Estamos a unos cuantos minutos de que los últimos
hechos redentores, específicamente los del arresto, sufrimientos y muerte del
Señor Jesucristo sucedan, pero antes el Señor ha levantado la mirada y la voz a
los cielos para elevar una oración por los suyos, pero no es cualquier tipo de
oración, esta que encontramos en el capítulo 17 del evangelio de Juan es la
llamada oración sumo sacerdotal de Jesucristo. ¿Por qué?
La semana pasada lo entendimos cuando escudriñamos de
los versículos cuatro al nueve, en estos versículos encontramos al menos seis plegarias
mediadoras de Cristo por sus once apóstoles restantes:
1) Han
guardado tu palabra. Vs. 6.
2) Han
conocido que me has dado las cosas. Vs.
7.
3) Han
recibido tus palabras por medio de mí. Vs.
8.
4) Han
conocido que salí de ti. Vs. 8.
5) Han
creído que tú me enviaste. Vs. 8.
6) Yo
ruego por ellos porque son tuyos. Vs. 9.
Pareciera que está hablando de otros hombres
completamente diferentes, que no son los egoístas y arrogantes que no quisieron
lavarse los pies unos a otros, que no son los hombres de poca fe que no
pudieron sanar a los afligidos muchas de las veces, que no son aquellos que lo
van a negar y dejar solo en unos cuantos minutos, pareciera que nada de esto
sucedió ni sucederá, pero no es así, si pasó, si pasará y si son los mismos
hombres.
En el comienzo del oficio sacerdotal, el Señor llama a
sus débiles discípulos, aun incompletos en su fe e inmaduros en su caminar
espiritual como si ya hubiesen madurado.
Por lo expuesto en el libro de los Hechos podemos darnos cuenta que no se
equivocó, sabemos que nunca lo hace, pero para que no haya lugar a dudas, dejó
un registro histórico fidedigno de su bondad, su amor incondicional se
manifiesta también en su oficio como sumo sacerdote, aquel que nos representa
ante DIOS, primero lo hizo con los 11 al hablar de ellos como lo que llegarían
a ser tiempo después, y ahora con nosotros, no es la excepción, Porque
no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades.
No solo se compadece y nos regresa el gozo de nuestra
salvación, sino que esa función es la que permite nuestra libertad de la
esclavitud de los pecados de la carne, si no entendemos, renovamos nuestra
mente y llevamos esta verdad en el corazón firmemente, será imposible que por
nuestra cuenta propia seamos al a imagen de Cristo caminando en santidad.
·
Cristo es nuestro intercesor.
·
El presenta su sangre por nuestros pecados.
·
Refuta los cargo que presenta satanás en nuestras
conciencias.
·
Es la garantía de que nuestras oraciones son
aceptables a DIOS.
·
Eso nos ha dado libertad en nuestras almas:
santificación.
El Señor no ha terminado todavía su plegaria, lo
siguiente que él dice a su Padre es: 10
y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
En su ruego, el Señor pide por sus discípulos, porque
no solo le pertenecen a él, también son del Padre, estos once en primer lugar,
pero extensivamente a todos nosotros somos de una doble propiedad, por eso es que en Juan 10 Él Señor Jesús declaró que estamos en sus manos y en las
manos de su Padre, somos propiedad de DIOS y de Cristo, y la ratificación de
ello es que tenemos el Sello de Su Espíritu Santo en nuestros corazones. Efesios 4.30.
Todo en el universo le pertenece tanto al Padre como a
Cristo en el sentido absoluto de la palabra, pero la distinción a la que se
refiere aquí en su oración el Señor Jesús es de tener un interés específico,
personal y espiritual, por esto Jesús puede orar con tanto fervor por los discípulos.
Son suyos, son de su propiedad. Por esto los ama. Pero todo lo que es suyo,
también es del Padre. Esta propiedad mutua implica interés mutuo y este interés
mutuo garantiza acción mutua, en otras palabras: ¿Qué mayor seguridad de nuestras lamas podemos pedir si nuestro dueño
es tanto el Padre como el Hijo?
Cuando Jesús agrega, Y yo soy glorificado en ellos, piensa primordialmente en la gloria
que como Mediador obtiene por la salvación de sus discípulos. Las gracias que
adornan a aquellos que han sido sacados de las tinieblas para entrar en la luz
reflejan su amor y poder redentores.
