El capítulo 8 del evangelio de Juan comienza con un
relato exclusivo de sus páginas, en el cual Juan nos narra la trágica historia
de una mujer, que al día siguiente de que terminará la fiesta de los
tabernáculos en Jerusalén, fue sorprendida en el acto mismo del adulterio.
Está pobre mujer, que fue tratada como un simple
recursos para poner tropiezo a Jesús, recibió las mayores palabras de parte de
Cristo que cualquier ser humano podría escuchar jamás: Ni yo te condeno vete y no peques
más.
El Señor Jesucristo, aprovechó la oportunidad que se
dio, aunado a la tradición de encender 4 grandes candelabros en el patio de las
mujeres del templo, para revelarse como La Luz del mundo, sin embargo, sus
palabras como era la costumbre, no fueron bien recibidas, de inmediato los
fariseos contendieron con él.
Jesús entonces hace lo que se conoce como una advertencia contra la incredulidad, despliega
su argumento en 9 premisas:
·
Jesús los dejará si siguen obstinados.
·
Le buscaran sin hallarle una vez que los deje solos.
·
Morirán en sus pecados, la peor condena de un ser
humano.
·
Una eterna separación del Señor, pues no hay nada que hacer
para revertirlo.
·
Les recalca su incredulidad para abrir sus corazones.
·
Les extiende un poco más su misericordia.
·
Les reitera que hace la voluntad del Padre.
·
Les advierte que después será demasiado tarde.
·
Recalca una vez más el respaldo divino de su encomienda.
Esto hizo, que al menos de una forma superficial, pero
algunos de los judíos ahí presentes creyeron en Jesús, si bien no fue una fe
salvífica, si fue suficiente para que el Señor les hablara acerca de su forma
de creer, por lo dicho en el verso 30, vemos que fue un grupo considerable de
personas los que creyeron. 30 Hablando
él estas cosas, muchos creyeron en él.
Los siguientes dos versículos, nos dan un panorama
enorme acerca de lo que es ser un verdadero discípulo de Jesús y son el tema
central de nuestro sermón del día de hoy: 31
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
De inmediato Jesús les habla acerca de discipulado y
permanencia en la Palabra a aquellos que han creído en él, en tan solo unas
cuantas palabras salidas de la boca de Jesús en persona encontramos verdades
tan profundas, muchas de ellas que ya hemos estudiado de una u otra manera:
·
Permanecer.
·
Palabra.
·
Discípulo.
·
Conocer.
·
Verdad.
·
Libertad.
Son todos temas de los cuales podríamos hacer bien de
cada uno el argumento de nuestra predicación, pero cuando los vemos ligados íntimamente
entre sí encontramos oro puro para nuestro caminar en Cristo.
Primero Jesús les habla de permanecer, del griego meno que
significa estar firmes, durar, cumplir, quedarse y no desviarse, y como lo
veremos en el capítulo 15, permanecer es la unica manera de dar fruto, pero
Jesús nos hace una clara referencia: permanecer
en Su Palabra.
Si bien es cierto que se refería a los argumentos que
utilizo para llamarlos al arrepentimiento por su incredulidad, nosotros sabemos
que está invitación se puede hacer extensiva a toda la Escritura: Mateo 4:4. 2ª Timoteo 3:16.
Junto a la Sola
Scriptura, la Tota Scriptura son
indispensables en la vida de todo hijo de DIOS, pues en definitiva nosotros NO
podemos elegir que partes de la Biblia creer y cuales no o que partes obedecer
y que partes no queremos hacerlo, es toda o no tenemos nada.
Hoy en día, hemos caído en un cristianismo de
comodidad, como si fuéramos a un restaurante y lo que nos dan es la carta para
elegir qué es lo que deseamos:
·
Su bendición.
·
Su amor.
·
Su salvación.
·
Su prosperidad.
·
Su sanidad.
·
Su ayuda.
Pero desechamos lo que no nos agrada del menú:
·
Su señorío.
·
Su iglesia.
·
El vivir en santidad.
·
El amar a nuestros hermanos.
·
La membresía.
·
Obedecer sus mandamientos.
·
Comunión unos con otros.
Tal vez en un restaurante podamos elegir que platillo
deseamos, pero este no es un restaurante y DIOS no está de oferta o recibimos toda la Escritura o no tenemos nada.
Jesús fue claro, su llamado es a permanecer en Su Palabra, como
evidencia real e irrefutable de que somos sus discípulos.
