Una vez que Jesús es sentenciado a muerte por el
sanedrín de los judíos, ahora, tenían que convencer a las autoridades romanas
de que aplicaran dicha sentencia, es por ello que a primera hora de la mañana
Jesús es llevado ante Poncio Pilato, quien le hace un primer interrogatorio, al
enterarse que Jesús comenzó su ministerio en la región de Judea y con el fin de
deshacerse de esta fastidioso problema, lo envía con Herodes Atipas, hijos de
Herodes del Grande, quien en esas fechas se encontraba también en Jerusalén.
A diferencia de su encuentro con Anás, Califas y
Pilato, con Herodes Jesús no cruzó absolutamente ninguna palabra, no le dio el
gusto de ser su espectáculo, ya bastante mal había hecho al ordenar la muerte
de Juan el bautista, ahora como entonces Herodes solo tenía comezón de oír, sólo deseaba saciar su
mórbida curiosidad, en realidad no deseaba ayudar a Jesús, ni mucho menos
arrepentirse de su vida pecaminosa, por ello es que no recibió ni el saludo de
parte de nuestro Señor Jesucristo.
Herodes, decepcionado envía a Jesús de vuelta con
Pilato, esta es la tercera parte del juicio civil, es donde se dicta
oficialmente su sentencia a morir crucificado, pero antes de que suceda, los
cuatro evangelios nos narran acontecimientos que dejan de relieve que hay dos
tipos de hombres en esta vida, los que están dispuestos a hacer la voluntad de
DIOS, cueste lo que cueste, este por su puesto es nuestro amado Salvador, pero
hay otro tipo, aquellos que no solo no aman a DIOS, sino que sus intereses y
decisiones son llevados y traídos como las olas del mar, obviamente me refiero
a Pilato.
Esto es lo que veremos en la enseñanza del día de hoy,
a través de los 4 evangelios, comenzando por Lucas 23:13-16.
13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los
gobernantes, y al pueblo,14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al
pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en
este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. 15 Y ni aun Herodes,
porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.16
Le soltaré, pues, después de castigarle.
Herodes devolvió al prisionero, vestido con una túnica
a manera de burla. De modo que de nuevo Pilato se dirige a los miembros del Sanedrín,
diciéndoles que ni él ni Herodes han encontrado razón para condenarlo.
Pero esta doblegado por un miedo supersticioso, y
quizá un pequeño resto de sentido de justicia, esto es lo que ha impedido a
Pilato sentenciar a Jesús a la muerte de cruz.
Por otra parte, Pilato tiene miedo de lo que los
judíos puedan hacer si deja libre a Jesús, así pues, su miserable corazón se
llena de tormento ante estos dos temores. En consecuencia, decide complacer a
los judíos haciendo azotar a Jesús; y decide aplacar la voz de su propia conciencia,
no dando la orden de crucificar al prisionero.
Los judíos, sin embargo, tienen otras ideas. En estos
momentos la multitud pide a Pilato que haga lo que solía hacer en tiempo de
Pascua: poner en libertad a un prisionero, a quien ellos quisieran, probablemente,
como símbolo y recordatorio de la liberación de los antepasados del cautiverio
de Egipto. Marcos 15:6–8. Y es aquí
donde continúa el relato el cuarto Evangelio.
Juan 18:39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la
pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?
Pilato, por una vez, está muy dispuesto a otorgar el
privilegio que piden los judíos de soltar un preso. Ve en ello otra oportunidad
de quitarse de encima a Jesús. Así pues, como candidatos para ser liberados
coloca a dos prisioneros: Barrabás y Jesús. Mateo 27:15–18.
No obstante, lo que para Pilato significaba un alivio
si elegían a Jesús, para el Señor representó una terrible humillación, ya le
estaban dando el trato de culpable antes de dictar oficialmente la sentencia,
eso en cuanto a la justicia humana, pero en cuanto a la justicia divina, fue
puesto a igual con un homicida famoso.
Pilato, conocía perfectamente la gran popularidad que
tuvo el Señor Jesús ante la multitud, quiso salir fácilmente de su dilema
apelando a la turba y así anular la decisión del sanedrín, pero no comprendió
que la popularidad de Jesús había terminado, no más pan, no más aplausos.
Es más, Pilato, sugestivamente hizo campaña en favor
de que Jesús fuera puesto en libertad, su pregunta lo delata ¿Queréis,
pues, que os suelte al rey de los judíos? Pensó que por tratarse de
alguien la popularidad de un rey, la
multitud lo apoyaría, fue un grave error, solo hizo que el sanedrín se irritara
más e incitara a la turba a favor de Barrabás.
