La máxima expresión de la ira y la justicia de Dios se pueden ver en la cruz del calvario, es ahí donde la justicia santa de Dios se hace totalmente manifiesta. Pero, estamos tan acostumbrados a recibir de parte del Señor gracia y misericordia, que cuando no las recibimos las exigimos como si fuéramos merecedores, y es más, cuando vemos o recibimos su justicia santa nos quedamos asombrados e insatisfechos, se nos ha olvidado que Dios nunca le debe misericordia a nadie, que no está obligado a tratar a toda la gente de la misma manera. Para evitar que olvidemos que tenemos un Dios Santo cuya justicia es Perfecta y Santa, de vez en cuando Él nos trata como a Uza, Nadab, Abiú, o Ananías y Safira, para que No olvidemos la gravedad del pecado delante de un Dios Infinitamente Santo.
La Biblia contiene historias de hombres y mujeres que llegaron a contender con Dios, el día de hoy veremos solo tres de esas narrativas. Alguien se preguntará ¿Qué tienen que ver personajes contendiendo con Dios con Su Santidad? Es muy simple, es porque el conflicto que tenemos con un Dios santo está arraigado en el conflicto entre la justicia de Dios y nuestra injusticia. Él es justo y nosotros somos injustos.
Esta tensión crea miedo, hostilidad y enojo dentro de nosotros contra Dios. La persona injusta no desea la compañía de un juez justo. Nos convertimos en fugitivos, huyendo de la presencia de Aquel cuya gloria puede enceguecernos, y cuya justicia puede condenamos.
1. Job. Nadie jamás tuvo un debate más vivo y estridente con Dios que Job. Si algún hombre parece haber tenido el derecho de desafiar a Dios, fue Job quien había sido declarado justo por Dios mismo y a pesar de ello fue afligido con inmensurable miseria. El pobre Job luce en este drama como si fuese nada más que una pieza en una batalla cósmica entre Dios y Satanás. Dios permitió que Job fuese puesto bajo prueba. Sus posesiones fueron robadas; su familia fue destruida; y finalmente fue afligido con sarna. El no encontró alivio para su dolor. Su angustia física pronto afectó su alma.
Siempre he dicho que cuando todo va bien, hay dinero, salud, estabilidad, entonces así es fácil ser cristiano, sin embargo, cuando hay tribulaciones, escasez, enfermedad, ahí ya no es tan fácil al contrario, es duro ser cristiano cuando la vida no nos agrada. Hay una estrecha conexión entre el cuerpo y el alma. Es extremadamente difícil ser espiritual cuando el cuerpo está afligido con dolores incesantes. Pero Job no blasfemó. Job 13:15.
Aun su esposa trató de convencerlo que se suicidara. Su consejo fue simple y directo: Maldice a Dios y muérete. Job 2:9. Job rehusó tomar la salida fácil. El sufrió el consejo de los necios al escuchar las palabras de sus amigos. Finalmente, desafió a Dios respecto a su situación. Enfrentó a Dios solo, luchando y batallando por respuestas a su miseria. La respuesta de Dios realmente no fue muy alentadora: Job 38: 1-11. Este fue un examen oral difícil. Job demandó respuestas de Dios. En lugar de respuestas, recibió a cambio un manojo de preguntas.
Dios reprendió a Job por dudar sobre la sabiduría divina con su ignorancia.
Era como si Dios le dijera: Muy bien Job, ¿Tú quieres interrogarme? Está bien, yo te contestaré, pero primero tengo algunas preguntas para ti. Una tras otra, Dios disparó sus preguntas, cada una más temible que la anterior. Finalmente Job habló. Job 40:3-5.
Reflexione en la imagen que Job usó. Él dijo que pondría su mano sobre su boca. Se ató a sí mismo. Cubrió sus labios con su mano para que ya no salieran más palabras necias. Estaba apenado por haber desafiado a Dios. Reconoció que sus palabras habían sido pretenciosas. Había dicho todo lo que quería decir. Sin embargo, Dios aún no había terminado con su examen. Él hizo una serie de preguntas que abrumaron a Job. Job 40:8.
Aquí el asunto es sencillo. El desafío de Job es muy cercano al desafío de la justicia divina.
Sus acusaciones eran un insulto a un Dios santo. La pregunta de Dios resonó en los oídos de Job: ¿Me condenarás a mí para justificarte tú? No hay duda que Job deseaba ser justificado. Estaba cansado de las acusaciones de sus amigos. No entendía por qué era tan miserable.
