miércoles, 29 de mayo de 2024

Un Dios Santo 07: Tomar con seriedad la santidad. Lucas 10:27.

 El impacto de la santidad real es impresionante, al grado de hacer enfurecer a todos los que ostentan santidad, pero en realidad solo son hipócritas, como los fariseos, pero aún va más allá el impacto, pues La santidad provoca odio. Mientras más grande la santidad, más grande es la hostilidad humana hacia ella, es por ello que a pesar de ser el amor personalizado, con todo, el Señor Jesucristo fue crucificado, y ese odio es trasladado a su iglesia en la actualidad, es el motivo por el cual, a pesar de no tener inconvenientes o problemas con viejos amigos o familiares, estos se alejan de nosotros, a las personas les agrada la santidad, pero de lejos, no les gusta tenerla cerca, por eso el proverbista escribió huye el impío sin que nadie le persiga.

 

La santidad causa un fuerte impacto en los incrédulos, pero a veces no es así con los creyentes. ¿Cuántas veces vemos vidas de cristianos llenas de pecados impenitentes? ¿Cuántas veces se ha blasfemado el Nombre de Cristo por su causa? Y eso que es cristiano, es la frase que muchos usan para señalar nuestros evidentes pecados desvergonzados. ¿Por qué sucede esto? Es sencillo de contestar, es porque:

 

Lamentablemente la mayoría de los creyentes no toma con seriedad la santidad del Señor.

 

Si fijamos nuestra mente en la santidad de Dios, el resultado nos puede alterar. El espíritu de Martín Lutero fue turbado debido al profundo conocimiento del carácter santo de Dios.

La inusual personalidad de Lutero fue formada en parte por su estudio sobre Dios. ¿Mejoró o distorsionó esto su personalidad? ¿Se purificó o se atormentó su espíritu por su encuentro con Dios? ¿Amo a Dios? Algunas veces le odió. Esta es una expresión extraña saliendo de los labios de un hombre tan respetado por su celo religioso como Lutero. Pero así es. Él se destacó por hacer declaraciones fuera de lo común. A veces Cristo me parece un juez airado que viene a mí con una espada en sus manos. ¿Estaba este hombre loco? Antes de responder a esta pregunta, examinemos algunas características de la vida y la conducta de Lutero que han hecho que se le juzgue como tal.

 

1.    Tenía tempestuosos arranques de cólera un lenguaje exagerado. A él le gustaba llamar a sus críticos perros. Era dado a las explosiones de carácter. Sus insultos eran severos. Pero estas cosas, aunque suficientes para cuestionar su decoro, no tenían que ver con perder su juicio.

2.    Su conducta era a veces absolutamente grotesca. Lo afligían una variedad de fobias. Una historia bien conocida dice que Lutero caminaba en medio de una severa tormenta cuando un rayo cayó tan cerca de él que lo tiró al suelo y prometió que si sobrevivía se dedicaría en cuerpo y alma a servir a Dios en el monasterio. Poco después de esta experiencia, Lutero cumplió su voto. Renunció a sus estudios de leyes y entró al monasterio para la decepción de su padre, Hans. El temor de una muerte violenta, como una expresión del juicio y el castigo divino, espantaba a Lutero.

3.    La primera misa que celebró Lutero. Lutero comenzó la ceremonia con mucho porte, proyectando una conducta sacerdotal de confianza y autocontrol. En el momento de la oración de consagración de la hostia, en el que Lutero por primera vez habría de ejercitar su autoridad sacerdotal para evocar el poder de Dios en el gran milagro de la transubstanciación, se tambaleó. Se paralizó en el altar, como traspasado por una flecha. ¿Qué sucedió en el altar? Lutero dijo que quedó estupefacto y aterrorizado. Pensó ¿Con qué lengua voy a dirigirme a tal Majestad, si todos los hombres deberían de temblar aún ante la presencia de un príncipe terrenal? ¿Quién soy yo para levantar mis ojos o mis manos hacia la majestad divina? Porque yo soy polvo y ceniza, lleno de pecado y estoy hablándole al Dios vivo, eterno y verdadero.

 

4.    Su comparecencia en la dieta de Worms en 1521. Cuando dijo sus famosas palabras: A menos que sea convencido por las Escrituras y por la razón clara, yo no aceptaré la autoridad de los Papas y de los Concilios, porque ellos se contradicen unos a otros. Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios, por ello no puedo retractarme de nada, porque ir en contra de la conciencia no es bueno ni es seguro. Esta es mi posición, no puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén.

 

5.    Su adicción a confesarse. Lutero se propuso ser un monje perfecto, ayunaba por días y se sometía a severas formas de auto flagelación, y traspasaba las reglas del monasterio en asuntos de auto negación. Sus vigilias de oración eran más largas que las de cualquiera. Rehusaba las cobijas que se le asignaban, y se congelaba casi hasta la muerte. La práctica más extraña de Lutero tenía que ver con su hábito diario de confesión.

