domingo, 30 de septiembre de 2018

El Evangelio De Juan 94: Yo Sé A Quienes He Elegido. Juan 13:12-20.


En el capítulo 13 del evangelio de Juan encontramos un relato exclusivo, pues aunque los evangelios sinópticos narran los acontecimientos de la última cena del Señor y sus apóstoles, omiten el hecho de que Jesús lavó los pies de sus discípulos ese día.

El relato lo hemos seguido de cerca estás últimas semanas, es a unas cuantas horas de que llegue la hora del Señor Jesús de ser entregado como el sacrificio propicio, pero antes, aún tenía algunos asuntos que terminar, su estado de humillación no estaría completo sin la parte del lavamiento de los pies de sus discípulos.

El Señor y los doce están en el aposento alto, la costumbre de la época marcaba que el criado o esclavo de menor rango lavará los pies de los invitados, pero en este caso no hay tal criado, y los discípulos, arrogantes, orgullosos, incrédulos y hasta traidores, se niegan a rebajarse a tan vil acto.

Es en medio de esta situación que nuestro amado Señor Jesús, tomó la jarra y la tina pequeña, se quitó sus vestimentas, se ciñó una toalla de lino en la cintura y dio un acto sublime de humildad, pues el creador mismo del universo se humilló a lavar los pies de un puñado de hombres necios y viles.

Uno a uno comienza a lavar los pies a mano limpia, todos perplejos se miraban entre sí, sin alcanzar a entender a plenitud lo que estaba pasando y atónitos por la vergüenza y el remordimiento de que tenían que ser ellos y no Jesús quienes realizaran dicha tarea. Pero al llegar el turno de Pedro es que se ve interrumpida la labor del Señor pues en su incomodidad, no resistió que le lavaran los pies.

No entendía que el acto del Señor no era solamente un lavamiento físico, Jesús estaba apuntando a un acto mucho más sublime y eterno, y el acto físico de lavar los pies de los suyos solo era un eslabón más en la larga cadena del estado de humillación, pero sin ese o cualquier otro eslabón, la obra de redención no hubiese sido perfecta.

El Señor le dice a Pedro que es necesario que le sean lavados los pies, pero Pedro, inmaduro aun en los temas espirituales importantes, le pide entonces que le lave también la cabeza y las manos, pues en su mente pensaba que mientras más fuera lavado mejores bendiciones tendría, nada más alejado de la verdad.

Lo que Pedro no entendía era que el lavamiento físico en realidad apuntaba al lavamiento espiritual que en unas horas sería llevado a cabo en la cruz, por ello es que el Señor le dice que quienes ha sido bañado no necesita sino lavarse solo los pies, o en términos espirituales, quienes hemos sido justificados solo basta con la santificación diaria y progresiva, pues la obra de la salvación está completa, consumada.

Al igual que Pedro, muchos de nosotros queremos que las cosas sean a nuestro modo, de nuestra manera o como nosotros lo deseamos y no en la forma y mandato expreso de DIOS.
Ese fue el centro de nuestro sermón de la semana pasada, entendimos que la rebeldía que abunda en nuestro corazón, al igual que Pedro, queremos hacer las cosas como nosotros decimos y no como DIOS dice en Su Palabra:

·         Me discípulo, pero no me dejo corregir.
·         Creo en Cristo como Salvador pero no como Señor de mi vida.
·         Ayudo en la iglesia, pero a mi manera.
·         Asisto, pero no me comprometo.
·         Me digo cristiano, pero hago berrinches espirituales.
·         Me congrego pero no obedezco a DIOS.
·         Soy miembro pero nadie e dice que hacer.
·         Me digo cristiano pero hago lo que quiero de mi vida.
·         Y un largo y penoso etc.

Como Pedro exclamamos: No me lavarás los pies jamás. Así no lo hagas Señor, mejor hazlo a mi modo, a mi manera con mis métodos, con mis fuerzas, como Pedro no entendemos bien los asuntos espirituales, pero nuestra arrogancia nos ha hecho creer que sabemos, cuando en realidad estamos en pañales, y no vemos el cuadro completo.

Muchos en nuestra congregación aún están en pañales espirituales, pero, al igual que con el arrebatado Pedro, DIOS no va a dejar de trabajar en nuestras vidas con su gracia hasta transformarnos cada vez más y más a la imagen moral de Cristo, el Pedro que quería hacer las cosas a su manera, a su modo, como él creía que eran, años después, con el trato dela gracia de DIOS en su vida terminó diciendo: 1ª Pedro 5:6-7  Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

Lo siguiente que nos narra el apóstol Juan es: 12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

Habiendo sido satisfecha la objeción de Pedro, Jesús termina de lavar sus pies, y también los pies de los otros hasta que se concluye la labor. Entonces el Señor volvió vestirse y a sentarse en el lugar que tenía en la mesa.

