lunes, 8 de octubre de 2018

El Evangelio De Juan 95: Amor Por El Traidor. Juan 13.21-30.

 
En los primeros 20 versículos del capítulo 13 del evangelio de Juan encontramos el relato de como Jesús se ciñe la toalla del servicio y da un magno ejemplo de humildad y mansedumbre a sus discípulos al lavarles unos a unos los pies, incluyendo los de Judas el traidor.

En los siguientes 10 versos, es decir del 21 al 30 encontramos el último momento de Judas al lado de Jesús y  los demás apóstoles, justo antes de salir para orquestar su plan de traición, y es en estos versículos y su aplicación práctica para nosotros en la actualidad, en donde nos vamos a detener en nuestro sermón del día de hoy.

Juan nos dice en el 21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 

Habiendo dicho esto, se está refiriendo a las palabras que encontramos entre los versículos 6 al 20, donde después de explicarle a Pedro que el lavarle los pies solo era un eslabón más en la cadena de la condición de humillación, y después confrontar a los doce con la pregunta trascendente ¿Saben lo que les he hecho?

Se presentó como Señor y Maestro y prometió una vida llena de bienaventuranza es decir de estar supremamente bendecidos, no con bienes materiales ni perecederos, sino con Su vida misma fluyendo en nosotros, en nuestros corazones, y les empezó a dar un adelanto de la traición venidera, aunque como era costumbre, sus discípulos no entendieron las referencias sino hasta después de que resucitó.

Ya hemos entendido peor no está de más mantener en mente siempre, que las numerosas referencias a la próxima traición, fueron con el fin de demostrar su soberanía y al mismo tiempo preservar la fe de sus discípulos, Jesús tenía todo bajo control y el Plan redentor de IDOS lejos de frustrarse con la traición de Judas lo que hizo fue confirmarse, de esta forma los discípulos cuando recordaran sus palabras de Jesús, en vez de desanimarse por una aparente derrota, lo que harían es fortalecerse más en su fe.

Por ello es que Jesús eligió a los suyos, sus 12, entre los cuales no solo estaba el traídos de Judas, también el otro traidor, Pedro, el incrédulo de Tomás y los otros arrogantes, obstinados y orgullosos, tal cual es la iglesia del Señor hoy en día, llena de personas imperfectas todos y cada uno de los que aquí asistimos, pero lejos de ser una decepción, debemos de entender que es todo lo contrario, pues todos sin Cristo somos pecadores necesitados de la infinita gracia de DIOS para el perdón de nuestros pecados y una vez recibido ese perdón, su gracia nos va moldeando poco a poco a la imagen del Señor que nos salvó.

Al terminar de explicarles todo esto Juan nos dice que Jesús se conmovió en espíritu, la palabra que se usa en este evangelio es taraáo (ταράσσω, G5015) que significa agitar, alborotar, conmover, conturbar, inquietar, perturbar, sobrecoger, turbar.

Su espíritu, su parte más esencial, más íntima de su ser se encontraba perturbada por lo que iba a suceder, en esta ocasión no fue como cuando vio a Martha, María y los judíos en Betania, a merced de las consecuencias del pecado, ni tampoco fue como cuando se perturbó en el huerto de Getsemaní al orar a su Padre que pasará de él la copa de la ira, en esta ocasión su espíritu se conmovió al máximo por la tristeza que le causaría uno de los suyos.

Por ello es que abiertamente les dice: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Ya había dado un par de indicios levas con anterioridad, primero les dijo están limpios, pero no todos, después cita el Salmo 49 y les dice: el que come mi pan levantó contra mí su calcañar. Pero en esta ocasión ya es franco y directo: hay un traidor entre ustedes.

¡Uno de vosotros! Esto cayó como un rayo en el corazón de sus discípulos. Fue un golpe devastador.  ¿Acaso estaba diciendo el Señor que uno de entre ellos iba a entregarlo a las autoridades, para que le hicieran lo que quisieran? No lo podían creer, sus reacciones no se hicieron esperar. 22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba.

A fin de tener la perspectiva más amplia vamos a  ver esta parte desde todos los evangelios, vamos a hacer armonía bíblica:

·         Mateo 26:21-25.
·         Marcos 14:18-21.
·         Lucas 22:21-23.

Los sinópticos complementan a la perfección, pues en ellos encontramos, primero, que este acto de traición no lo tomó por sorpresa: uno de ustedes, que está a la mesa cenando conmigo me va a entregar, fue un acto totalmente bajo la soberanía de DIOS, y segundo, que el traidor es totalmente responsable de su acción pecaminosa y vil: más ay de aquel hombre…bueno le fuera no haber nacido.