40 Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a
Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
En este punto es importante saber que un mensajero de
parte de la esposa de Pilato había llegado para avisarle que ella había sufrido mucho en sueños a causa de
Jesús, que procurará no tener que ver en la sentencia de este, lo sabemos
por lo narrado en Mateo 27:19-21.
En tanto que Pilato se ocupaba de este mensaje de su
esposa, los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud
que pidiese a Barrabás y que Jesús fuese muerto. Mateo 27:20. Son tan nefastos los líderes del sanedrín que no nos
sorprendería que su corazón se regocijará de matar dos pájaros de un tiro: matar a Jesús y enfurecer a Pilato.
Por ello, cuando Pilato vuelve a presentarse para
preguntar cuál es la decisión del pueblo, exclaman, Libera a Barrabás. Sin duda lo gritaron más de una vez. Juan
probablemente da por sentado que los lectores ya sabían del primer grito por
los Sinópticos, porque escribe, dieron
voces de nuevo.
Lo que gritaron fue, No a éste, sino a Barrabás. Barrabás, que significa, hijo del
padre, lo cual probablemente indica que era hijo de un rabino, era un famoso
ladrón, un bandido. Lo habían encarcelado por cierta insurrección promovida en
la ciudad y por homicidio. Lucas 23:19.
El pueblo lo escogió a él.
El pueblo prefirió orgullo
a su salvador, Barrabás representaba el patriotismo de ser judío, por su
insurrección el creía que dejaba en alto a su nación, algo que rondaba en la
época de Jesús como lo hemos dicho una y otra vez, era el deseo de ser
liberados de la opresión romana, elegir a Barrabás era elegir su orgullo como
nación, no hay palabras para expresar tan patético acto, sin embargo, al mismo
tiempo, estuvo de acuerdo con el bondadoso decreto y providencia de Dios. Barrabás
debe ser libertado a fin de que Jesús pueda ser crucificado, su pueblo salvado,
y Dios glorificado.
Eso no significa que cuando vayamos por la bifurcación
entre nuestro orgullo y seguir a Cristo, vayamos por el orgullo, pues está predestinado así, un discípulo ama
por sobre todas las cosas la Verdad, aun sobre el deseo arrogante de tener
siempre la razón, si hemos de tragarnos nuestro orgullo para que DIOS sea
glorifica, entonces, que así sea.
La reacción de Pilato no se hizo esperar. 19:1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús,
y le azotó.
Fracasados los intentos previos de eludir su evidente
deber, Una vez más Pilato, trata de librarse, para ello ordena que lleven a
azotar a Jesús. Los azotes eran una tortura odiosa.
Los azotes romanos se daban con un mango de madera
corto al cual se le habían sujetado varias correas en cuyos extremos colgaban
trozos de plomo o bronce y trocitos afilados de hueso. Los azotes se administraban,
sobre todo, aunque no en forma exclusiva, en la espalda de la víctima, desnuda
y doblegada.
A veces los destrozos del cuerpo eran tales que
quedaban al descubierto venas y arterias profundas, a veces incluso entrañas y órganos
internos. Tal flagelación, de la que estaban exentos los ciudadanos romanos, a menudo
producía la muerte. O precedía a la ejecución, y se ordenaba para indicar que
la persona a la que se administraba estaba a punto de ser crucificado.
Parece, sin embargo, que en este caso Pilato ordenó esta
flagelación no como señal de una próxima crucifixión, sino para evitar la
necesidad de sentenciar a Jesús a la cruz. Pilato trató constantemente de
eludir el tema. Quería deshacerse de Jesús. Trató con todo ahínco de encontrar
la forma de poder, por una parte, evitar dar la orden de crucificar a Jesús, y
sin embargo, por otra, evitar la venganza de Anás, Caifás y compañía.
Uno se puede imaginar a Jesús después de los azotes,
cubierto de llagas y moretones horribles y contusiones. Debe tenerse presente,
sin embargo, que el sufrimiento del Varón de Dolores fue no sólo intenso sino
también vicario. Isaías 53:5.
2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron
sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; 3 y le decían: ¡Salve,
Rey de los judíos! y le daban de bofetadas.
La flagelación fue seguida de una coronación y saludos
burlones en el patio del Pretorio. En algún lugar del cercano los soldados
encontraron algunas ramitas espinosas. Muchos comentaristas, de acuerdo con la
opinión de los cruzados, mencionan a la Spina
Christi o Palinrus como la planta de la que se sacó la corona de tortura,
porque sus ramas tienen puntas horribles y las hojas se parecen a la hiedra que
se utilizaba en la coronación de emperadores y generales. Esta planta todavía
crece en Judea.
