Cuando Pedro y Juan, en cumplimiento de las
tradiciones judías de su época, se dirigían al templo a orar a eso de las tres
de la tarde, en una de las entradas se encontraron con un hombre lisiado de
nacimiento, al cual Pedro lo miró fijamente y después de forma inmediata
realizado un milagro más de los numerosos que encontramos en este libro, los
pies del pobre hombre lisiado se fortalecieron y pudo hasta dar saltos de
jubilo y agradecimiento al señor Jesucristo, en cuyo Nombre fue sanado.
Pedro, de inmediato aprovechó la oportunidad
para predicar el mensaje del evangelio, aprendió bien al Señor Jesús, y tal y
como lo hizo en el día de pentecostés, sigue un patrón bien definido, primero
les explica el milagro, después les cita la Escritura y, por último, hace un
llamado al arrepentimiento, y es esta última parte la que escudriñaremos el día
de hoy.
19. Así que, arrepentíos
y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20 y él envíe a Jesucristo, que os
fue antes anunciado.
a. “Así que,
arrepiéntanse y sean convertidos”. La conjunción así que, nos indica la
unión de dos ideas, la primera el sermón de Pedro, la segunda, la aplicación de
dicho sermón. Una vez que Pedro
ha mostrado la evidencia Escritural de que en el Señor Jesús se cumplieron las
profecías del siervo sufriente del Señor llama a sus oyentes al
arrepentimiento. “¿Qué haremos con su pecado?” era su principal preocupación.
Ellos deben renunciar a su antigua forma de
vida y cambiar su manera de pensar para que ya no sigan sus viejos caminos,
sino que escuchen obedientemente la Palabra de Dios que se ha cumplido en
Jesucristo, metanoeo (μετανοέω, G3340) es el verbo griego usado
por Lucas para referirse al arrepentimiento, un cambio de rumbo, de propósito y
de pensamiento.
El arrepentimiento afecta la totalidad de la
existencia del hombre; llega hasta lo más profundo de su ser y toca todas sus
relaciones externas con Dios y con sus vecinos. El arrepentimiento es alejarse
del pecado; la fe es volverse a Dios. Pedro le dice a la gente que se vuelva a
Dios, lo que en lenguaje sencillo y llano es: arrepiéntanse y crean.
b. “Para que sean
borrados sus pecados”.
Pedro les presenta un cuadro de los pecados del hombre grabados de manera que
pueden ser borrados, aun que no lo dice en ese momento, pero nosotros sabemos
claramente que el único capaz de borrar los pecados es DIOS a través de
Jesucristo. Pedro uso una forma hebrea de expresar un pensamiento sin usar el
nombre de Dios.
Pedro hace mención indirecta al bautismo,
que es el símbolo del lavamiento para la limpieza de los pecados. Pedro usa la
palabra pecados en el plural para abarcar la totalidad de los pecados de los
creyentes. Cuando Dios perdona los pecados del hombre, queda restaurada la
relación entre él y el hombre. Esto significa que el hombre inicia un nuevo
período en su vida. Pedro expresa este pensamiento en términos muy específicos,
pues el les dice:
c. “Para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de descanso”. Esta es, verdaderamente,
una cláusula muy interesante, que literalmente dice, “que pudieran venir
tiempos de descanso de la presencia del Señor”. ¿Qué quiere decir Pedro con
esto? La palabra descanso aparece sólo una vez en el NT y una en el texto de la
Septuaginta correspondiente al AT (Éxodo 8:15. LXX). Los estudiosos no
han podido establecer con certeza el significado de la palabra. A continuación,
algunas sugerencias de su significado:
1. Los tiempos de
descanso son “la era de la salvación, la cual es prometida a la nación de
Israel si se arrepiente”.
2. La frase tiempos
de descanso “se refiere al futuro y al regreso de Jesús”. A la luz del
contexto, algunos comentaristas piensan que la frase describe el inminente
regreso de Cristo.
3. Debido a que la
frase tiempos de descanso está directamente relacionada con el arrepentimiento
y la vuelta a Dios, se refiere a tiempos que están en el futuro inmediato, no
remoto.
