El Señor Jesús ha sido crucificado ya, la
sentencia por fin se ejecutó, la muerte de cruz, la más dolorosa y humillante
de las muertes inventadas por el ser humano, es aplicada al Varón de Dolores,
sus manos y pies han sido traspasados por grandes clavos de acero, su cabeza
sigue sosteniendo la tortuosa corona de espinos, su cuerpo casi desnudo, luce todo
lacerado, desgarrado de los latigazos infringidos por los pretorianos.
Un cartel está puesto sobre su cabeza: ESTE
ES JESÚS DE NAZARETH REY DE LOS JUDÍOS, pero es una sátira no una declaración
de corazón, aun así, ese cartel provisionalmente escrito no dice nada más que
la Verdad, ahí en la cruz está colgado no solo el rey de los judíos, sino el
rey del universo y salvador de nosotros los pecadores.
Una vez que los soldados han echado suertes
por su manto y repartido sus demás pertenencias, lo siguiente que nos narran
los evangelios es conocido como las siete
palabras desde la cruz, las cuales no son literalmente solo 7 palabras,
solo se le conoce así a las expresiones o frases específicas que el Señor
pronunció mientras colgaba del madero en su agonía.
La primera de estas frases es la que
encontramos aquí, desde siempre, la mayoría de los teólogos cristianos las ha
considerado en el siguiente orden, y por lo tanto es el que seguiremos:
1. Padre
perdónales…
2. Hoy
estarás conmigo en el paraíso.
3. Mujer
mira ahí a tu hijo.
4. Eli
eli lama sabac tani.
5. Tengo
sed
6. Consumado
es.
7. Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu.
Las tres primeras tienen que ver con las
demás personas, las siguientes dos tiene que ver con sus sufrimientos, las
últimas dos se relacionan con su función realizada y terminada. Mucho se habla
de estas 7 palabras en la víspera de la semana santa, sobre todo en el círculo del
catolicismo romano, sin embargo, como lo iremos viendo, estás palabras
trascienden por mucho una sola época del año, estas palabras son impactantes y
vigentes por la eternidad.
Estas 7 palabras son las declaraciones
hechas por Jesús mismo en la cruz, y han sido el discurso de despedida más
importante en la historia de la humanidad, durante su ministerio terrenal Jesús
tuvo varios púlpitos: la cima de una montaña, un aposento alto, la punta de un
bote, sin embargo, nunca tuvo un pulpito igual al de la cruz del calvario y
nunca ha habido un sermón como las últimas palabras de Jesús.
Pero ¿por qué son tan importantes las
palabras de Cristo en la cruz? Antes de adentrarnos específicamente a esta
primera frase, es importante entender antes, el motivo por el cual estás
palabras son tan trascendentes en el cristianismo. Hay al menos 3 motivos:
1) Porque
fueron sus últimas palabras antes de morir. Cuando una persona está
por morir, todos quieren oír lo que tiene para decir. Si las palabras finales
de un ser querido son recogidas y citadas por los familiares como un recuerdo
precioso, mucho más significativas son las que Cristo pronunció sobre la cruz.
El Señor no habló aleatoriamente o solo por
hablar. En cada expresión hay un fundamento, hay un significado. Fueron pocas
sus palabras en el largo silencio de aquel día en que estaba suspendido sobre
un madero. Las absorbentes y aniquiladoras agonías de la cruz no turbaron el
orden y la armonía de su misión en la vida. Las últimas siete frases de Cristo
pueden ser comparadas con siete ventanas por donde contemplamos la nobleza de
su carácter. Esas frases son tan importantes que los cuatro evangelistas
citaron por lo menos una de ellas.
2) Revelan
su carácter sublime. El
registro de la historia humana muestra que muchas de las personas que fueron
sentenciadas a la pena de muerte tuvieron la oportunidad de expresar las
últimas palabras que querían decir antes de morir. Algunos insistieron hasta el
final en su inocencia. Otros mostraron su ira y su indignación contra los que
los ejecutaron. Pocos reconocieron que merecían el castigo, en una actitud de
arrepentimiento.
Sin embargo, las palabras que Jesús
pronunció en los momentos de su agonía, en aquella cruz, revelan el carácter
santo y el propósito amoroso del Hijo de Dios para nosotros. ¡Sus palabras no
fueron de amargura, de cobardía, de frustración ni de maldición! En una
situación tan adversa, Jesús les dijo aquel día, a los que estaban allí, las
mismas palabras que nos dice hoy a nosotros, es decir esas palabras hacen eco
en la eternidad.
Es de gran importancia notar primeramente que, de las 7 palabras que
Jesucristo predico desde la cruz 3 de ellas, la primera, la de en medio es
decir la 4ª y la última son oraciones directamente al Padre celestial, y de
aquí se desprende la primera aplicación práctica para todo hijo de DIOS: la importancia de la oración.