Sin embargo, arqueólogos han señalado que pocos países
del tamaño de Palestina tienen tantas variedades de plantas espinosas. En
consecuencia, la identidad de la planta que los soldados utilizaron no se puede
determinar. Además, esto tiene poca importancia.
Más significativo es lo que implicó el llevar una
corona de espinos. Génesis 3:18. No
es casualidad que se mencionan espinas y abrojos en conexión con la caída de
Adán. Por ello, los evangelios describen a Jesús como llevando la maldición que
está sobre la naturaleza pecaminosa y la creación misma. Jesús lleva la
maldición sobre de sí mismo, por eso debió ser colgado de un madero, él mismo
llevó la maldición que nuestros primeros padres, Adán y Eva, trajeron a la
creación. El Señor Jesús la lleva sobre sí a fin de liberar a la naturaleza y a
nosotros. Romanos 8:20-21.
Con crueldad malvada los soldados apretaron esta
corona en la cabeza de Jesús, haciendo que discurrieran por su cara, cuello y
cuerpo, todavía dolorido por los azotes, hilos de sangre. Deseaban torturarlo.
También querían burlarse de él. La corona de espinas llenaba ambos deseos.
Hacían más honda la ofensa amarga y el sufrimiento infamante
con otro elemento de bufonería despreciativa: echaron sobre Jesús lo que probablemente
era un manto desechado y descolorido de un soldado, de un tinte parecido a la
púrpura real. Pusieron en sus manos una
caña, a modo de cetro falso, este último detalle no lo menciona Juan, si Mateo 27:29. Luego se iban acercando a
él, inclinándose, a fin de saludarlo burlonamente: Salve, rey de los judíos. Al hacerlo, seguían golpeándolo.
Si bien la información de los evangelios no nos
permite condenar a Pilato por ordenar estas burlas al Señor, tampoco
encontramos que haya hecho algo por evitarla en lo más mínimo, por el
contrario, le convenía que sucediera, tal vez así la ira del sanedrín seria
saciada sin la necesidad de dar muerte a Jesús, según él, todos saldrían
ganando.
4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera,
para que entendáis que ningún delito hallo en él. 5 Y salió Jesús, llevando la
corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!
Cuando Pilato vuelve a presentarse ante el público,
indica la razón de por qué les lleva a Jesús, su temor va en aumento, por eso
les dice: para que entendáis que ningún
delito hallo en él. Desde luego hubiera debido poner de inmediato en
libertad a su prisionero. Pero una vez más vacila por temor al sanedrín, su
cobardía por falta de convicciones solidas lo estaba llevando a un punto sin
retorno. Esta vez, totalmente en armonía con todos sus intentos anteriores de
quitarse de encima el caso, trata de apelar a la compasión del pueblo.
Pone ante los ojos del pueblo un espectáculo estremecedor:
Jesús, cubierto de heridas profundas, con sangre que le corría por la cara,
cuello y espalda; la horrible corona
todavía en su cabeza; el manto de púrpura todavía sobre sus hombros. Entonces
Pilato exclama, ¡He aquí el hombre!
Como si preguntara el sanedrín y al pueblo mismo: ¿No
ha sufrido suficiente? ¿Es realmente necesario infligirle más castigo? ¿Parece
él un peligroso revolucionario? ¿Hace falta hacer más contra esta persona en la
que no he encontrado falta, y que ya ha sufrido tanto? ¿No es esto suficiente?
Sabemos que tenía esto en mente, por la respuesta
recibida de los líderes religiosos: 6
Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces,
diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y
crucificadle; porque yo no hallo delito en él.
Apenas había concluido Pilato su dramática súplica,
cuando los más endurecidos de entre todos, los sumos sacerdotes y sus
alguaciles, al ver el objeto de su brutal envidia, comenzaron a gritar, “¡Crucifícale,
crucifícale!” Exclamaron estas terribles palabras una y otra vez hasta
convertirse en un dicho, en un cántico pavoroso y siniestro.
Totalmente exasperado el gobernador responde, Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo
no hallo delito en él. Desde luego, Pilato sabe muy bien que sin su orden no
pueden crucificar a Jesús. Sutilmente deja entrever su gran impotencia política
en este asunto, odia a estos judíos que le han causado tanto trastorno. Y al
mismo tiempo los teme. De lo contrario, hubiera puesto en libertad el
prisionero mucho antes. Además, ¡ellos saben que les tiene miedo! De no ser
así, desde el inicio lo hubiera dejado libre.