 

El requerimiento era que todos los pecados fuesen confesados, él sentía la necesidad de ir diariamente al confesionario buscando absolución. La confesión era una parte regular de la vida monástica. Los otros hermanos veían regularmente a sus confesores y se tomaban sólo unos minutos. Pero no así con Lutero. Él estaba perturbando al padre confesor, pues no se satisfacía con una breve descripción de sus pecados. Él quería asegurarse de que ningún pecado quedaba sin confesar. Entraba al confesionario y se estaba allí por horas diariamente. En una ocasión Lutero se pasó seis horas confesando los pecados que había cometido el día interior. Su complejo de culpa era distinto a cualquiera antes de él. Era tan morboso en su culpa, tan turbado en sus emociones, que ya no podía funcionar como un ser humano normal, ni siquiera como un monje normal. El seguía escapando de la tormenta de rayos.

 

6.    ¿A qué se debía la conducta de Lutero? Hay algo sobre los antecedentes y de la personalidad de Lutero que con frecuencia pasamos por alto, al no tomar en cuenta que antes de ir al monasterio, Lutero se distinguió como una de las mentes jóvenes más iluminadas de Europa en el campo de la jurisprudencia. Lutero era brillante. No había ningún problema con su mente. Su comprensión de los sutiles y difíciles puntos de la ley lo hacía sobresaliente. Algunos lo celebraban como a un genio legal.

 

Lutero no estaba loco. Era sin duda un genio que tenía un entendimiento superior de la ley. Una vez que aplicó su astuta mente legal a la ley de Dios, vio cosas que mucha gente no ve. Lutero examinó el Gran Mandamiento de Lucas 10:27. Entonces él se preguntó a sí mismo, ¿Cuál es la Gran Transgresión?

Algunos responden esta pregunta diciendo que el gran pecado es matar, adulterar, blasfemar o no creer. Lutero disentía. El concluyó que si el Gran Mandamiento era amar a Dios con todo el corazón, entonces:

 

La Gran Transgresión es no amar a Dios con todo el corazón.

 

La mayoría de la gente no piensa de esta manera. Ninguno de nosotros guarda el Gran Mandamiento por cinco minutos. Superficialmente, podemos pensar que lo hacemos, pero en los momentos de reflexión descubrimos que no es así. Tampoco amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Podemos hacer lo posible para evitar pensar profundamente sobre esto, pero siempre hay una incómoda sensación en el fondo de nuestra mente que nos acusa de quebrantar este mandamiento todos los días.

 

La mayoría piensa, que si todos nos quedamos cortos en amar perfectamente a Dios, así que, ¿para qué preocuparse por ello? Que si Dios castigara a todos los que fallan en guardar el Gran Mandamiento, tendría que castigar a todo el mundo. Que la prueba es muy grande, demasiado exigente, entonces, Dios tendrá que juzgamos a todos sobre estándares muy bajos. Lutero no lo vio de esta manera. Él se dio cuenta que:

 

Si Dios nos juzgara con estándares bajos, Él tendría que comprometer su Santidad.

 

Suponer que Dios hará eso es una suprema arrogancia y necedad. Dios no rebaja sus propias medidas para acomodarse a las nuestras. Él siempre es absolutamente Santo, Recto Y Justo. Pero nosotros somos injustos, y allí radica nuestro dilema. La mente de Lutero era acosada con la pregunta, ¿Cómo puede una persona injusta sobrevivir en la presencia de un Dios justo?

 

Lutero era el polo opuesto al personaje bíblico del joven rico que vino a Jesús inquiriendo acerca de su salvación: Lucas 18:18-20. Hay algo que con frecuencia la gente pasa por alto en este conocido encuentro de Jesús con el joven rico: el significado del saludo de este hombre hacia Jesús. Él le llamó Maestro bueno. Jesús no lo pasó por alto. Él supo de inmediato que estaba hablando con un hombre cuyo entendimiento de la palabra bueno era superficial. El hombre quería hablar con Jesús sobre la salvación. En lugar de eso, Jesús sutilmente cambió la conversación acerca de lo que era bueno, y aprovechó para enseñarle una inolvidable lección.

 

¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Aquí Jesús no estaba negando su divinidad, ni su bondad en ninguna manera, porque Él era bueno. Era la encarnación de sumo bien. El punto es que el joven rico, no sabiendo esto, estaba honrando a Jesús como un gran maestro, sin saber que le estaba hablando al Dios encarnado. Obviamente, el joven rico no conocía su Biblia. Había fallado entender el Salmo 14:1-3.

 

Este salmo es citado y amplificado en el NT por el apóstol Pablo. El mensaje es inconfundible. Nadie hace el bien, ni siquiera uno. Este ni siquiera uno borra toda posibilidad para la confusión. La acusación no permite excepciones salvo para el Hijo de Dios, quien es el único que hizo lo bueno. El espíritu humano se desentiende ante esta acusación universal.

 

·         Seguramente las Escrituras exageran.

·         Nosotros conocemos gente que hace lo bueno, algunos con frecuencia.

·         Reconocemos que nadie es perfecto.

·         Todos nos resbalamos ocasionalmente.

·         Todos hacemos cosas buenas de vez en cuando.

 

¿No es así? ¡No! Esto es precisamente la manera en que el joven rico pensaba. El medía la bondad con una regla equivocada; evaluaba las buenas obras desde la posición del nivel humano y externo.

 

Dios manda que nosotros hagamos cosas buenas. Pero Dios también mira el corazón. A Él le interesan nuestras motivaciones. Para que una buena obra satisfaga la medida de la bondad de Dios, debe brotar de un corazón que ama a Dios y a su prójimo perfectamente. Puesto que ninguno de nosotros alcanza ese perfecto amor por Dios y por el prójimo, todas nuestras obras externas están contaminadas. Ellas llevan la mancha de nuestras motivaciones corruptas.