En vista de la incertidumbre que rodea a
esta frase, evitaremos ser dogmáticos en nuestro análisis. La palabra tiempos
está en el plural y significa lapsos en los cuales los creyentes perdonados y
restaurados experimentan la refrescante cercanía del Señor. Nosotros preferimos
apegarnos a esta interpretación, que además de no hacer violencia a la
Escritura, es la que consideramos más apropiada. Cuando nos arrepentimos y
creemos en el evangelio de la gracia experimentamos la refrescante cercanía del
Señor en nuestra vida diaria.
d. “Y que envíe al
Cristo, que les ha sido designado, a Jesús”. En respuesta al
arrepentimiento del hombre y su vuelta a Dios, Dios envía a su Cristo. Pero
¿cuándo viene Cristo? Sabemos que Cristo vino a su pueblo, pero éste lo rechazó
y lo mató.
·
Ahora,
él viene a todo quien le escucha a través de la predicación de la Palabra de
Dios.
·
Y
al final de los tiempos, Dios enviará de nuevo a Cristo Jesús a la tierra.
Pero, ¿cuál es el contexto en el cual habla Pedro?
Él se dirige a los judíos quienes, aunque no recibieron al Cristo anunciado por
Dios cuando él vivió entre ellos, ahora reciben la oportunidad de reconocerle
como su Mesías. En su gracia y amor, Dios les da una nueva oportunidad de
conocer a Cristo.
Si lo rechazan esta segunda vez, no podrán
arrepentirse cuando Jesús regrese a la tierra. Su arrepentimiento, por lo
tanto, apresurará el retorno de Cristo. Pedro corrobora este pensamiento en su segunda
epístola. 2ª Pedro 3:11–12.
21 a quien dé cierto es
necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las
cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde
tiempo antiguo.
a. “Es necesario que
permanece en el cielo”.
En su sermón sobre el fin de los tiempos, Jesús dijo a los discípulos que
nadie, sino solamente el Padre, conoce el tiempo exacto de su venida Mateo
24:36.
Por tanto, Dios el Padre determina cuándo
Jesús volverá a restaurar todas las cosas. Mientras tanto el evangelio de
Cristo es predicado en la tierra, Jesús permanece en el cielo, desde donde
dirige el desarrollo de su iglesia y de su reino. El no volverá sino hasta que “este
evangelio del reino [haya sido] predicado en todo el mundo, como testimonio a
todas las naciones, y entonces vendrá el fin” Mateo 24:14. Por lo
tanto, no caigamos en las falacias dispensasionalistas en las cuales ven los
acontecimientos internacionales, más específicamente los que tienen que ver con
medio oriente, como señales proféticas del retorno de Cristo.
Israel no es el reloj profético de DIOS, las
guerras en el golfo pérsico, contra Siria o Irán no marcan la pauta para el
regreso de Cristo, la supuesta reconstrucción del templo de Jerusalén tampoco
lo hace, solo Él Señor sabe el día y la hora, no caigamos en especulaciones ni
mucho menos seamos presa del temor por dichos acontecimientos, que para nada
salen del perfecto control de Nuestro Sabio DIOS, él cual tiene un propósito en
ellos.
b. “Hasta los tiempos de
la restauración de todas las cosas”. ¿Qué quiere decir Pedro con estas palabras?
En el contexto del pasaje, se dirige al pueblo judío que mira hacia adelante
hacia el tiempo de la restauración de todas las cosas, tal como los profetas
del AT escribieron.
Los tiempos de descanso que vienen como el
resultado del arrepentimiento y la fe son presagios del tiempo de la completa
restauración. Aunque los tiempos de refrigerio son periódicos y subjetivos, el
tiempo de la restauración es permanente y objetivo. Según Pablo, la
restauración será completada cuando todas las cosas queden sujetas a Cristo
Jesús y cuando él entregue el reino a su Padre. 1ª Corintios 15:24.
c. “De que habló Dios hace
tiempo por boca de sus santos profetas”. Pedro da veracidad a su
declaración recurriendo nuevamente a las profecías del AT 1ª Pedro 1:10–12;
2ª Pedro 1:19–21. Él llama a los profetas santos porque ellos comunican la
revelación divina. En un sentido, repite la fraseología del versículo 18, donde
dice que “Dios cumplió así las cosas que antes había anunciado por boca de todos
los profetas”. Dios hizo promesas a través de sus voceros los profetas.
