miércoles, 12 de junio de 2024

Un Dios Santo 09: Justicia Santa Parte 02. Ezequiel 18:4.

La semana pasada comenzamos a estudiar la Justicia Santa del Señor, por medio de pasajes que causan mucha controversia, el juicio y muerte de Nadab y Abiú, Uza, Ananías y Safira. No pocas veces se hacen malabares hermenéuticos para tratar de suavizar el carácter de Dios, sin embargo, ya aprendimos que, es imposible para Dios ser injusto, porque su Justicia es Justicia Santa.

 

Y mientras no entendamos lo que significa ser santo, lo que es la justicia, lo qué es el pecado y lo qué es la gracia, este tipo de pasajes no van a volar la cabeza por lo crudos que son. De algo si estamos seguros, y es que Dios jamás ha hecho una cosa desviada o incorrecta, Dios nunca actúa en ignorancia y nunca comete errores. La justicia de Dios nunca está divorciada de su rectitud. El jamás condena al inocente, nunca absuelve al culpable, nunca castiga con severidad excesiva, y nunca falla en recompensar a los justos, porque su justicia es perfecta.

 

Sin embargo, sigue en el aire la incógnita: ¿Por qué la diferencia tan obvia entre el tono del AT y NT? El AT parece mostrar a un Dios más severo que el que muestra el NT. Consideremos el asunto de la pena capital. El AT registra numerosos crímenes que son castigados con la muerte, incluyendo los siguientes:

 


1.    Golpear o maldecir a los padres

2.    Prácticas homosexuales

3.    Profanar las ofrendas de sacrificios

4.    El incesto

5.    El homicidio

6.    El secuestro

7.    La idolatría

8.    La bestialidad

9.    La prostitución de vírgenes

10. La violación

11. El sacrificio de niños

12. Practicar falsas profecías

13. La blasfemia

14. Divorcio ilegal

15. Desobedecer el veredicto de los jueces

16. Dar falso testimonio en un caso capital

17. Consultar médiums y brujos

18. Profanar los días de reposo.


 

Esta es una lista parcial de los crímenes del AT que merecían la pena de muerte. Comparado con el tono del NT, la lista parece severa.

 

Si te preguntara ¿Qué es peor, emborracharse y crear un disturbio público, o insultar públicamente a Dios? Como creyente de inmediato responderías que la blasfemia es un crimen mucho peor, más detestable y que merece un peor castigo, sin embargo, si le preguntamos a los incrédulos, no dirán sin vacilar un momento que es peor emborracharse y crear disturbios.

 

Pues, de hecho, si las leyes del AT siguieran vigentes, al que blasfeme el nombre de Dios le tendríamos que apedrear hasta morir. Con esto quiero llegar a mostrar que no podemos negar que el NT parece reducir el número de ofensas capitales. En comparación, el AT parece radicalmente más severo. Lo que no tomamos en cuenta, sin embargo, es que la lista del AT reduce masivamente el número de crímenes capitales incluidos en la lista original. El código del AT muestra una condescendencia de la paciencia y la tolerancia divina. O en otras palabras:

 

La ley del antiguo testamento está asombrosamente llena de gracia.

 

¿Asombrosamente llena de gracia? Así es, ya que la lista del AT reduce masivamente el número de crímenes capitales incluidos en la lista original. Es una asombrosa medida de gracia. El registro del AT es principalmente un registro de la gracia de Dios. ¿Cómo puede ser eso? Pues, debemos volver al principio, a las reglas originales del universo. ¿Cuál fue la pena por el pecado en el orden de la creación original? El alma que pecará, ésa morirá. Ezequiel 18:4.

 

En la creación, todo pecado es considerado digno de muerte. Todo pecado es una ofensa capital. Y para que lo entendamos mejor, en la creación Dios no estaba obligado a damos el don de la vida. Él no tiene ninguna deuda con nosotros. El regalo de la vida viene por su gracia, y permanece bajo su autoridad divina. Por ello es que la responsabilidad dada a la humanidad en la creación es dar testimonio de la santidad de Dios, llevar su imagen.

 

Fuimos hechos para ser el espejo y el reflejo de la santidad de Dios.