 

La lógica de la Biblia es: Puesto que nadie tiene un corazón perfecto, nadie hace una obra realmente buena. Isaías 64:6.

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La ley de Dios es El espejo de la verdadera justicia. Cuando ponemos nuestras obras ante este espejo, el reflejo muestra nuestras imperfecciones. Jesús puso este espejo ante los ojos del joven rico. Lucas 18:20. Los mandamientos que Jesús mencionó al joven rico son los de la llamada segunda tabla de la ley, que son los mandamientos que tratan con nuestra responsabilidad hacia nuestros semejantes. ¿Cómo respondió el joven rico? A él no le afectó. Miró calmadamente al espejo y no vio imperfecciones. Él contestó, Estas cosas las he guardado desde mi juventud. Lucas 18:21. Imagine la arrogancia e ignorancia de este hombre.

 

La respuesta del Señor fue sutil y efectiva: Lucas 18:21. Si alguna vez Jesús habló irónicamente fue aquí. Si tomásemos sus palabras literalmente concluiríamos que esta conversación la sostuvieron los dos hombres más justos de la historia, que fue un diálogo entre el Cordero sin mancha y un cordero con una sola mancha. Me encantaría oír a Jesús diciéndome que a mi perfección moral sólo le falta una cosa, pero nosotros sabemos bien que esto no es así.

 

Jesús lo confrontó con el primer mandamiento, No tendrás dioses ajenos delante de mí. ¿Qué hizo éste hombre? ¿Cómo lidió él con su única mancha? Él se fue con tristeza porque tenía grandes posesiones. El hombre fue puesto a prueba ante los Diez Mandamientos, y fracasó en la primera pregunta del examen. El punto de este relato no es establecer una ley que obligue al cristiano a deshacerse de todas sus propiedades privadas. El punto es que entendamos lo que es la obediencia y lo que la bondad requiere. Jesús le siguió la corriente a su pretensión y el hombre se desplomó.

 

Siglos más tarde, a Lutero, el Señor no tuvo que enseñarle una compleja lección para que entendiera su pecado. Él nunca le dijo a Lutero, Una cosa te falta. Lutero ya sabía que a él le faltaban muchas cosas. Él era un abogado; había estudiado la ley del AT conocía las demandas de un Dios Puro y Santo, y eso lo estaba volviendo loco. El genio de Lutero entendió un dilema legal que no pudo resolver. Parecía no haber solución posible. La pregunta que lo acosaba era:

 

¿Cómo un Dios justo puede aceptar a un hombre injusto?

 

Él sabía que su eterno destino dependía de la respuesta, pero él no podía encontrarla. Las personas normales, en su ignorancia se satisfacían pensando que Dios comprometería su propia excelencia y los dejaría entrar al cielo. Después de todo, no sería tan Majestuoso si los excluían a ellos. Dios tendrá que bajar sus estándares. Dos cosas separaban a Lutero de los demás hombres:

 

·         Primero, él sabía quién era Dios.

·         Segundo, el entendía las demandas de la ley de Dios.

 

Dominaba la ley, y a menos que llegara a entender el evangelio, moriría en tormento. Entonces sucedió: la máxima experiencia religiosa de Lutero. La llamada experiencia de la torre de Lutero cambió el curso de la historia del mundo. Fue una experiencia que envolvía un nuevo entendimiento de Dios, un nuevo entendimiento de su divina justicia. Fue un entendimiento de cómo Dios puede ser misericordioso sin comprometer tal justicia. Fue una nueva comprensión de cómo un Dios Santo expresa su Santo amor: entendió la frase: el justo por la fe vivirá.

 

Entendió que Si tienes una verdadera fe en Cristo como tu Salvador, entonces tienes un Dios de gracia, porque esa fe te guiará hacia el corazón de Dios. Romanos 1:17.

 

Cuando Lutero entendió el evangelio por primera vez, las puertas del paraíso se abrieron de par en par, y él entró por ellas. El justo por la fe vivirá, fue el grito de batalla de la Reforma Protestante: La idea de que la justificación es sólo por la fe y por los méritos de Cristo solamente, es tan central para el Evangelio que Lutero le llamó el artículo sobre el cual, la iglesia se sostiene o cae. Una vez que Lutero comprendió las enseñanzas de Pablo en Romanos, nació de nuevo. La carga de su culpa fue levantada. El enloquecedor tormento terminó.

 

¿Por qué entendió la justificación de un modo tan profundo? Obviamente por la Soberanía de Dios en la salvación, pero del lado humano, podemos entender que la seriedad con la que tomaba la Santidad de Dios fue lo que le abrió el camino:

 

·         Tenía tempestuosos arranques de cólera un lenguaje exagerado. Contra los enemigos del Dios Santo y su Santa doctrina.

·         Su conducta era a veces absolutamente grotesca. Debido a que tomaba muy en serio saber             que Dios es Justo y Santo.

·         La primera misa que celebró Lutero. Lo lleno de temor al pensar en la majestuosidad de la Santidad del Señor.

·         Su comparecencia en la dieta de Worms en 1521. Defendió la doctrina del Dios Santo.

