Hechos Historia Salutis 15:
Obedecer A DIOS Antes Que A Los Hombres. Hechos 4:13-22.
Pedro y Juan, después de sanar a un
paralitico que estaba postrado a entrada del templo en la puerta de la Hermosa,
fueron llevados presos por los guardias del templo, el motivo es nuevamente la
envidia y la soberbia de los miembros del sanedrín, en especial los saduceos
que eran el partido con el poder polito y económico y cuyas creencias chocaron
directamente con la predicación de los apóstoles, pues como dijimos la semana
pasada, los saduceos no creen en la resurrección, ángeles, demonios, etc. y
Pedro precisamente estaba predicando acerca del a gloriosa resurrección de
Cristo.
En su discurso ante el Sanedrín, Pedro
demuestra que él está en total dominio de la situación. Habla sin agitarse y
abiertamente insta a los miembros de la corte a aceptar su culpabilidad en la
muerte de Cristo, pero no se queda ahí, les hace mención de que aun ellos
pueden alcanzar el perdón de pecados en el Nombre de Jesucristo de Nazaret. Su
auditorio está pasmado y nadie quiere hacer otras preguntas.
4:13. Entonces viendo el denuedo
de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se
maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.
a. “Cuando veían el valor
de Pedro y de Juan”.
Los gobernantes continúan pasmados por la valentía de Pedro y de Juan, quienes
abriendo sus bocas expusieron la verdad osada y francamente. Ellos no podían
darse cuenta, sin embargo, que el Espíritu Santo daba habilidad y valentía a
los apóstoles para hablar (v. 8).
b. ¿Cómo era posible que
unos pescadores comunes y ordinarios de Galilea dirigieran tan acabado discurso
ante los miembros de la Corte Suprema? Citaban y aplicaban las
Escrituras; predicaban con toda elocuencia; y todo eso sin haber recibido
ningún tipo de educación teológica formal de parte de reconocidos maestros. Su
acento galileo y su apariencia sin duda revelaban a Pedro y a Juan como
miembros de la clase iletrada. Esto no significa, sin embargo, que no hayan
sabido leer y escribir. Qué sabían queda demostrado por sus escritos. Sin
embargo, no tenían educación teológica formal. Lucas dice que ellos eran
considerados como “incultos e inexpertos”; es decir, no demostraban ser
expertos en teología, sino que parecían ser hombres cualesquiera.
c. “[Los líderes]
sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban y reconocían
que habían estado con Jesús”.
Los miembros de la corte empezaron a ver semejanza entre Jesús y los apóstoles.
Los maestros judíos, muchos de los cuales pertenecían al Sanedrín, se habían
maravillado cuando Jesús enseñó abiertamente en el templo durante la Fiesta de
los tabernáculos. Se habían preguntado: “¿Cómo adquirió este tanto
conocimiento sin haber estudiado?” (Jn. 7:15, NVI).
El sumo sacerdote y los otros miembros de la
corte estaban atónitos y vieron la obvia relación entre Jesús y sus discípulos.
El iletrado Jesús, experto en exponer las Escrituras, había adiestrado a sus
discípulos para que continuaran la obra interrumpida por su muerte. Los del
Sanedrín habían sacado a Jesús de la tierra crucificándole; pero ahora se
enfrentaban a voceros de Jesús, quienes poseían el mismo valor que había
demostrado su maestro. Además, aunque los miembros de la corte evitaron usar el
nombre Jesús durante el juicio, ahora tuvieron que reconocer a Jesús por sus
discípulos. Por eso dirigieron toda su rabia contra Pedro y Juan, sus
seguidores.
14. Y viendo al hombre
que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en
contra.
Los miembros del Sanedrín no pudieron hacer
nada, porque ante ellos estaba la evidencia incontrarrestable del indigente
sanado. El hombre estaba junto a los apóstoles como una prueba viviente del
milagro de sanidad que había tenido lugar en el templo el día anterior. Lucas
pinta al hombre de pie; es decir, parado sobre tobillos y pies firmes. Más
adelante agrega la información de que el mendigo tenía más de cuarenta años (v.
22).
Los miembros del Sanedrín estaban perplejos,
porque en realidad no tenían un caso. Se daban cuenta que Pedro había volcado
el juicio en una indagación acerca de un hombre que había sido sanado. Y la
persona en cuestión presentaba la viva evidencia permaneciendo de pie al lado
de los apóstoles, los acusadores no tenían nada que decir. Jesús había cumplido
su promesa hecha a sus discípulos. Lucas 21:15.