Mucho se predica de la importancia de la oración, que orar es como
respirar si no lo haces te mueres, que debemos de orar en todo momento y todo
lugar, siempre recalcamos la importancia de este privilegio que tenemos los
cristianos: hablar con DIOS
directamente. Necesitamos aprender a hacer como Jesús, que dependía
constantemente del Padre.
Raramente los hombres ajusticiados oraban en la cruz. La crucifixión era
un invento de manos depravadas, planificado para hacer la muerte tan dolorosa
como fuera posible. Por los registros históricos sabemos que era común que la
víctima delirara de dolor, diera gritos estridentes, maldijera y escupiera a
los espectadores. Pero, Jesús oró. Cuando el hombre dio lo peor de sí, Jesús
oró. No por justicia, sino por misericordia. Y oró, no después de haber sido
sanadas sus heridas, sino mientras estaban siendo abiertas, en medio del dolor excruciante, en medio de la muerte más humillante,
en medio de la más grande prueba: Jesús
oró.
Padre, dijo Jesús en la hora de la muerte.
Tenía una corona de espinas que laceraban su rostro, pero eso no le impedía ver
el amor del Padre. Sus manos estaban clavadas en una cruz, no podían ya curar a
las personas; pero él podía orar. Sus pies no podían ya andar para alcanzar al pecador,
pero eso no le impedía orar. Sus discípulos lo habían abandonado. No podía
enseñarles, pero eso no le impedía a Jesús orar.
No sé en qué situación difícil estés viviendo
en estos momentos, pero si se dos cosas ciertísimas al respecto:
·
La primera es que no se compara con lo que
paso Jesús en la cruz.
·
La segunda es que la oración es el medio de
fortaleza en medio de la prueba.
El primer pensamiento de Jesús en la cruz no
fue acerca de su propio dolor, sino sobre el mal que sus acusadores se estaban
infligiendo a sí mismos. En su hora de agonía, Jesús no pide por él; ora por
los otros. Y no fue por sus amigos, o por sus familiares o por los buenos
ciudadanos. ¿Sabe usted por quién oró? Oró por sus enemigos. Justamente por
aquellos que lo maltrataban. Ora y pide perdón sobre ellos: PADRE perdónalos porque no saben lo que
están haciendo.
Es deplorable que se haya levantado tanta
oposición contra este primer dicho. Algunos hasta han querido excluirlo del
relato bíblico, argumentando que los que mataron a Jesús eran réprobos, es
decir personas no elegidas para salvación, y que Dios en ningún sentido bendice
a los réprobos. Por lo tanto, Jesús no puede haber pedido que fuesen
perdonados. Que el dicho más bien significaría: Padre, suspende tu ira; no la
derrames inmediatamente y en plena medida sobre ellos.
Perdónalos. Significa exactamente eso. Significa borra
sus transgresiones completamente. En tu soberana gracia haz que ellos se arrepientan
en verdad, de modo que puedan y sean perdonados completamente.
Es maravilloso, que Jesús, en su fervorosa intercesión
en favor de sus torturadores, presente al Padre una súplica especial, un argumento,
como si fuera porque se le conceda la petición, porque no saben lo que están
haciendo. Era verdad: los soldados ciertamente no lo sabían. Pero aun los
miembros el Sanedrín, aunque deben haber sabido que lo que estaban haciendo era
malo, no comprendían la extensión de su maldad.
¿Oyó el Padre esta oración y la respondió?
Parte de la respuesta bien podría ser el hecho de que la caída de Jerusalén no
ocurrió inmediatamente. A través de un período de cuarenta años el evangelio de
salvación libre y plena estaba aún siendo proclamado a los judíos.
No sólo eso, sino también: muchos fueron
realmente conducidos al Señor. En el día de Pentecostés se convirtieron tres
mil (Hechos. 2:31, 42); más adelante
miles más (Hechos. 4:4). Aun un gran número de sacerdotes se hicieron
obedientes a la fe (Hechos. 6:7).
No el pueblo como un todo, sino muchas familias y personas se convirtieron.
Jesús estaba viviendo lo que siempre había enseñado y predicado: EL
PERDÓN. En la cruz sus palabras se volvieron realidad.
Su oración, fue exclamada originalmente en
presente continuo, por ello es que una mejor traducción es Perdónales porque no saben lo que están haciendo, no es algo que hicieron o que ya terminaron de hacer, sino
todas las acciones de maldad en sí que le infringieron ese día, en esos
momentos en particular:
·
Cuando el centurión romano lo puso en el
suelo sobre la cruz para clavarlo.
·
Cuando los rudos clavos rasgaron sus muñecas
y empeines.
·
Cuando levantaron la cruz.
·
Cuando la multitud se mofó de él y lo insultó.
·
Cuando los soldados echaron suertes sobre sus
vestidos.