 

Dios puso a Adán y Eva a prueba y les dijo, Si ustedes pecan, morirán. El pecado trajo la pérdida del don de la vida. El derecho a vivir es cancelado por el pecado. Cuando alguien peca renuncia a cualquier reclamo sobre Dios para existir. Ahora la gran pregunta: ¿Cuándo se había de exigir la pena por el pecado en la creación? ¿Acaso dijo Dios, Si tu pecas, algún día morirás? ¡No! La pena por el pecado fue claramente expresada por Dios en Génesis 2:17. En la creación la pena por el pecado no era sólo la muerte, sino la muerte instantánea, el mismo día; tan inmediata como la de Nadab y Abiú; tan repentina como la de Uza; tan rápida como la de Ananías y Safira. El día que peques ciertamente morirás.

 

Muchos comentaristas han tratado de suavizar las advertencias divinas interpretando la muerte de Génesis 2 solo como muerte espiritual. Eso no es lo que dice el texto. La advertencia del castigo de muerte que Dios dio, fue la muerte real en el sentido completo de la palabra. Es correcto, Adán y Eva murieron espiritualmente ese mismo día, pero, si no cayeron fulminados como Uza fue porque Dios tuvo misericordia de ellos en términos de la medida total del castigo.

 

Se dice que justicia retrasada es justicia denegada. Pero no siempre. En el caso de la creación y la caída del hombre, la medida total de la justicia fue retrasada, para que la gracia tuviera tiempo de actuar. Dios retrasó su justicia, no fue una negación de la justicia, sino para tener tiempo en el establecimiento de la gracia y la misericordia hacía Adán y Eva.

 

Sin embargo, la pena de muerte fue impuesta y aún está vigente, por eso es que toda la gente muere. Podemos vivir hasta cierto número de años, pero después irremediablemente vamos a morir, porque estamos bajo la pena de muerte por el pecado. Todos estamos sentados en la lista de los sentenciados a muerte esperando la ejecución. El más grande asesino en masa de la historia no fue Adolfo Hitler o Joseph Stalin, sino la naturaleza pecaminosa. Todos caen víctimas de la naturaleza de pecado, la cual no opera independiente de Dios, al contrario la naturaleza de pecado es ciertamente la vengadora de un Dios santo.

 

¿Fue injusto que Dios dijera a Adán y a Eva que morirían cuando pecaran? ¿Fue malo que Dios impusiera la pena de muerte por el pecado? Los que así lo creen expresan su naturaleza caída y pecaminosa y se exponen a la pena de muerte, los que así lo creen, están afrentando el carácter de Dios. Los que dicen que sí, están haciendo violencia a su santidad, y están atacando al Juez justo de toda la tierra pero, sobre todo, no entienden lo quo es el pecado.

 

Tenemos que decir no y decirlo con convicción. ¿Es injusta la pena de muerte por el pecado? De ninguna manera. Recordemos que Dios nos creó voluntariamente y nos dio el más elevado privilegio de llevar su imagen, ser un espejo que refleje su santidad. Él nos dio el dominio de toda la tierra. Nosotros no somos ningún tipo de animal. Somos personas que llevamos la imagen del santo y majestuoso Rey del cosmos, somos la corona de Su creación.

 

Y a pesar de todo esto, no hemos usado el regalo de la vida para el propósito que Dios quería. La vida en este planeta ha llegado a ser el lugar donde diariamente cometemos una traición cósmica. Nuestro crimen es mucho más serio y destructivo que el de un traidor político. Ningún traidor a la patria o al rey ha cometido una traición tan perversa como la que nosotros cometemos delante de Dios.

 

Cualquiera pecado es una traición cósmica en contra de un Soberano puro y perfecto.  

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Es un acto de suprema ingratitud hacia aquél a Quien le debemos todo, a quien nos ha dado la vida misma. ¿Ha considerado usted alguna vez las profundas implicaciones del menor de los pecados, del más diminuto pecadillo? ¿Qué le estamos diciendo a nuestro Creador cuando le desobedecemos en lo más pequeño?

 

Le estamos diciendo no a su justicia, le estamos diciendo, Dios, tu ley no es tan buena; mi juicio es mejor que el tuyo; tu autoridad no tiene que ver conmigo, yo estoy por encima y más allá de tu jurisdicción, yo tengo el derecho de hacer lo que quiera, no lo que tú me mandes. El pecado más pequeño es un acto de desafío contra la autoridad cósmica. Es un acto rebelde en el cual nos ponemos en oposición a Quien se lo debemos todo, el pecado es, en pocas palabras, un insulto a su Santidad.

