CFB 1689.
LECCIÓN 5: Cristo el
Mediador
Confesión capítulo 8. De
Cristo el Mediador
En la lección anterior de nuestro estudio
acerca de la CFB 1689 aprendimos acerca del pacto de DIOS con los hombres, en
especifico el Pacto de Gracia cuyo fundamento se encuentra en el pacto de
redención que la Santísima Trinidad llevó a cabo en la eternidad pasada, el
pacto de obras instituido por DIOS con Adán sigue vigente, por lo tanto, es
necesario el pacto de gracia si deseamos agradar a DIOS.
El siguiente tema que la CFB 1689 trata es
acerca del oficio de mediador del nuevo pacto que el Señor Jesucristo ejerce,
así que, para poder entrar de lleno a escudriñar este tema, primero definiremos
bíblicamente al mediador, la palabra que usa el NT es del griego mesites
(μεσίτης, G3316), que significa el que está en el medio. Por lo tanto,
el término se aplica a una persona que se pone en medio de otras dos para
contribuir de alguna manera a las buenas relaciones de ambas.
·
Jonatán
fue el intercesor de David ante Saúl. 1ª Sa 19:4.
·
Abraham
intercedió en nombre de Abimelec Génesis 20 y Sodoma Gen 18:23-33.
·
Moisés
fue un mediador con faraón Exo_8:8-13; Exo_9:28-33 e Israel Exo_33:12-17.
·
Samuel
fue un intermediario cuando Israel recibió un rey 1ª Sa 9:15-27 y cuando
se volvió corrupta 1ª Sa 12:19.
La designación “Mediador” pertenece en forma
preeminente a Cristo, su actividad mediadora es multiforme, y no puede
definirse en función de una sola idea o actividad. Su mediación tiene tantas
facetas como su persona, su oficio y su obra. Y así como hay diversidad en los
oficios y las tareas que lleva a cabo, y en las relaciones que mantiene con los
hombres como Mediador, así también hay diversidad en las relaciones que
mantiene con el Padre y el Espíritu Santo en la economía de la redención.
La fe y el culto de adoración por parte del
hombre requieren que reconozcamos esta diversidad. Y su gloria única como
Mediador exige que no atribuyamos a otro ni siquiera la sombra de ese
privilegio, que a él le pertenece como único Mediador entre Dios y el hombre.
A. La ordenación al
oficio de mediador. Agradó
a Dios,1 en su propósito eterno,2 escoger y
ordenar al Señor Jesús, su Hijo unigénito, conforme al pacto hecho entre ambos,3
para que fuera el mediador entre Dios y el hombre; profeta, sacerdote, y rey;
cabeza y Salvador de la iglesia, el heredero de todas las cosas y juez del
mundo;4 a quien dio, desde toda la eternidad, un pueblo para
que fuera su simiente y para que a su tiempo lo redimiera, llamara,
justificara, santificara y glorificara.5
1.
El
autor de la ordenación: el Padre. Is. 42:1; Jn. 3:16.
2.
El
tiempo de la ordenación: desde la eternidad pasada. 1 P. 1:19-20.
3.
El
marco de la ordenación: el pacto de redención. Sal. 110:4; He. 7:21,22.
4.
El
carácter de la ordenación: reflejar Su gloria mediante el ejercicio de los
oficios de profeta, sacerdote y rey. 1 Ti. 2:5; Hch. 3:22; He. 5:5,6; Sal. 2:6;
Lc. 1:33; Ef. 1:22,23; 5:23; He. 1:2; Hch. 17:31.
5.
El
propósito de la ordenación: la redención de sus elegidos. Ro. 8:30; Jn.
17:6; Is. 53:10; Sal. 22:30; 1 Ti. 2:6; Is. 55:4,5; 1 Co. 1:30.
B. La Encarnación para el
oficio de mediador. El
Hijo de Dios, la segunda persona en la Santa Trinidad, siendo Dios verdadero y
eterno, el resplandor de la gloria del Padre, consustancial con aquel e igual a
él, que hizo el mundo, y quien sostiene y gobierna todas las cosas que ha
hecho,1 cuando llegó la plenitud del tiempo,2
tomó sobre sí la naturaleza del hombre, con todas sus propiedades esenciales3
y con sus debilidades concomitantes,4 aunque sin pecado;5
siendo concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, al
venir sobre ella el Espíritu Santo y cubrirla el Altísimo con su sombra; y así
fue hecho de una mujer de la tribu de Judá, de la simiente de Abraham y David según
las Escrituras;6 de manera que, dos naturalezas completas, perfectas
y distintas se unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión,
composición o confusión alguna. Esta persona es verdaderamente Dios7
y verdaderamente hombre,8 aunque un solo Cristo, el único
mediador entre Dios y el hombre.9
1.