A fin de entender lo que sigue, debemos tenerse presente que el lavamiento de los pies era:

a.   Un elemento especial en la humillación de Cristo.
b.   Un símbolo de esa humillación, el agua que quitaba la suciedad física es símbolo del sufrimiento de Cristo durante toda su vida en la tierra.
c.    Una lección en humildad; en otras palabras, un ejemplo.



Las ideas a. y b. están íntimamente relacionadas. Respecto a ellas Jesús ya le ha dicho a Pedro que entendería después, no ahora. Pero si bien los discípulos podían, en este momento captar solo un poco del profundo significado de lo que estaba implicado en el lavamiento de los pies, la moraleja o aplicación práctica inmediata que está a punto de dar Jesús, tiene significado inmediato para ellos. Y vaya que necesitaban la lección que Jesús les quiso enseñar por medio de esta acción. Lucas 22:24.

Pero antes de enterar a la moraleja, no podemos pasar por alto el hecho de que el Señor en ningún momento reprendió a sus discípulos, es obvio que su pasividad fue producto del pecado del orgullo, pero aun así el Señor como era su costumbre, los trató con su amor infinito y eterno, tal y como lo sigue haciendo con nosotros. Romanos 8:1.

Jesús les pregunta a sus discípulos: ¿Sabéis lo que os he hecho? O ¿Captáis la enseñanza positiva y práctica que os acabo de impartir? En su exhortación es como si dijera, El pasado fue suficientemente malo; ya no vamos a hablar más de él; en cuanto al futuro, sigan mi ejemplo.

Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. En realidad los discípulos tenían razón en dirigirse a Jesús como Maestro traducción del arameo Rabí; porque su enseñanza con autoridad y no como los escribas era la más grande que se hubiera oído cualquier ser humano en la tierra.

También tenían razón en dirigirse a él como Señor. Es realmente, el Señor de todas las cosas además, era igual, en esencia y autoridad, a Dios Padre, en cuanto a la sustitución gradual de Cuando Jesús agrega, Y tienes razón, porque lo soy, hace una afirmación que está totalmente en armonía con su gran declaración de 10:30: Yo y el Padre uno somos.

Los que pretenden que Jesús nunca se presentó a sí mismo como el objeto digno y legítimo de adoración, están claramente en un error.

Ahora viene la aplicación. Jesús argumenta de mayor a menor: “Pues si yo, vuestro Señor y Maestro, ahora los términos están invertidos ahora, porque es sobre todo como Señor que Jesús puede exigir el derecho a la obediencia, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis (tiempo presente) lavaros los pies los unos a los otros”.

Sin duda que, si el Señor de la gloria está dispuesto a ceñirse con una toalla, a tomar la forma de siervo, a lavar y a secar realmente los pies de aquéllos que están muy por debajo de sí mismo, debería resultar fácil a los que son simples discípulos prestarse este servicio de amor entre sí con espíritu de genuina humildad.

Este tema ya lo vimos más a fondo hace un par de semanas, no nos vamos a detener mucho en él el día de hoy: el servicio cristiano.


Cada una de las personas que DIOS llama es porque tienen algo que él mismo les dio y pueden usar para su servicio, la biblia les llama dones o virtudes y nosotros lo conocemos como talento, no todos tenemos los mismos dones y absolutamente nadie tiene todos los dones pues correría el riesgo de volverse una isla y dejaría el vivir en comunidad en la iglesia interprendiendo unos de otros, pero en definitiva algo es seguro y es que: Todos Tenemos Algún Recurso Que DIOS Nos Dio. Romanos 12:5-8.

Al decir todos, es sin distinción y sin excepción, pues una de las excusas más usadas para huir del servicio a DIOS es que creen no tener ningún don o talento o recurso que dar, lo cual no es cierto, pues aún las personas con capacidades diferentes nos ponen el ejemplo, en nuestro país al somos reconocidos como potencia en los juegos paralímpicos.

Antes de continuar, es bueno aclarar un tema delicado. ¿Instituye Jesús aquí una nueva ordenanza, la del lavamiento de los pies? Hay algunos grupos que así lo creen, en mi caso muy particular, cuando fui ordenado como pastor hace ya más de 10 años, parte de la liturgia fue el lavamiento de mis pies.