Los discípulos, incluyéndose Juan mismo, desde luego se miraban unos a otros con sorprendida angustia. Estaban desorientados, ya que no sabían de quién hablaba. Estaban totalmente confusos. El desconcertante anuncio de Cristo provocó tres respuestas; y estas reacciones que se formularon a manera de preguntas, como sigue:

·         La reacción de total desconfianza de sí mismos, ¿soy yo, Señor? Esta fue la reacción de parte de todos los discípulos excepto Judas. Mateo 26:22.

·         La reacción de despreciable hipocresía, ¿Soy yo, Maestro? Esta fue, después de pensarlo mucho, la reacción de Judas. Mateo 26:25.

·         La reacción de infantil confianza, ¿Señor, quién es?  Y esta, como veremos, fue la forma en que Juan, impulsado por Pedro, se expresó a sí mismo.

Es muy notable, que mientras los demás discípulos le llamaron Señor a Jesús, Judas le llamó Maestro, si era su Maestro de eso no hay duda, pero nunca fue su Señor, su amo, su dueño, en otras palabras Judas fue enseñable, pero no corregible. Si Cristo es tu Maestro, también ha de ser tu Señor, de lo contrario, corres el riesgo de caer como Judas, en la desgracia de no dejarte corregir para vida eterna.

Cuando los discípulos preguntaron, ¿Soy yo, Señor? Jesús no apaciguó de inmediato su temor ni curó su auto desconfianza. Tampoco satisfizo de inmediato su curiosidad repentinamente provocada. Dio una respuesta muy general: El que mete la mano conmigo en el plato, ese me va a entregar. Mateo 26:23. Pero sin duda que no fue sólo Judas que metió la mano en el plato con Jesús. Esto lo dijo el Señor por al menos 4 motivos:

     I.        Poner de relieve el carácter vil de la acción del traidor. En otras palabras, le estaba dando la oportunidad a Judas, de reflexionar lo que estaba a punto de cometer, de detenerse, de no hacerlo, pero como no lo hizo, solo evidenció que a pesar de tener esta oportunidad y rechazarla, merecía su castigo a raíz de su corazón entenebrecido.

   II.        Fija la atención en la profundidad del sufrimiento de Cristo. En una forma traidora y humillante, el Señor de la gloria es entregado a los enemigos. Es muy importante que veamos esto. Nuestra reflexión en torno al relato de la pasión de Cristo no debería perderse solo en detalles respecto a Judas, Pedro, Anás y Pilato. Es, después de todo, el relato del sufrimiento de Cristo. Se centra en él, y nunca debemos dejar de preguntarnos como le afectaron todas estas cosas a Cristo.

  III.        Mostró, una vez más, que Jesús controlaba totalmente la situación. Sabía exactamente, a lujo de detalle todo lo que estaba a punto de suceder, después de todo, se planeó desde antes de la fundación del mundo.

 IV.        Proporcionó a los discípulos la oportunidad de examinarse a sí mismos. Jesús sabía que una de las reacciones de los suyos sería auto examinarse, y que este es un inmejorable ejercicio espiritual, haríamos bien en imitarlos de vez en cuando, para desechar el orgullo y la arrogancia de nuestras vidas. Salmo 139:23-24.

En los siguientes dos versículos leemos: 23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. 24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. 

Quitemos de nuestras mentes la imagen casi afeminada en que los represento Leonardo Da Vinci en su cuadro de la última cena, donde Juan, pintado casi como una mujer, esta abrazado por Jesús a su pecho, como lo hemos dicho en muchas ocasiones, los discípulos estaban postrados en divanes o literas en torno a una mesa baja. Al entrar en la habitación se podían ver estos divanes distribuidos en forma de U invertida, con los invitados postrados en el extremo opuesto de la mesa y a ambos lados. Cada uno, de cara a la mesa, yacía en forma sesgada, con los pies extendidos hacia el piso. 



Se colocarían sobre el costado izquierdo, apoyados sobre el brazo izquierdo, a fin de mantener el brazo derecho y la mano libres para tomar la comida. Naturalmente, la persona que estuviera a la derecha, estaría de espalda a su vecino, y la cabeza descansaría frente (o sobre) el pecho de su vecino, es decir, a su lado: la parte (o pliegue) del vestido que cubre el pecho. Así pues, está reclinado en el seno de Jesús, en consecuencia a su derecha, uno de sus discípulos, aquél al cual Jesús amaba.