 

Cuando pecamos nos convertimos en falsos testigos de Dios. Cuando pecamos, siendo portadores de la imagen de Dios, le estamos diciendo a la creación entera, a toda la naturaleza bajo nuestro dominio, las aves del cielo y a las bestias del campo: Así es Dios. Así es como el Creador se comporta. Miren en este espejo; mírennos y verán el carácter del Todopoderoso.

 

Le decimos al mundo: Dios es codicioso, cruel, resentido, homicida, ladrón, mentiroso, adúltero. Dios es todas estas cosas que nosotros hacemos. Cuando la gente se une en el pecado, es la peor conspiración. Nosotros pretendemos la corona y conspiramos contra el trono diciéndole a Dios, Nosotros no queremos que tú reines sobre nosotros. El salmista lo puso en palabras más poéticas y claras: Salmo 2:1-3.

 

Y no es todo, ya que cuando pecamos, no sólo cometemos traición contra Dios, sino que también para con nuestros semejantes. El pecado transgrede a la gente. Con nuestro pecado herimos a los demás seres humanos, lastimamos su personalidad, los despojamos de sus bienes, arruinamos su reputación, les robamos su bendita calidad de vida, desmoronamos sus sueños y aspiraciones de ser felices. Esto es porque:

 

Cuando deshonramos a Dios, deshonramos a toda la gente que es hecha a su imagen.

 

Espero que ya vayamos entendiendo porque Dios se toma el asunto de su Justicia Santa y el pecado del hombre, muy, muy en serio. Sin embargo, cuando meditamos acerca de los aparentes severos juicios de Dios en el AT, el aspecto más misterioso del pecado no es que el pecador merezca morir, sino que el pecador siga viviendo en la mayoría de los casos.

 

El problema no es por qué Dios castiga el pecado, sino por qué El permite que la rebelión humana continúe. ¿Qué príncipe, rey o gobernante desplegaría tanta paciencia con una población tan continuamente rebelde?

 

Dios es paciente, tolerante, y lento para la ira. De hecho, Él es tan lento para airarse que cuando su ira se desata, nos escandalizamos y nos ofendemos por ello, olvidamos que la paciencia de Dios es para guiarnos al arrepentimiento, para damos más tiempo para la salvación. En lugar de aprovechar su paciencia, viniendo humildemente a Él para ser perdonados, abusamos de esa gracia para cometer más pecado, y cada vez más grande en insolencia. Nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que a Dios no le importa nuestro pecado o que no puede castigamos.

 

La necedad suprema es cuando pensamos que a pesar de nuestra rebelión saldremos bien librados.

 

Con todo esto en mente, nos damos cuenta de que, lejos de ser la historia de un Dios cruel, el AT es el registro de un Dios que es extremamente paciente; pues, es la historia de un pueblo de cerviz dura que se rebeló repetidamente contra Dios. Cuando este pueblo fue esclavo en tierra extraña y clamó a Dios, El escuchó sus gemidos y lo redimió. Les partió el mar Rojo para sacados de su esclavitud y ellos respondieron adorando a un becerro de oro.

 

Pero aún tenemos que resolver la difícil pregunta de lo que sucedió en la conquista de Canaán. Allí, Dios mandó explícitamente la masacre de hombres, mujeres y niños. Israel poseyó la tierra prometida con espada y sangre, sangre de niños y mujeres. Fue Dios quien dio la orden directa para este baño de sangre. Deuteronomio 7:1-2.

¿Por qué dio Dios ese mandato? ¿Cómo pudo haber ordenado la masacre de mujeres y niños? Aquí de nuevo encontramos intentos modernos para suavizar estos eventos, tratan de explicar que a la luz de la revelación del amor de Dios en el NT, Dios jamás ordenaría algo tan violento, que el AT es solamente el registro de un grupo de guerreros Hebreos primitivos que trataron de justificar sus prácticas crueles, atribuyéndoselas al mandato divino.

 

Es decir que no creen que Dios hubiese dado jamás ese mandamiento. Para ellos, fue el caso de una intrusión de mitología dentro del registro bíblico. Pero tales interpretaciones pasan por alto algunos aspectos vitales del asunto.

 

Primero, hay un precedente histórico mucho más severo que el de la conquista de Canaán que es el diluvio. En el diluvio Dios destruyó la población entera del mundo excepto a Noé y su familia. El diluvio fue una conquista de Canaán a gran escala.

 

Segundo y más importante, esta interpretación no entiende la naturaleza del pecado. La suposición de los comentaristas es que Dios arrasó con gente inocente en Canaán.

