El día de hoy terminamos de escudriñar el
evangelio de Juan después de 144 enseñanzas, aunque aún nos hace falta una
enseñanza más para poder cerrar está serie de manera adecuada y dar pie a la
siguiente serie de enseñanzas basadas en la predicación expositiva del Libro de
los Hechos.
El último capítulo del evangelio de Juan, ya
sea que él lo haya escrito o solo lo haya dictado, nos muestra a Jesús
resucitado, glorioso, amoroso y paciente para con sus discípulos, o al menos
los siete que ahí estaban a las orillas del mar de Tiberias, que cansados después de no pescar nada en
toda la noche, al encontrarse con el Señor son testigos de varios milagros, el
mayor de ellos, la restitución de Pedro a su oficio apostólico, así como Pedro
negó públicamente al Señor en tres ocasiones, es restaurado por el Señor
Jesucristo por medio de tres preguntas: ¿Me amas más que a ellos (los
discípulos)? ¿Me amas? ¿Me quieres?
En las tres ocasiones Pedro responde
afirmativamente, a lo cual el Señor le instruye a apacentar sus corderos,
cuidar sus ovejas y proteger sus ovejitas, una vez más el Señor en su infinito
amor incondicional da muestras de su paciencia, gracia y misericordia.
Pero el capitulo aun no ha terminado, como
lo dijimos la semana pasada, todo el es una historia completa, nosotros la
hemos seccionado en varias partes para su mejor comprensión, pero todo lo que
aquí encontramos sucedió de manera conjunta. Lo siguiente que encontramos es lo
que sucedió después de que el Señor Jesús le dice a Pedro: sígueme.
Como lo aclaramos la semana pasada, no se
refería a seguirlo literalmente a todos lados, pues dentro de no muchos días
ascenderá a los cielos a ocupar su trono a la diestra del padre, se refiere en
primer lugar a seguirlo como discípulo suyo, tal y como le dijo en la primera
pesca milagrosa: desde hoy serás pescador de hombres.
Juan 21:20. Volviéndose
Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la
cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el
que te ha de entregar?
Jesús se aparta del grupo a fin de que,
llegado el momento, pueda desaparecer de la vista en forma tan repentina como
había aparecido. Pero al apartarse, parece que Pedro anduvo con él. Algunos
opinan que Pedro lo hizo porque había tomado en forma literal lo que Jesús
había querido que se entendiera metafóricamente, tal parece ser que es así,
pues dentro de poco El Señor le repetirá la instrucción.
Habiendo caminado unos pasos al lado de
Jesús, Pedro, dándose vuelta, advierte que alguien los sigue. Ese alguien era el
discípulo a quien amaba Jesús, al mismo que en la cena se había recostado al
lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Es
obvio que se refiere al mismísimo Juan. El hecho de que describa de esta forma,
es un indicio más de que fue dictado y no escrito por Juan en persona.
No es sorpresa que Juan los siguiera, después
de todo, Pedro y él casi siempre andaban juntos, eran amigos muy cercanos, a
donde iba uno le seguía el otro, si a esto le sumamos que sobre ello, Juan
deseaba estar al lado del Señor Jesús, convivir con él, recibir sus enseñanzas
y descansar en su amor, esto explica claramente el motivo por el cual, cuando
se percató de que avanzaron unos pasos, los siguió para poder estar con ellos.
21. Cuando Pedro le vio,
dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?
Pedro pierde la perspectiva, después de
recibir la instrucción directa y clara de Jesús de seguirlo y comenzar a dar
unos pasos a su lado, ahora, al ver que Juan los está siguiendo, aleja su
mirada del Señor y la pone en las circunstancias:
¿Es mi amigo, que le va a pasar a él? ¿También
ira a glorificar a DIOS con su muerte? ¿Por qué nos sigue si a él no le dieron
la instrucción, solo a mí? Pedro quería saberlo. El Señor Jesús le da una
respuesta proverbial:
22. Jesús le dijo: Si
quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.
Con estas palabras el Señor hace comprender
en la mente de Pedro el hecho de que esa curiosidad acerca del futuro de Juan
debe ceder lugar a la obediencia al importantísimo mandato que acaba de
recibir: Sígueme … Alimenta mis corderos … Pastorea mis ovejas … Apacienta mis
queridas ovejas.
Pedro no debe interesarse tanto por el
consejo secreto de Dios respecto a Juan, tu mantén la mirada en mí, y deja lo demás.
Hay una labor por hacer. Hay almas que alcanzar. Hay una tarea que cumplir, el
Señor está interesado en que Pedro concentre su atención en esto.
23. Este dicho se
extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero
Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo
venga, ¿qué a ti?