Lamentablemente queremos tomar el título de cristianos
mucho antes de siquiera ser discípulos, y ese no es el orden. Hechos 11:26.
Muchas personas han sido engañadas creyendo
que son cristianos cuando no son discípulos del Señor, lo vemos sobre todo en
aquellos que al pasar por el fuego de prueba abandonan el Camino, tristes y
frustrados, lo vemos también en la falta del reflejo de Cristo en todas y cada
una de las áreas de nuestras vidas, pues con aparentar ser cristianos en la
iglesia nos damos por bien servidos.
Por la gracia de DIOS nosotros hemos
entendido que un discípulo en sí un aprendiz, que es enseñable y corregible y
que un verdadero discípulo ama más la verdad que tener la razón, pero no es
todo lo que hay con respecto al discipulado o a ser un discípulo, aún hay más
mucho más, pues, de hecho, nunca terminaremos de aprender, nunca terminaremos
de ser discípulos aquí en la tierra, solo hasta llegar a la eternidad y recibir
nuestra herencia plena llamada glorificación, por eso es que la biblia nos
enseña el camino del discípulo.
Todos aquellos que por la gracia de DIOS hemos
nacido de nuevo, y nos hemos arrepentido de nuestros pecados para poner nuestra
fe en la persona de Jesucristo, tarde o temprano tendremos la necesidad de ser
discipulados, es algo que DIOS puso en el paquete
de salvación: ser como Cristo.
Hay un camino que todo discípulo tiene que
recorrer, es impostergable, tarde o temprano DIOS nos va a llevar a caminar en
ese camino de discipulado, el primer paso lo acabamos de mencionar: permanecer
en Su Palabra.
No podemos decir que somos cristianos si no
somos primero discípulos y no podemos decir que somos discípulos si no hemos
descansado en la palabra de DIOS renovando nuestra mente en Ella, permaneciendo
firmes, asimilando y aceptando TODA su enseñanza y no solo la que nos conviene,
ese es el primer paso en el camino del
discípulo.
El segundo paso en el camino del discípulo,
es el más grande privilegio que podríamos merecer, Jesús lo dijo claramente: Y
conocerán la verdad.
Tanto el verbo conocer, como el sustantivo verdad,
significan para los judíos mucho más de lo que puede significar para los
filósofos, recordemos que la primera audiencia a quienes fue dirigido tanto
este evangelio como estas palabras de Jesús fueron precisamente a los judíos.
El conocer, es algo más que un proceso de
pensamiento o acumulación de información, conocer, para DIOS es tener una
experiencia personal, de primera mano, nos habla de prácticamente una relación íntima.
Génesis 4:1. Mateo 1:25.
Cuando se trata de un conocimiento de DIOS,
entonces solo puede obtenerse por revelación, es decir que sea DIOS quien dé el
primer paso y se muestre a nosotros, implica también que él nos conoció antes y
nos amó sin nosotros hacer nada para merecerlo. Romanos 8:29. 1ª Corintios 8:3.
El conocer a DIOS significa entonces que ÉL
nos conoció primero y nos llevó de la mano a conocerle a él, él se revelo a
nosotros por eso le amamos, porque él nos conoció primero, el conocerle además
implica algo más allá de lo superficial, pues muchos son los que conocieron a
Jesús superficialmente: Judas, Pilatos, los fariseos mismos, pero no hubo nunca
una real intimidad.
La verdad en el sentido bíblico tampoco tiene
nada que ver con la definición humana o filosófica, los filósofos escolásticos
definían la verdad como la adecuación de la mente a los objetos, por lo tanto,
hacían de la verdad algo puramente intelectual.
Aun no nos vamos a adentrar en este concepto,
deseo tratarlo más a fondo un poco más adelante, pues el evangelio así lo
permite, solo diremos que la verdad, desde el punto de vista bíblico es la sabiduría de DIOS hecha norma de vida
para el ser humano, por eso es que Cristo es LA VERDAD porque es la
Sabiduría de DIOS encarnada.
Lo que ahora nos importa es que el conocer la
verdad, implica ver las cosas como DIOS la ve, pensar como DIOS piensa, sentir
como DIOS SIENTE, actuar como DIOS actúa, el conocer la verdad implica una
transformación profunda de nuestra percepción de todo a nuestro alrededor.
Conocer la verdad implica que comenzamos a
tenar una perspectiva apropiada de Dios, del mundo y de nosotros mismos, pues
veremos las cosas en su verdadero color y les daremos el aprecio que
corresponde al verdadero valor que tienen. Esto es lo que se suele llamar una
correcta escala de valores.