 

Tenemos que tener claro que de la multitud de mujeres y niños viviendo en Canaán, ninguno era inocente. La conquista de Canaán fue una expresión explícita del justo juicio de Dios sobre naciones perversas. Dios le aclaró este punto a Israel, y también les aclaró que ellos tampoco eran inocentes. No fue como si Dios hubiese destruido a un pueblo perverso por causa de un pueblo justo. Dios derramó su justicia sobre los cananeos, pero sobre Israel derramó su misericordia. Él fue claro en advertirle y recordarles estas sentencias: Deuteronomio 9:4-6.

 

Tres veces en este pasaje Dios le recordó al pueblo de Israel que no fue por su justicia que El derrotó a los cananeos. Él quería dejar esto claro para que Israel no fuera tentado a pensar que Dios estaba de parte de ellos por ser mejores que las naciones paganas. El mensaje de Dios hizo imposible esta inferencia.

 

La santidad de Dios es la esencia de la conquista de Canaán. Fue por Santidad que este acto fue ordenado.

 

Por un lado Dios actuó para castigar el insulto a su santidad que era perpetuado diariamente por los cananeos. Por el otro, Él estaba preparando una tierra y una nación para un propósito santo. Dios mandó que no fuese mostrada misericordia hacia los habitantes de la tierra. Su explicación fue esta: Deuteronomio 7:3-6.

 

Dios no escogió a Israel porque era una nación santa. El la escogió para hacerla santa. Israel fue llamada a ser santa en dos sentidos. Por un lado estaba llamada a ser diferente, a ser apartada como el medio para el plan redentor de Dios. Por el otro, estaba llamada a ser santa en el sentido de ser purificada (Santo: apartado, puro).

 

Las prácticas paganas debían estar ausentes de Israel, ellos iban a ser santificados acercándose a Dios, y la salvación para las naciones vendría a través de ellos. La tierra prometida sería el lugar de donde procedería el Mesías. No había espacio para los santuarios o los ritos paganos. Así que Dios ordenó que la región fuese arrasada, a fin de purgar la tierra para la salvación futura.

 

Una vez más vemos la Justicia Santa del Señor en acción. Hasta aquí hemos tratado los problemas de los actos de justicia divina que se encuentran en el AT. Hemos procurado mostrar que la justicia de Dios no fue caprichosa, ni sin causa.

 

Debemos dejar bien claro entonces que no hay conflicto entre el Dios del AT y el del NT. Fue el Dios del AT a quien Cristo llamó, Padre. Fue el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, quien amó de tal manera al mundo, que envió a su único Hijo para redimirlo. El Dios que mató a Nadab, Abiú y a Uza, es El mismo Dios que destruyó al mundo con un diluvio, es El mismo que derrama las lluvias de su gracia sobre nosotros.

 

El falso conflicto entre los dos testamentos puede ser visto en el más brutal acto de la venganza divina jamás registrado en la Escritura. El cual, no se encuentra en el AT, sino en el NT. Ese será el tema con el cual concluiremos la próxima clase en la Justicia Santa Parte 3.

 

miércoles, 5 de junio de 2024

Un Dios Santo 08: Justicia Santa Primera Parte. Génesis 18:25.

Lamentablemente la mayoría de los creyentes no toma con seriedad la santidad del Señor, y es por ello que no entienden a profundidad el evangelio, sin embargo un joven Martín Lutero, si lo hacía, él si entendía que Dios no puede bajar sus estándares de justicia o comprometería su perfecta Santidad, es por ello que la justificación es el acto legal más misericordioso que existe, le damos nuestro pecado a Cristo y Él no da su justicia, así podemos estar delante del Dios infinitamente Santo sin que él comprometa en nada esa Justicia Santa, y este será nuestro tema especifico en esta y en la próxima clase: la Justicia Santa del Señor.

 

Muchas veces, al leer el AT hay conflicto con la aparente brutalidad de los juicios de Dios que allí se encuentran. Muchos tropiezan a causa de los violentos pasajes. Algunos ven estos como una razón suficiente para rechazar el cristianismo. Otros tratan de suavizar el impacto, tratando el AT como una parábola religiosa, o aplicando un método de cortar y pegar, clasifican los pasajes más brutales como un mito primitivo. Algunos van más lejos, arguyendo que el Dios del AT es diferente al del NT, como Marción al inicio de la era cristiana. Dicen que el Dios del AT es un Dios tenebroso con un mal temperamento, una especie de deidad demoníaca cuya ardiente ira está más allá de la dignidad del Dios de amor del NT.