En los cuatro evangelios, encontramos que al menos 9
veces está escrito que Pilato dijo No
halló ningún delito en él. Esto reitera que la sentencia del Señor fue
injusta, sin alguna base legal. ¿Cómo pudo un Dios justo permitir semejante
cosa? Hay sólo una respuesta, la encontramos en el pasaje de Isaías 53:6-8.
7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra
ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
Ahora si ha salido a relucir el motivo religioso del
juicio de Jesús, anteriormente solo le presentaron como un alborotador más,
para presionar al gobernador, pero ya lo ven claudicar, ya no hay porque
esconder el motivo religioso, y como se están dando cuenta de que Pilato vacila
en dar la sentencia esperada, presionan una vez más su marcada superstición.
Dio resultado, Pilato de inmediato reaccionó: 8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más
miedo. 9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú?
Mas Jesús no le dio respuesta.
Pilato estaba más asustado que nunca. Este nuevo temor
se originaba ya no tanto por los judíos y su insistencia, ahora le llena de
miedo saber que el prisionero, a quien mandó golpear y por quien no hizo nada
para evitar las burlas, era probablemente hijo
de los dioses.
Hay que entender que Pilato no tenía ningún tipo de
discernimiento espiritual, el paganismo lo acompaño toda la vida, así que no
entendía el verdadero sentido de Hijo de
DIOS del Señor Jesús, para Pilato, era un
hijo de los dioses, ese no es un punto relevante, lo que de verdad importa
es que sea como sea, su corazón se acobardó aún más de lo que ya estaba, tal
vez es por ello que mi esposa tuvo esos sueños tan raros, pudo haber pensado en
ese momento.
Así, lleno de un temor supersticioso, no de un temor reverente
a DIOS, entra de nuevo a ver al prisionero y lleno de ansiedad le pregunta ¿De dónde eres tú? No recibió respuesta,
porque sencillamente no la merecía.
Sin duda, alguien que era tan corrupto como para haber
ordenado la flagelación de Jesús casi hasta la muerte, aun sabiendo, como él
mismo había afirmado repetidas veces, que este prisionero era inocente, no merecía
respuesta. Además, antes de mandarlo con Herodes ya Jesús le había dado su
identidad: El Rey de reyes.
Exasperado Pilato le dice: 10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo
autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?
Lo que Pilato hace ahora es totalmente normal en casos
de esta naturaleza. Debe tenerse presente que estaba temblando. Por ello, a fin
de ocultar su temor, comienza a alardear. Con indignación exclama, ¿A mí no me hablas? ¿Cómo te atreves?
¿No te das cuenta de quién soy? ¿Y no entiendes que tengo autoridad para
ponerte en libertad y autoridad para crucificarte?
El Señor Jesús, entonces le responde, como es su
costumbre, dando cátedra de sublime sabiduría: 11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te
fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado
tiene.
Jesús le hace ver a Pilato el hecho de que la supuesta
autoridad de éste le había sido delegada. Esto es una verdad sagrada, es una
responsabilidad de cuyo cumplimiento Pilato era responsable delante de
Dios. Jesús prosigue, Por tanto, el que a ti me ha entregado tiene
mayor pecado.
Pilato no había entendido que solo era el responsable,
que la autoridad era delegada de lo alto, y que daría cuentas delante de DIOS
de la forma en que ejerciera esa autoridad, esto lo hacía culpable si lo
sentenciaba injustamente.
Pero Caifás, el sumo sacerdote ese año y quien entrego
a Jesús ante Pilato, lleva aun mayor grado de culpa por entregar a morir al
Justo de DIOS de la manera más injusta posible. Además, Pilato, aunque totalmente
corrupto, no se daba plena cuenta de lo que hacía. Pero Caifás actuaba con conocimiento
y determinación inflexible desde la resurrección milagrosa de Lázaro de Betania.
En consecuencia, el pecado de Caifás era mayor que el pecado de Pilato.
12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban
voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace
rey, a César se opone.
El temor de Pilato, como si fuera posible, aumente aún
más, ya no solo era una intención del corazón, ahora sí, procuraba con hechos
insistentes soltar a Jesús, no porque haya estado convencido de que daría
cuentas a DIOS, pero se percató de la enorme sabiduría de ese hombre que estaba
frente a él y no podía condenarlo y vivir con las consecuencias en su
conciencia.
¿Por qué si era el gobernador no logró liberar a
Jesús? Desde la perspectiva divina porque obviamente el Plan de DIOS, trazado
desde antes de que el mudo fuera creado, se cumpliría al pie de la letra y nada
iba a impedirlo.