¿Qué dijeron los profetas?
22. Porque Moisés dijo a
los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros
hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; 23 y toda
alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.
a. “Porque Moisés dijo”. De entre los
profetas del AT, Pedro escoge el ejemplo de Moisés. Nadie puede contradecir el
status profético de Moisés, porque fue Dios mismo quien se lo dio Dt. 18:18.
Desde la zarza ardiendo, Dios llamó a Moisés a ser su profeta Ex. 3:4;
otros profetas recibieron un llamado similar. 1 S. 3:1–14; Is. 6:1–13; Jer.
1:4–19; Ez. 1:1–3. Moisés, entonces, es el primero en la línea de los
profetas y el más grande de ellos.
b. “El Señor Dios les
levantará un profeta”.
Pedro cita un pasaje muy conocido del AT. Hace un resumen de las palabras
dichas por Moisés y registradas en Deuteronomio 18:15–20. Los Evangelios
apuntan a esta misma porción en numerosas ocasiones y el mismo Esteban en su
discurso ante el Sanedrín la cita parcialmente. Las traducciones tanto del
hebreo como de la Septuaginta difieren en cuanto a su fraseología, aunque el
significado sigue siendo casi idéntico.
c. “De entre sus
hermanos, como a mí”.
En cumplimiento de las profecías del AT, Cristo es un profeta como Moisés,
habla las palabras que Dios le ha dado, y llama al pueblo judío a que escuche obedientemente
todo lo que él tiene que decirles. La conclusión es que todo aquel que rehusé escuchar
a Jesús está reusándose a escuchar a DIOS y por consecuencia “será cortado de
su pueblo” ¿Es Cristo como Moisés? Moisés dice que Dios levantará un profeta
como él. Los judíos consideraban a Moisés el profeta más grande sobre la tierra,
porque Dios le habló cara a cara. Números 12:8. También tenían
conocimiento de este elocuente testimonio relacionado con Moisés. Deuteronomio
34:10–12. Pero Cristo sobrepasó a Moisés en todo sentido.
El escritor de Hebreos lo afirma brevemente
cuando dice que:
·
Moisés
fue un siervo en la casa de Dios, pero Cristo es un hijo sobre la casa de Dios Hebreos
3:5–6.
·
Moisés
instituyó el primer pacto para la nación de Israel Ex. 24:3–8, pero este
pacto llegó a quedar obsoleto Heb. 8:13 cuando Cristo instituyó el nuevo
pacto en su sangre para las gentes de todas las naciones Mateo 26:28; 1ª Corintios
11:25.
Cristo es un profeta que, como Moisés, humanamente
hablando es un descendiente de Abraham y miembro por eso de la nación
israelita. Los judíos que oyen a Pedro deben reconocer que Cristo
indudablemente fue el cumplimiento de las palabras proféticas de Moisés.
d. “A él oigan todo lo
que les hable”.
Con esta profecía, Pedro pareciera estar diciendo a los oyentes israelitas que,
si ellos creen y obedecen las palabras de Moisés, también deben creer y
obedecer a Jesús. Moisés profetizó acerca del Cristo, y Cristo habló acerca de
Moisés Juan 5:45–46. El pueblo judío esperaba la venida de “el Profeta”,
como lo repitieron vez tras vez durante el ministerio de Jesús. Y muchas veces
llamaron a Jesús profeta o el Profeta.
e. “Y cualquiera que no
oiga a aquel profeta, será desarraigado del pueblo”. Aquí tenemos los
típicos dos lados de la moneda. Por una parte, Dios da la orden de obedecer;
por la otra, indica cuáles son las consecuencias de la desobediencia. Llama a
los israelitas a oír las palabras de Moisés que hablan del Cristo. Les ordena escuchar
el mensaje de Cristo. Pero Dios encontró mala voluntad cuando su pueblo
rehusaba obedecer a Jesús durante su ministerio terrenal. Ahora de nuevo les
habla por boca de uno de los apóstoles de Cristo. Si los israelitas continúan
en su actitud de desobediencia, serán desarraigados del pueblo de Dios.