 

Vamos a examinar unos de los pasajes más difíciles y ofensivos del AT para encontrarles sentido. Comenzaremos con el inmediato y súbito juicio que vino sobre Nadab y Abiú, los hijos de Aarón. Ellos eran sacerdotes, hijos de Aarón, el Sumo Sacerdote. Junto a Moisés, Aarón había guiado al pueblo de Israel por el desierto. Levítico 10:1-2.

 

En ese entonces, más que cualquier otro, Moisés y Aarón tenían una relación íntima con Dios. Así, uno esperaría un poco de tolerancia de parte de Dios para con los hijos de Aarón. Pero no la hubo. Por una transgresión en el altar, Dios reaccionó inmediata y fuertemente, aniquilándolos en el acto. No estaban profanando el altar con prostitutas u ofreciendo sacrificios humanos como lo hacían los adoradores de Moloc. Nada más Nadab y Abiú ofrecieron un fuego extraño del cual no sabemos con seguridad qué era. Suena como si todo era un asunto de sacerdotes jóvenes experimentando creativamente con la adoración. Una ofensa censurable, quizás. Pero, ¿la pena de muerte, sin el beneficio de un tribunal?

 

Hay teorías que tratan de explicar razonablemente lo ocurrido, dicen que tal vez Nadab y Abiú encontraron algo de petróleo, y sin saber qué era decidieron experimentar, mezclándolo con substancias combustibles en el altar. Cuando lo pusieron en el fuego, se encendió y explotó, matando instantáneamente a ambos sacerdotes. En una sociedad primitiva, esto sería visto como un repentino acto de juicio divino. Así entonces la muerte de Nadab y Abiú fue accidental, un trágico caso en que dos muchachos perecen a causa de su imprudencia jugando con un fuego desconocido.

 

Contrariamente la Biblia dice que fue un juicio sobrenatural de Dios. Pudo haber sido producido por medios naturales, pero es claro que no fue un accidente. Tiene que ser atribuido a la ira y el juicio de Dios. ¿Cómo vio Aarón este evento? Supongo que estaba airado y dolido. Fue una calamidad para él y el resto de su familia. Él había dedicado su vida entera al servicio de Dios. Sus hijos habrían de seguir sus pasos. ¿Qué gratitud recibió él del Dios al cual servía? Nada. Simplemente ejecutó rápidamente a sus hijos por lo que parecía ser una infracción menor.

 

Moisés le dio a Aarón la respuesta del Señor, le recordó la consagración original de los sacerdotes. Levítico10:3. Ellos habían sido separados para una tarea sagrada. Tendrían el privilegio de ministrar delante de un Dios Santo. Cada vasija en el tabernáculo estaba hecha a la medida, y todo estaba santificado por el mandato de Dios. No había duda alguna en los mandamientos. Con respecto al altar del incienso, Aarón y sus hijos fueron instruidos específicamente en la manera de proceder. Éxodo 30:9-10. Las instrucciones eran claras. El altar del incienso fue declarado muy santo por Dios. Cuando Nadab y Abiú ofrecieron fuego ilícito y no autorizado sobre él, estaban desafiando abiertamente a Dios. Su acto era una rebelión deliberada, una profanación inexcusable del lugar santo.

 

El pecado de Nadab y Abiú fue un pecado de arrogancia y de traición contra Dios.

 

Estaban profanando el lugar santo. El juicio de Dios fue inmediato. Su explicación a Moisés fue clara: Levítico 10:3 Y Aarón calló. ¿Qué más podía hacer Aarón? El debate había culminado. La evidencia estaba allí y Dios había emitido su veredicto. A ellos se les había prohibido explícitamente ofrecer ese fuego. Ellos desobedecieron y Dios hizo caer el mazo de su justicia sobre ellos. Así que Aarón calló. Él lo aceptó y no tuvo ninguna excusa que ofrecer, ni protesta que hacer. Como los pecadores en el juicio final, su boca fue enmudecida.