·         Su adicción a confesarse. Al saberse un pecador incapaz de alcanzar los estándares del Dios Santo de la Escritura.

miércoles, 22 de mayo de 2024

Un Dios Santo 06: La Falsa Santidad de los Fariseos. Mateo 23:15.

En nuestra clase pasada vimos el impacto de la santidad por medio de dos historias bíblicas acontecidas en el mar de Galilea, la historia de cuando el Señor Jesús calma la tormenta y la historia de la pesca milagrosa, ambas relatan el impacto que el Señor Jesús causaba por medio de su santidad divina, pues en ninguno de los relatos lo vemos dar un sermón o una exhortación, ni siquiera una palabra. Es porque en el poder y la Santidad de Cristo, vieron algo más temible de lo que habían visto en la naturaleza. Ellos estaban en la presencia de lo Santo y la gente pecadora no se siente cómoda en la presencia de la santidad, las personas aprecian la excelencia moral, siempre y cuando este lejos, a una distancia segura de ellos.

 

Los desechados de la sociedad amaban al Señor Jesucristo porque Él les prestaba atención. Pero los que tenían posiciones de honor y poder no lo podían tolerar. Entre los judíos, el grupo que se declaró su enemigo mortal fue el de los fariseos.

 

Los fariseos se originaron en el periodo intertestamentario. Fue una secta fundada por hombres que tenían un gran celo por la ley. La palabra fariseo significa literalmente separado, pues los fariseos se separaban para ser santos. Muchas veces hemos sido muy duros con ellos, cuando alguien es religioso o rajatabla, por lo regular lo llamamos fariseos, pero en una forma despectiva, sin embargo, para los fariseos, buscar la santidad era la principal ocupación de sus vidas.

 

Si algún grupo debía haber celebrado cuando la santidad apareciera en escena, sería el de los fariseos. Por su singular devoción a la búsqueda de la santidad, los fariseos alcanzaron una popularidad y un respeto sin paralelo por piadosos y rectos. Nadie se les comparaba.

 

Ellos recibían los más elevados elogios, eran bienvenidos por doquier, gozaban de asientos privilegiados de los banquetes, y eran admirados como expertos en religión. Sus uniformes estaban decorados con las insignias de su exaltado rango, y podían ser vistos practicando sus virtudes en lugares públicos. Ayunaban donde todos pudieran verlos, inclinaban sus cabezas en solemnes oraciones en las esquinas de las calles y en los restaurantes. Cuando ellos daban limosna, todos oían el sonido de sus monedas en los vasos de los mendigos. Su santidad era clara, para que todos la vieran. Más, ante los ojos de Jesús eran hipócritas, y él pronunció sobre ellos el oráculo profético del juicio: Mateo 23:15.

 

Su denuncia fue severa; él criticó a los fariseos por varias cargos de hipocresía. Mateo 23:2-7. No había elegancia modesta en los fariseos. No había una belleza auténtica en su santidad. Ellos eran exhibicionistas y ostentosos en sus despliegues externos.

 

El problema con los fariseos es que su santidad era vergonzosa. Hipócritamente actuaban como artistas de la rectitud: Mateo 23:25-28.

 

Las palabras que Jesús usó eran impactantes. El representó a los fariseos como vasos limpios sólo por fuera.

 

Imagine ir a un restaurante y que el mesero le traiga un vaso que brilla de limpio por fuera pero que por dentro está lleno de los residuos del café de ayer. Eso haría poco para estimular nuestro apetito. Así eran los fariseos. Al igual, de la misma manera en que las tumbas blanqueadas ocultan la grotesca realidad de los cuerpos descompuestos y la carne putrefacta, así la fachada de los fariseos escondía de la vista la pudrición de sus almas. Consideremos por un momento algunos de los calificativos que Jesús reservó para los fariseos:

 

·         Serpientes.

·         Generación de víboras.

·         Guías ciegos.

·         Hijos del infierno.

·         Necios.

·         Sepulcros blanqueados.

 

Estas expresiones obviamente no pueden ser consideradas como halagos. Jesús no escatimó desprecios en sus denuncias contra estos hombres. Sus palabras fueron extraordinariamente severas, aunque no sin justificación. Sus palabras diferían de su estilo usual que consistía en amonestar a los pecadores con gentileza. A la mujer sorprendida en adulterio, Él le habló con ternura, aunque con firmeza, e igual a la mujer samaritana en el pozo. Parece que Jesús reservó sus comentarios más severos para los grandes, los teólogos profesionales. Con ellos Él no pidió ni concedió cuartel.

 

Podríamos decir que los fariseos odiaban a Jesús porque él los criticó tanto. 

Cuál era la razón por la que Jesús de Nazaret odiaba tanto a los fariseos?  - Quora

 

A nadie le gusta que lo critiquen, especialmente a la gente acostumbrada que la halaguen. Pero el rencor de los fariseos iba aún más lejos. Con seguridad podemos asumir que aunque Jesús no hubiese dicho nada contra ellos, ellos aún lo habrían despreciado. Su mera presencia era suficiente para hacerlos retroceder ante Él. Se dice que nada disipa la mentira más rápido que la verdad, y que nada expone la falsedad más rápido que lo genuino. Los billetes falsos pueden pasar desapercibidos ante un ojo inexperto. Lo que todo falsificador teme es que alguien examine su billete espurio mientras sostiene uno genuino al lado. De igual manera:

 

La presencia de Jesús representaba la presencia de lo genuino en medio de lo espurio. La aparición de la santidad genuina no le agradó a la santidad falsa.