El
sujeto de la encarnación: el Verbo divino. Jn. 8:58; Jl. 2:32 con Ro. 10:13; Sal.
102:25 con He. 1:10; 1 P. 2:3 con Sal. 34:8; Jn. 1:1; 5:18; 20:28; Ro. 9:5; Tit.
2:13; He. 1:8,9; 1 Jn. 5:20. Fil. 2:5,6
El verbo divino es la segunda
persona de la Trinidad, conocido también como el Señor Jesucristo y es completa
y plenamente DIOS desde la eternidad y hasta la eternidad.
Es bueno aclarar que solamente el Hijo tomo forma de
hombre al unir hipostáticamente su esencia divina personal a la naturaleza
humana, para que se entienda más claro ni el Padre ni el Espíritu Santo tomaron
la forma humana, es importante aclararlo para evitar caer en herejías o malos entendidos
posteriores.
Sin embargo, las tres personas de la Trinidad
intervinieron activamente en la encarnación del Verbo, es decir, Padre, Hijo y
Espíritu Santo operaron en conjunto en el acto de unir la naturaleza humana a
la hipóstasis del Verbo: Mateo 1:20. Lucas
1:35. Juan 1.14. Romanos 8:3. Gálatas 4:4. Filipenses 2:7. Una analogía
fácil de asimilar en este tema sería como si dos personas le ayudaran a
vestirse a una tercera persona, las tres personas estuvieron involucradas, pero
solo una de ellas está vestida.
¿Pudo haberse encarnado otra persona distinta a la del Verbo? ¿EL Padre
o EL Espíritu Santo? Si hablamos en términos de que, si ellos tenían o
tienen los atributos para ser hechos hombres, por supuesto que sí, pues no hay
nada que los limite, sin embargo, eso no significa que fueran los candidatos
idóneos para esa gran labor.
El candidato que conviene que se encarnara es
precisamente el Verbo por las siguientes razones:
a) El Verbo es el modelo de la creación, por lo tanto,
era conveniente que Él fuera quien reparará lo que se había echado a perder por
el pecado. No
hay mejor forma de reparar las cosas que llevándolas al modelo originalmente
creado o diseñado. Colosenses 1:16-17.
Hebreos 1:2.
b) Era más conveniente que fuéramos predestinados a ser
hijos de DIOS con el Hijo de DIOS.
Romanos 8:17, 29.
c) Para satisfacer nuestra necesidad por saber las
cosas, mediante la Sabiduría personal de DIOS. Génesis 3:5. Proverbios 8.27-31.
Podemos también responder filosóficamente y decir que
si la Trinidad que es todo sabiduría, tomaron la decisión de que fuese el Hijo
quien se encarnase, entonces esa es la mejor decisión y obviamente por mucho.
2.
El
momento de la encarnación: al cumplirse la plenitud de los tiempos. Gá. 4:4-5.
3.
La
esencia de la Encarnación: total naturaleza humana. He. 10:5; Mr. 14:8; Mt.
26:12,26; Jn. 13:23; Lc. 22:44; He. 5:8; 1 P. 3:18; 4:1; Jn. 19:32-35; Mt. 26:36-44;
Jn. 19:30; Mr. 3:5; 10:14; Jn. 11:35; Lc. 19:41-44; 10:21; Mt. 4:1-11; He. 4:15
con Stg. 1:13; Lc. 5:16; 6:12; 9:18,28; 2:40,52; He. 5:8,9.
La humanidad plena y perfecta de Jesús la vemos
plasmada en la biblia desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección:
a) En su concepción y nacimiento.
b) En sus facultades físicas y mentales, propias de un
ser humano.
c) En cuanto a necesidades propias de un ser humano.
d) En cuanto sus sentimientos y emociones.
e) En el huerto de Getsemaní.
f) En los sufrimientos en la cruz.
g) En su resurrección.
Nuestro
señor Jesucristo fue completamente un ser humano, no en parte, no aparentemente,
sino 100% un ser humano.
Desde la época de la iglesia primitiva está
verdad ya era atacada fuertemente por grupos heréticos, que afirmaban que Cristo parecía humano, o aparentaba
ser un ser humano, hay quienes se atrevieron a decir que el Cristo divino vino
sobre el Jesús humano en la cruz para así completar la obra de redención.
4.
Las
limitaciones humanas de la Encarnación. Mt. 4:2; Mr. 11:12; Mt.
21:18; Jn. 4:6-7; 19:28; Mt. 8:24; Ro. 8:3; He. 5:8; 2:10,18; Gá. 4:4.
5.
Impecabilidad
en la Encarnación. Is.
53:9; Lc. 1:35; Jn. 8:46; 14:30; Ro. 8:3; 2 Co. 5:21; He. 4:15; 7:26; 9:14; 1
P. 1:19; 2:22; 1 Jn. 3:5.
Jesucristo a pesar de ser un ser humano completamente
y compartir las debilidades físicas características de nuestra raza, como
hambre, cansancio, sueño, dolor, etc. Sin embargo, Él no fue portador del
pecado original en su ser, fue nuestro sustituto perfecto en la cruz, sin la
mancha de la depravación humana. Hebreos
7:23.
