

La situación nacional de los judíos de la época de Jesús era tremenda, la opresión por parte de naciones extranjeras era el pan diario durante siglos, desde la conquista de los babilonios, pasando por los persas, los Asirios, los griegos y por último los romanos, robándoles toda autonomía como nación.

La opresión llegó al punto de querer borrar hasta su identidad religiosa por parte del terrible Rey Antíoco IV Epífanes, que mando suprimir el culto al Señor y llego al extremo de sacrificar un cerdo en el templo, el cerdo es un animal impuro según la ley de Moisés, y fue considerado un sacrilegio total.

Los libros deuterocanónicos de los Macabeos nos relatan la rebelión de esta familia en contra de las atrocidades recibidas por parte de los extranjeros.

Las leyes eran severas en contra de los judíos, para ejemplo veamos Mateo 5:41.

Los judíos tenían un fuerte rencor contra sus enemigos, y aguardaban pacientemente la llegada del Mesías, el cual restauraría el reino de David, el más grande rey de Israel su pueblo.

Sin embargo, lo que ellos esperaban era un MESÍAS REY y no al MESÍAS SALVADOR.

·         Lucas 24:20-21.
·         Hechos 1:6.

Debemos tener mucho cuidado de andar como estos discípulos que iban camino a Emaús, caminando al lado de un Jesús que NO conocemos y solo por cumplir con nuestros propios intereses personales.

La esperanza mesiánica de los discípulos aún era, como la de muchos judíos, la de un reino político establecido por un descendiente de David, volver a reinar y ser gobernadores del mundo entero, someter a sus enemigos bajos sus pies, y ser la nación esplendorosa que un día llegaron a ser bajo el reinado de David y Salomón.

Una lección podemos aprender de esto y es que nunca pongamos nuestra mirada en el pasado, aun a pesar de que haya sido “glorioso” pues eso desviara nuestra mirada de Cristo, tal como les pasó a los judíos. Eclesiastés 7:10.

Los judíos esperaban en las profecías hechas por Daniel, Ezequiel, Amós, Abdías, Miqueas y Zacarías, profetas que hablaron del reinado del mesías, pero olvidaron la profecía de Isaías 53. El siervo sufriente del Señor.

Antes de ser el Mesías rey, Jesús fue el mesías salvador del mundo, de su estado de pecado y muerte espiritual.

Pero el pueblo de Israel NO lo entendía, sus mentes entenebrecidas por el pecado estaban ajenas a esta verdad, por este motivo es que LO RECHAZARON por completo, se opusieron a él, al no cumplir con sus deseos de grandeza.

En el versículo 12 el apóstol Juan continúa diciendo que los que son hijos de DIOS, los son al reunir dos requisitos indispensables, sin ellos, nadie es un legítimo hijo de DIOS:

1.    Recibirle.
2.    Creer en el nombre de Cristo.

·         RECIBIRLE es muy distinto a aceptarle.

Un falso evangelio produce falsas conversiones, y recientemente (1850 a la fecha) se ha desatado el evangelio decisionista: acepta a Cristo en tu corazón y serás salvo, solo repite esta oración y listo.

Nada más peligroso a sus vidas espirituales y más alejado de la verdad de la Escritura, se promueve a un Cristo sin soberanía y casi obligado a dar su salvación solo por el hecho de que fue añadido a las vidas como u mero accesorio y no como el SEÑOR Y REY de sus vidas.

La palabra en el griego para recibir es lambano (λαμβάνω, G2983), significa tener, tomar o recibir, pero en sentido intenso y no meramente superficial.

Sobre todo, la gran diferencia entre recibir y aceptar a Cristo es que al aceptarlo somos nosotros los que le “abrimos la puerta” mientras que cuándo le recibimos solo estamos siendo receptores de su gracia.

·         CREEN EN SU NOMBRE.

Por su puesto que la palabra que usa Juan para creer es pisteuo (πιστεύω, G4100) que significa una fuerte confianza y es la misma raíz de donde viene la palabra FE.

Para los hebreos, creer en su nombre era algo muy importante:

o   Salmo 9:10.
o   Salmo 20.7.

Ellos confiaban y creían en DIOS porque sabían quién Es y como Es Él.

Creer en Cristo, significa confiar en ÉL, confiar en que su obra redentora en la cruz del calvario nos ha favorecido, muriendo en nuestro lugar, tomando la cruz y el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados y regalándonos su Justicia, para así poder tener una vida nueva, una vida diferente delante de DIOS, una vida DE HIJOS.

Por último, la frase en el versículo 13 los hijos de DIOS no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne ni de voluntad de varón, sino de la Voluntad de DIOS.

·        No Ser engendrados (nacidos) de sangre, se refiere a que no es por una línea genealógica humana, no es por herencia ni por nacimiento natural.

·      No Ser engendrados por voluntad de carne, se refiere a la pasión entre un hombre y una mujer, pasión natural que al consumarse en el matrimonio (fuera de él es pecado) da como fruto el nacimiento de un nuevo ser, DIOS no necesita una contraparte femenina para tener hijos, el ES DIOS, por definición como ya lo vimos, es creador, de ser necesario ex nihilo: de la nada.

·         No ser engendrado de voluntad de varón, se refiere a las capacidades humanas, está fuera del alcance del hombre ser un hijo de DIOS.

Por eso termina la frase diciendo que los hijos de DIOS son engendrados de la SOLA VOLUNTAD DE DIOS. Nuevamente vemos la doctrina llamada monergismo, que nos dice que la obra de la regeneración o el ser hijos de DIOS es obra única exclusivamente de DIOS y que nosotros lo único que aportamos es el pecado que hace necesaria nuestra salvación.

Ser un hijo de DIOS, es solo por la voluntad afectiva y amorosa de DIOS. 1ª Juan 3.1. Desde luego, esto es por la gracia de Dios, pues el hombre no lo merece.










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