 

Los saduceos tenían el mismo problema con Jesús. Ellos eran la clase exaltada del sacerdocio de la época. Habían tomado su nombre del sacerdote Sadoc, que a su vez provenía de la palabra hebrea para justo. Si los fariseos se consideraban los santos, los saduceos reclamaban ser los justos. Con la aparición de Jesús, su justicia , tomo la apariencia de injusticia. El resentimiento de los fariseos y los saduceos hacia Jesús comenzó como una leve irritación, se movió al nivel de un ardiente cólera y culminó explotando en vehementes demandas por su muerte. Ellos simplemente no podían tolerarlo.

En el mar de Galilea los discípulos fueron incapaces de encontrar una clasificación para Cristo; no encontraron respuesta para su pregunta, ¿Qué clase de hombre es este? Los fariseos y los saduceos tenían una respuesta inmediata. Ellos clasificaron a Jesús como un blasfemo y un demonio. Él tenía que desaparecer. Aquel que los sobrepasaba tenía que ser destruido. El Cristo encarnado ya no camina sobre la tierra. Él ha ascendido al cielo. Nadie lo ve o habla audiblemente con Él en la carne. Pero el poder amenazador de su santidad aún se puede sentir. Algunas veces es transferido a su pueblo.

 

Como los judíos al pie del monte Sinaí huyeron aterrorizados del rostro radiante de Moisés, así la gente hoy se siente incómoda ante la mera presencia de los cristianos.

 

Todos, o la mayoría hemos sido testigos alguna vez de que la plática que era amena, de repente se ve truncada de manera abrupta por la llegada de alguna persona no grata para uno o varios de los que están platicando, en nuestro país tenemos varios dichos unos algo ofensivos para describir esta situación, hay pájaros en el alambre, ya le cayó caca al pastel, son algunas de esas frases, el punto es que cuando llega alguien así todo se queda callado y se da aún más cuando es alguna persona con mayor autoridad, como el supervisor en el trabajo o el jefe de grupo en la escuela, o el pastor en la iglesia.  

 

Personalmente me pasó hace tiempo, al menos en un par de ocasiones, algunos de mis amigos de antaño, tan pronto como se enteraron de que soy un ministro, toda la atmósfera cambió, comenzaron a alejarse de mí sin decir nada, algunas veces se han reunido y ya ni me avisan. Es como si súbitamente hubiesen descubierto que yo tengo una terrible enfermedad contagiosa.

 

Cuando hablaban muchas veces se disculpaban por su lenguaje. Como si un ministro nunca hubiese oído palabras grotescas o fuese impensable que en toda su vida tales palabras jamás hayan pasado por sus labios. El complejo de Isaías de los labios inmundos aún sigue con nosotros. Por algo la Escritura dice que el impío huye sin que nadie lo persiga. Proverbios 28.1.

 

Lutero lo dijo así: El pagano tiembla ante el crujido de una hoja.

 

El incómodo sentimiento provocado por la presencia de un ministro proviene de la identificación con la iglesia con Cristo, lo que puede tener efectos extraños en la gente.

 

Muchas veces ni siquiera es necesarios decir una sola palabra sobre Dios, Jesús o la religión, ¿Cómo se puede explicar esto? Realmente no es difícil, los cristianos, al menos los genuinos, estamos tan identificado con la religión, tan asociado con las cosas de Dios, que nuestra mera presencia es suficiente para sofocar a una persona impía que huye cuando nadie lo persigue. Lutero estaba en lo correcto, los paganos tiemblan ante el crujido de una hoja. Ellos sienten que los ángeles del cielo respiran sobre sus cuellos. Se sienten acosados por la santidad, aun si es a través de un receptor humano, imperfecto y parcialmente santificado como nosotros.

Muchas personas entonces, tienen una reacción similar a la reacción de Pedro ante Jesucristo cuando dijo: Apártate de mí, Señor; soy hombre pecador. Sienten el trauma de la presencia de lo santo. Muchas de las veces:

 

La santidad provoca odio. Mientras más grande la santidad, más grande es la hostilidad humana hacia ella.

 

Es tan contradictorio, que ningún hombre fue tan amoroso como Jesús. Pero aún su amor enojaba a la gente. Su amor era perfecto, santo y trascendente, pero ese amor traumaba a la gente hipócrita, a los que ostentaban una falsa santidad. Es un amor tan majestuoso que no podían soportarlo. Su amor no tenía motivos ocultos, era puro; era un amor intenso, que provenía de una santidad infinita, pero que dejaba al descubierto que la santidad de ellos era espuria, solo una endeble imitación de la verdadera santidad.

 

Con Cristo, aunque su amor era constructivo. El mundo no pudo tolerarlo; lo podían amar pero sólo a la distancia. Cristo es seguro para muchos siempre que esté separado por el tiempo y el espacio, una relación de lejitos, donde Él los bendice y los cuida pero ellos no tienen que acercarse mucho ni a Él ni a su iglesia, pues está llena de gente que los hace sentir incomodos, es decir gente santa.

