domingo, 26 de mayo de 2019

El Evangelio De Juan 127: Dos Tipos De Hombres. Juan 18:39-40. 19:1-16. Lucas 23:13-16.


Una vez que Jesús es sentenciado a muerte por el sanedrín de los judíos, ahora, tenían que convencer a las autoridades romanas de que aplicaran dicha sentencia, es por ello que a primera hora de la mañana Jesús es llevado ante Poncio Pilato, quien le hace un primer interrogatorio, al enterarse que Jesús comenzó su ministerio en la región de Judea y con el fin de deshacerse de esta fastidioso problema, lo envía con Herodes Atipas, hijos de Herodes del Grande, quien en esas fechas se encontraba también en Jerusalén.

A diferencia de su encuentro con Anás, Califas y Pilato, con Herodes Jesús no cruzó absolutamente ninguna palabra, no le dio el gusto de ser su espectáculo, ya bastante mal había hecho al ordenar la muerte de Juan el bautista, ahora como entonces Herodes solo tenía comezón de oír, sólo deseaba saciar su mórbida curiosidad, en realidad no deseaba ayudar a Jesús, ni mucho menos arrepentirse de su vida pecaminosa, por ello es que no recibió ni el saludo de parte de nuestro Señor Jesucristo.

Herodes, decepcionado envía a Jesús de vuelta con Pilato, esta es la tercera parte del juicio civil, es donde se dicta oficialmente su sentencia a morir crucificado, pero antes de que suceda, los cuatro evangelios nos narran acontecimientos que dejan de relieve que hay dos tipos de hombres en esta vida, los que están dispuestos a hacer la voluntad de DIOS, cueste lo que cueste, este por su puesto es nuestro amado Salvador, pero hay otro tipo, aquellos que no solo no aman a DIOS, sino que sus intereses y decisiones son llevados y traídos como las olas del mar, obviamente me refiero a Pilato.

Esto es lo que veremos en la enseñanza del día de hoy, a través de los 4 evangelios, comenzando por Lucas 23:13-16.

13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis. 15 Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.16 Le soltaré, pues, después de castigarle.

Herodes devolvió al prisionero, vestido con una túnica a manera de burla. De modo que de nuevo Pilato se dirige a los miembros del Sanedrín, diciéndoles que ni él ni Herodes han encontrado razón para condenarlo.

Pero esta doblegado por un miedo supersticioso, y quizá un pequeño resto de sentido de justicia, esto es lo que ha impedido a Pilato sentenciar a Jesús a la muerte de cruz.

Por otra parte, Pilato tiene miedo de lo que los judíos puedan hacer si deja libre a Jesús, así pues, su miserable corazón se llena de tormento ante estos dos temores. En consecuencia, decide complacer a los judíos haciendo azotar a Jesús; y decide aplacar la voz de su propia conciencia, no dando la orden de crucificar al prisionero.

Los judíos, sin embargo, tienen otras ideas. En estos momentos la multitud pide a Pilato que haga lo que solía hacer en tiempo de Pascua: poner en libertad a un prisionero, a quien ellos quisieran, probablemente, como símbolo y recordatorio de la liberación de los antepasados del cautiverio de Egipto. Marcos 15:6–8. Y es aquí donde continúa el relato el cuarto Evangelio.

Juan 18:39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?

Pilato, por una vez, está muy dispuesto a otorgar el privilegio que piden los judíos de soltar un preso. Ve en ello otra oportunidad de quitarse de encima a Jesús. Así pues, como candidatos para ser liberados coloca a dos prisioneros: Barrabás y Jesús. Mateo 27:15–18.
  
No obstante, lo que para Pilato significaba un alivio si elegían a Jesús, para el Señor representó una terrible humillación, ya le estaban dando el trato de culpable antes de dictar oficialmente la sentencia, eso en cuanto a la justicia humana, pero en cuanto a la justicia divina, fue puesto a igual con un homicida famoso.

Pilato, conocía perfectamente la gran popularidad que tuvo el Señor Jesús ante la multitud, quiso salir fácilmente de su dilema apelando a la turba y así anular la decisión del sanedrín, pero no comprendió que la popularidad de Jesús había terminado, no más pan, no más aplausos.

Es más, Pilato, sugestivamente hizo campaña en favor de que Jesús fuera puesto en libertad, su pregunta lo delata ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? Pensó que por tratarse de alguien la popularidad de un rey, la multitud lo apoyaría, fue un grave error, solo hizo que el sanedrín se irritara más e incitara a la turba a favor de Barrabás.

40 Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

En este punto es importante saber que un mensajero de parte de la esposa de Pilato había llegado para avisarle que ella había sufrido mucho en sueños a causa de Jesús, que procurará no tener que ver en la sentencia de este, lo sabemos por lo narrado en Mateo 27:19-21.

En tanto que Pilato se ocupaba de este mensaje de su esposa, los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás y que Jesús fuese muerto. Mateo 27:20. Son tan nefastos los líderes del sanedrín que no nos sorprendería que su corazón se regocijará de matar dos pájaros de un tiro: matar a Jesús y enfurecer a Pilato.

Por ello, cuando Pilato vuelve a presentarse para preguntar cuál es la decisión del pueblo, exclaman, Libera a Barrabás. Sin duda lo gritaron más de una vez. Juan probablemente da por sentado que los lectores ya sabían del primer grito por los Sinópticos, porque escribe, dieron voces de nuevo.


Lo que gritaron fue, No a éste, sino a Barrabás. Barrabás, que significa, hijo del padre, lo cual probablemente indica que era hijo de un rabino, era un famoso ladrón, un bandido. Lo habían encarcelado por cierta insurrección promovida en la ciudad y por homicidio. Lucas 23:19. El pueblo lo escogió a él.

El pueblo prefirió orgullo a su salvador, Barrabás representaba el patriotismo de ser judío, por su insurrección el creía que dejaba en alto a su nación, algo que rondaba en la época de Jesús como lo hemos dicho una y otra vez, era el deseo de ser liberados de la opresión romana, elegir a Barrabás era elegir su orgullo como nación, no hay palabras para expresar tan patético acto, sin embargo, al mismo tiempo, estuvo de acuerdo con el bondadoso decreto y providencia de Dios. Barrabás debe ser libertado a fin de que Jesús pueda ser crucificado, su pueblo salvado, y Dios glorificado.

Eso no significa que cuando vayamos por la bifurcación entre nuestro orgullo y seguir a Cristo, vayamos por el orgullo, pues está predestinado así, un discípulo ama por sobre todas las cosas la Verdad, aun sobre el deseo arrogante de tener siempre la razón, si hemos de tragarnos nuestro orgullo para que DIOS sea glorifica, entonces, que así sea.

La reacción de Pilato no se hizo esperar. 19:1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó.

Fracasados los intentos previos de eludir su evidente deber, Una vez más Pilato, trata de librarse, para ello ordena que lleven a azotar a Jesús. Los azotes eran una tortura odiosa.

Los azotes romanos se daban con un mango de madera corto al cual se le habían sujetado varias correas en cuyos extremos colgaban trozos de plomo o bronce y trocitos afilados de hueso. Los azotes se administraban, sobre todo, aunque no en forma exclusiva, en la espalda de la víctima, desnuda y doblegada.

A veces los destrozos del cuerpo eran tales que quedaban al descubierto venas y arterias profundas, a veces incluso entrañas y órganos internos. Tal flagelación, de la que estaban exentos los ciudadanos romanos, a menudo producía la muerte. O precedía a la ejecución, y se ordenaba para indicar que la persona a la que se administraba estaba a punto de ser crucificado.

Parece, sin embargo, que en este caso Pilato ordenó esta flagelación no como señal de una próxima crucifixión, sino para evitar la necesidad de sentenciar a Jesús a la cruz. Pilato trató constantemente de eludir el tema. Quería deshacerse de Jesús. Trató con todo ahínco de encontrar la forma de poder, por una parte, evitar dar la orden de crucificar a Jesús, y sin embargo, por otra, evitar la venganza de Anás, Caifás y compañía.

Uno se puede imaginar a Jesús después de los azotes, cubierto de llagas y moretones horribles y contusiones. Debe tenerse presente, sin embargo, que el sufrimiento del Varón de Dolores fue no sólo intenso sino también vicario. Isaías 53:5.

2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; 3 y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas.

La flagelación fue seguida de una coronación y saludos burlones en el patio del Pretorio. En algún lugar del cercano los soldados encontraron algunas ramitas espinosas. Muchos comentaristas, de acuerdo con la opinión de los cruzados, mencionan a la Spina Christi o Palinrus como la planta de la que se sacó la corona de tortura, porque sus ramas tienen puntas horribles y las hojas se parecen a la hiedra que se utilizaba en la coronación de emperadores y generales. Esta planta todavía crece en Judea.