La respuesta es un rotundo No, no manda a los discípulos un nuevo sacramente; les ha dado un ejemplo a fin de que ellos, por decisión propia, puedan hacer como el hiso. Por eso Jesús explícitamente agrega: porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

Jesús lo que hiso fue mostrar su humildad en presencia de todos ellos no con el fin de establecer un nuevo sacramento, sólo estableció dos: el bautismo y la santa cena y van íntimamente ligados a la membresía en la iglesia, lo que Jesús tuvo en mente no fue un rito externo sino una actitud interna, la de la humildad y voluntad de servir. 1ª Pedro 2:21.

Después Jesús continúa: 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.

Con toda seguridad Jesús agregó estas palabras para impedir que algún día uno de sus discípulos llegara a pensar: está por debajo de mi dignidad lavar los pies de otro creyente. Si no estuvo por debajo de la dignidad del Señor, sin duda que no debería considerarse por debajo de la dignidad del esclavo. Esto es así, incluso, cuando el siervo es enviado o divinamente comisionado para desempeñar un cargo elevado y para llevar a cabo una tarea importante en la iglesia. Vaya, no importa si es el pastor, un anciano, un evangelista, maestro, obispo, diácono, etc.

Si la humildad de servicio fue la característica de nuestro Señor, debe de ser también la característica de aquellos que somos enviados por Él. Lucas 22:27. Y al realizar la tarea que sea, a lo más que podemos aspirar es a decir siervo inútil soy, solo hice mi deber, no estoy haciendo nada de más, ni nada que mi Señor glorioso no hiciera.

En el siguiente verso leemos: 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

Las palabras de Jesús son muy claras. La fe sin obras está muerta.

·         Mateo 7:17, 24–27; 11:30.
·         1ª Corintios 4:20.
·         Santiago 1:22–27; 2:14–26.

No debemos pasar por alto que en este caso no tenemos un mandamiento sino una declaración amorosa y tierna. Algunos le han llamado promesa, es la afirmación de un hecho: la práctica de la humildad imparte bienaventuranza.

El término bienaventurados del griego makarios (μακάριος, G3107) que significa dichoso, supremamente bendecido y hasta glorioso, no se refiere necesariamente a aquéllos a quienes otros consideran felices; ni tampoco principalmente a aquéllos que se consideran a sí mismos felices, sino a aquéllos que son de hecho objetos del favor inmerecido de Dios, ya sea que los otros hombres o ellos mismos los consideran así o no. Los bienaventurados pueden ser pobres e, incluso, pueden estar tristes. Mateo 5:1–12.

La bienaventuranza de la que aquí se habla no es asunto de sentimientos, sino de condición o espiritual. El cristiano que practica la humildad posee esta dicha ya sea que esté siempre consciente de ello o no. Delante de Dios, a sus ojos, es supremamente bendecido.

Cuando la humildad sea de parte de la misma esencia de nuestra naturaleza, se reflejará tarde o temprano en el corazón, de forma que seremos poseedores de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, seremos bienaventurados o supremamente bendecidos.

Pero el Señor establece una clausula: 18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; más para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar.

A primera vista parece que estas palabras no tienen sentido, como si las acomodaran forzadamente, sin embargo, para que las comprendamos, parafraseemos el texto de la siguiente manera:

Si conocéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis. Pero no estoy hablando de todos vosotros cuando menciono esta perspectiva de bienaventuranza. Conozco a quienes he escogido para que sean mis apóstoles. Hay uno que, aunque escogido, no es bienaventurado. Pero en cuanto al hecho de que también lo escogí, así fue para que se pudieran cumplir las profecías de la Escritura.

Cuando el Señor Jesucristo dijo: No hablo de todos vosotros, Judas de inmediato  debió haber entendido y tomado en cuenta esta afirmación. Debió haber tomado muy a pecho la clara implicación. Jesús lo hiso para colocar la responsabilidad de su acto totalmente en él.


También lo hiso para fortalecer la fe de los otros discípulos. Cuando, al cabo de poco, se llevan la sorpresa de su vida respecto a Judas, comenzarán a darse cuenta de que Jesús lo había sabido de siempre, y que lo que estaba sucediendo no constituía una frustración sino el cumplimiento del plan divino.

Yo sé a quienes he elegido. Jesús los conoce ahora. Los conocía desde el comienzo, los conocía desde antes de la fundación del mundo y los conocerá por toda la eternidad. Sabía qué clase de hombres eran.

