lunes, 10 de junio de 2019

El Evangelio De Juan 128. Las 7 Palabras En La Cruz: Palabra De Perdón. Lucas 23:34.



El Señor Jesús ha sido crucificado ya, la sentencia por fin se ejecutó, la muerte de cruz, la más dolorosa y humillante de las muertes inventadas por el ser humano, es aplicada al Varón de Dolores, sus manos y pies han sido traspasados por grandes clavos de acero, su cabeza sigue sosteniendo la tortuosa corona de espinos, su cuerpo casi desnudo, luce todo lacerado, desgarrado de los latigazos infringidos por los pretorianos.

Un cartel está puesto sobre su cabeza: ESTE ES JESÚS DE NAZARETH REY DE LOS JUDÍOS, pero es una sátira no una declaración de corazón, aun así, ese cartel provisionalmente escrito no dice nada más que la Verdad, ahí en la cruz está colgado no solo el rey de los judíos, sino el rey del universo y salvador de nosotros los pecadores.

Una vez que los soldados han echado suertes por su manto y repartido sus demás pertenencias, lo siguiente que nos narran los evangelios es conocido como las siete palabras desde la cruz, las cuales no son literalmente solo 7 palabras, solo se le conoce así a las expresiones o frases específicas que el Señor pronunció mientras colgaba del madero en su agonía.

La primera de estas frases es la que encontramos aquí, desde siempre, la mayoría de los teólogos cristianos las ha considerado en el siguiente orden, y por lo tanto es el que seguiremos:

1.    Padre perdónales…
2.    Hoy estarás conmigo en el paraíso.
3.    Mujer mira ahí a tu hijo.
4.    Eli eli lama sabac tani.
5.    Tengo sed
6.    Consumado es.
7.    Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Las tres primeras tienen que ver con las demás personas, las siguientes dos tiene que ver con sus sufrimientos, las últimas dos se relacionan con su función realizada y terminada. Mucho se habla de estas 7 palabras en la víspera de la semana santa, sobre todo en el círculo del catolicismo romano, sin embargo, como lo iremos viendo, estás palabras trascienden por mucho una sola época del año, estas palabras son impactantes y vigentes por la eternidad.

Estas 7 palabras son las declaraciones hechas por Jesús mismo en la cruz, y han sido el discurso de despedida más importante en la historia de la humanidad, durante su ministerio terrenal Jesús tuvo varios púlpitos: la cima de una montaña, un aposento alto, la punta de un bote, sin embargo, nunca tuvo un pulpito igual al de la cruz del calvario y nunca ha habido un sermón como las últimas palabras de Jesús.

Pero ¿por qué son tan importantes las palabras de Cristo en la cruz? Antes de adentrarnos específicamente a esta primera frase, es importante entender antes, el motivo por el cual estás palabras son tan trascendentes en el cristianismo. Hay al menos 3 motivos:

1)    Porque fueron sus últimas palabras antes de morir. Cuando una persona está por morir, todos quieren oír lo que tiene para decir. Si las palabras finales de un ser querido son recogidas y citadas por los familiares como un recuerdo precioso, mucho más significativas son las que Cristo pronunció sobre la cruz.

El Señor no habló aleatoriamente o solo por hablar. En cada expresión hay un fundamento, hay un significado. Fueron pocas sus palabras en el largo silencio de aquel día en que estaba suspendido sobre un madero. Las absorbentes y aniquiladoras agonías de la cruz no turbaron el orden y la armonía de su misión en la vida. Las últimas siete frases de Cristo pueden ser comparadas con siete ventanas por donde contemplamos la nobleza de su carácter. Esas frases son tan importantes que los cuatro evangelistas citaron por lo menos una de ellas.

2)    Revelan su carácter sublime. El registro de la historia humana muestra que muchas de las personas que fueron sentenciadas a la pena de muerte tuvieron la oportunidad de expresar las últimas palabras que querían decir antes de morir. Algunos insistieron hasta el final en su inocencia. Otros mostraron su ira y su indignación contra los que los ejecutaron. Pocos reconocieron que merecían el castigo, en una actitud de arrepentimiento.

Sin embargo, las palabras que Jesús pronunció en los momentos de su agonía, en aquella cruz, revelan el carácter santo y el propósito amoroso del Hijo de Dios para nosotros. ¡Sus palabras no fueron de amargura, de cobardía, de frustración ni de maldición! En una situación tan adversa, Jesús les dijo aquel día, a los que estaban allí, las mismas palabras que nos dice hoy a nosotros, es decir esas palabras hacen eco en la eternidad.

Es de gran importancia notar primeramente que, de las 7 palabras que Jesucristo predico desde la cruz 3 de ellas, la primera, la de en medio es decir la 4ª y la última son oraciones directamente al Padre celestial, y de aquí se desprende la primera aplicación práctica para todo hijo de DIOS: la importancia de la oración.