La cita de 2ª
Corintios 5.21 que dice que por
nosotros Cristo fue hecho pecado, ha de entenderse en el aspecto judicial
únicamente, así Él estuvo libre moralmente tanto de la corrupción hereditaria
como de pecado actual.
Nuestro Señor Jesucristo nunca cometió pecado alguno.
No tuvo defectos ni imperfecciones morales, motivo por
el cual Él mismo pudo decir en Juan 8:46
¿Quién de ustedes me acusa de pecado? Cosa que ningún otro ser humanos ha
podido reclamar.
Al permanecer en Cristo, nosotros
lo que hacemos en dejar que su carácter impecable se manifieste por medio de
nuestras vidas, por eso es tan importante conocer Cristo por medio de doctrina
bien cimentada, pues las emociones, los sentimientos, las ideas propias, jamás
nos llevarán a ser como Cristo, que es el propósito por el cual DIOS nos creó y
nos redimió.
6.
El
modo de la Encarnación. Ro.
1:3,4; 9:5. Mt. 2. Lc. 1-3.
7.
El
resultado de la Encarnación: Plena deidad. Ver ref. 1 arriba.
8.
El
resultado de la Encarnación: Verdadera Humanidad. Hch. 2:22; 13:38; 17:31;
1 Co. 15:21; 1 Ti. 2:5.
9.
Su
singularidad personal. Ro.
1:3,4; Gá. 4:4,5; Fil. 2:5-11.
El nuevo testamento nos presenta sin lugar a dudas la
persona única e irrepetible de Jesucristo, al igual que nos muestra una clara distinción
entre sus dos naturalezas: divina y humana, a esto se le conoce como persona
Teantrópica de Jesucristo, Theos: DIOS y anthropos: hombre.
Cuando decimos que Jesucristo es DIOS y Hombre o DIOS-Hombre para ser más precisos, no
estamos diciendo que el Verbo de DIOS, la segunda persona de la Trinidad se
unió a una persona humana (ni en la cruz, ni en la infancia, ni en el vientre
sucedió esto) sino que Jesucristo posee una naturaleza humana integra y
perfecta la cual existió y subsistió desde el primer momento de su concepción
milagrosa. Lucas 1:31-35.
En palabras más sencillas de asimilar, Jesús no es un
hombre que llegó a ser DIOS, sino al contrario es DIOS (la segunda persona de
la Trinidad) que se hizo hombre y que nunca dejó de ser DIOS. Juan 1:14.
En Cristo armonizan la completa naturaleza divina con
la completa naturaleza humana.
No hay dos personas en Jesucristo, sino una sola.
Jesús nunca habló de sí mismo en plural. No hay evidencia de múltiple
personalidad en él. Las dos naturalezas son presentadas como unidas en una sola
persona. Romanos. 1:3-4. Gálatas. 4:4-5.
Filipenses. 2:6-11.
Esto es lo que se conoce como la unión hipostática, es la unión que existe en Cristo entre la
naturaleza divina y la naturaleza humana, en la única persona del Verbo, el
Hijo de DIOS, la segunda persona de la Trinidad.
La palabra hipostática, viene del griego hupóstasis o
hypostasis y significa sustancia, imagen, esencia, se usa en Hebreos 1:3.
No es la unión de dos personas, tampoco es una persona
con dos personalidades (humana y divina), es importante tener bien claro que es
la unión de dos naturalezas, dos esencias la humana y la divina en una persona
única: Jesucristo.
La unión hipostática: dos
naturalezas, 100% DIOS y al mismo tiempo 100% Hombre en una sola y única
persona: Jesucristo.
C. Requisitos para el
oficio de mediador. El
Señor Jesús, en su naturaleza humana así unida a la divina, en la persona del
Hijo, fue santificado y ungido con el Espíritu Santo sin medida, teniendo en sí
todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, en quien agradó al Padre
que habitase toda plenitud, a fin de que siendo santo, inocente y sin mancha, y
lleno de gracia y de verdad, fuese completamente apto para desempeñar el oficio
de mediador y fiador;1 el cual no tomó por sí mismo, sino que fue
llamado para el mismo por su Padre, quien también puso en sus manos todo poder
y juicio, y le ordenó que lo cumpliera.2
1.
La
unción del Espíritu Santo. Hch.
10:38; He. 7:22.
2.
La
comisión de DIOS Padre. He.
5:5; Jn. 5:22,27; Mt. 28:18; Hch. 2:36.
Aunque ser mediador es un oficio
exclusivamente del Señor Jesucristo, está involucrada la Santísima Trinidad.
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