El día de hoy veremos uno de los eventos bíblicos más
recordados y mencionados en la historia del hombre desde que sucedió hace ya
más de 2000 años, como ya sabemos me refiero a la negación o, mejor dicho, a la
triple negación de Pedro con respecto a conocer al Señor Jesús.
Recordemos que este hecho está aconteciendo
simultáneamente al juicio eclesiástico del Señor Jesús, Pedro logró entrar al
patio de la casa del sumo sacerdote Caifás, en un aposento alto se esta
llevando a cabo la farsa que montaron como juicio, con tal de hacer legal su venganza, Anás y Caifás
hicieron una pantomima de juicio al Señor Jesús y, aun así, con el juicio
arreglado y testigos falsos comprados, no podían condenar al Señor.
No fue sino hasta que, desesperado, el sumo sacerdote
Caifás se levanta, y exasperado le conmina jurando por el DIOS viviente que
responda si es el Cristo o no, a lo que el Señor aprovecha para, una vez más,
mostrar su gloria y magnificencia, lo que Caifás pensaba que era la oportunidad
de acorralarlo para poder condenarlo, en realidad era la oportunidad
providencial de que el Señor Jesús se manifieste como Señor y Juez de toda la
creación, su respuesta así lo deja ver claramente: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del
Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del
cielo.
Al mismo tiempo que esto sucede, Pedro está en el
patio, son casi las tres de la mañana, por lo tanto, el frío debió ser intenso.
Juan 18:18 Y estaban en pie los siervos
y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se
calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
Pedro, una vez atravesado el pasillo que conducía
desde el portón hasta el patio, se sintió incómodo. Debe tenerse presente que
había sido él quien había herido al siervo del sumo sacerdote, arrancándole la
oreja. Quizá por esta razón no se atrevió a llegar tan lejos como Juan. Así
pues, entró en el patio, y se sentó en medio de los siervos y guardias.
·
Estamos hablando del mismo Pedro que horas antes, en
la última cena, lleno de arrogancia deseaba sentarse en los lugares principales.
·
También su orgullo le impidió lavar los pies de sus
compañeros discípulos, pero cuando tocó el turno de que el Señor Jesús lavara
los suyos se sintió incomodo y de inmediato protestó que no le lavara los pies
o que mejor lo lavara por completo.
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El mismo Pedro que impaciente le hace señas a Juan
para que le pregunte al Maestro quien lo va a traicionar.
·
Y que impetuosamente protesta que él nunca le negaría,
que, es más, si era necesario morir juntos lo haría sin pensarlo dos veces.
·
El mismo Pedro, que lleno de valor por el acto en el
cual el Señor Jesús muestra sus tres oficios y tira al suelo a sus enemigos,
corta la oreja del siervo del sumo sacerdote.
·
Pedro, por el coraje de tal acto, decide seguir al
Señor Jesús a casa del sumo sacerdote y estar presente por si algo puede hacer.
Ese es el mismo Pedro, valiente, rudo, arrogante,
independiente y osado, el que está a punto de experimentar el quebranto total
de su autosuficiencia, algo doloroso a su ego, pero totalmente necesario si ha
de ser un instrumento valioso en las manos del Señor.
Pedro ha logrado entrar al patio, está en ratos de
pie, en ratos sentado, junto a los oficiales del templo, calentándose en la
fogata para soportar el frío que la madrugada presenta, cuando de repente es
confrontado la primera de tres veces, lo leemos en Mateo 26:69 Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una
criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo.
Parecería que desde el momento mismo en que Pedro
entró en el palacio, la portera, viéndolo desde su rincón en el vestíbulo, tuvo
sus sospechas de que era discípulo de Jesús. La intranquilidad que se podía
leer en la cara de Pedro a causa de que acababa de cortar la oreja de Malco,
siervo que trabajaba en esa casa, hacian más grandes las sospechas de la
portera, ella camina hacia Pedro, que ya había entrado en el patio, fija los
ojos en él como nos narra Lucas 22:56.