Mucho se predica de la importancia de la oración, que orar es como respirar si no lo haces te mueres, que debemos de orar en todo momento y todo lugar, siempre recalcamos la importancia de este privilegio que tenemos los cristianos: hablar con DIOS directamente. Necesitamos aprender a hacer como Jesús, que dependía constantemente del Padre.

Raramente los hombres ajusticiados oraban en la cruz. La crucifixión era un invento de manos depravadas, planificado para hacer la muerte tan dolorosa como fuera posible. Por los registros históricos sabemos que era común que la víctima delirara de dolor, diera gritos estridentes, maldijera y escupiera a los espectadores. Pero, Jesús oró. Cuando el hombre dio lo peor de sí, Jesús oró. No por justicia, sino por misericordia. Y oró, no después de haber sido sanadas sus heridas, sino mientras estaban siendo abiertas, en medio del dolor excruciante, en medio de la muerte más humillante, en medio de la más grande prueba: Jesús oró.

Padre, dijo Jesús en la hora de la muerte. Tenía una corona de espinas que laceraban su rostro, pero eso no le impedía ver el amor del Padre. Sus manos estaban clavadas en una cruz, no podían ya curar a las personas; pero él podía orar. Sus pies no podían ya andar para alcanzar al pecador, pero eso no le impedía orar. Sus discípulos lo habían abandonado. No podía enseñarles, pero eso no le impedía a Jesús orar.

No sé en qué situación difícil estés viviendo en estos momentos, pero si se dos cosas ciertísimas al respecto:

·         La primera es que no se compara con lo que paso Jesús en la cruz.
·         La segunda es que la oración es el medio de fortaleza en medio de la prueba.

El primer pensamiento de Jesús en la cruz no fue acerca de su propio dolor, sino sobre el mal que sus acusadores se estaban infligiendo a sí mismos. En su hora de agonía, Jesús no pide por él; ora por los otros. Y no fue por sus amigos, o por sus familiares o por los buenos ciudadanos. ¿Sabe usted por quién oró? Oró por sus enemigos. Justamente por aquellos que lo maltrataban. Ora y pide perdón sobre ellos: PADRE perdónalos porque no saben lo que están haciendo.

Es deplorable que se haya levantado tanta oposición contra este primer dicho. Algunos hasta han querido excluirlo del relato bíblico, argumentando que los que mataron a Jesús eran réprobos, es decir personas no elegidas para salvación, y que Dios en ningún sentido bendice a los réprobos. Por lo tanto, Jesús no puede haber pedido que fuesen perdonados. Que el dicho más bien significaría: Padre, suspende tu ira; no la derrames inmediatamente y en plena medida sobre ellos.

Perdónalos. Significa exactamente eso. Significa borra sus transgresiones completamente. En tu soberana gracia haz que ellos se arrepientan en verdad, de modo que puedan y sean perdonados completamente.


Es maravilloso, que Jesús, en su fervorosa intercesión en favor de sus torturadores, presente al Padre una súplica especial, un argumento, como si fuera porque se le conceda la petición, porque no saben lo que están haciendo. Era verdad: los soldados ciertamente no lo sabían. Pero aun los miembros el Sanedrín, aunque deben haber sabido que lo que estaban haciendo era malo, no comprendían la extensión de su maldad.

¿Oyó el Padre esta oración y la respondió? Parte de la respuesta bien podría ser el hecho de que la caída de Jerusalén no ocurrió inmediatamente. A través de un período de cuarenta años el evangelio de salvación libre y plena estaba aún siendo proclamado a los judíos.

No sólo eso, sino también: muchos fueron realmente conducidos al Señor. En el día de Pentecostés se convirtieron tres mil (Hechos. 2:31, 42); más adelante miles más (Hechos. 4:4). Aun un gran número de sacerdotes se hicieron obedientes a la fe (Hechos. 6:7). No el pueblo como un todo, sino muchas familias y personas se convirtieron.

Jesús estaba viviendo lo que siempre había enseñado y predicado: EL PERDÓN. En la cruz sus palabras se volvieron realidad.

Su oración, fue exclamada originalmente en presente continuo, por ello es que una mejor traducción es Perdónales porque no saben lo que están haciendo, no es algo que hicieron o que ya terminaron de hacer, sino todas las acciones de maldad en sí que le infringieron ese día, en esos momentos en particular:

·         Cuando el centurión romano lo puso en el suelo sobre la cruz para clavarlo.
·         Cuando los rudos clavos rasgaron sus muñecas y empeines.
·         Cuando levantaron la cruz.
·         Cuando la multitud se mofó de él y lo insultó.
·         Cuando los soldados echaron suertes sobre sus vestidos.