A toda hora Jesús oraba PADRE PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE ESTÁN HACIENDO.
Pero ¿Por quién oró Jesús? Obviamente su
oración incluyó como lo acabamos de decir a los soldados romanos que lo
crucificaron, podemos entender el accionar de estos soldados, estaban siguiendo
órdenes de sus superiores, pero Jesús hizo más, él los perdonó.
Ciertamente también incluyo a la multitud que
solo hacia unas horas gritaba alucinada crucifícale,
crucifícale, y que al pie de la cruz se burlaban meneando la cabeza y
diciendo “si es el hijo de DIOS que baje de la cruz para creer en Él”, es fácil
entender el comportamiento de la multitud, los dirigentes judíos los
manipularon para actuar así, más él los perdonó.
Es obvio que también su oración incluyo a sus
discípulos que lo abandonaron, en especial a Pedro que lo negó 3 veces, y
podemos entender la reacción de los discípulos, el peligro inminente hace huir
hasta a los más envalentonados, pero Jesús los perdonó.
Su oración también incluyo a los dirigentes
Anás, Caifás, Herodes, Pilato, quienes fueron los autores intelectuales de su
sufrimiento y muerte, ellos obraron así por envidia (Anás y Caifás) por miedo a
la multitud (Pilato) y por miedo a perder la amistad con roma (Herodes)
nosotros entendemos que estos hombres fallaron al pensar más en sus propios
intereses, pero Jesús hizo más, él los perdonó.
Jesús oró por los responsables inmediatos de
su sufrimiento y muerte. Pero, su oración sobrepasó las fronteras de Jerusalén,
sobrepasa los límites del día en que murió. Aquella oración de Jesús por sus
enemigos, alcanzó al mundo entero, porque, al fin de cuentas, sin su
sacrificio, todos somos enemigos de DIOS por el pecado que hay en nuestro
corazón.
El evangelio reclama a la humanidad perdida
en sus pecados, porque la oración de Jesús incluyó a todos los pecadores que
han vivido y a los que llegarían a vivir todavía, aquella oración de Jesús
alcanza al mundo entero en todas las épocas de la historia, incluye a todos los
pecadores del mundo, por lo tanto, nos incluye a ustedes y a mí por su puesto.
No significa que todos seremos salvos, solo
es una muestra del valor del sacrificio de Cristo, que es suficiente para
salvar a toda la humanidad, pero eficiente sólo para aquellos que el Padre ha
elegido desde antes de la fundación del mundo para salvación, en el día final,
nadie podrá parase delante de DIOS y decirle que no tuvo oportunidad de salvarse, claro que la tienen, pero su
pecado no los deja aprovecharla.
En la cruz, Cristo estaba sufriendo. La
sangre derramada se llevaba su Vida, gota a gota. Su sufrimiento mental, físico
y espiritual era profundo. Pero, si él hubiera sentido en su corazón rabia por
aquello que le hacían, su sufrimiento habría sido mayor. Al perdonar, no solo
estaba practicando lo que enseñaba, Sino también estaba aliviando, de cierta
manera, su propio dolor.
El perdón siempre beneficia más al que perdona que al que sea perdonado.
Si por algún motivo usted no es capaz de
perdonar a alguien que lo traicionó, que lo lastimó, que hizo algo que marcó
terriblemente su vida, usted no tiene paz y vive en un infierno cada vez que ve
pasar a aquella persona que lo lastimó.
El corazón de los que guardan rencor está
envenenado. Usted puede estar viviendo un momento feliz, pero cuando aparece
aquella persona todo se estropea, entonces necesita perdonar, un hijo de DIOS NO puede vivir peleado y
con rencor en su corazón con absolutamente nadie, si lo hace NO es un verdadero
hijo del Rey.
Cuando hay falta de perdón en nuestras vidas
estamos convirtiendo nuestro corazón en un bote de basura, pues el rencor, el
odio, el resentimiento, la ira, la frustración, todo eso es basura, que no
necesitamos estar cargando. Ore por
sus amigos, pero también ore por sus enemigos o por aquellos que le hirieron,
ore por aquellos que en su opinión ya no tienen remedio.
Quiero terminar recalcando dos verdades
imprescindibles en nuestras vidas, la primera, no importa lo que hayas hecho,
no importa que hayas fallado, que hayas pecado, el sacrificio de Cristo en la
Cruz es suficiente para cubrir todos tus pecados, ve a sus pies, ríndete a su
cruz y arrepiéntete de corazón y pídele que te de una vida nueva.
La segunda es que debemos de perdonar, no
como una imposición, no por miedo o porque es una orden, una vez que entendemos
el alcance del perdón de DIOS, no vamos a querer hacer menos que perdonar
nosotros también, ¿No te sientes perdonado por DIOS? ¿Tal vez no has perdonado
a alguien y por eso vives así?
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