 

Este es un ejemplo de la justicia penal de Dios, la justicia por la cual Él castiga al culpable. Pero, ¿Es este castigo cruel e inusual? ¿No traspasa los límites de la justicia para hacerse injusticia? Nuestro concepto de justicia conlleva la idea de que el castigo debe ajustarse al crimen. Si el castigo es más severo que el crimen, se comete injusticia. La Biblia aclara que Nadab y Abiú no podían argumentar inocencia por su pecado. Dios había sido claro con ellos. Ellos sabían que no se les permitiría fuego extraño en el altar. Es fácil ver que ellos pecaron. Pero ellos jamás se imaginaron que su pecado era tan serio, que haría que Dios los ejecutara en el acto.

 

Este es un ejemplo que nos habla fuertemente de la severidad de la mano de Dios, de un castigo que es demasiado fuerte e inusual para el crimen. Tal medida de castigo no sólo nos confunde sino que nos asombra. ¿Cómo cuadramos este relato con lo que Génesis nos enseña sobre el carácter de la justicia de Dios? Génesis 18:25. Los juicios de Dios son siempre justos. Su justicia nunca es desproporcionada, caprichosa, ni tiránica.

 

Es imposible para Dios ser injusto, porque su Justicia es Justicia Santa.

 

Si tenemos dificultad con la historia de Nadab y Abiú, la historia de Uza es aún más difícil. Cuando David ascendió al trono de Israel, trabajó rápidamente para consolidar su reino. Reunió a sus oficiales y decidió traer la sagrada arca del pacto, que se encontraba en exiliada. Los filisteos habían capturado el arca en un día fatídico en que la gloria se alejó de Israel. Cuando el arca fue capturada, el más grande tesoro de Israel fue robado y llevado al templo pagano de Dagón. Al regresar, el arca fue colocada en un lugar seguro, esperando el momento para su restauración pública a una posición de preeminencia en la nación. Finalmente vino la hora, y David deseaba ver la gloria de nuevo. 1ª Crónicas 13:3-4.

 

El arca fue el punto de reunión nacional. Era el trono de Dios, el asiento sagrado del Altísimo. Fue construida y adornada según el estricto diseño de Dios mismo. Tendría que ser guardada en el Lugar Santísimo. Era un cofre hecho de madera de acacia, cubierto de oro por dentro y por fuera. Tenía una moldura de oro alrededor, cuatro anillos de oro a los lados para atravesar las varas de madera de acacia, cubiertas con oro, para cargarla. La tapa del cofre era llamada el propiciatorio. También era de oro y tenía dos querubines hechos del mismo metal labrado, colocados frente a frente con sus alas extendidas. Este fue el objeto sagrado que David ordenó traer de regreso a Jerusalén: 1ª Crónicas13:7-11.

 

Más que con el caso de Nadab y Abiú, la ejecución de Uza produce protestas de lectores enseñados que Dios es un Dios de amor y bondad. La Biblia dice que Dios es lento para la ira y grande en misericordia. Pero obviamente no se tomó mucho tiempo para que su ira se encendiera contra Uza. Uza tocó el arca Y ¡Pum! Dios explotó en furia.

 

También se han hecho esfuerzos para suavizar la severidad de este relato, exponiendo la muerte de Uza como algo más natural. Se ha sugerido que Uza respetaba tanto el arca, que al tocarla fue abrumado con miedo y tuvo un ataque al corazón que lo mató al instante. Esta explicación absuelve a Dios de toda responsabilidad. Dice que la interpretación del cronista es meramente un ejemplo de superstición primitiva de la cual está salpicado el AT. La gente busca estas explicaciones no sólo porque nuestra cultura tiene una alergia incurable a todas las cosas milagrosas, sino porque también esta historia ofende nuestro sentido de justicia.

 

El arca era transportada por una carreta de bueyes. Era un día de gozo y celebración nacional. La gloria estaba regresando a la Ciudad Santa. Las multitudes llenaban las calles, el desfile era realzado por el sonido de arpas, liras, tamborines, címbalos y trompetas. Imagine el espectáculo: era como un desfile de independencia. La gente danzaba en las calles. De repente los bueyes tropezaron, y el carro se balanceó. El cofre se resbaló y estaba a punto de caerse al suelo y enlodarse. Era impensable que este precioso objeto fuese deshonrado cayendo en la suciedad.

 

Seguramente la reacción de Uza fue instintiva. El hizo lo que cualquier judío piadoso habría hecho para evitar que el arca cayera en el lodo. Extendió su mano hacia la tambaleante arca para proteger este santo utensilio. No fue un acto premeditado de desafío a Dios. Fue un reflejo. Desde nuestra perspectiva parece como un acto de heroísmo. Pensaríamos que Uza escucharía la voz de Dios desde el cielo gritando, Gracias Uza. Pero Dios no lo hizo, y en lugar de ello, lo mató. Lo aniquilo allí mismo. Otra ejecución rápida.