¿Quién es el discípulo al cual Jesús mamaba? La tradición cristiana durante 2000 años lo ha identificado con Juan el escritor de este evangelio. Es evidente que Jesús amaba a todos los verdaderos discípulos. Sin embargo, el sobrenombre del discípulo al cual Jesús amaba, le había sido dado a este solo discípulo, y a nadie más.

Lo más factible es que los demás le hubieran dado este título honorable a Juan cuando advirtieron el carácter íntimo de la comunión entre él y el Maestro. Si esto es así, Juan simplemente se limita a utilizar el nombre que los otros le habían dado. No nos sorprendería que esta relación única entre Jesús y Juan estuviera basada en el hecho de que DIOS en su soberanía permitió que Juan entendiera a Jesús mejor que cualquiera de los demás. En nuestro estudio de Cristología, en el estado de humillación, entendimos que otro eslabón en la cadena de dicha condición fue la soledad del Señor.

Además, cuando Juan se llama a sí mismo el discípulo al cual Jesús amaba, no se está jactando de su propio amor por el Maestro; por el contrario, se gloría en el amor del Maestro por él. Este gloriarse no es pecaminoso, por el contrario, es un acto de alabanza a DIOS.

Pedro hizo señas a Juan, para que le preguntará al Señor sobre la identidad del traidor. Juan entonces le lanzó la pregunta a Jesús: 25 El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?

Esta es la pregunta que indica la reacción de confianza tranquila e infantil que mencionamos hace un momento. Juan se dirige a Jesús como a su Señor divino. Le resultaba muy fácil a Juan, que yacía tan cerca del pecho de Jesús, ladear un poco la cabeza hacia atrás para mirar directamente a los ojos del Maestro. Con franqueza y sencillez admirables, totalmente convencido de que Jesús no lo iba a defraudar, Juan pregunta, Señor, ¿quién es? Esta confianza, como la de un niño pequeño cuando le pregunta acerca de las cosas de la vida a su padre: ¿Por qué el cielo es azul? Por ejemplo, es el tipo de confianza, que una fe humilde y sincera en Cristo produce. Mateo 18:3. 1ª Corintios 14:20.

La respuesta de Jesús la narra Juan en el siguiente verso: 26 Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.

Parecería que incluso antes de que Juan hubiera hecho la pregunta, Jesús había cortado un trozo de pan sin levadura de uno de los bollos achatados que estaban en la mesa. Sosteniéndolo en la mano, le susurra a su discípulo amado que el traidor es aquél a quien va a darle este bocado después de haberlo mojado.

¿En que lo sumergió? Hay dos opciones de las costumbres de la época al celebrar la pascua: En un recipiente lleno de hierbas amargas, vinagre y sal, o en uno que contenía una salsa hecha de puré de fruta (dátiles, higos y uvas), agua y vinagre, ambos las hierbas amargas y puré de frutas, quizá por ese entonces ya se habían mezclado en un solo recipiente, como se solía hacer, lo sacó de nuevo y se lo dio a Judas, el hijo de Simón Iscariote.

Ahora Juan sabía que Judas era el traidor. Lo más probable es que por medio de señas le haya transmitido la información a Pedro, pero no consta en el relato.

Pero ¿Por qué utilizó Jesús este método para contestar a la pregunta? Por qué no le dijo simplemente al oído, Es Judas. Fue, en primer lugar, para grabar en este último la idea de la enormidad de su crimen, para que pudiera servir como advertencia adicional. Judas estaba dispuesto a traicionar a aquél de cuya mano había comido. No es de extrañarnos que por ello después, el remordimiento fuera al extremo de llevarlo al suicidio.

En segundo lugar, fue para mostrar su grandeza, su amor, su pasión, pues las costumbres orientales de la época marcaban que si mojabas tu pan en el plato de otro es porque era un íntimo de él, pero si alguien mojaba el pan y te lo daba a ti, era señal de honor, era una forma de decir, a esta persona que le doy de mi pan, mojado en salsa de futas, es una persona especial para mí, la estimo la honro, la amo.

Juan nos dice lo que sucedió a continuación: 27 Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto. 28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. 29 Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres. 30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.

Como dice el Pasto Augusto Nicodemus, cuando satanás lleno el corazón de Judas, este no echó espuma por la boca, hablo raro y se tiró al piso, lo que hiso fue codiciar el dinero de una forma desmedida, vil y ruin, al grado de vender a su Maestro. Por ello es que, sin temor a equivocarme, afirmo que el evangelio de la prosperidad huele a azufre, porque el mismo satanás es quien ha llenado el corazón de tantos mercaderes de la fe con codicia desmedida.

