lunes, 6 de febrero de 2017

El Evangelio De Juan 10: Agnus Dei. Juan 1:19-34.

El primer capítulo del evangelio del apóstol Juan está dedicado en su mayoría a presentarnos la unión hipostática, un Jesús 100% ser humanos en la Encarnación y al mismo tiempo un cristo 100% DIOS en la creación y sustentación del universo.

Ahora juan el apóstol en los versículos del 19 al 34 nuevamente dirige su atención a su homónimo Juan el bautista. De los versos 19 al 28, prácticamente son una consolidación de lo dicho anteriormente en los versículos del 6 al 8.

Presenta a Juan el bautista como aquel que da testimonio, el mártir por la causa de Cristo, Juan el bautista al ser interrogado por los dirigentes de los judíos claramente confiesa yo no soy el Cristo.

Ya lo entendimos, la misión de Juan era solo la de preparar el camino al Señor Jesús, en su debido momento él menguó, fue a menos, voluntariamente dejó la fama, el reconocimiento público y puso los reflectores en Cristo, algo digno de imitar en nuestros días de egocentrismo desmedido por parte de la gran mayoría de los dirigentes de los movimientos mal llamados cristianos, pues si en realidad fueran cristianos hablarían únicamente de Cristo.

Los dirigentes judíos, desesperados le reclaman a Juan el motivo por el cual bautizaba si el mismo no se consideraba ni el profeta, ni Elías ni el Cristo.

Sutilmente le estaban preguntando ¿Quién te dio la autoridad para ejercer una función religiosa si no eres nadie especial?

Lo que molestaba a aquellos sacerdotes, que estaban interrogando al hijo de un sacerdote, no era tanto la predicación como el hecho de que bautizaba. Los sacerdotes pretendían saberlo todo acerca de los lavamientos. Desde luego sabían que no cualquiera podía administrar los ritos de la purificación.

Juan contesta y deja callados a sus adversarios, que se nota no estaban preparados para este tipo de respuesta tan profunda espiritualmente:

Yo bautizo en agua (solo un signo exterior), dando a entender nuevamente que él no es nadie por sí mismo, que no tiene ningún tipo de gracia especial que lo sostenga, más en medio de ustedes esta uno al que ustedes no conocen.

¿Cómo podía Juan el bautista tildar de ignorantes a los maestros y doctores de la ley mosaica? ¿Acaso no son ellos los que pasan largas horas estudiando la ley? Esto ya lo explicamos anteriormente, es porque ellos esperaban un mesías rey, que los libertara de la opresión de sus enemigos e instaurara el reino de David, es decir el esplendor judío como potencia nacional.

En el versículo 27 Juan el bautista nuevamente da señales de lo que es la verdadera humildad ante la majestad de Cristo diciendo que él ni siquiera es digno de desatar la correa de su calzado. Marcos 1:7.

Desatar las sandalias era oficio de esclavos. Lo hacían cuando sus amos volvían a casa, antes de lavarles los pies según la costumbre. Si Juan se tenía por indigno e incompetente para ese honor de servir a Cristo en el inferior de los oficios de un esclavo, ¡cuán indignos deberíamos tenernos nosotros de servirle!

Por eso es que el pensar que le hacemos un favor a DIOS al venir a la iglesia o al servir es una incoherencia y es no conocer la majestad del Rey Todopoderoso, él no nos necesita, no le hacemos falta para servirle, ni siquiera estamos calificados para encorvarnos y desatar sus sandalias, cuanto y más estamos descalificados para servir en la iglesia.

O peor aún, aquellos que se la pasan declarando, atando, desatando, estableciendo y decretando sus deseos, ordenándole a DIOS que hacer y cuando hacerlo, ignoran que el mayor hombre nacido de mujer (Mateo 11:11) es decir Juan el bautista no se consideraba ni al grado de un esclavo a sus pies.

Al siguiente día de sucedido esto Jesús se presenta a Juan el bautista, lo cual causa un gran impacto en Juan y dice una frase que ha hecho eco en la cristiandad por siglos: he aquí el cordero de DIOS que quita el pecado del mundo.

Aquí nos vamos a detener y enfocar nuestra atención un momento, pues es la esencia de nuestra enseñanza de hoy.

¿A qué se refiere Juan con esa frase?
¿Por qué compara a Cristo con un cordero?
¿Cómo puede quitar el pecado del mundo?