 

¿Cuál fue el pecado de Uza? Debemos recordar cómo Dios instituyó el sacerdocio y el mandamiento que les dio. Para ser sacerdote en Israel, uno tenía que ser de la tribu de Leví. Todos los sacerdotes eran Levitas, pero no todos los Levitas eran sacerdotes. Una rama especial de la familia de los Levitas era el clan de los Coatitas. Ellos eran descendientes de Coat, y estaban consagrados por Dios para una tarea muy especializada. Eran entrenados para ejecutar un trabajo básico como cuidar de los artículos sagrados del tabernáculo: Números 4:4.

 

Es importante recordar que el tabernáculo era una carpa portátil. Cuando las tribus de Israel se movían, llevaban el tabernáculo para que Dios estuviera con ellos. Cuando el tabernáculo era transportado, era necesario primero, cubrir y proteger los utensilios santos. Números 4:15.

Para reforzar este mandamiento, Dios agrega más estipulaciones: Números 4:17-20. Uza era probablemente un Coatita. Él sabía exactamente cuáles eran sus tareas. Había sido entrenado en la disciplina de su llamado. Entendía que tocar el arca era una ofensa capital. A ningún Coatita, bajo ninguna circunstancia, se le permitía tocar el arca. Ninguna emergencia era motivo para quebrantar ese mandamiento inviolable. 


 

 

La elaborada construcción del arca, completa con sus argollas de oro a través de las cuales las varas eran insertadas, era tal que hacía claro que no se le podía tocar. Los hombres comisionados a transportar el arca sólo podían tocar las argollas y las varas, y era su tarea cargar el arca por las varas. Además, nada se había dicho acerca de acelerar el proceso, transportando el arca en una carreta de bueyes. Dios era tan preciso acerca de las cosas santas del tabernáculo, que los Coatitas no podían ni siquiera ver el arca. Esto era también un crimen capital. Dios decretó que si un Coatita tan sólo miraba por un instante el arca en el lugar santísimo, moriría. De modo que Uza no sólo tenía prohibido tocar el arca, sino aún mirada.

 

Pero él la toca de todas maneras. Alargó su mano y la colocó sobre el arca para evitar que cayera al suelo. ¿Fue esto un acto de heroísmo santo? ¡No! Fue un acto de arrogancia, un pecado de pretensión. Uza asumió que su mano estaba menos contaminada que la tierra. Pero no era la tierra o el lodo lo que profanaría el arca. Era el toque del hombre.

 

La tierra es obediente, hace lo que Dios le dice que haga. Produce su cosecha a su tiempo, obedece las leyes de la naturaleza que Dios le estableció. La tierra no cometió traición cósmica. No hay nada contaminado acerca de la tierra. Dios no quería que su Santo trono fuese tocado por nada contaminado con el pecado, con lo que se le hubiera rebelado, aquello que hubiese hecho que la creación completa se arruinase y que la tierra, el cielo y las aguas gimieran juntas con dolores de parto, esperando el día de la redención.

 

Era el toque del hombre lo que Dios había prohibido.

 

Uza no fue un hombre inocente. A él no se le castigó sin advertencia. Él no fue castigado sin haber violado una ley. Este acto de justicia divina no fue caprichoso. No hubo nada arbitrario o errático acerca de lo que Dios hizo, aunque fue inusual, y por esa razón la ejecución repentina y radical nos sorprende, nos escandaliza y nos ofende.

 

Hay una razón por la cual nos ofendemos y nos indignamos por historias como las de Uza y la de Nadab y Abiú. Encontramos estas cosas difíciles de digerir, porque no entendemos cuatro conceptos bíblicos de vital importancia: santidad, justicia, pecado y gracia.

 

No entendemos lo que significa ser santo, no entendemos qué es la justicia, no entendemos qué es el pecado y no entendemos qué es la gracia.

 

La historia de Uza es un ejemplo de justicia, no de misericordia divina. Pero ni siquiera podemos comenzar a entender la misericordia divina hasta que entendamos algo de la justicia divina.

Cuando la Biblia habla de la justicia de Dios, la conecta usualmente a la rectitud de divina. La justicia de Dios es conforme a su rectitud. No existe justicia sin rectitud; así, Siendo Dios rectitud total, así será su justicia.