Desde la perspectiva humana por su débil carácter
frente a la adversidad, su falta de convicciones y de una brújula moral solida
por fin lo llevaron a donde siempre llevan a quienes así viven: a la desgracia
y la miseria moral y espiritual.
Los judíos clamaron una artimaña más: si lo liberas eres enemigo del emperador,
sabemos que, si alguien era odiado por los judíos, era precisamente el
emperador romano, por la forma tan cruel en que eran tratados, y Pilato estaba
totalmente al tanto de esta situación.
Sin embargo, aquí estaban, al parecer profundamente
perturbados por la lealtad política de alguien que nunca ni siquiera había
pronunciado una palabra contra el gobierno romano. Eran unos hipócritas
despreciables, pero lo habían acorralado.
13 Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el
tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. 14 Era la
preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He
aquí vuestro Rey! 15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato
les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales
sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16 Así que entonces lo entregó a
ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.
Llegó el momento que la historia de la redención está
esperando, que se ejecute la sentencia de muerte del Señor Jesús, Pilato,
sentado en el lugar conocido como la
calzada de piedra o Gabata en hebreo, se sienta para dictar la sentencia,
no antes de hacer su famoso acto simbólico, por l que es recordado por la
historia, llamar a un esclavo, para que le lleve un recipiente con agua y lavarse las manos de esta sangre que iba
a ser derramada.
Era la hora sexta, es decir cerca del mediodía, y los
preparativos para uno más de los 7 días de la fiesta de los panes sin levadura
se estaba llevando a cabo, entonces Pilato, en el último acto de resentimiento
contra los judíos que nunca le dieron oportunidad de aliviar su conciencia, y
al mismo tiempo como una burla al Señor Jesús, lo presenta y les dice he aquí a su Rey.
Su frase dio resultado, enardecidos de envidia y odio,
los judíos solo atinan a gritar fuera con
él crucifícale. Pilato repita la burla, pero ahora en forma de pregunta ¿A
su rey voy a crucificar? Descaradamente, responden no tenemos más rey que Cesar.
Es irónico, porque, en cierto sentido tenían razón,
estaban repudiando al Rey de Reyes, a la única esperanza mesiánica de sus vidas
y de su nación, todavía se atrevieron a decirle que su sangre caiga sobre nosotros y sobre de nuestros hijos.
Sin duda el contraste entre Jesús y Pilato es enorme,
sabemos que el Señor Jesús no tiene igual, compararlo es inútil, nada ni nadie
está a su altura, pero es imposible pasar por alto las dos actitudes allí
mostradas, por un lado, la patética y pusilánime actuación de Pilato, cobarde,
supersticioso y soberbio, nunca pudo tomar una decisión firme, a pesar de no
querer agradar al sanedrín, termina por darles gusto, todo por la falta de
convicciones reales en su vida.
Por el otro lado, el Señor Jesús, siempre firme,
estoico en sus actos, callando o hablando solo cuando es necesario para que el
Plan perfecto de DIOS se cumpla a la perfección, sin importarle que eso
implique su propia muerte vicaria, como oveja, fiel, obediente, manso y
sincero, lleno de la convicción de hacer la voluntad del Padre por sobre todas
las cosas, pasa por las burlas, los azotes, la corona de espinos y el escarnio.
Pilato, que no tenía que poner en juego su vida, que
solo tenía que ser firme en sus decisiones, prefirió silenciar su conciencia a
precio de la vida del Inocente, del Justo, del hijo de DIOS.
La pregunta obligada para llevarnos a reflexionar toda
la semana es: ¿Qué tipo de personas somos? ¿Cómo Jesús o como Pilato? ¿Qué o
quién influye en nuestras decisiones diarias? ¿Sobre todo cuando la bifurcación
entre agradar a DIOS o silenciar nuestra conciencia se presenta?
Pero
es importante que sepamos que muchas veces el camino se volverá más y más
difícil, algunas veces al grado de ser para nosotros imposible seguir adelante,
es entonces cuando DIOS nos está llevando al final de nuestra autosuficiencia,
al final de nuestras fuerzas, al final de nuestros propios recursos, y DIOS no
tiene planeado darnos más fuerzas para seguir adelante, eso sería
antropocéntrico, no ese no es su plan.
Su
plan es que Cristo viva su vida, camine el camino del discípulo por medio de
nosotros, que sea Él controlando nuestros pasos, uno a uno, hasta que nos
hallemos caminado el camino del discípulo de forma natural, pero no nosotros,
sino Cristo en nosotros, que es la esperanza de gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario