domingo, 22 de septiembre de 2019

El Evangelio De Juan 143: El Señor de las Oportunidades: La Restitución De Pedro. Juan 21:15-19.


Después de resucitar, el Señor Jesucristo hace varias apariciones, la séptima de ellas en general o la tercera cuando están la mayoría de sus discípulos reunidos, es a las orillas del mar de Tiberias, cuando Pedro, seguido de Tomás, Natanael, Jacobo, Juan y otros dos discípulos más, se dirigieron a pescar en la noche.

Esta pesca es un evento significativo, pues ocurrieron milagros maravillosos, que como dijimos la semana anterior, manifestaron la gloria, el amor, la paciencia y el perdón de nuestro Salvador para con sus discípulos.

Este relato es conocido como la segunda pesca milagrosa, la primera pesca milagrosa ocurrió tres años y medio antes y está relatada en Lucas 5, y ciertamente está pesca también está llena de milagros:

·         Pescar cuando llevaban toda la noche sin hacerlo, solo al mandato del Señor.
·         La gran cantidad de peces, 153 para ser exactos.
·         La conservación de la red, que aun por ser tan grande la pesca no se rompió.
·         La multiplicación del alimento: un pan y un pez para siete.

Sin embargo, como lo dijimos, el verdadero milagro que encontramos en esta ocasión es la gracia y misericordia con la cual el Señor ha tratado a sus discípulos. Ellos estaban conscientes y sobre todo Pedro de que no eran merecedores de nada de parte del Señor que no fueran reproches por abandonarle cuando más tenían que haber permanecido firmes, por ello es que optaron por regresar a lo que hacían antes, pues pensaban que estaban destituidos de su lugar de privilegio en el ministerio, junto al Señor Jesús.

Sin embargo, el Señor no solo no hizo ningún reclamo, sino que además les mostró por medio de una serie de milagros que separados de él nada pueden hacer.

Ellos seguían consumidos por la culpa, así que trataron de regresar a su antiguo estilo de vida, pero los planes del Señor nunca fueron esos, ni tampoco reprocharles nada, sus perfectos planes siempre fueron manifestarles su amor eterno, perfecto e incondicional, somos testigos una vez más en la Escritura de que pase lo que pase Cristo nos sigue amando y nunca dejará de hacerlo.

Pero dejamos la narración incompleta, los versículos que vamos a escudriñar el día de hoy y primeramente DIOS la próxima semana, son todos parte de un mismo relato del capitulo final de este precioso evangelio.

Juan 21:15. Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.

Terminado el desayuno, el Señor se dirige ahora a Pedro a fin de restaurarlo públicamente a su función, así es como se le conoce a esta porción de la Escritura, la restitución de Pedro, el cual públicamente lo negó en tres oportunidades, es por ello que el Señor, de igual forma en tres ocasiones lo interroga con respecto al trabajo y al amor pastoral. El Señor lo hace de manera pública, puesto que fue públicamente que Pedro negó conocerle, y para que no quede lugar a dudas de que está comisionado para el oficio apostólico.

Las circunstancias deben haberle recordado a Pedro la escena de su negación. Y si las circunstancias como tales no se la recordaron, lo que iba a suceder seguramente se la iba a recordar, la semejanza de condiciones es mucha:

1.    Fue junto a un fuego de brasas que Pedro negó a su Maestro. Aquí hay otro fuego de brasas junto al cual se le pide que confiese su amor al Maestro.

2.    Tres veces había negado Pedro a su Maestro. Tres veces debe ahora reconocerlo como su Señor, al que ama de todo corazón.

3.    La predicción respecto a la negación había sido introducida con el solemne doble Amén. La predicción que sigue de inmediato a la confesión de Pedro llevó el mismo sello.

En contraste con las tres negaciones, se presentan las tres afirmaciones que Jesús exige de Pedro en respuesta a las preguntas: ¿me amas más que éstos? ¿me amas? ¿me quieres?

El Señor Jesús le dijo a Pedro, Simón, es el nombre que tenía este discípulo antes de que Jesús lo encontrara; por ello, es muy adecuado en este caso, para recordarle su conducta tan parecida a la de alguien que actúa como si no le conociera,

Le dice entonces, Simón hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Las palabras, que a éstos no se refieren a cosas como esta barca, esta red, estos peces, sino estos hombres, que están ahí desayunando con ellos. La pregunta era muy apropiada, porque Pedro se había jactado, Aunque todos se escandalizaren de ti, yo nunca me escandalizaré en Mateo 26:33.

Con una autoevaluación totalmente injustificada, Pedro se había colocado por encima de los otros. Esta confianza en sí mismo había producido su derrota. Por ello, en presencia de estos hombres debe hacerse su confesión ahora.

Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te quiero.

Vemos que Pedro ya había comenzado a entender muchas cosas, su respuesta nos deja ver dos de ellas:

1.    Primero, ya no se compara con sus compañeros, ya no los toma en menor aprecio, por ello su respuesta es sí, Señor en el sentido de Sí, te amo más que los otros, se refiere al hecho de que se siente seguro de que en su corazón hay algo parecido al amor que Jesús busca en él.

2.    Pedro usa otro verbo, con un significado algo diferente, no le dice te amo, le dice te quiero. Jesús utiliza agapao Pedro contesta con Phileo. En esta ocasión ya más reservado Pedro, humillado por el recuerdo de su caída, no quiere utilizar el término más elevado por amor, el verbo que Jesús había utilizado. 

En lugar de utilizar la palabra que describe el amor inteligente, incondicional y devocional, prefiere usar aquella que se refiere a un afecto fraternal, además ya no es el hombre arrogante, ya no confía ni en sí mismo, pues le dice claramente al Señor tú sabes que te quiero.

El amor a Cristo es indispensable para poder ser parte útil en los propósitos de su Reino, por ello es que la pregunta va relacionada con el amor por su persona y no un ¿me volverías a negar? Si le ama, nunca más le volverá a negar.

Por ello con tierna misericordia Jesús está dispuesto a otorgar este gran privilegio de confesar su amor por él al cada vez más maduro en entendimiento de Pedro, así que es le dice pues apacienta mis corderos.

16. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

La segunda pregunta difiere de la primera. Ahonda más y es más dolorosa. Es como si Jesús dijera, Simón, con tu silencio respecto a estos otros has indicado que ya no crees que me amas más que ellos. Pero ahora, dejando de lado cualquier comparación, ¿me amas realmente? Jesús vuelve a utilizar el mismo verbo que antes. Vuelve a preguntar si Simón lo ama con devoción total y con toda su persona no sólo con las emociones sino también con la mente y la voluntad.

Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Pedro responde de la misma manera que antes. Todavía no se atreve a afirmar que posee la clase más elevada de amor. Le dijo: Pastorea mis ovejas.

17. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me quieres? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejitas.

Esta vez Jesús desciende al nivel de Pedro, utilizando el mismo término que Pedro había usado. El Señor parece dudar de que Simón poseyera siquiera el humilde afecto que decía tener. Pedro se entristeció de que le dijese esta tercera vez: ¿Me tienes afecto? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te tengo afecto.

El hecho de que Jesús hubiera hecho ahora la pregunta en esta forma entristeció a Pedro. Esto es comprensible. Cualquiera que se sitúe mentalmente en una situación parecida puede entenderlo de inmediato. ¿Cómo podría Pedro no sentirse triste cuando Jesús parece dudar incluso de su apego subjetivo, de su afecto por el Señor? En su corazón Pedro está convencido de que posee este amor más humilde. Pero ha aprendido la lección.

No se atreve a recurrir a nada que haya en sí mismo. Una vez más recurre, y ahora en forma más enfática que nunca, a la omnisciencia de su Señor. Dice, Señor, tú lo sabes todo. Y como Jesús lo sabe todo, debe poder darse cuenta del afecto que Pedro tiene por Jesús.

Jesús le dijo: Apacienta mis queridas ovejas. En el original es queridas ovejas o pequeñas ovejas u ovejitas. ¿Qué quiere decir Jesús con este triple encargo que le da a Pedro? No es probable que al hablar de:

1.    Corderos (versículo 15).
2.    Ovejas (versículo 16).
3.    Y queridas ovejas o queridas ovejitas; donde el diminutivo no se refiriere a edad o tamaño físico, sino al tierno afecto de Cristo por los suyos.

El Señor tuviera en mente a tres grupos diferentes dentro de la iglesia; por ejemplo, pequeños, adultos, jóvenes. Antes bien, mientras que los tres términos se refieren a la misma grey del Buen Pastor, Jesucristo, esta grey se considera desde tres diferentes perspectivas.

1.    A los creyentes nos percibe, ante todo, como corderos, porque somos débiles e inmaduros, y por tanto con necesidad del alimento vigorizante de la Palabra.
2.    En segundo lugar, como ovejas, propensos a desviarnos y dependientes de Cristo, y por ello con necesidad de ser pastoreados.
3.    Y finalmente, como queridas ovejas, con necesidad de la nutrición tierna y amorosa de la Palabra no adulterada.

Es como si el Maestro le dijera a Pedro: Hijito, fuiste débil como cordero, errante como oveja e inmaduro como ovejita, y aun así te amo tiernamente. En Pedro estás palabras quedaron grabadas para siempre en su corazón. 1ª Pedro 5:1-11.

El Señor Jesús le está dando a entender al buen Pedro que ahora, con el provecho de sus experiencias y fracasos, puede considerar a los miembros de la iglesia como sus corderos, sus ovejitas pequeñas que han de ser alimentadas, cuidadas y amadas tiernamente, fue la manera de decirle no descuides la labor con la grey, Simón. ¡Esta es tu verdadera misión! ¡Vuelve a ella! Así Pedro fue total y públicamente restaurado.

18. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; más cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.

El ya conocido doble amén, de verdad de verdad te digo, pronunciado por el Señor cuando está a punto de hablar Palabra poderosa y urgente de escuchar, en este caso una profecía para la vida y muerte del apóstol Pedro.

 Las palabras: Cuando eras más joven … cuando ya seas viejo, aunadas a que Pedro murió durante el reinado de Nerón alrededor del año 64 dC, nos dicen que allá por el año 30 era de edad mediana, de mayor edad que Juan, pero no tan viejo todavía, rondado los 40 años.

Después el Señor le dice en forma de un refrán que hasta en nuestra cultura es entendible, no es necesaria una enciclopedia de usos y costumbres bíblicas para comprenderlo, es algo como: cuando eras joven y querías ir a algún lugar, te bastaba tu voluntad para tomar la decisión de vestirte e ira ese lugar que preferías, cuando seas mayor, ya no será de esa manera, otros tomaran las decisiones por ti.

La implicación es que, en general, Pedro de joven hizo lo que le pareció. Y no siempre hizo lo correcto. Bondadosamente Jesús aclara que ese tiempo de indisciplina de pedro está llegando a su fin. Podemos creer que su experiencia de tiempos recientes le había enseñado una lección.

Esta descripción de la conducta pasada desenfrenada de Pedro está en marcado contraste con la predicción que sigue de inmediato: “Pero cuando ya seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras ir”.

En su edad avanzada llegará el momento en que, lejos de disfrutar de libertad de movimientos, Pedro tendría que extender las manos, de forma que lo pudieran ceñir o posiblemente: de forma que lo pudieran clavar a una cruz; así lo expresa Tertuliano en sus escritos, es interesante notar que la expresión extender las manos la utilizan a menudo autores griegos y los primeros padres para indicar crucifixión.

19. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

El pasaje indica claramente que cuando esto se escribió Pedro ya había salido del escenario de la historia al menos durante 25 o más años. En su muerte Dios había sido glorificado porque la gracia de Dios fue engrandecida en la disposición de su apóstol de sufrir el martirio por la causa de Cristo.

La forma de la muerte de Pedro la relatan los padres de la iglesia así: Eusebio: “Pero Pedro parece haber predicado en Ponto y Galacia y Bitinia y Capadocia y Asia, a los judíos de la Diáspora, y por fin, habiendo llegado a Roma, fue crucificado con la cabeza hacia abajo, porque así pidió él sufrir” (Historia Eclesiástica III, /). Tertuliano: “En Roma Nerón fue el primero que manchó con sangre esta fe creciente. Luego Pedro es ceñido por otro cuando se le clava a la cruz” (Antídoto contra la picadura del escorpión XV). Cf. también Orígenes, Contra Celso II, xlv).



Y habiéndole dicho esto, añadió: Sígueme.

El mandato, Sígueme, no tuvo un significado literal, como si a partir de ese momento Pedro fuera de nuevo a acompañar a Jesús paso a paso. Debe tenerse presente que ya había terminado la forma anterior visible de asociación diaria del Señor con sus discípulos. En consecuencia, lo que Jesús quiso decir fue, Sé mi discípulo y apóstol, y como tal sígueme en servicio, en sufrimiento, y en muerte, estando dispuesto a soportar aflicciones e incluso el martirio por mi causa. Fue un llamamiento renovado al discipulado y a los deberes del oficio apostólico. Mateo 4:19-20.

El carácter de Pedro es uno de los más atrayentes y más vívidamente descriptos en todo el N.T. Su profunda humanidad lo ha transformado en uno de los integrantes más amados del grupo apostólico. Era vehemente, impulsivo, enérgico, seguro de sí mismo, agresivo y osado, pero también inestable, débil, inconstante y cobarde.


Se dejaba guiar más por los impulsos del momento que por el razonamiento lógico, y pasaba rápidamente de un extremo al otro. Era por sobre todo un hombre de acción. Su vida muestra los defectos de su carácter. Era directo y muchas veces impetuoso, dado a la inestabilidad y la inconstancia, pero su amor por Cristo y su cercanía con él lo convirtieron en un hombre estable, humilde y un valiente servidor de Dios. En el poder del Espíritu Santo, se convirtió en uno de los nobles pilares de la iglesia.

El día crucial para Pedro no fue el día que lo llamó Jesús por primera vez a ser pescador de hombres, sino el día en que fue restituido, él había perdido toda esperanza, si bien ya había visto tres veces al Señor resucitado, la culpa y el pesar por haberle negado lo tenían abatido, totalmente a la deriva, pensando que quizá nunca Jesús le perdonaría, mucho menos esperaba ser puesto de nuevo en el oficio de apóstol, ya lo dijimos, por este motivo trató de regresar a su antigua vida de pescador.

Pero no contaba con que Cristo es el DIOS de las oportunidades, una y otra y otra vez más el Señor Jesús le regresó a Pedro no solo su oficio de mensajero de la Palabra y pastor de las ovejas, le regresó su dignidad y amor propio, le restauró la confianza, pero ahora ya no en sí mismo, ya no en su fuerza propia, ya no en su osado carácter y rudeza de pescador, ahora Pedro está mas confiado que nunca porque el confía en el Señor Jesucristo, tal es su confianza en Cristo, que una vez más, sin pensarlo dos veces, sin poner una sola excusa, cuando el Señor le dice sígueme obedece de inmediato.

Si algo habremos de resaltar de este pasaje es el carácter perdonador y restaurador de nuestro Señor Jesucristo, su amor incondicional en acción, dándole oportunidad tras oportunidad, tras oportunidad de retomar la senda de justicia.

El Señor Jesús nos muestra su amor incondicional de tres formas tangibles:

·         Por medio de su misericordia.
·         Por medio de su gracia.
·         Por medio de su paciencia.

Jeremías 31.3. Nos dice que DIOS prolonga su misericordia, su gracia, su amor, en otras palabras, nos da una y otra oportunidad, nos tiene infinita paciencia. DIOS entiende a la perfección que no estamos acostumbrados a esta nueva vida, que muchas veces todavía nos comportamos como éramos antes, pues nuestro entendimiento se está renovando día a día en su palabra: Romanos 12.2.  Efesios 4:23.

Y cada vez que fallamos, cada vez que caemos, cada vez que pecamos lejos de estar con las maletas listas para regresarnos a donde nos sacó, está con los brazos abiertos, pues manifiesta su amor por medio de su paciencia. Números 14.18. 2ª Pedro 3.15.


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