24. Y todos los profetas
desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos
días.
La línea de razonamiento que Pedro traza
establece que todos los profetas, desde Moisés hasta Samuel y todos cuantos les
han seguido, han hablado acerca de la venida del Mesías. Después de citar la
profecía de Moisés en los versículos precedentes, Pedro menciona a Samuel.
En el período entre Moisés y Samuel, los profetas
no profetizaron respecto al Cristo. Por esta razón, Pedro omite ese período y
continúa con Samuel, quien en los escritos judíos era conocido como el maestro
de los profetas; sin embargo, las Escrituras no dan indicación alguna de que
Samuel haya profetizado o enseñado a los profetas.
Si tomamos el nombre Samuel para referirnos
al período que cubre el tiempo de los libros atribuidos a él, encontramos
algunas alusiones proféticas al Mesías. Por ejemplo, el profeta Natán informa a
David que de su descendencia Dios levantará un reino para siempre 2ª S.
7:12–14; Hch. 2:30; Heb. 1:5.
La primitiva comunidad cristiana investigó
atentamente las profecías del AT para comprobar que Jesús de Nazaret las había cumplido.
En sus sermones y epístolas, Pedro y Pablo repetidamente citan estas profecías
para mostrar que Jesús es, sin lugar a dudas, el Mesías prometido y profetizado
por todo el AT.
25. Vosotros sois los
hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo
a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.
Que Lucas nos da un resumen del sermón de
Pedro es especialmente evidente en este versículo. La conexión entre éste y el
versículo precedente es la frase herederos de los profetas. ¿Quiénes son estos herederos?
Pedro dice a sus oyentes: “ustedes son”. Según Pablo, la misma palabra de Dios
le fue confiada al pueblo judío. Romanos 3:2.
La frase herederos de los profetas,
entonces, da a entender que los judíos fueron los receptores de las profecías
que en último término proceden de Dios en forma de la Escritura.
Además, los judíos son herederos del pacto
que Dios hizo con Abraham y sus descendientes. lo cual fue confirmado por la
nación de Israel en los días de Moisés. Por lo tanto, Pedro procede de los
tiempos de Moisés hasta el período más temprano en que Dios hizo el pacto con
Abraham y le prometió a él y a su descendencia bendiciones incalculables.
Dios selló sus palabras con un pacto que
habría de trascender los siglos y que llegaría a beneficiar a todos los
descendientes espirituales de Abraham. Dios dijo a Abraham: “Y a través de
tu descendencia todas las familias de la tierra serán benditas”.
En griego, la palabra descendencia es
“semilla” (en el singular) y así, llama la atención a una persona, obviamente
se trata de Cristo. Gálatas 3:16.
En sus platicas teológicas, tanto Pedro como
Pablo llaman la atención a la persona de Jesucristo. Pedro cita directamente de
la Septuaginta, que describe la escena de Abraham ofreciendo a Isaac en el
monte Moriah. Sus oyentes se consideran “herederos del pacto” que Dios hizo con
Israel y piensan que los gentiles no tienen ninguna participación en él.
Pero la bien conocida cita del AT incluye a
todas las naciones de la tierra. Pedro no las menciona, aun cuando las palabras
de la Gran Comisión, “haced discípulos en todas las naciones” (Mt. 28:19),
están registradas en forma indeleble en su memoria. El hace saber a sus
oyentes, sin embargo, que Jesús ha venido a bendecirles a ellos primero, porque
el evangelio debe ser proclamado primero a los miembros de la casa de Israel
(Mt. 10:6; Ro. 1:16; 2:10).
26. A vosotros,
primeramente, Dios, habiendo levantado a su siervo, lo envió para que os
bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
a. “Cuando Dios levantó a
su siervo”.
Dios determinó que Jesucristo tomara el lugar de Abraham para que se cumplieran
las palabras dichas a Abraham: “A través de tu descendencia [esto es, Cristo]
serán benditas … todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3). Por lo tanto, el
verbo levantó no se refiere a la resurrección, sino a la designación de Cristo
para servir como la descendencia de Abraham. Pedro de nuevo (v. 13) llama a
Jesús el siervo de Dios, lo que parece ser una forma estándar de llamarle
(4:27,30). Pedro obtiene esta terminología del AT que identifica a Jesús con el
siervo sufriente de Isaías.
b. “Le envió primero para
bendecirles”.