Sin duda, si Pablo puede llamar a la iglesia en
Filipos gozo y corona mía en Filipenses 4:1. Y puede hablar de los
hermanos en Tesalónica diciendo vosotros
sois nuestra corona y gozo en 1ª Tesalonicenses
2:20, porque estas congregaciones manifiestan los frutos de su labor, tanto
más derecho tiene Jesús a decir que es glorificado por medio de las vidas
transformadas de sus discípulos, primero estos once y todos los demás por extensión.
En su labor sacerdotal el Señor continúa orando y
dice: 11 Y ya no estoy en el mundo; más
éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
Jesús habla aquí como si el Calvario hubiera pasado,
ya sabemos que habla con tanta seguridad no solo por su Omnisciencia, sino
porque desde la eternidad pasada aceptó llevar a cabo la redención por medio de
la cruz y en el momento de la Encarnación ratificó esa decisión.
En su pensamiento ya está ahora camino al Padre, son
ello en su mente y corazón es que levanta la súplica como si ya no estuviera,
se nota y mucho su gran amor y preocupación por sus discípulos, sabe que le
mundo es malvado, así que obviamente aquí se refiere a la sociedad separada de
la voluntad de DIOS, y él deja a los discípulos en un mundo malo. Por ello,
sigue con toda naturalidad el ruego de intercesión por los suyos.
La oración del Señor es que en El poder del Nombre del Padre sean guardados del mundo maligno, Jesús
sabe que es mucho más eficiente el Poder del Nombre para salvar que el poder
del mundo para condenar, lo que el Señor Jesús está rogando es que seamos
constantemente supervisados por DIOS para no desviarnos ni a derecha ni a la
izquierda en nuestro caminar espiritual, bien podríamos detenernos en este
versículo y hablar por más tiempo de la Perseverancia
de los Santos, que es la seguridad de nuestra salvación eterna, sin
embargo, para seguir con el propósito del pasaje solo hacemos la mención.
Pero no solo pide que sean guardados en El Nombre de Su Padre, sino que sean
guardados con un propósito: para que sean uno, así como Jesús y Su Padre son
uno, empieza el Señor a esbozar la vida en comunidad como señal de pertenencia
a su Cuerpo, en otras palabras, si somos guardados por DIOS de no desviarnos de
nuestro camino espiritual, lo reflejaremos siendo miembros de una iglesia
local, pero en este tema adentraremos en la siguiente semana.
Después El Señor dice: 12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a
los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de
perdición, para que la Escritura se cumpliese.
Es decir, durante todo su ministerio, por medio de la
enseñanza y de los milagros, Jesús había cumplido su tarea como buen pastor de
las ovejas. Por ello las había él mismo guardado día tras día, presentándoles
constantemente todo lo que había oído del Padre.
Cuando Jesús dice, ninguno
de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, no quiere de ningún modo
sugerir que en el caso de Judas había fracasado en el desempeño de guardar su
alma, por el contrario, la intención del Señor Jesús aquí es resaltar su total
control sobre todos los hechos redentores, aunque su soberanía no se limita
solo a ello, él es Soberano de todo en el universo, como decía R.C. Sproul un átomo no anda libre en el universo fuera
de la soberanía del Señor.
EL Señor quiere hacer notar claramente que aún la
traición de Judas y su posterior perdición estaba no solo ponderada, sino planeada
para que la redención pudiera ser efectuada, como ya lo dijimos, la Cruz es la
más grande muestra de la victoria de Cristo, no es un fracaso como dijo
Francisco I, es su máximo triunfo.
El hijo de perdición es una expresión semítica que encontramos en otros
pasajes como: Mateo 23:15 y 2ª
Tesalonicenses 2:3, se refiere a que esta el totalmente perdido, designado
para perdición. Si bien, por una parte, Judas fue totalmente responsable, por
otra parte, esta acción estaba incluida en el decreto divino desde la
eternidad, y en la profecía del Salmo
109:6-19.
En el siguiente versículo leemos: 13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi
gozo cumplido en sí mismos.