Entonces, acercándose aún más ella le dice: Tú también estabas con Jesús de Galilea.
Las palabras exactas varían de un evangelio a otro, esto no presenta ninguna
contradicción, como ya lo sabemos se complementan los relatos, un evangelista
recopilo unos dichos, otro evangelista otros dichos y así sucesivamente, por lo
tanto, las palabras de la portera, bien podrían definirse exactamente como
sigue: ¿No eres tú también uno de los discípulos de este hombre? Pues estoy
segura que tú también estabas con Jesús.
Mateo nos dice que era una criada, la palabra griega es paidiske (παιδίσκη, G3814) que
se utilizaba para describir si, a las esclavas, sirvientas o criadas, pero de
corta edad, niña o a lo máximo una muchachita de unos 15 años.
No fue una compañía de 600 soldados romanos, tampoco
la guardia del templo ni mucho menos los miembros del sanedrín los primeros que
amedrentaron al osado y arrogante de Pedro, fue una niña de 15 años, 17 como
máximo, esclava en la casa del sumo sacerdote la que dejó sin argumentos a
Pedro, que lo atemorizo al grado de negar la primera vez al Señor Jesús.
70 más él negó delante de todos, diciendo: No sé lo
que dices.
Pedro evidentemente ha sido derrotado. El carácter
inesperado y osado de la declaración incriminatoria de la criada lo toma
desprevenido. A pesar de todas sus ruidosas y reiteradas promesas de
inquebrantable lealtad a Jesús, ostentación hecha apenas unas horas antes,
ahora está completamente atemorizado. Uno podría decir: es presa del pánico.
Evidentemente había fallado en tomar de corazón la amonestación del Señor Jesús
de velar y orar.
Su segunda negación sigue muy de cerca a la primera 71 Saliendo él a la puerta, le vio otra, y
dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno.
Parece que en su frustración como resultado de su
perplejidad inicial Pedro trató de salir del edificio. Había estado en el patio
descubierto entre los siervos del palacio y los guardas del templo,
calentándose junto al fuego, pero ahora las cosas se le estaban calentando demasiado. Probablemente tiene
miedo que en cualquier momento un subordinado pueda tomarlo y hacerlo
prisionero. Quizás le haya venido el pensamiento: ¿Qué sucederá si se dan
cuenta que yo soy quien cortó la oreja a Malco? Así que debe tratar de escapar
del palacio tan pronto como le sea posible.
Sin embargo, la portera no quería que saliera. No
llega más allá del portal y vestíbulo que conduce a la calle. Varias personas
están paradas por ahí. Parece que la portera que está por dejar su turno ya ha
dado la noticia acerca de Pedro a la muchacha que ha venido a relevarla. Así
que ambas muchachas ahora dicen a los que están allí: Este hombre estaba con Jesús el nazareno. La constante referencia al Galileo o al nazareno probablemente
se hicieron en tono de burla a la persona del Señor Jesús. Lucas 22:58. Nos dice que por lo menos un hombre que estaba parado allí
se une a lo que las muchachas están diciendo.
Pedro nuevamente no tardó en responderles a las dos
niñas: 72 Pero Pedro negó otra vez con juramento:
No conozco al hombre.
Primero solo atina a decir de su maestro cono al hombre, cono si fuera un completo
desconocido para él, Esta vez Simón está fuera de sí por la ira y la
frustración. Hace algo que no había hecho durante la primera negación: Con un juramento comienza a negar su
conexión con Jesús, había puesto a DIOS por testigo de que no conocía al Señor
Jesús.
Es imposible no percatarse del gran contraste en los
juramentos casi simultáneos, en el aposento alto del palacio, a Jesús lo juramentan por el DIOS viviente a que les
diga la verdad y lo hace plenamente, se muestra como el Rey y Juez de toda
la creación, que un día vendrá a establecer su juicio a las naciones.