Sin embargo, arqueólogos han señalado que pocos países del tamaño de Palestina tienen tantas variedades de plantas espinosas. En consecuencia, la identidad de la planta que los soldados utilizaron no se puede determinar. Además, esto tiene poca importancia.

Más significativo es lo que implicó el llevar una corona de espinos. Génesis 3:18. No es casualidad que se mencionan espinas y abrojos en conexión con la caída de Adán. Por ello, los evangelios describen a Jesús como llevando la maldición que está sobre la naturaleza pecaminosa y la creación misma. Jesús lleva la maldición sobre de sí mismo, por eso debió ser colgado de un madero, él mismo llevó la maldición que nuestros primeros padres, Adán y Eva, trajeron a la creación. El Señor Jesús la lleva sobre sí a fin de liberar a la naturaleza y a nosotros. Romanos 8:20-21.

Con crueldad malvada los soldados apretaron esta corona en la cabeza de Jesús, haciendo que discurrieran por su cara, cuello y cuerpo, todavía dolorido por los azotes, hilos de sangre. Deseaban torturarlo. También querían burlarse de él. La corona de espinas llenaba ambos deseos.

Hacían más honda la ofensa amarga y el sufrimiento infamante con otro elemento de bufonería despreciativa: echaron sobre Jesús lo que probablemente era un manto desechado y descolorido de un soldado, de un tinte parecido a la púrpura real.  Pusieron en sus manos una caña, a modo de cetro falso, este último detalle no lo menciona Juan, si Mateo 27:29. Luego se iban acercando a él, inclinándose, a fin de saludarlo burlonamente: Salve, rey de los judíos. Al hacerlo, seguían golpeándolo.

Si bien la información de los evangelios no nos permite condenar a Pilato por ordenar estas burlas al Señor, tampoco encontramos que haya hecho algo por evitarla en lo más mínimo, por el contrario, le convenía que sucediera, tal vez así la ira del sanedrín seria saciada sin la necesidad de dar muerte a Jesús, según él, todos saldrían ganando.

4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. 5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!


Cuando Pilato vuelve a presentarse ante el público, indica la razón de por qué les lleva a Jesús, su temor va en aumento, por eso les dice: para que entendáis que ningún delito hallo en él. Desde luego hubiera debido poner de inmediato en libertad a su prisionero. Pero una vez más vacila por temor al sanedrín, su cobardía por falta de convicciones solidas lo estaba llevando a un punto sin retorno. Esta vez, totalmente en armonía con todos sus intentos anteriores de quitarse de encima el caso, trata de apelar a la compasión del pueblo.

Pone ante los ojos del pueblo un espectáculo estremecedor: Jesús, cubierto de heridas profundas, con sangre que le corría por la cara, cuello y espalda; la horrible corona todavía en su cabeza; el manto de púrpura todavía sobre sus hombros. Entonces Pilato exclama, ¡He aquí el hombre!

Como si preguntara el sanedrín y al pueblo mismo: ¿No ha sufrido suficiente? ¿Es realmente necesario infligirle más castigo? ¿Parece él un peligroso revolucionario? ¿Hace falta hacer más contra esta persona en la que no he encontrado falta, y que ya ha sufrido tanto? ¿No es esto suficiente?

Sabemos que tenía esto en mente, por la respuesta recibida de los líderes religiosos: 6 Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él.

Apenas había concluido Pilato su dramática súplica, cuando los más endurecidos de entre todos, los sumos sacerdotes y sus alguaciles, al ver el objeto de su brutal envidia, comenzaron a gritar, “¡Crucifícale, crucifícale!” Exclamaron estas terribles palabras una y otra vez hasta convertirse en un dicho, en un cántico pavoroso y siniestro.

Totalmente exasperado el gobernador responde, Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. Desde luego, Pilato sabe muy bien que sin su orden no pueden crucificar a Jesús. Sutilmente deja entrever su gran impotencia política en este asunto, odia a estos judíos que le han causado tanto trastorno. Y al mismo tiempo los teme. De lo contrario, hubiera puesto en libertad el prisionero mucho antes. Además, ¡ellos saben que les tiene miedo! De no ser así, desde el inicio lo hubiera dejado libre.