Es lamentable ver una vez más que a pesar de
la gran evidencia enfrente de ellos, aún así se negaron a creer, lo mismo
sucedió cuando se enteraron de la resurrección del Señor Jesús, en lugar de
indagar y disipar toda duda con el fin de creer, en su ceguera espiritual e
hinchados de soberbia prefirieron mentir para salir del apuro, no cabe duda que
las tinieblas que el pecado crea en los corazones humanos son intensas,
nosotros estarías exactamente en la misma situación de no ser por la gracia de
DIIOS que nos ha abierto los ojos y acercado nuestros corazones a Cristo.
4:15. Entonces les
ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí, 16 diciendo:
¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido
hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos
negar.
La corte se siente desorientada y necesita
tiempo para reflexionar. Por lo tanto, se sugiere un receso para consulta. El
oficial que preside la sesión ordena a los apóstoles y al indigente salir del
recinto. No es posible determinar cuánto tiempo tomó el receso, pero por el
verbo conferenciar sumballo (συμβάλλω, G4820) que significa reunirse
meditar y conversar, podemos deducir que bastante se dijo tras las puertas
cerradas. Es posible que Lucas haya recibido su información de algún testigo
presencial quien era o llegó a ser un seguidor de Jesús. Por ejemplo, Nicodemo,
“el cual era uno de ellos” (Jn. 7:50), pudo haber sido el testigo que
dio a Lucas la información relacionada con la discusión.
La pregunta: “¿Qué haremos con estos
hombres?” revela perplejidad e incapacidad para actuar. Discutían si deberían
soltar a los presos o aplicarles alguna sanción. Para ellos, soltarlos
significaba perder prestigio. Por otro lado, castigarles por realizar un
milagro significaría correr el riesgo de despertar la furia del pueblo, porque “de
cierto, señal manifiesta ha sido hecha por [los apóstoles], es obvio a todos
los que moran en Jerusalén”. Como resultado de este milagro y la
predicación de Pedro, la iglesia cristiana aumentó en Jerusalén a unos cinco
mil hombres.
El tribunal llegó a una sola conclusión: “No
podemos negar [el milagro]”. En sus confrontaciones con Jesús, los
dirigentes judíos no pudieron presentar ni probar ningún cargo en contra de él.
Sus discípulos también los dejaron sin evidencia que probara algún mal
proceder. Ante esta situación, el Sanedrín es forzado a dejar en libertad a los
apóstoles.
4:17. Sin embargo, para
que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de
aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.
Después de sopesar las consecuencias de
cualquiera decisión que tomaran, los miembros del Sanedrín resuelven dejar en
libertad a los apóstoles. Les pusieron, sin embargo, como condición evitar todo
lo que pudiera influenciar al pueblo. Varias situaciones encontramos aquí:
·
Primero,
mostraron su desprecio por la fe cristiana llamándola “este nombre”.
· Segundo,
aunque su pregunta inicial fue: “¿Con qué potestad o en qué nombre hicieron
esto?” la discusión se ha centrado, primero en el nombre y luego en el
poder. Aunque se dan cuenta que los apóstoles han estado con Jesús, rehúsan
mencionar su nombre.
· Tercero,
deciden que el nombre de Jesús no debe seguir siendo divulgado y que a los
discípulos debe ordenárseles que “no hablen de aquí en adelante a hombre alguno
en este nombre”.
·
Y
cuarto, los miembros del Sanedrín entienden perfectamente que la revelación del
nombre de Jesús constituye el mensaje que los apóstoles proclaman. Muestran su oposición
hacia Jesús al prohibir a los apóstoles mencionar su nombre. Y como líderes
espirituales de Israel, rechazan el consejo de Pedro de encontrar salvación
sólo en el nombre de Jesús (v. 12).
Aunque saben que no pueden castigar a Pedro
y a Juan por su valentía de predicarles acerca de Jesús, están decididos a
detener la divulgación del nombre de Jesús.
Hasta aquí podemos darnos cuenta como Dios
usa a dos pescadores galileos para confundir a los prominentes jueces de la
corte suprema de Israel. En el salón donde es juzgado, Pedro proclama el
evangelio de Cristo y les dice a los dirigentes religiosos y políticos de su
día que no pueden encontrar la salvación sino a través del nombre de Cristo
Jesús. Este nombre ha sido dado por Dios a los hombres de todo el mundo.