Por el otro lado, en el patio, casi a la salida de la
casa, Pedro mismo invoca al DIOS viviente por testigo para respaldar su
mentira: no conozco a eso hombre. El primer juramento, el de Cristo confirma la
verdad; el último, el de Pedro confirma una mentira.
Seguimos hablando del mismo Pedro, orgulloso,
arrojado, valiente que, durante 3 años y medio de caminar junto al Señor Jesús,
de comer con él, de orar con él, de recibir instrucción, amistad, respeto y
amor de parte de Cristo, terminó negándole poniendo a DIOS como testigo de ni
siquiera saber quién era ese hombre.
Por el relato de Lucas
22:59 sabemos que le han negado la salida, entonces Pedro vuelve al patio
descubierto y que pasa una hora entonces entre las dos primeras negaciones y la
tercera.
Mateo lo relata cómo sigue en el verso 73 Un poco después, acercándose los que por
allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque
aun tu manera de hablar te descubre.
Durante el intervalo de una hora se había esparcido la
noticia sobre Pedro. Ahora los siervos del palacio y los alguaciles, los
hombres que estaban parados alrededor del fuego cerca de Pedro, comienzan a
decirle que él es uno de los discípulos de Cristo y que su mismo acento lo identifica
como galileo.
Una comparación de los relatos que aparecen en los
Evangelios muestra que algunas personas están hablando a Pedro; otras acerca de
él. Las acusaciones vienen de todas las direcciones. Esto bastaba para provocar
a cualquiera, especialmente al apasionado Simón. Como si todo esto no fuera
suficiente, un pariente de Malco suelta bruscamente una pregunta que lo
atraviesa en el alma ¿No te vi en el
huerto con Jesús?
Su reacción de Simón Pedro no se hizo esperar: 74 Entonces él comenzó a maldecir, y a
jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.
Cuando Pedro negó al Señor por primera vez, pronunció
unas palabras (v.70); cuando lo negó por segunda vez, lo hizo con juramento
(v.72); y cuando lo negó por tercera vez, maldijo y juró.
Él debe haber dicho algo así como Que Dios me haga esto o aquello si es verdad que soy o he sido alguna
vez un discípulo de Jesús. Allí está él invocando contra sí maldición tras
maldición. Y este galileo, mientras más fuerte habla, sin darse cuenta, más fuerte
está diciendo a los que lo rodean: Yo soy un mentiroso, pues sus palabras lo
delatan por sí mismas.
En su infinita y tierna misericordia el Señor, que en
su soberana providencia controla todas las cosas, viene al rescate: 74b, 75. Inmediatamente un gallo cantó. Y
Pedro recordó las palabras de Jesús: Antes que el gallo canta, tú me negarás
tres veces.
Por Lucas 22:61 sabemos que en el momento mismo en que
el gallo cantaba, o por lo menos muy cerca de ese momento, alguien está mirando
directamente a los ojos de Pedro. Es Jesús, con su rostro muy probablemente aún
cubierto con los salivazos, ennegrecido y amoratado por los golpes recibidos.
Parece que el Maestro, terminado el juicio, está
siendo llevado a través del patio hacia la celda, desde la cual, dentro de
pocas horas, será conducido una vez más ante el Sanedrín.
Cuando Pedro oye el canto del gallo y ve a Jesús
mirándolo con ojos tan llenos de dolor, pero también llenos de perdón, se le
despierta repentinamente el recuerdo de la predicción y advertencia de Cristo. 75 y salió fuera y lloró amargamente.
No se dice cómo fue que al fin Pedro pudo salir del palacio.
¿Puede ser porque ahora la atención de todos los
subordinados y quizás de todos los demás está puesta en Jesús?
Como quiera que sea, Pedro logra salir y llora como
solamente Pedro puede llorar: amarga y profundamente, lleno su corazón con un
genuino pesar por lo que ha hecho. Se cumple lo dicho por el profeta Jeremías 17:9 ¡Cuán engañoso es el corazón
del hombre! “Más que todas las cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?