A toda hora Jesús oraba PADRE PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE ESTÁN HACIENDO.



Pero ¿Por quién oró Jesús? Obviamente su oración incluyó como lo acabamos de decir a los soldados romanos que lo crucificaron, podemos entender el accionar de estos soldados, estaban siguiendo órdenes de sus superiores, pero Jesús hizo más, él los perdonó.

Ciertamente también incluyo a la multitud que solo hacia unas horas gritaba alucinada crucifícale, crucifícale, y que al pie de la cruz se burlaban meneando la cabeza y diciendo “si es el hijo de DIOS que baje de la cruz para creer en Él”, es fácil entender el comportamiento de la multitud, los dirigentes judíos los manipularon para actuar así, más él los perdonó.

Es obvio que también su oración incluyo a sus discípulos que lo abandonaron, en especial a Pedro que lo negó 3 veces, y podemos entender la reacción de los discípulos, el peligro inminente hace huir hasta a los más envalentonados, pero Jesús los perdonó.

Su oración también incluyo a los dirigentes Anás, Caifás, Herodes, Pilato, quienes fueron los autores intelectuales de su sufrimiento y muerte, ellos obraron así por envidia (Anás y Caifás) por miedo a la multitud (Pilato) y por miedo a perder la amistad con roma (Herodes) nosotros entendemos que estos hombres fallaron al pensar más en sus propios intereses, pero Jesús hizo más, él los perdonó.

Jesús oró por los responsables inmediatos de su sufrimiento y muerte. Pero, su oración sobrepasó las fronteras de Jerusalén, sobrepasa los límites del día en que murió. Aquella oración de Jesús por sus enemigos, alcanzó al mundo entero, porque, al fin de cuentas, sin su sacrificio, todos somos enemigos de DIOS por el pecado que hay en nuestro corazón.

El evangelio reclama a la humanidad perdida en sus pecados, porque la oración de Jesús incluyó a todos los pecadores que han vivido y a los que llegarían a vivir todavía, aquella oración de Jesús alcanza al mundo entero en todas las épocas de la historia, incluye a todos los pecadores del mundo, por lo tanto, nos incluye a ustedes y a mí por su puesto.

No significa que todos seremos salvos, solo es una muestra del valor del sacrificio de Cristo, que es suficiente para salvar a toda la humanidad, pero eficiente sólo para aquellos que el Padre ha elegido desde antes de la fundación del mundo para salvación, en el día final, nadie podrá parase delante de DIOS y decirle que no tuvo oportunidad de salvarse, claro que la tienen, pero su pecado no los deja aprovecharla.

En la cruz, Cristo estaba sufriendo. La sangre derramada se llevaba su Vida, gota a gota. Su sufrimiento mental, físico y espiritual era profundo. Pero, si él hubiera sentido en su corazón rabia por aquello que le hacían, su sufrimiento habría sido mayor. Al perdonar, no solo estaba practicando lo que enseñaba, Sino también estaba aliviando, de cierta manera, su propio dolor.

El perdón siempre beneficia más al que perdona que al que sea perdonado.

Si por algún motivo usted no es capaz de perdonar a alguien que lo traicionó, que lo lastimó, que hizo algo que marcó terriblemente su vida, usted no tiene paz y vive en un infierno cada vez que ve pasar a aquella persona que lo lastimó.

El corazón de los que guardan rencor está envenenado. Usted puede estar viviendo un momento feliz, pero cuando aparece aquella persona todo se estropea, entonces necesita perdonar, un hijo de DIOS NO puede vivir peleado y con rencor en su corazón con absolutamente nadie, si lo hace NO es un verdadero hijo del Rey.

Cuando hay falta de perdón en nuestras vidas estamos convirtiendo nuestro corazón en un bote de basura, pues el rencor, el odio, el resentimiento, la ira, la frustración, todo eso es basura, que no necesitamos estar cargando. Ore por sus amigos, pero también ore por sus enemigos o por aquellos que le hirieron, ore por aquellos que en su opinión ya no tienen remedio.

Quiero terminar recalcando dos verdades imprescindibles en nuestras vidas, la primera, no importa lo que hayas hecho, no importa que hayas fallado, que hayas pecado, el sacrificio de Cristo en la Cruz es suficiente para cubrir todos tus pecados, ve a sus pies, ríndete a su cruz y arrepiéntete de corazón y pídele que te de una vida nueva.

La segunda es que debemos de perdonar, no como una imposición, no por miedo o porque es una orden, una vez que entendemos el alcance del perdón de DIOS, no vamos a querer hacer menos que perdonar nosotros también, ¿No te sientes perdonado por DIOS? ¿Tal vez no has perdonado a alguien y por eso vives así?

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