El oró para ser vindicado, pero su deseo había ido muy lejos. Estaba al borde de negociar la justicia de Dios por la suya. Había cruzado la línea en el debate, sugiriendo que tal vez Dios había hecho maldad. Dios le pidió que rectificara, ¿Quieres condenarme para ser tú exonerado? El peso completo de las preguntas de Dios cayó sobre Job. Casi fue aplastado por ellas.
Finalmente quitó su mano de su boca y habló de nuevo. Esta vez no hubo acusaciones en sus palabras. El rompió su voto de silencio sólo para expresar su arrepentimiento: Job 42:2-6.
Tan pronto como Job vio quién es Dios, quedó satisfecho. Ver la manifestación de Dios fue todo que él necesitó. Fue capaz de dejar todos los detalles en las manos de Dios. Cuando Dios apareció, Job estaba tan ocupado arrepintiéndose que ya no tuvo tiempo para otros desafíos. Su indignación fue redirigida hacia sí mismo: Me aborrezco y me arrepiento en polvo y ceniza.
2. Habacuc. Es otro hombre del AT que desafió a Dios. Fue el profeta que cuestionó a Dios por hacer cosas que ofendían su sentido de justicia. El profeta se sintió agraviado de que el pueblo de Dios sufriera a manos de una nación que era más perversa que ellos mismos. Aparentemente, lucía como si Dios hubiese olvidado sus promesas a los judíos y se hubiese cambiado de bando, aliándose con la perversa Babilonia.
Para Habacuc esto era comparable a que un judío moderno se preguntara si Dios estaba del lado de Hitler durante el holocausto.
La queja de Habacuc quedó registrada con una ruidosa protesta: Habacuc 1:2-4.Habacuc estaba encendido en cólera. Su queja fue tan ardiente que se sobrepasó un poco. Él dijo, La justicia nunca prevalece. Ciertamente en este mundo hay injusticias que esperan una rectificación final, pero decir que la justicia nunca prevalece es sobrepasarse.
Igual que Job, Habacuc demandó respuestas. Entró al ring con Dios y estaba preparado para la contienda. Se puso sobre su guardia esperando una respuesta del Todopoderoso. Cuando Dios finalmente hablo, la reacción de Habacuc fue como la de Job: Habacuc 3:16.
La respuesta del profeta fue como la de un pequeño niño que es azotado por su padre. Su corazón palpitó y sus labios comenzaron a temblar. Todos hemos visto a los niñitos al borde de las lágrimas. Ellos tratan de contenerse pero el temblor de su labio inferior los delata. Aquí estaba un hombre adulto cuyos labios temblaban en la presencia de Dios.
Acto seguido, se retiró de su contienda con Dios pero con piernas tambaleantes. Con la aparición de Dios, todas las airadas protestas de Habacuc cesaron. Repentinamente el tono de sus palabras cambió de un amargo desánimo a una inconmovible confianza y esperanza. Habacuc 3:17-18. Habacuc era ahora tan intenso en su gozo como lo había sido en su desánimo.
Él pudo descansar absolutamente en la soberanía de Dios. Sus palabras, traducidas al lenguaje moderno sonarían algo así: Aunque haya ganado MORENA, aunque todo en el mercado es más caro, aunque no haya medicinas y mis hijos sigan enfermos, es más aunque pierda mi trabajo y todo lo que tengo, con todo, yo me regocijaré en el Dios de mi salvación.
3. Saulo de Tarso. Él era un fanático del fariseísmo que repudiaba totalmente la aparición del Cristianismo. Estaba decidido a hacerlo desaparecer de la faz de la tierra. Comisionado por las autoridades, él fue de casa en casa acosando a los cristianos y arrojándolos a la prisión. Estuvo presente cuando apedrearon a Esteban y aplaudió el acto. Se regocijó cuando fue asignado a ir a Damasco para continuar con su masacre de cristianos. Fue en el camino de Damasco que se encontró con el Santo. El recuerda la escena durante su juicio delante el rey Agripa: Hechos 26:13-19.
Saulo era celoso en su búsqueda de la justicia. Él era un fariseo de fariseos, un hombre dedicado a la perfección moral. Lo irónico de su celo es que mientras este crecía, aumentaba su oposición por la obra de Dios. No porque Dios esté opuesto a la búsqueda de la justicia, sino porque Él se opone al orgullo y la arrogancia.
Dios se opone a aquellos que se envanecen en propia justicia.
Mientras Saulo estaba convencido de que luchaba por Dios, en realidad estaba luchando contra El. En esta irónica batalla, él estaba destinado a una confrontación definitiva con el mismo Cristo al que se oponía.