Pedro confió en su propio corazón, en el valor, la osadía
y el orgullo de ser uno de los preferidos del Señor, confió en sus propias
fuerzas, en sus propios recursos, su corazón, termino engañándole, lo traicionó
cuando más lo necesitaba, no podemos confiar en nadie, mucho menos en nosotros
mismos,
Pero no olvidemos cuánto debe haber sufrido nuestro
Señor Jesucristo. Sin duda mucho más debido a estas negaciones por un discípulo
altamente favorecido y amigo suyo que por los golpes y las burlas infligidas
por sus enemigos declarados. Salmo 55:12–14.
En este acto de la triple negación de Pedro, por increíble que parezca se
revelan la gracia de Dios y el amor perdonador del Varón de dolores Jesucristo.
Isaías 53:6.
Pedro cometió el fatal error de confiar en sus propias
fuerzas, en su propio corazón engañoso y dejó a un lado su confianza en Cristo
Jesús, y muchos cristianos en la actualidad hacemos exactamente lo mismo, Dios
jamás nos ha pedido que usemos nuestras habilidades para hacer algo para Él, su
plan es que dependamos por completo de Su habilidad no de la nuestra.
Que cambio tan drástico para Pedro, días antes había
caminado con Jesús, sanado enfermos, liberado a oprimidos por el diablo, hecho
milagros y prodigios, horas antes, había sacado su espada para defender a su
modo al Señor Jesús, lo había acompañado a orar a Getsemaní y había sido junto
a Juan los únicos en seguirle hasta la casa del sumo sacerdote, aun y sabiendo
que lo podrían reconocer, pero en esos momentos, dos niñas y un puñado de
hombres sin mayor trascendencia lo habían hecho retroceder, tragarse sus
palabras y caer estrepitosamente.
DIOS nos ama tanto que usará si es necesario el dolor
para llevarnos al punto de dependencia total de él, tal como lo hizo con Pedro.
DIOS nos lleva hasta nuestro limite, para enseñarnos a no confiar en nuestras
habilidades sino a confiar solo en El, como Pedro, muchos de nosotros debemos
de descubrir esto de la manera difícil. Así
que cuando nos encontremos en situaciones complicadas no le demos al diablo la
gloria, ES DIOS QUE NOS ESTÁ ENSEÑANDO A DEPEDER DE EL.
Pero no nos confundamos, no tenemos un DIOS sádico que
se complace de nuestro dolor, pero si tenemos un DIOS que nos ama tanto, que
utiliza el dolor si es necesario para llevarnos al final de nuestras fuerzas,
de nuestra osadía, de nuestro valor y autosuficiencia, hasta que lleguemos al
punto de reconocer que sin Cristo no podemos, no tenemos ni somos absolutamente
nada.
Él utiliza ese dolor para su propósito ósea para nuestro
bien, así que Él lo permitirá y te mantendrá únicamente lo necesario: hasta que reflejemos a Cristo en medio de
esa situación.
Pedro el hombre que
confió en su orgullo y habilidad de ser un hombre
rudo falló estrepitosamente al negar a Jesús tres veces antes de que el
gallo cantase, pero después, se dio cuenta de su error y dejó plasmado en su
discurso en pentecostés la corrección. Hechos 2:22.
Pedro se dio cuenta
que fue Dios el que realizó los milagros, maravillas, señales que Jesús hizo.
Pedro dice que Jesús fue un hombre que dependió de su Padre para realizar su
trabajo. Cuando Pedro aprendió la lección, dejó de confiar en sí mismo, en sus
habilidades y comenzó a descansar en la suficiencia de Cristo, el fruto lo
vemos cuando predicó delante de miles de personas sin acobardarse en lo más mínimo,
no eran dos niñas, eran más de 3000 personas. Hechos 2:38-41. Pedro vio la
habilidad del Señor funcionando a través de él.
Pedro tuvo que ser zarandeado para aprender a vivir una
vida Cristocéntrica, no podemos esperar menos para nuestras vidas, pero
mientras más pronto renunciemos a nuestra autosuficiencia más pronto hallaremos
descanso para nuestras almas.