En los cuatro evangelios, encontramos que al menos 9 veces está escrito que Pilato dijo No halló ningún delito en él. Esto reitera que la sentencia del Señor fue injusta, sin alguna base legal. ¿Cómo pudo un Dios justo permitir semejante cosa? Hay sólo una respuesta, la encontramos en el pasaje de Isaías 53:6-8.

7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.

Ahora si ha salido a relucir el motivo religioso del juicio de Jesús, anteriormente solo le presentaron como un alborotador más, para presionar al gobernador, pero ya lo ven claudicar, ya no hay porque esconder el motivo religioso, y como se están dando cuenta de que Pilato vacila en dar la sentencia esperada, presionan una vez más su marcada superstición.

Dio resultado, Pilato de inmediato reaccionó: 8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. 9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta.

Pilato estaba más asustado que nunca. Este nuevo temor se originaba ya no tanto por los judíos y su insistencia, ahora le llena de miedo saber que el prisionero, a quien mandó golpear y por quien no hizo nada para evitar las burlas, era probablemente hijo de los dioses.

Hay que entender que Pilato no tenía ningún tipo de discernimiento espiritual, el paganismo lo acompaño toda la vida, así que no entendía el verdadero sentido de Hijo de DIOS del Señor Jesús, para Pilato, era un hijo de los dioses, ese no es un punto relevante, lo que de verdad importa es que sea como sea, su corazón se acobardó aún más de lo que ya estaba, tal vez es por ello que mi esposa tuvo esos sueños tan raros, pudo haber pensado en ese momento.

Así, lleno de un temor supersticioso, no de un temor reverente a DIOS, entra de nuevo a ver al prisionero y lleno de ansiedad le pregunta ¿De dónde eres tú? No recibió respuesta, porque sencillamente no la merecía.

Sin duda, alguien que era tan corrupto como para haber ordenado la flagelación de Jesús casi hasta la muerte, aun sabiendo, como él mismo había afirmado repetidas veces, que este prisionero era inocente, no merecía respuesta. Además, antes de mandarlo con Herodes ya Jesús le había dado su identidad: El Rey de reyes.

Exasperado Pilato le dice: 10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte?

Lo que Pilato hace ahora es totalmente normal en casos de esta naturaleza. Debe tenerse presente que estaba temblando. Por ello, a fin de ocultar su temor, comienza a alardear. Con indignación exclama, ¿A mí no me hablas? ¿Cómo te atreves? ¿No te das cuenta de quién soy? ¿Y no entiendes que tengo autoridad para ponerte en libertad y autoridad para crucificarte?

El Señor Jesús, entonces le responde, como es su costumbre, dando cátedra de sublime sabiduría: 11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.

Jesús le hace ver a Pilato el hecho de que la supuesta autoridad de éste le había sido delegada. Esto es una verdad sagrada, es una responsabilidad de cuyo cumplimiento Pilato era responsable delante de Dios.  Jesús prosigue, Por tanto, el que a ti me ha entregado tiene mayor pecado.

Pilato no había entendido que solo era el responsable, que la autoridad era delegada de lo alto, y que daría cuentas delante de DIOS de la forma en que ejerciera esa autoridad, esto lo hacía culpable si lo sentenciaba injustamente.


Pero Caifás, el sumo sacerdote ese año y quien entrego a Jesús ante Pilato, lleva aun mayor grado de culpa por entregar a morir al Justo de DIOS de la manera más injusta posible. Además, Pilato, aunque totalmente corrupto, no se daba plena cuenta de lo que hacía. Pero Caifás actuaba con conocimiento y determinación inflexible desde la resurrección milagrosa de Lázaro de Betania. En consecuencia, el pecado de Caifás era mayor que el pecado de Pilato.

12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone.

El temor de Pilato, como si fuera posible, aumente aún más, ya no solo era una intención del corazón, ahora sí, procuraba con hechos insistentes soltar a Jesús, no porque haya estado convencido de que daría cuentas a DIOS, pero se percató de la enorme sabiduría de ese hombre que estaba frente a él y no podía condenarlo y vivir con las consecuencias en su conciencia.

¿Por qué si era el gobernador no logró liberar a Jesús? Desde la perspectiva divina porque obviamente el Plan de DIOS, trazado desde antes de que el mudo fuera creado, se cumpliría al pie de la letra y nada iba a impedirlo.

Desde la perspectiva humana por su débil carácter frente a la adversidad, su falta de convicciones y de una brújula moral solida por fin lo llevaron a donde siempre llevan a quienes así viven: a la desgracia y la miseria moral y espiritual.