Saulo se encontró con el poder del Todopoderoso en el camino de Damasco. La experiencia de Saulo en el camino del desierto comenzó con la aparición de una luz resplandeciente. El camino del desierto al mediodía era un lugar donde la brillantez del sol era particularmente fuerte. Bajo condiciones normales la luz del sol allí es intensa. Para que cualquier otra luz fuese notada en medio del sol del desierto, tiene que haber sido una luz extraordinaria. Saulo habló de ella como una luz más brillante, más radiante que el sol.
El la describió como una luz del cielo. La expresión luz del cielo no significa una luz desde el cielo. Saulo estaba en la presencia de la gloria celestial del Dios Infinitamente Santo. La gloria de Dios es la manifestación externa de su santidad.
El resplandor de su gloria es tan centelleante, tan brillante, que eclipsó al sol del mediodía. En el libro de Apocalipsis nosotros leemos de la apariencia de la nueva Jerusalén, la ciudad que desciende del cielo. Apocalipsis 21:22-23. La nueva Jerusalén no tiene sol simplemente porque no tiene necesidad de sol. La gloria de Dios y de su Cristo es tan brillante que el sol mismo es opacado por ella. Saulo fue enceguecido por sus rayos de luz.
Acabamos de presenciar un eclipse el pasado 8 de abril, las personas siembre han tenido una fuerte tentación de mirar hacia el sol; sin embargo, aun con eclipse sabemos que es doloroso y peligroso mirar directamente al sol. Los noticieros nos advierten no hacerlo, pues corremos el peligro de dañar nuestros ojos. Si no es posible mirar directamente hacia el son durante el eclipse, ¿cuánto más severa sería la brillantez que literalmente opacó al sol? La gloria de Dios alcanza una magnitud de brillantez mucho más allá de la que el sol alcanza cuando brilla con toda su fuerza.
Una fuerza sobrenatural derribó al suelo a Saulo. En un instante él quedó ciego. Con la luz del cielo, vino una voz descrita más tarde como el sonido de muchas aguas. Saulo dice que la voz le habló en arameo, el lenguaje nativo de Jesús. La voz se dirigió personalmente a Saulo repitiendo su nombre: Hechos 9:3-9.
La voz le estaba diciendo a Saulo, Tú no puedes ganar. Tu batalla es insignificante. Es el momento de rendirse. La respuesta de Saulo fue una simple, aunque significativa pregunta: ¿Quién eres tú Señor? Saulo no sabía la identidad de Aquel que lo estaba doblegando, pero de una cosa estaba seguro, quienquiera que fuera, Él era el Señor.
Esta experiencia convirtió a Saulo en Pablo, así como Simón se había convertido en Pedro, Abram en Abraham, Jacob en Israel. La batalla había terminado. Saulo batalló con Dios y perdió, Aquí como Isaías. Pablo recibió su llamado su comisión al apostolado. Su vida fue cambiada, y con ello el curso de la historia del mundo. En la derrota Pablo entro Paz.
Después de contarle su historia al rey Agripa, Pablo agregó estas palabras: Por lo cual oh, Rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial. Hechos 26:19. Con todo lo celoso que Pablo fue en su lucha contra Cristo, él llegó a ser aún más celoso en su lucha por Cristo.
Saulo tuvo una visión tan intensa de la santidad de Dios que nunca la olvidó.
La contempló y expuso su significado en sus epístolas llegando a ser un hombre que entendió lo que significaba ser justificado. Para él, la guerra santa terminó y entró en una paz santa. Llegó a ser el apóstol cuyos escritos despertaron a Lutero en el monasterio y le dieron a la iglesia cristiana la receta para vivir en paz con Dios.
4. Conclusiones. Vemos a 3 hombres contendiendo, peleando, reclamándole al Señor, porque el conflicto que tenemos con un Dios santo está arraigado en el conflicto entre la justicia de Dios y nuestra injusticia. Él es justo y nosotros somos injustos. En las tres contiendas el ganador, obviamente siempre fue Dios y siempre será así, no hay manera alguna en que lleguemos a vislumbrar otro resultado.
El hecho de que Dios es justo y Santo y nosotros injustos e impuros, crea mucha tensión y esta tensión crea miedo, hostilidad y enojo dentro de nosotros contra Dios. La persona injusta no desea la compañía de un juez justo. Nos convertimos en fugitivos, huyendo de la presencia de Aquel cuya gloria puede dejarnos ciegos, y cuya justicia puede condenamos. Estamos en guerra con Él al menos hasta que somos justificados. Esto es en lo que profundizaremos la próxima semana.