 

 

jueves, 16 de mayo de 2024

Un Dios Santo 05: El Impacto De La Santidad. Marcos 4:35-41.

La santidad de Dios no es solo un atributo más en la larga lista de los que Dios posee, la santidad es su esencia, Dios dejaría de ser Dios para dejar de ser Santo, y esta palabra, más que pureza denota trascendencia como algo muy por encima superior en todo sentido.

 

La semana pasada aprendimos acerca del misterium tremendum o el gran misterio de la santidad, Se llamó el tremendum por causa del temor que lo santo provoca en nosotros. Lo santo nos llena con una especia de pavor. También comprendimos que Las cosas y las personas no son santas en sí mismas. Para llegar a ser santas, primero tuvieron que ser consagradas o santificadas por Dios. Solo Dios es Santo en sí mismo y sólo Él puede santificar algo más. El día de hoy veremos el impacto que tiene la santidad en las vidas de las personas.

 

Jesús y sus discípulos estaban en Galilea. Él había estado enseñando a las multitudes reunidas en la playa de ese gran lago llamado el Mar de Galilea. Los discípulos eran pescadores profesionales; veteranos del lago. Ellos conocían sus corrientes, sus imprevisibles cambios, así como su belleza. Cada marinero en la región sabe de su inconstancia. A causa de su peculiar ubicación en las montañas entre el mar Mediterráneo y el desierto, el lago está expuesto a cambios bruscos y extremos en el clima. Fuertes vientos pueden atravesar su superficie como si estuvieran soplando a través de un túnel. Estos vientos vienen sin advertencia y pueden transformar la tranquilidad del lago en una rugiente tempestad en cosa de segundos. Aun con los equipos modernos, hay personas que rehúsa navegar en el mar de Galilea, por temor a perecer bajo su impredecible ira.

 

Los discípulos tenían dos cosas a su favor, su veteranía, y el estar con el Maestro. Cuando Jesús sugirió que hiciesen una travesía nocturna, los discípulos no sintieron miedo. Ellos prepararon sus botes para cruzar. Pero el mar hizo se enfureció: Se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Marcos 4:37.

 

Lo que todo pescador galileo temía más, sucedió. La impredecible tempestad azotó, amenazando voltear el bote con su violencia. Ni aun el mejor nadador podría sobrevivir si fuese lanzado al agua. Los hombres se sujetaron a la borda con todas sus fuerzas. Tenemos que recordar que eran pequeños botes pesqueros no barcos como los conocemos actualmente. Una vuelta súbita o una ola alta golpeando un costado podía enviarlos a todos a la muerte. Ellos resistieron al furioso mar, tratando de mantener la proa dentro de las olas.

 

Jesús estaba profundamente dormido atrás del bote; estaba tomando una siesta. Tal vez a muchos les parezca sorprendente, pero hay personas que de manera natural pueden conciliar el sueño bajo casi cualquier situación, o que al ir a dormir todo está tranquilo y no se percatan de nada hasta que no los despiertan.

 

La Biblia dice que Jesús estaba durmiendo sobre un cojín. Mientras todos temían, Jesús dormía plácidamente. Los discípulos estaban irritados. Sus sentimientos eran una mezcla de temor y enojo. Ellos despertaron a Jesús. No sé qué creían ellos que Él podría hacer en esta situación. El texto nos aclara que ellos ciertamente no esperaban que El hiciera lo que hizo. En todo sentido la situación era desesperada. Las olas se hacían más grandes y violentas cada segundo.

Los discípulos no tenían idea de lo que Jesús haría. Ellos eran como la gente en cualquier lugar. Cuando la gente está en peligro y no saben qué hacer miran de inmediato a su líder. El trabajo del líder es saber cuál es el próximo paso aun si no hay posibilidad de un próximo paso. Los discípulos lo despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no notáis que pereceremos? Marcos 4.38.

 

Su pregunta no era realmente una pregunta. Era una acusación tenuemente disimulada. Ellos estaban en realidad diciendo. A ti no te importa nuestra vida. Ellos estaban acusando al Hijo de Dios de falta de compasión. Este atroz ataque contra Jesús es consistente con la costumbre de los humanos hacia Dios. Dios tiene que escuchar quejas como éstas de una humanidad ingrata todo los días.

 

El cielo es constantemente bombardeado con las crueles acusaciones de gente airada. Proverbios 19:3.

 

A Dios se le acusa de falta de amor, se le acusa de crueldad, de lejanía, como si Él no hubiese hecho suficiente para probar su compasión por nosotros.

 

No hay indicación en el texto de que Jesús replicara a la pregunta de sus discípulos. Su respuesta omitió las palabras y fue directo a la acción. El guardó sus palabras para hablarle al mar y a la tormenta: Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Marcos 4:39-40.

 

La vida de Jesús fue una sucesión luminosa de milagros; hizo tantos que a veces los tomamos a la ligera. Podemos leer este relato y pasar rápidamente a la próxima página sin conmovernos. Pero aquí tenemos uno de los más asombrosos milagros de Jesús; un evento que dejó una impresión especial en sus discípulos. Fue un milagro que los dejó atónitos aun a ellos. Jesús controló las feroces fuerzas de la naturaleza con el sonido de su voz. El no oró ni le pidió al Padre que lo librara de la tempestad. El afrontó el asunto directamente. Pronunció un mandato, un imperativo divino y la naturaleza obedeció al instante. El viento escuchó la voz de su Creador y al instante se detuvo. Ni siquiera una leve brisa se podía sentir en el aire. El mar se puso como un espejo sin la más mínima ondulación.