Jesús está consciente del hecho de que había llegado
la hora en que debía separarse de la tierra para ir al Padre. No podemos dejar
de resaltar el hecho de que el Señor Jesús está expectante porque dentro de ya
muy poco retomará su lugar y su Gloria al lado de Su Padre, gloria que tenía
desde antes de encarnarse, hay que mencionarlo para entender ¿a qué gozo cumplido se refiere aquí? Pues a
ese gozo, de retomar su Gloria junto al Padre.
Vamos adelante a leer el siguiente verso: 14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo
los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
El Señor Jesús en persona afirma haberles dado a sus
discípulos un regalo incomparable y permanente, eterno: su Palabra, la palabra misma del Padre es decir su mensaje, un
mensaje como ningún otro: que hay reconciliación con DIOS, ese mensaje es causa
de un gozo inefable, pero tiene otro efecto: el mundo los va a aborrecer,
porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No nos vamos a detener en esta afirmación pues deseo
llegar el cenit de nuestro sermón del día de hoy, además de que en el
discipulado de Cosmovisión hemos
estado entendiendo esta gran diferencia entre en unismo y el dosismo, entre la cosmovisión cristina y la pagana.
Pero el Señor añade una súplica: 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
Pareciera que la súplica logia si las personas que ama
están en un mundo que los aborrece, sería Señor
sácalos de ahí lo antes posible, pero Jesús se niega a pedir esto. La razón
es que los discípulos tienen una labor que realizar.
La naturaleza de esta labor no se indica con claridad
aquí, sin embargo, en Juan15:27 la
dejo muy clara: Y vosotros daréis
testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio. Desde
luego que Jesús no puede ahora rogar que sean quitados los testigos.
Lo que sí ruega es que el Padre guarde a los discípulos
del mal, o del maligno. Ambas traducciones son admisibles. Preferimos la
segunda, por las siguientes razones:
1.
Repetidas
veces, durante esta noche, Jesús ha hablado acerca de Satanás. El príncipe de
este mundo (12:31; 13:27; 14:30; 16:11): que sería expulsado; que había entrado
en Judas; que estaba en camino; y que había sido juzgado. Judas había caído
presa del malo. ¿Por qué resulta poco razonable suponer entonces, que Jesús rogara
para que se protegiera a los demás contra las artimañas de Satanás?
2.
1ª
Juan 5:18 que es, hasta cierto punto, un pasaje armónico.
Aquí el guardar tiene como resultado que el malo no toque al que ha nacido de
Dios.
3.
Es
casi imposible suponer que Jesús, al hablar de guardar a los suyos no pensara
en la alegoría del pastor que vigila y protege a sus ovejas que conto en Juan
10. En consecuencia, 10:29 nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre viene a la mente de
inmediato. Ahora bien, el enemigo al que se refiere en 10:29 es decididamente personal;
no es sólo el mal en general, sino Satanás, el falso profeta, el perseguidor,
etc. Por ello, también aquí en 17:15 pensamos en el maligno, o sea en Satanás.
Nuevamente, si quisiéramos llevar esta enseñanza a levantar
la doctrina de la preservación de los elegidos, este pasaje sería clave, no
solamente satanás no puede hacer nada que DIOS no le permite hacer, sino que
estamos guardados de sus ataques inmisericordes por la oración sumo sacerdotal
de Cristo.
Lo siguiente que dice el Señor Jesús lo leemos en el
verso 16 No son del mundo, como tampoco
yo soy del mundo.
Aquí se repite el pensamiento del versículo 14. La diferencia
es que ahora ya no es una frase dependiente, sino independiente. Literalmente, leemos:
Del mundo no son, como yo no soy del
mundo.
Todo el énfasis se pone, en la expresión del mundo. En conexión con lo que
antecede podemos ahora interpretar todo el ruego como sigue: Concede que estos discípulos no entren en el
territorio de Satanás, porque no pertenecen en modo alguno al mismo. Son tuyos
y míos; no pertenecen al mundo perverso.
A partir de este versículo encontramos el cenit de
nuestra enseñanza del día de hoy: 17
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al
mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí
mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Aquí está el lado positivo del ruego anterior, es como
si Jesús dijera: No sólo guárdalos del
maligno, sino también conságralos en la verdad. Apártalos de uno y confírmalos
en la otra. En el original el adjetivo santo y el verbo santificar se
derivan de la misma raíz. Por ello, combinando estas dos ideas se podría traducir:
Padre santo, santifícalos en la verdad.