A veces, aun los mismos cristianos se
olvidan del nombre de Jesús afuera de las cuatro paredes de sus templos. Y
actúan como si Jesús no tuviera participación alguna en el mundo en el cual
ellos vivimos. El nombre de Jesús debe ser oído en todas las áreas de la vida: desde
el tribunal de justicia donde se encontraban Pedro y Juan hasta todos los
salones de clases de las escuelas, colegios y universidades; en los centros
comerciales y en las empresas; en todos los lugares del quehacer de cada día.
Dios ha puesto gente sencilla en lugares estratégicos y quiere que den a
conocer el nombre de Jesús y su mensaje.
Pedro y Juan están llenos del Espíritu
Santo, quien los capacita para hablar ante el Sanedrín, refutar a los
adversarios, y proclamar las Buenas Nuevas. Los miembros del Sanedrín, por el
contrario, han perdido su compostura y están en peligro de perder la batalla.
Lucas continua su relato de la situación:
4:18. Y llamándolos, les
intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. 4:19.
Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios
obedecer a vosotros antes que a Dios; 4:20 porque no podemos dejar de decir lo
que hemos visto y oído.
a. “Cuando les llamaron”.
Los
miembros del Sanedrín han conspirado una trama que los libre del ridículo y que
dé a la sesión del tribunal un aspecto de legalidad. Ordenan a los apóstoles
volver a la sala y entonces con severidad les advierten que no digan una
palabra más acerca de Jesús o seguir enseñando en su nombre. No les anuncian
ninguna penalidad en caso de desobediencia, pero si los apóstoles rehúsan
obedecer la orden, estarían exponiéndose a ser acusados de rebeldía. Tampoco
les prohíben realizar más milagros en el nombre de Jesús.
b. “Juzguen [por ustedes
mismos]”. Tanto
Pedro como Juan reaccionan al veredicto y con firmeza apelan a la autoridad más
alta que gobierna tanto a los miembros del Sanedrín como a ellos mismos. Apelan
a Dios y desafían al tribunal a examinar su veredicto para ver si está o no
conforme a la ley de Dios.
Preguntan entonces a los jueces: “Juzguen
ustedes si a los ojos de Dios es más correcto obedecerles a ustedes que a Dios”.
Esto implica que el veredicto es contrario a la voluntad de Dios, aunque el
Sanedrín mismo crea que no lo es. Los aguerridos apóstoles están listos para
aceptar un veredicto, cualquiera que sea, pero que no esté en contra de la voluntad
de Dios. Ellos afirman que los jueces deben presentarse ante la presencia de
Dios y aprobar un veredicto justo. “La única cosa que los miembros del sanedrín
deben temer es que el divino Juez desapruebe sus injusticias”.
c. “Obedecer a ustedes
antes que a Dios”.
Pedro y Juan persisten en mantener su
lealtad a Dios en lugar de a los hombres, porque saben que están bajo la divina
autoridad para obedecerle. Exhortan a los miembros del Sanedrín a hacer lo
mismo, porque toda autoridad proviene de Dios. En otra ocasión, Pedro y sus
colegas apóstoles establecieron el mismo principio: “Debemos obedecer a Dios
antes que a los hombres” (5:29). No es la primera ni la única ocasión en que
las Escrituras nos dan este tipo de ejemplos:
·
las
parteras desobedecieron al faraón mismo. Éxodo 1:15-21.
·
Los
tres jóvenes en Babilonia. Daniel 3.9-18.
·
Daniel
mismo al orar. Daniel 6:10.
Los gobernantes, o el Estado no puede
usurpar el lugar que solamente a DIOS le corresponde, o somos leales al Señor o
lo somos al Estado, pero no se puede a ambos.
d. “No podemos dejar de
decir lo que hemos visto y oído”. Aquí está la explicación de la cláusula
precedente, “Juzguen si es justo delante de Dios obedecer a ustedes antes
que a Dios”. Al igual que los profetas del AT que no pudieron dejar de
proclamar la palabra de Dios que les había sido dada, así los apóstoles tenían
que enseñar todo lo que Jesús les había mandado. Ellos al igual que nosotros, obedecen
a Jesús, quien les había encargado ser “testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaria, y hasta lo último de la tierra” (1:8). Llenos del Espíritu Santo, los
apóstoles tienen que comunicar y enseñar las buenas nuevas de Cristo Jesús, su
obediencia es a Cristo no a los gobernantes.