·         Orgullosos.
·         Arrogantes.
·         Peleoneros.
·         Incrédulos.
·         Inmaduros.
·         Traidores.

Los discípulos son la síntesis, la muestra perfecta en miniatura de lo que son las iglesias locales, es una idea errónea creer que a este sitio todos los que asistimos somos perfectos, sin errores de carácter, sin ninguna falla, realmente es todo lo contrario, aquí se encuentra lo vil y menos preciado del mundo, no hay iglesias locales perfectas, lo que, si es posible por la gracia de DIOS encontrar, son iglesias locales sanas espiritual y doctrinalmente hablando, y si algo estamos llamados a realizar, es a permanecer en ese tipo de congregación el mayor tiempo posible y aportar nuestra parte para que dicha iglesia local madure en su proceso de reflejar a Cristo al mundo.

Separarse De La Iglesia Al Sentirse Decepcionados O Desilusionados Con Alguien En Ella Es Señal De Inmadurez.

Cuando nos llevamos desilusiones en la iglesia debemos de aprovecharlas para madurar, pues el darnos cuenta quiere decir que ya va cayendo la venda de los ojos, y así tendremos la oportunidad de amar como lo hace DIOS: SIN CONDICIÓN.

Cuando Jesús escogió los Doce, también escogió a Judas aunque no para salvación sino solamente para que fuera uno de los apóstoles. Totalmente consciente de lo que hacía incluyó en su  selección al hombre que iba a traicionarlo.

Explicando esta situación el Señor prosigue: Mas esto sucedió para que se cumpla la Escritura, ‘el que come mi pan, ha levantado contra mí su calcañar’. El pasaje bíblico que estaba a punto de alcanzar su cumplimiento final era Salmo 41:9.

Jesús lo que hace es realzar el pecado de traicionar al benefactor de uno. Comer el pan de otra persona, y luego de repente darle de patadas (levantar el calcañar contra él, como el caballo que sin aviso ataca a su dueño, pateándolo violentamente) es el pecado que se describe y condena aquí.

Así había sido traicionado David por Ahitofel. 2ª Samuel 15:12; 16:23. En el pasaje citado  el salmista se refiere a Ahitofel. Es absolutamente cierto que el oriental considera el ataque a una persona por parte de alguien que ha sido invitado a comer como algo casi inimaginable. Aún en nuestra cultura, es algo totalmente despreciable. Ninguno de los discípulos sospechaba de Judas. Era hipócrita y traidor.

19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.

Aquí Jesús revela su corazón con sus discípulos y muestra qué Salvador bondadoso es. Muestra una preocupación afectuosa y personal por el bienestar espiritual de los suyos, y lo hace en una forma maravillosa. Sabe que la traición de Judas tenderá a perturbar a los discípulos y a enflaquecer su fe. Podrían incluso comenzar a pensar que su Maestro se había convertido en la víctima del complot de Judas con los fariseos, podrían llegar a pensar que el Señor fracasó rotundamente.

Esto ciertamente sucedería a no ser que el Señor pueda convencerlos de que todo lo que ocurre, lejos de tomarle por sorpresa, estaba incluido en el plan eterno y detallado de Dios. Y a fin de que cuando suceda puedan ser fortalecidos en su fe, menciona y describe la acción por adelantado.

Y no sólo esto, sino que incluso les dice explícitamente que ésta es la razón de hacer la predicción en este momento y a partir de este momento trata a sus discípulos como una madre trata a su hijo, explicándole amorosamente por qué sigue cierta línea de conducta.

20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.

Cristo les había dicho a sus discípulos que debían abajarse y humillarse. Ahora a manera de consuelo por lo que se viene por la traición orquestada por Judas les da a entender que: Aunque es posible que haya quienes los desprecien, también habrá quienes les den honor, y a aquellos que los honren serán honrados.

Conclusiones:

Nuestro Señor a menudo había hablado de sus propios sufrimientos y muerte, sin tanta profundidad emocional como lo hiso ahora cuando hablaba de Judas. Entendamos bien que los pecados de los cristianos son el dolor de Cristo. Pero no debemos limitar nuestra atención a Judas solamente. La profecía de su traición puede aplicarse a todos los que participan de las misericordias de Dios, y después muestran ingratitud.

·         El infiel, que solo mira las Escrituras con el deseo de acabar con su autoridad y destruir su influencia.
·         El hipócrita, que profesa creer en las Escrituras, pero no se rige por ellas.
·         Y el apóstata, que se aparta de Cristo por una cosa de nada.

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