Cuando hace mención de que los envía al mundo como el
mismo fue enviado al mundo, está declarando su misión, Cristo vino al mundo a
ser luz y esa es exactamente la misma misión que cumplimos por medio de una
vida consagrada para DIOS, nos volvemos esa
luz asentada sobre un monte, por eso continuó diciendo el Señor que es el
motivo por el cual se santifica, para que también sus discípulos seamos
santificados en la Verdad.
¿La Verdad? Aquí se refiere a la doctrina de la
redención en todo su esplendor, a los hechos que están por suceder, pero
también los que le precedieron y aun los que llegaran tiempo después, en el día
que el Espíritu Santo llegue a la escena en el derramamiento del día de
pentecostés en la formación de la iglesia visible.
Pero el punto al cual nos lleva la escritura el día de
hoy y en el cual deseo que meditemos toda la semana, es que la Verdad no solo se tiene o se conoce, en este contexto,
la Verdad expresada por DIOS, su palabra sus promesas, son para que demos
fruto, en otras palabras: la verdad que no nos santifica no sirve de nada.
De poco o nada sirve saber:
·
Griego, hebreo y arameo.
·
Credos y confesiones históricas.
·
Exegesis y hermenéutica.
·
Teología sistemática.
·
Historia de la iglesia.
·
Etc.
Si no lo aplicamos en nuestra vida diaria, si no
estamos viviendo a la altura de lo que decimos saber, entonces somos hallados como unos mentirosos, pues
decimos conocer la verdad, pero esta no nos ha transformado, no se ha adentrado
en nuestra alma, no ha dado fruto en nuestras vidas, nunca lo olvidemos, la
verdad nos santifica, es decir que si no hay un correcto equilibrio entre lo
que sabemos, lo que vivimos y lo que sentimos, la Verdad no es más que un
accesorio más en nuestras ajetreadas vidas.
Esto es porque la santificación, el vivir apartados
cada vez más y más de los pecados de la carne, el dejar que DIOS pula nuestro
carácter, es parte del Señorío de Cristo en nuestras vidas, si Cristo es el
Salvador de tu vida, entonces sí o sí, él también es el Señor de tu corazón, y
la unica manera de demostrar que Cristo reina en nuestras vidas es por medio de
la santificación.
Nunca olvidemos que la santificación es un proceso
aquí en el tiempo por medio del cual reflejamos lo que Cristo hizo por
nosotros, la santificación es la muestra externa de que somos justificados, la
santificación es la forma real y práctica de reflejar a Cristo que vive en
nuestro corazón, es el vivir la vida crucificada, es el negarnos a nosotros
mismos, es el camino por el cual andamos todos los discípulos genuinos del
Señor, si nos jactamos de estar en la Verdad, pero no hay nada que refleje que
lo estamos, no somos nada.
Esta santificación puede ocurrir sólo si anhelamos ser
gobernados por la verdad; o sea, por la revelación redentora de Dios en Cristo,
como la norma máxima de vida y doctrina, solo cuando somos dóciles a la obra
del Espíritu Santo podremos comenzar o continuar nuestro proceso de reflejar
nuestra santificación.
Si dices que eres salvo, pero vives igual que antes de supuestamente
serlo, yo te digo ¿Salvo de qué? Somos salvos de la ira de DIOS, sí, pero esa
ira era sobre nosotros a causa del pecado, si decimos somos salvos, pero
vivimos pecando deliberadamente estamos en un oxímoron.
pero la oración de nuestro sumo sacerdote, nuestro
Señor Jesucristo es: santifícalos en tu
verdad, estar en la Verdad, es bueno, pero sólo si lo tomamos humildemente,
sin orgullos ni arrogancia, pues no conocemos la verdad por ser mejores que
nadie, la conocemos porque DIOS es bueno y nada más.
Si estamos en la Verdad, en la postura correcta,
nuestras vidas y nuestros sentimientos se van a alinear para dar mayor gloria a
DIOS: vivir en obediencia total a su voluntad, no solo en lo que creemos, sino
en lo que vivimos y hasta en nuestras emociones.
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