Jesús sabe a la perfección que en ese momento dejó de ser el Judas al cual se le podía exhortar, y que el diablo llenaba ya su corazón, por eso es que lo conmina: lo que vayas a hacer, hazlo más pronto. Así es como lo despide del aposento alto, sin exhibirlo como el traidor que es, sabe que el mismo se exhibirá a su tiempo, lo despide caballerosamente, sabiendo que sus discípulos, aún sin ponderar lo que estaba pasando, no iban a entender  sus palabras, por ello es que pensaron infantilmente, pues ya era de noche y víspera de pascua para que saliera a comprar algo o a dar dinero a los pobres.

Judas aparece en todo momento como hipócrita. No se puede confiar en él:

·         Cuando, al final del Ministerio Galileo, y muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él, (6:66) Judas, al continuar con Jesús, fingió ser verdadero discípulo.

·         Cuando María de Betania ungió a Jesús, Judas fingió estar preocupado por los pobres.

·         Cuando, durante esta misma noche de la cena pascual, Jesús hace el sorprendente anuncio de la inminente traición, vilmente, sabiendo su malvado plan, pregunta ¿Acaso seré yo maestro?

·         Y ahora, unos momentos después, cuando Jesús se dirige a Judas para entregarle un bocado, éste lo toma con descaro, como si tuviera derecho a aceptar comida de la mano de aquél cuya destrucción buscaba. ¡Si hubo alguna vez un hombre con la conciencia endurecida, ese fue Judas!

Judas se alegró mucho, desde luego de seguir la petición de Jesús de hacer más rápido lo que iba a hacer. Cuando él, pues hubo tomado el bocado, luego salió inmediatamente; y era ya de noche. Salió de inmediato para conferir con el sanedrín en cuanto al lugar y el momento del arresto. ¡Era ahora o nunca! Se había “descubierto” el complot. ¡En consecuencia, para que no fracasara, los dirigentes debían actuar de inmediato…! Era de noche cuando Judas salió de esa habitación, era de noche afuera; y era de noche también en el corazón de Judas.

He titulado esta enseñanza Amor por el traidor, pues aun a pesar de ser de lo más despreciable la vida de Judas, hay algo que no podemos negar, el Señor Jesús en cierto modo y en cierta medida lo amaba. Mateo 5:43-47.

Vaya humildad, vaya ejemplo de amor el que nos relata Juan aquí, el mismo creador del universo, sabiendo perfectamente el complot maligno en su contra, trata al traidor con todo el amor posible:

·         No lo exhibe estrepitosamente, al contrario guarda que su salida no sea vergonzosa, a pesar que por su causa Jesús pasaría la mayor vergüenza: ser colgado de un madero.

·         No le reprocha, por el contrario, le da la oportunidad de mostrar arrepentimiento.

·         No le echa en cara nada, al contrario, lo deja meter su pan en su propio plato, le deja acercarse a él como amigo íntimo, como muchas veces antes la había hecho.

·         No lo fulmina en ese momento, sino que paradójicamente le da él mismo el pan mojado a comer, la señal de honor, amistad y amor más alta en un banquete, aún a pesar de que por su traición Jesús pasará por humillaciones y deshonras.

Si esas no son muestras de amor, del verdadero amor incondicional del creador, entonces no sé qué lo sean,  y ese mismo amor esta hoy latiendo en nuestros corazones, pues nuestra vida que es Cristo, que está en cada uno de los que somos sus hijos, tenemos la oportunidad de manifestar este tipo de amor, no solo a nuestros seres queridos, sino aún, a nuestros más acérrimos enemigos y detractores.

A diferencia del Señor Jesucristo, no tuvo culpa ni pecado alguno, y siendo el creador y ser supremo del universo, nosotros solo somos unos seres ínfimos, viles y despreciables en comparación a su gloria y majestad, ya nos puso el ejemplo de servir, ahora nos pone la muestra de cómo tratar a los que nos persiguen.

No es fácil hacer esto, de hecho para nosotros mismos, en nuestras fuerzas es imposible, pero eso es que permanecemos en Cristo, descansamos en su amor y dejamos que sea Él el que haga esto por medio nuestro, que sea Cristo el que nos lleva a amar así, de esa manera, sublime, eterna, incondicional.

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