 

La reacción de los discípulos fue inmediata. El mar se había calmado, pero ellos aún estaban agitados: Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? Marcos 4:41.

 

Aquí vemos un extraño patrón. No es extraño que la tormenta y el mar rugiente atemorizaran a los discípulos. Pero una vez que el peligro hubo pasado y el mar se calmó, era de esperar que su temor desapareciera tan rápido como la tormenta. Pero no sucedió así. Ahora que el mar estaba en calma, el temor de los discípulos creció. ¿Cómo se explica esto?

 

El padre de la psiquiatría moderna, Sigmund Freud, sugirió la teoría de que la gente se inventa la religión por miedo a la naturaleza. Nos sentimos impotentes ante un terremoto, una inundación, una devastadora enfermedad. Es entonces, dijo Freud, que inventamos un Dios que tiene poder sobre estas cosas.

Dios es personal, podemos hablar con Él, podemos tratar de negociar con Él, o podemos rogarle que nos salve de las fuerzas destructoras de la naturaleza. No podemos rogarles a los terremotos, negociar con las inundaciones u ofrecerle ofrendas al cáncer. Así que, dice la teoría, nosotros inventamos a Dios para que nos ayude a lidiar con estas cosas terribles. Pero lo significativo acerca de esta historia bíblica es que el miedo de los discípulos se incrementó después de que la amenaza de la tormenta fue removida. La tormenta los había atemorizado. La acción de Jesús para calmar la tormenta los atemorizó aún más.

 

En el poder de Cristo, vieron algo más temible de lo que habían visto en la naturaleza. Ellos estaban en la presencia de lo santo.

 

Nos preguntamos, ¿Qué habría dicho Freud de esto? Ya que este pasaje refuta por completo su tesis. ¿Por qué se habrían los discípulos de inventar un Dios cuya santidad era más terrible que las fuerzas de la naturaleza que los hicieron inventar a ese Dios?

 

Podemos entender si la gente se inventa a un dios sin santidad, que sólo les traiga consuelo. Pero, ¿por qué un Dios más temible que el terremoto, la inundación o la enfermedad? Una cosa es ser víctima de una inundación, o del cáncer; pero es otra cosa caer en las manos de un Dios vivo. Hebreos 10:31.

 

Lo que los discípulos dijeron después de que Jesús calmó el mar es revelador. Ellos exclamaron:

¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? Marcos 4:41. Su pregunta en el fondo era, ¿Qué clase de hombre es éste? Ellos estaban haciendo una pregunta de clasificación; estaban buscando una categoría familiar para ellos en la cual poner a Jesús. Es más fácil para nosotros saber cómo tratar a la gente cuando podemos clasificarla. Respondemos de una manera a la gente hostil y de otra a la amigable. Reaccionamos de una forma hacia los intelectuales y de otra a la gente social. Pero los discípulos no pudieron encontrar una categoría adecuada para clasificar la persona de Jesús. El sobrepasaba toda clasificación. Él era sui generis: único en su género.

 

Los discípulos nunca habían conocido a un hombre así. Él era único completamente extraño para ellos. Ellos habían conocido toda clase de hombres: altos, pequeños, gordos, delgados, inteligentes y necios. Conocían hombres griegos, romanos, sirios, egipcios, samaritanos y judíos. Pero nunca habían conocido a un hombre Santo, a uno que pudiera hablarle al viento y a las olas, y que éstas le obedecieran. Que Jesús pudiese dormir bajo la tormenta en el mar ya era suficientemente extraño, aunque no único. Es raro encontrar gente que pueda dormir en la crisis, pero es posible. Jesús era diferente.

 

El poseía una asombrosa identidad sumamente extraña y misteriosa. El hacía sentir a la gente incómoda ante semejante velo de misterio. El episodio de cómo Cristo calmó la tormenta tuvo una especie de repetición en otro suceso en su ministerio. Lucas nos dice que éste suceso aconteció en el lago de Genesaret. En realidad, el lago de Genesaret se le llamaba también el mar de Galilea. Lucas 5:1-7.

 LA PESCA MILAGROSA – Levítico

Si en alguna ocasión los discípulos se mostraron molestos e irritados con Jesús, fue en esta ocasión. Simón Pedro estaba cansado y frustrado, pues había estado toda la noche pescando sin éxito. La pesca había sido terrible, suficiente para poner de mal humor a un pescador profesional. Además estaba la frustración de liderar con las multitudes que lo apretaban esa mañana mientras Jesús enseñaba. Cuando el sermón de Jesús termino, Simón quería irse a su casa. Pero Jesús quería ir a pescar, y su idea era adentrarse en aguas profundas.

 

No se necesita mucha imaginación para leer entre líneas el sarcasmo de Pedro: Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada --le contestó Simón--. Pero, como tú me lo mandas, echaré las redes. Lucas 5:5. Si Simón hubiese tenido un respeto verdadero por la sabiduría de Jesús en esta ocasión, él se habría limitado a decir: Echare la red. Pero él le pareció necesario dejar constancia de su frustración. Casi podemos ver a Simón Pedro intercambiando miradas con Andrés y murmurando sus quejas en voz baja mientras levantaba las redes recién limpiadas y las tiraba por la borda.