4:21. Ellos entonces les
amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa
del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, 4:22 ya
que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de
cuarenta años.
Los jueces en el Sanedrín no pueden
contradecir los argumentos de los apóstoles por lo que rechazan el caso sin
absolver a Pedro y Juan. Ellos rehúsan hacer caso a las palabras de los
apóstoles y en lugar de eso, profieren amenazas en su contra. Se dan cuenta que
los apóstoles han ganado la batalla, al imponer su decisión de obedecer a Dios
antes que a los hombres. Los jueces no han podido maquinar ningún castigo que
pudiera dar como resultado detener su trabajo.
Tienen miedo del furor del pueblo de
Jerusalén que mientras tanto, alaba a Dios por el milagro que ha ocurrido en
medio de ellos. Desde adentro de la corte tanto como desde fuera de ella, los
jueces reciben el consejo de mirar a Dios, pero ellos, ciegos por el pecado,
rechazan la exhortación y prefieren continuar viviendo en oscuridad.
El énfasis en este pasaje no está ni en los
apóstoles ni en el Sanedrín, sino que Lucas lo pone en Dios, quien desea la
obediencia y recibe con agrado las alabanzas de los hombres. Por consiguiente,
la alabanza no es porque los apóstoles hablan con toda valentía a los setenta y
un miembros del Sanedrín.
Es cierto que ellos ganan el pleito en los
tribunales y por eso recuperan su libertad, pero la alabanza pertenece a Dios. Él
ha enviado su Espíritu Santo y ha hecho que la gente se regocije por lo que ha
sucedido. Nadie puede poner en duda la evidencia del milagro. Lucas da la razón
para ello cuando dice que “el hombre en quien se había hecho este milagro de
sanidad tenía más de cuarenta años”. El hombre había nacido paralítico (3:2);
nunca había podido caminar. Por lo tanto, siendo que las gentes lo conocían por
años, no podían dejar de reconocer que un milagro se había hecho. La evidencia
es irrefutable.
CONCLUSIONES.
Somos ciudadanos del reino de Dios aquí en
el mundo, y al mismo tiempo la mayoría de nosotros somos ciudadanos del país de
nuestra residencia. Como cristianos, nos esforzamos en obedecer las leyes del
reino de Dios y de su Palabra, sabemos que debemos ser obedientes a las
autoridades por él establecidas, no somos anarquistas. Romanos 13:1.
Pero cuando la ley de Dios y las leyes del
hombre entran en conflicto, nos enfrentamos a un problema. Conocemos la
afirmación de los apóstoles: “obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Sabemos que Dios demanda obediencia incondicional. Por eso, cuando la intención
de alguna ley civil es contraria a la ley de Dios, debemos hacer manifiestas nuestras
objeciones a las autoridades gubernamentales.
Por ejemplo, si la ley prohíbe a los
cristianos predicar y enseñar el evangelio de Cristo, no es posible obedecer
esta ley, sino que, por el contrario, deben buscarse vías para evadir esta
prohibición.
En una democracia, los cristianos
públicamente deben rechazar las leyes que intentan forzarlos a desobedecer a
Dios. Hay muchos pasos que se pueden dar:
·
Protestar
por escrito a los miembros del congreso.
·
Hacer
anuncios para advertir al público de tales leyes.
·
Organizar
movimientos de oposición.
·
Votar
en contra de propuestas inaceptables.
·
Votar
para cambiar las autoridades que propugnan tales leyes
·
Y
trabajar para poner en su lugar legisladores cristianos.
Cuando sea posible, los cristianos deben
recurrir a persuasiones de tipo moral y cívico, a resistencia pasiva, pero nunca
a la fuerza. Deben refrenarse de tomar la ley en su propia mano.
En lugar de eso deberán usar todos los
recursos legales disponibles para cambiar aquello que se opone a la ley de
Dios. Y cuando los cristianos estén dispuestos a obedecer la más alta ley,
deben estar preparados para pagar el precio, que muchas veces se traduce en
persecución. Y al pagar este precio, deben recordar las palabras alentadoras de
Jesús: “Gócense y alégrense, porque su galardón es grande en los cielos” Mateo
5:12.
No hay comentarios:
Publicar un comentario