El término hermanos se refiere a los
miembros de la iglesia primitiva. Constituían una familia cristiana, y como tal
se consideraban como hermanos, lo vemos plasmado en numerosos pasajes del libro
de Hechos: 1:16; 2:29, 37; 6:3; 7:2; 9:30.
Estos hermanos interpretaron mal las
palabras de Jesús respecto a Juan. También enfatizaron lo que Jesús no había
enfatizado. En la observación de Jesús a Pedro lo importante era la orden
positiva: Tú, sígueme. Aun hoy en día hay algunos grupos cristianos que
creen que el apóstol Juan sigue vivo entre nosotros, aguardando el regreso
glorioso de nuestro Señor Jesucristo. Pero ese no fue el sentido de las palabas
del Señor.
El resto del dicho: Si quiero que él
quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? era secundario, ese nunca fue el punto
a tratar, solo uso un recurso conocido como hipérbole, exagerar la situación
con el fin de ser claro.
Lo que Jesús siempre tuvo en mente fue una
reprensión necesaria, su intención era apartar la mente de Pedro de la
curiosidad para centrarla en su llamamiento. Después de todo, ese llamamiento
era el punto crucial: estas restaurado a tu ministerio, ahora sígueme.
Los hermanos, sin embargo, pusieron en
primer lugar lo que había sido secundario, y además lo interpretaron mal. Este
versículo además es una pista de que Juan dictó el ultimo capitulo o al menos
contó la historia y algún líder en Éfeso la añadió bajo su consentimiento al
evangelio, pues si Juan ya hubiera esta muerto al momento de escribirse y
circular por primera vez su evangelio ¿Por qué molestarse en aclarar este
malentendido? Toda duda hubiera desaparecido.
El error se habría corregido por el hecho
mismo de la muerte del apóstol Juan, con él todavía vivo se debe corregir el
error, a fin de que los creyentes puedan de nuevo enfatizar lo que debe ser
enfatizado, y no vean tambalearse su fe cuando Juan muera. Por ello leemos:
Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo
venga, ¿qué a ti?
El siguiente versículo da todavía más
confirmación de que Juan seguía con vida: 24. Este es el discípulo que da
testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio
es verdadero.
Este discípulo (Juan) todavía da testimonio
(por la conjugación del verbo en el griego original) y, además, él es quien ha
escrito estas cosas. Es como decir este discípulo, Juan, es el que todavía da
testimonio oral; y recientemente ha escrito estas cosas.
El versículo 25 muestra claramente que la
expresión estas cosas no se refiere al contenido de un sólo capítulo. Se
refiere a las muchas cosas que el apóstol relató en los capítulos 1–20.
Indirectamente se refiere incluso a los hechos referidos en el capítulo 21, porque
este relato acerca de Juan y Pedro y otros discípulos debe haberse conseguido
de la boca misma del discípulo al que Jesús amaba. Debe haber tenido su
aprobación total la forma en que fue finalmente registrado.
Sin embargo, también resulta claro que otros
intervinieron en la redacción del capítulo 21 ya sea en todo, ya en parte,
porque la siguiente frase dice: y nosotros sabemos que su testimonio es
verdadero.
Cabe resaltar, además, que el cuarto
Evangelio recibe aquí el nombre de testimonio. Es la manera de
confirmar que es una proclamación oficial, por un apóstol y testigo ocular, de
las buenas nuevas respecto a Jesús, el Hijo de Dios.
La frase Sabemos que verdadero es su
testimonio, nos dice que lo escribieron habiendo conocido a Juan por mucho tiempo,
habiendo vivido con él día tras día, habiendo oído el relato de sus labios y de
los de otros, habiendo leído acerca de ello en los Sinópticos, sobre todo:
habiendo experimentado el testimonio del Espíritu Santo en sus corazones
respecto a la veracidad y excelencia del contenido de este Evangelio, por ello estos
hombres escriben como lo hacen, con total seguridad. No nos dicen sus nombres,
con toda probabilidad eran los ancianos de la iglesia de Éfeso lugar que Juan
pastoreo hasta el día de su muerte.
¿Por que poner este tipo de certificación
al cuarto evangelio? Si da muestras de ser genuinamente inspirado en todas
y cada una de sus palabras la manera sublime de exaltar la divinidad de Cristo
es prueba de ello, si bien este Evangelio no necesita esta certificación, el
círculo de influencia de Cerinto sí lo necesitaba.
Aquellos
que habían llegado, como Cerinto, a negar la total divinidad de Cristo, estaba
destruyendo el significado de la expiación y minando la fe de la iglesia. Y ese
círculo de Cerinto sigue entre nosotros. Ha subsistido a lo largo de los
siglos, presentándose en una forma u otra. Es deber de la iglesia estar atenta
y ser testimonio cada vez que sea posible.