 

Pero, tan pronto como Pedro lanzó las redes donde Jesús se lo indicó, pareció como si todos los peces del lago saltaran hacia ellas. Fueron tantos peces y el peso de ellos que las redes se comenzaron a romper. Los otros se acercaron con su bote y ambos botes se llenaron hasta la orilla, de tal manera que comenzaron a hundirse. Esta fue la pesca más extraordinaria que estos hombres había presenciado.

 

¿Cómo reaccionó Pedro? ¿Cómo hubiese reaccionado usted? Aunque las redes rebosaban, Pedro no podía ni siquiera ver los pescados. Todo lo que el veía era a Jesús. Escuchen lo que dijo: Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: --¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador! Lucas 5:8. Pedro se había dado cuenta que estaba en la presencia del Santo hecho carne.

 

Estaba desesperadamente incómodo. Su respuesta inicial fue de adoración. Cayó de rodillas ante Jesús y en lugar de decir algo como, Señor, te adoro, te magnifico, él dijo, Por favor, apártate de mí. Por favor, vete, no lo puedo soportar. Al rededor de Cristo siempre había multitudes empujándose para tratar de acercarse a Él. Está el ciego que gritaba, Ten misericordia de mí. Está la mujer con un flujo de sangre por doce años tratando de tocar el borde de su manto. Está el ladrón en la cruz procurando escuchar las palabras moribundas de Jesús.

 

Pero no Pedro. Su angustioso ruego fue diferente: él le pidió a Jesús que se apartara, que le diera un espacio, que lo dejara solo. ¿Por qué? No hay que especular, allí lo dice claramente: Soy hombre pecador.

 

La gente pecadora no se siente cómoda en la presencia de la santidad.

 

La miseria del pecado no quiere la compañía de la pureza. Jesús no había dado a Pedro un sermón sobre su pecado. No había habido palabra de reprensión ni de juicio. Jesús nada más le enseñó a Pedro cómo pescar. Pero como la santidad se manifiesta, no se necesitan palabras para expresarla.

El mensaje era imposible de ignorado y Pedro lo comprendió. La norma trascendente de toda justicia y pureza resplandeció ante sus ojos. Igual que Isaías antes de él, Pedro fue devastado.

 

Uno de los hechos más extraños de la historia es la consistente buena reputación que Jesús goza entre los no creyentes. Es raro oír al no creyente hablar mal de Jesús, se llegan a burlar y hacer mofa, pero casi nunca se oye que digan que era mala persona. La gente abiertamente hostil a la iglesia y los que desprecian a los cristianos, con frecuencia se deshacen en sus elogios hacia Jesús. Aún Friedrich Nietzsche, en los años finales de su vida, los cuales paso en un asilo para dementes, expreso su propia demencia firmando sus cartas como El crucificado.

 

En términos de excelencia moral, aún quienes no aceptan la deidad o la obra salvadora de Cristo, aplauden a Jesús el hombre. Juan 19:5-6.

 

Con todo el aplauso que Jesús consigue, es difícil entender por qué sus contemporáneos lo mataron. ¿Por qué las multitudes gritaban pidiendo su sangre? ¿Por qué los fariseos lo aborrecían? ¿Por qué este hombre tan gentil y correcto fue condenado a muerte por las cortes religiosas más altas de la tierra?

 

Palestina moderna. El peregrino que visita Jerusalén puede ver en su recorrido el monumento de la Tumba de los Profetas adornando el camino al Iado del Muro Oriental, cerca del pináculo del templo. El monumento tiene siglos allí, desde los días de Cristo. Allí, en alto relieve, están esculpidas las figuras de los más grandes profetas del AT. En los días de Jesús, los profetas del antiguo testamento eran venerados. Eran los grandes héroes populares del pasado. Pero mientras vivieron, fueron aborrecidos, ridiculizados, rechazados, perseguidos y muertos por sus contemporáneos. Esteban fue el primer mártir cristiano. Como pasó con Esteban, el primer mártir cristiano. Hechos 7:51-58. Podríamos haber esperado que estas incisivas palabras de Esteban hiriesen el corazón de sus oyentes y los trajeran al arrepentimiento. Pero no fue ese el efecto.

 

La gente aprecia la excelencia moral, siempre y cuando este lejos, a una distancia segura de ellos.

 

Los judíos honraban a los profetas, a la distancia. El mundo honra a Cristo, a la distancia. Algo similar sucedió con Pedro. Él quería estar con Jesús, hasta que se le puso muy cerca. Entonces exclamó: Apártate de mí.

 

Porque Jesús los hacia lucir mal a todos. Jesucristo rompía la curva. Era el máximo exponente de santidad. Los desechados de la sociedad lo amaban porque Él les prestaba atención. Pero los que tenían posiciones de honor y poder no lo podían tolerar. Entre los judíos, el grupo que se declaró su enemigo mortal fue el de los fariseos, la próxima semana veremos su reacción.

Un Dios Santo 11: Contender con Dios Parte 1. Habacuc 1:2-4.

La máxima expresión de la ira y la justicia de Dios se pueden ver en la cruz del calvario, es ahí donde la justicia santa de Dios se hace ...