La misión de Cristo es bendecir en palabras y hechos a los descendientes espirituales
de Abraham. ¿A quién bendice Jesús primero? El texto claramente establece que
él va primero a los judíos: “[Dios] les envió primero a ustedes”. Por esto
Pedro predica su sermón al auditorio judío en el Pórtico de Salomón.
En este momento, Pedro no entra en muchos
detalles respecto de que el rechazo de Cristo por los judíos implica por otro
lado una apertura hacia los gentiles. Esto es lo que dijo Pablo a los judíos de
Antioquía de Pisidia: “A ustedes a la verdad era necesario que se les
hablase primero la palabra de Dios; más puesto que la desechan, y no se juzgan
dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles” (13:46).
¿Cuál es la bendición que Jesús concede? Pedro
dice: “[Se le envió] para bendecirles, al convertirse cada uno de sus
maldades”. La bendición, entonces, es el arrepentimiento y la salvación.
Esta es una repetición del mandamiento de Pedro pronunciado antes (v. 19), con
la diferencia de que entendemos que Cristo es clave en el proceso de
convertirse del mal. Pedro habla francamente cuando dice a los judíos que
Cristo los hace volverse “de [sus] maldades”. Él es el Salvador de su pueblo.
Resumen del Capítulo 3.
Pedro y Juan van juntos al templo a la hora
fijada para la oración. Allí, en la puerta llamada la Hermosa, Pedro sana a un
paralítico. La multitud queda atónita y se reúne en torno de los apóstoles y
del hombre sanado. Pedro aprovecha la oportunidad y predica un sermón. Dice al
gentío que él no tiene ningún poder en él mismo de sanar, pero que el hombre
fue sanado en el nombre de Cristo Jesús.
Les recuerda que ellos mataron a Jesús, pero
que Dios lo levantó de la muerte. Los consuela y los amonesta a arrepentirse
para que sean perdonados y reciban a Cristo. Les instruye en las profecías del
AT a través de tomar un ejemplo del testimonio de Moisés. Les dice que todos
los profetas hablan de Cristo y que las bendiciones del pacto prometidas a los
descendientes de Abraham vienen ahora a través de Jesucristo, quien los hace
volverse de sus malos caminos.
¿Qué en cuanto a los gentiles? Pedro lo
respondió en el versículo 25. Los judíos eran hijos de Abraham y del pacto de
Dios, y Él guardaría su promesa a Abraham y bendeciría a los gentiles mediante
Israel. Es por eso que los apóstoles no pudieron comprender por qué Pablo se
marchó a los gentiles después que Israel fue desechado. No se dieron cuenta
entonces del «programa de misterio» que Dios reveló a través de Pablo,
de que mediante la caída de Israel los gentiles serían salvos. Romanos 11.11-12.
Este programa fue un «misterio» oculto en
los días del AT, pero revelado a través de Pablo sobre todo en Efesios 3. Cuando
la nación mató a Esteban y cometió el «pecado imperdonable» contra el Espíritu
Santo, a partir de ese día Israel fue puesto a un lado y la Iglesia pasó al
escenario central.
¿Cómo respondió la nación a la invitación?
Mucha de la gente común creyó y se salvó, pero los gobernantes hicieron
arrestar a los apóstoles. Los saduceos, por supuesto, no creían en la
resurrección, y rechazaron el mensaje de Pedro de que Cristo había resucitado
de entre los muertos. Los fariseos detestaban a Jesús porque los había
condenado (Mt 23). Comenzó la persecución que Cristo prometió a los apóstoles en
Juan 15.18–16.4, como lo veremos en el próximo capítulo.
Dios estaba ahora dando a Israel una
oportunidad más para recibir a su Mesías. Pedro prometió, en los versículos
19–20, que, si la nación se arrepentía y recibía al Señor,
·
Él
borraría sus pecados (Is 43.25; 44.22–23).
·
Enviaría
a Cristo y daría «tiempos de refrigerio».
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