 

La justicia de Dios siempre es y será una expresión de su carácter Santo.

 

La palabra justicia en la Biblia se refiere a la conformidad a una regla o norma. Dios actúa por las reglas. La norma final de justicia es Su propio carácter Santo. Lo que Dios hace es siempre consistente con quién es Dios. El siempre actúa conforme a su carácter Santo. En El no hay cambio alguno. Siendo Dios Santo, Él es absolutamente incapaz de un acto impío. Sólo los seres impíos cometen actos injustos y perversos. La injusticia humana a veces se describe en términos de no ponerse derecho. Nosotros somos desviados, por eso se describe a los criminales como que necesitan enderezarse.

 

Dios jamás ha hecho una cosa desviada o incorrecta.

 

El mató a Nadab y Abiú; El mató a Uza e hizo lo mismo con Ananías y Safira en Hechos 5. (También hay ejemplo en el NT). Todos estos fueron actos rectos de juicio. La Biblia enseña claramente que Dios es el Juez supremo del universo.

 

Muchos después de leer estas historias se preguntan si Dios es en realidad un juez justo. Pues para ser el Juez supremo de cielo y tierra Él debería de ser justo. Si el juez supremo es injusto, no podemos esperar que la justicia prevalezca alguna vez. Nosotros sabemos que los jueces terrenales pueden ser corruptos, reciben sobornos, muestran parcialidad, a veces actúan con ignorancia o cometen errores. Pero no es así con Dios. En El no hay corrupción, nadie puede sobornarlo, Él no es parcial, no muestra favoritismo. Deuteronomio 10:17.

 

Dios nunca actúa en ignorancia y nunca comete errores.

 

La gente puede pedir que se procese a los políticos, pero sólo un necio pediría que se procesara a Dios. El patriarca Abraham lidiaba con el tema de la justicia de Dios, cuando Él le anunció que iba a destruir a Sodoma y Gomorra. La destrucción de las ciudades sería total: hombres, mujeres y niños. Abraham se turbó, preocupado porque a causa de esta ira divina sobre las ciudades, gente recta perecería junto con los culpables. Si Dios arrasaba las ciudades en un acto de juicio, Abraham temía que el juicio seria indiscriminado, así como cuando un maestro castiga a toda la clase por las fallas de un alumno: Génesis 18:23-25.  

 

El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Jamás se ha hecho una pregunta más retórica que ésta. Abraham asumió que matar a los justos junto con los malos estaba lejos de toda posibilidad con Dios. En realidad, Abraham no podía concebir cuán lejos era de Dios un acto así. No había la mínima posibilidad de que Dios condenara a los rectos junto con los culpables, porque Dios no hace eso. Si lo hiciera, cesaría de ser Santo, cesaría de ser Dios.

 

 

Dios estuvo dispuesto a ser condescendiente con Abraham y le dijo que si encontrara a cincuenta justos en la ciudad, Él la perdonaría. O lo haría por cuarenta y cinco, o por treinta, o por diez. En este punto, Abraham sólo tenía que encontrar diez personas justas para que Dios perdonara la ciudad. El texto implica que Dios hubiera perdonado la ciudad por una sola persona, si Abraham la hubiese encontrado. ¿Y qué sucedió a Sodoma y a Gomorra? Génesis 19:27-28. El Juez del cielo y de la tierra hizo lo recto. Ninguna persona inocente fue castigada.

 

La justicia de Dios nunca está divorciada de su rectitud. El jamás condena al inocente, nunca absuelve al culpable, nunca castiga con severidad excesiva, y nunca falla en recompensar a los justos, porque su justicia es perfecta.

 

Pero Dios no siempre actúa con justicia. Algunas veces actúa con misericordia. La misericordia no es justicia, pero tampoco es injusticia. La injusticia viola la rectitud, mientras que la misericordia manifiesta bondad y gracia sin transgredir la justicia. Nosotros podemos ver no justicia en Dios, que es misericordia, pero jamás veremos injusticia en El.

 

¿Por qué la diferencia tan obvia entre el tono del AT y NT? El AT parece mostrar a un Dios más severo que el que muestra el NT. Eso lo veremos la próxima clase. Justicia Santa Parte 2.

Un Dios Santo 11: Contender con Dios Parte 1. Habacuc 1:2-4.

La máxima expresión de la ira y la justicia de Dios se pueden ver en la cruz del calvario, es ahí donde la justicia santa de Dios se hace ...