Este es el segundo paso en el camino de todo
discípulo: cuando nuestra escala de valores es puesta a prueba. Por eso el
primer paso es permanecer en su Palabra, pues de no hacerlo, cuando llegue el
momento de demostrar que conocemos la verdad, si antes no hemos permanecido, lo
único seguro es que fallaremos.
Me
estoy refiriendo a que tarde o temprano llegarán a nuestras vidas momentos
donde Dios pondrá a prueba nuestro discipulado, no me refiero al fuego de
prueba o a las tribulaciones en sí misas, más bien con una bifurcación:
·
Obedecer a Dios o ir por el yo.
·
Seguir a Cristo o seguir mi voluntad.
·
Amar a DIOS o amar el mundo.
·
Dar evidencia de mi cristianismo o ser como los paganos.
·
Congregarme o quedarme en casa a descansar.
·
Perdonar o seguir sintiéndome ofendido.
·
Seguir pecando o confesar y arrepentirme.
·
Hacer LA VOLUNTAD DE DIOS o vivir la vida a mi manera.
·
Daniel 3:10-19. Hechos 4:18-21.
El
tercer paso en el camino del discípulo es: la
libertad como consecuencia de conocer la verdad: y la verdad los hará libres. Este es el gozo de un discípulo.
Después
de la vida (y, a veces, más que la vida), los seres humanos aman la libertad;
pero, al ignorar la verdad, desconocen la verdadera libertad y la confunden con
hacer lo que ellos más quieran, pero como lo acabamos de ver en el segundo
paso, nosotros estamos alineados con los deseos y la voluntad de DIOS, su vida
es nuestra vida.
El
ser humano cree que la libertad es no tener ninguna atadura, el cristiano sabe
que su libertad está en conocer a Cristo, en ser su discípulo, en ser su
esclavo, pues ya lo hemos entendido antes o somos esclavos del pecado o somos
esclavos de Cristo, no hay más opciones, la esclavitud al pecado como veremos
en las próximas semanas, trae miseria y muerte, ser esclavo de Cristo trae
libertad.
Es
una paradoja más de la Escritura, la esclavitud trae libertad, sin embargo, si
lo pensamos bien, es algo lógico, pues el pecado ha hecho estragos en nuestro
ser: cuerpo, alma y espíritu están bajo su yugo a menos que seamos de Cristo.
·
Cristo
trae entonces libertad a nuestro espíritu, lo hace por medio de la
justificación. No más esclavos de la condenación del pecado.
·
Cristo
trae libertad de nuestra alma, por medio de la santificación. No más esclavos
del poder del pecado.
·
Cristo
trae libertad a nuestro cuerpo, por medio de la glorificación. No más esclavos
de la presencia del pecado.
¿Qué
puede causar mayor felicidad, que puede traer más gozo a nuestro ser que
conocer que somos libres de la esclavitud del pecado, de su poder, de su
presencia y de sus consecuencias?
Vivir
como esclavos de Cristo, es nuestra verdadera libertad y es nuestro mayor gozo,
pero es el tercer paso de nuestro caminar como discípulos, primero hay que
permanecer en su Palabra, tomando en serio nuestra renovación de la mente, el
segundo paso es conocer la verdad, una vida de intimidad con Cristo para que
cuando seamos probados podamos dar el tercer paso: vivir en total libertad
siendo esclavos de Cristo.
Este
es el camino que todo discípulo de Cristo va a pasar en su vida, tarde o
temprano el Señor nos va a llevar a vivirlo, a caminarlo, a recorrerlo:
·
Permanecer en su palabra.
·
Conocer la verdad.
·
Vivir en libertad.
Muchas
veces el camino se volverá más y más difícil, algunas veces al grado de ser
para nosotros imposible seguir adelante, es entonces cuando DIOS nos está
llevando al final de nuestra autosuficiencia, al final de nuestras fuerzas, al
final de nuestros propios recursos, y DIOS no tiene planeado darnos más fuerzas
para seguir adelante, eso sería antropocéntrico, no ese no es su plan.
Su
plan es que Cristo viva su vida, camine el camino del discípulo por medio de
nosotros, que sea Él controlando nuestros pasos, uno a uno, hasta que nos hallemos
caminado el camino del discípulo de forma natural, pero no nosotros, sino
Cristo en nosotros, que es la esperanza de gloria.
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