Los judíos clamaron una artimaña más: si lo liberas eres enemigo del emperador, sabemos que, si alguien era odiado por los judíos, era precisamente el emperador romano, por la forma tan cruel en que eran tratados, y Pilato estaba totalmente al tanto de esta situación.

Sin embargo, aquí estaban, al parecer profundamente perturbados por la lealtad política de alguien que nunca ni siquiera había pronunciado una palabra contra el gobierno romano. Eran unos hipócritas despreciables, pero lo habían acorralado.

13 Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. 14 Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! 15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.

Llegó el momento que la historia de la redención está esperando, que se ejecute la sentencia de muerte del Señor Jesús, Pilato, sentado en el lugar conocido como la calzada de piedra o Gabata en hebreo, se sienta para dictar la sentencia, no antes de hacer su famoso acto simbólico, por l que es recordado por la historia, llamar a un esclavo, para que le lleve un recipiente con agua y lavarse las manos de esta sangre que iba a ser derramada.



Era la hora sexta, es decir cerca del mediodía, y los preparativos para uno más de los 7 días de la fiesta de los panes sin levadura se estaba llevando a cabo, entonces Pilato, en el último acto de resentimiento contra los judíos que nunca le dieron oportunidad de aliviar su conciencia, y al mismo tiempo como una burla al Señor Jesús, lo presenta y les dice he aquí a su Rey.

Su frase dio resultado, enardecidos de envidia y odio, los judíos solo atinan a gritar fuera con él crucifícale. Pilato repita la burla, pero ahora en forma de pregunta ¿A su rey voy a crucificar? Descaradamente, responden no tenemos más rey que Cesar.

Es irónico, porque, en cierto sentido tenían razón, estaban repudiando al Rey de Reyes, a la única esperanza mesiánica de sus vidas y de su nación, todavía se atrevieron a decirle que su sangre caiga sobre nosotros y sobre de nuestros hijos.

Sin duda el contraste entre Jesús y Pilato es enorme, sabemos que el Señor Jesús no tiene igual, compararlo es inútil, nada ni nadie está a su altura, pero es imposible pasar por alto las dos actitudes allí mostradas, por un lado, la patética y pusilánime actuación de Pilato, cobarde, supersticioso y soberbio, nunca pudo tomar una decisión firme, a pesar de no querer agradar al sanedrín, termina por darles gusto, todo por la falta de convicciones reales en su vida.

Por el otro lado, el Señor Jesús, siempre firme, estoico en sus actos, callando o hablando solo cuando es necesario para que el Plan perfecto de DIOS se cumpla a la perfección, sin importarle que eso implique su propia muerte vicaria, como oveja, fiel, obediente, manso y sincero, lleno de la convicción de hacer la voluntad del Padre por sobre todas las cosas, pasa por las burlas, los azotes, la corona de espinos y el escarnio.

Pilato, que no tenía que poner en juego su vida, que solo tenía que ser firme en sus decisiones, prefirió silenciar su conciencia a precio de la vida del Inocente, del Justo, del hijo de DIOS.

La pregunta obligada para llevarnos a reflexionar toda la semana es: ¿Qué tipo de personas somos? ¿Cómo Jesús o como Pilato? ¿Qué o quién influye en nuestras decisiones diarias? ¿Sobre todo cuando la bifurcación entre agradar a DIOS o silenciar nuestra conciencia se presenta?

Pero es importante que sepamos que muchas veces el camino se volverá más y más difícil, algunas veces al grado de ser para nosotros imposible seguir adelante, es entonces cuando DIOS nos está llevando al final de nuestra autosuficiencia, al final de nuestras fuerzas, al final de nuestros propios recursos, y DIOS no tiene planeado darnos más fuerzas para seguir adelante, eso sería antropocéntrico, no ese no es su plan.

Su plan es que Cristo viva su vida, camine el camino del discípulo por medio de nosotros, que sea Él controlando nuestros pasos, uno a uno, hasta que nos hallemos caminado el camino del discípulo de forma natural, pero no nosotros, sino Cristo en nosotros, que es la esperanza de gloria.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un Dios Santo 11: Contender con Dios Parte 1. Habacuc 1:2-4.

La máxima expresión de la ira y la justicia de Dios se pueden ver en la cruz del calvario, es ahí donde la justicia santa de Dios se hace ...