El capítulo y el evangelio termina con el versículo
25. Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se
escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que
se habrían de escribir. Amén.
Este versículo final se ha tomado como
hipérbole muchas veces, tratando de disminuir su importancia. Se ha escrito
como la opinión subjetiva de un escriba. Pero en realidad estamos frente a una
conclusión muy pertinente.
Muchos, muchísimos hechos referentes a la
permanencia de Cristo en la tierra habían sido referidos en este libro. Todos
ellos servían para fortalecer la fe de la iglesia en la divinidad y suficiencia
total de Jesús. Pero, una vez concluido el libro, nadie debe comenzar a pensar
que el relato es completo en el sentido de que se hubiera referido todo lo que
Jesús hizo.
¿Cómo podría resultar jamás posible que alguien
pusiera por escrito el significado pleno de todo lo que Jesús hizo, enumerando
los hechos uno por uno, y poniendo de relieve la importancia de cada palabra y
acción en los que se manifestó en forma tan gloriosa su amor y todas las otras
virtudes divinas?
Es literalmente verdadero que, si se fuera a
tratar de hacer esto, se descubriría que ni aun el mundo mismo podría
contener los libros que se escribirían, y esto por la sencilla razón de que
ningún número finito puede jamás relatar las acciones realizadas por el Amor
Infinito.
En este relato hay una lección que todo creyente,
en cualquier época, debería tomar en serio, nunca tomar la actitud que el
apóstol Pedro, aun después de ser restituido al oficio pastoral y de ser
comisionado a seguir al Señor, tomó: quitar la mirada de Cristo.
Pedro, como lo vimos, quitó su mirada del
llamamiento santo, de la encomienda sagrada que él Señor le dio, para poner su
mirada en alguien más, por el motivo que sea: preocupación por su amigo, celos
de que los siguiera sin ser llamado directamente, pero lo hizo, Pedro se puso a
mirar a otros y no a Cristo y su llamado.
Una
de las cosas que más acaban a un cristiano y que impiden su crecimiento es
poner su mirada en alguien más, pues es tiempo totalmente perdido, cuando
podría invertir ese tiempo poniendo su mirada en el REY DE REYES Y SEÑOR DE
SEÑORES. El rey Saúl puso su mirada en David y no pudo soportar que él haya
tenido más habilidad para la guerra, esto degeneró en celos y lo comenzó a
perseguir. 1ª Samuel 18:7-9.
Saúl
pudo haber aprovechado los dones de David para afianzar su reino y conquistar
más territorio, pudo poner la mirada en DIOS y dejar que David aportara, pero
hizo lo contrario. Dejemos de mirar al liderazgo, en la iglesia sí, pero
también en la casa, el trabajo, la escuela, etc. con malos ojos, el llamado
que tenemos es a discernir las enseñanzas, no a criticar las vidas, además:
Que Alguien Ocupe Un Puesto De Autoridad No Significa
Es El Mejor En Todo Lo Que Hace.
Debemos
de tener especial cuidado, pues cuando alguien pone su mirada en otro que no
sea Cristo, su corazón se llena de pensamientos y sentimientos negativos y a
veces hasta malos delante de DIOS, Poner la mirada en alguien más, siempre nos
hace perder la perspectiva, lo que hacíamos con un amor genuino: orar, leer,
asistir y servir en la iglesia, etc. se convierte en una carga pesada y dura de
llevar.
·
¿Por qué
él llega tarde?
·
¿Por qué
ella no ayuda?
·
¿Por qué
hacen eso así?
·
¿Por qué
el sí y yo no?
·
¿Por
qué, por qué y por qué?
Cuando
tomamos esa actitud perdemos de vista lo que realmente importa en nuestras
vidas por estar vigilando lo que ese alguien más hace, o dice, o lleva, o
pierde, o gana o etc. Poner la mirada en alguien más, si es con celos envidia y
comparación, tarde o temprano nos llevara a la frustración y a la amargura de
espíritu.
Una forma muy sencilla de darnos cuenta si hemos
puesto la mirada con celos, envidia y comparación en alguien más, es cuando
venimos a la iglesia y ya no nos concentramos en lo que venimos a hacer en
primer lugar: seguir adorando a nuestro Dios.
No
se trata de que cerremos los ojos a lo que acontece a nuestro alrededor, se
trata de poner la mirada en Cristo, esto se logra cuando a pesar de todo lo que
nos demos cuenta, de todo lo que nos enteramos, de todo lo que vivimos al lado
de nuestros hermanos, sea bueno o malo, aun así, seguimos adelante con Cristo,
congregándonos en la iglesia que Él ama aun sabiendo como es, lo sabía antes de
elegirla como su novia. Hebreos 12:2.