Juan el bautista, como buen judío conocía perfectamente la historia de la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de 400 años en Egipto, este relato lo encontramos en el libro de Éxodo Capítulos del 3 al 12.

En el capitulo 3 leemos el llamamiento de Moisés por parte de DIOS en medio de la zarza que ardía pero que no se consumía, y su comisión para ir a hablar con el faraón a exigirle dejar en libertad a su pueblo.

En los siguientes capítulos encontramos las muy famosas 10 plagas de Egipto, las cuales fueron enviadas con el propósito de humillar públicamente a cada uno de los dioses que se veneraban en ese país y que el DIOS verdadero fuera exaltado y reconocido: Éxodo 7.1-7.



Las plagas y su respectivo dios humillado fueron:

1.      El agua en sangre. Hapi dios del rio Nilo.
2.      Plaga de ranas. Heket diosa con cabeza de rana.
3.      Piojos. Sebek dios protector de la tierra.
4.      Moscas. Sebek.
5.      Ganado muerto. Hathor diosa con cabeza en forma de vaca.
6.      Ulceras. Imhotep dios de la medicina.
7.      Granizo y fuego. Nut la diosa del cielo.
8.      Plaga de langostas. Min diosa de la vegetación.
9.      Oscuridad 3 días y 3 noches. Horus el dios sol.
10. Muerte de los primogénitos. Amón Ra dios de la vida.

Pero es la décima plaga, la muerte de los primogénitos la que nos interesa en nuestra enseñanza de hoy, pues DIOS advirtió a Moisés que se preparara el pueblo para ella. Éxodo 12:3-8.

Juan el bautista presento a Jesús como el cordero de DIOS haciendo una clara alusión al cordero de la pascua, el cual era una sombra, solo una figura o tipo de lo que sería el sacrificio de Cristo por la humanidad al derramar su preciosa sangre en la cruz del calvario.

¿Por qué tuvo que haber derramamiento de sangre de parte de Cristo?

La única forma de que DIOS perdone los pecados es por medio de la sangre, nuestro DIOS es DIOS de Justicia y la justicia es básicamente equilibrio, el pecado trae consigo la muerte tanto espiritual como natural Romanos 3:23, por lo tanto, debe de verter vida para traer equilibrio en la situación Levítico 17:14.

Es por esto que sin derramamiento de sangre no hay perdón Hebreos 9:22.

Para el pueblo de Israel le es dado como mandamiento para poder expiar sus pecados el ofrecer holocaustos y ofrendas de manera continua, pues los sacrificios de animales no quitan el pecado: Hebreos 10:4. Es solo la sangre de CRISTO LA QUE LIMPIA TODO PECADO 1a Juan 1:7. Apocalipsis 1:5.

El cordero que iba a ser sacrificado para la primera pascua debía ser perfecto, sin manchas en su pelaje, sin ojo nublado, pezuña rota, absolutamente ningún defecto podía tener o sería rechazado y esto nos habla de la impecabilidad de Cristo, el cual NO cometió ningún pecado para ser el sacrificio perfecto.

Ese cordero sería sacrificado y la sangre debía ser esparcida por medio de un hisopo, que era un manojo de hierba y aplicaron tres señales: Éxodo 12:21-22.

La sangre de Jesús deja tres señales en el ser humano:

1)    La señal interna: se trata de la limpieza interior.   Nuestro pasado ya desapareció y Dios no se acuerda de él. Ya no necesitamos andar removiendo el ayer, pidiendo perdón permanentemente por lo mismo. Dios lo borró de su mente.

2)    La señal externa: está tipificada en el Antiguo Testamento en Levítico 8:22-23. Al igual que en la pascua, cuando SEÑALARON los postes y los dinteles de las puertas con la sangre del cordero sacrificado para esa ocasión, Moisés SEÑALO a su hermano Aarón con la sangre del carnero, en el lóbulo y los pulgares derechos.

Es nuestra nueva manera de vivir, no podemos solo decir que somos lavados por la sangre y vivir como lo hacíamos antiguamente, la regeneración se debe de notar pues en nuestro interior que fue lavado con la sangre del Cordero, ahora vive Cristo y Él nos lleva a vivir diferente, es el camino a la santidad.

3)    La Señal Eterna: la señal que deja la sangre de Jesús sobre de sus hijos es a prueba de tiempo, es permanente, no se quita jamás. Romanos 8:31-39.

Cuando una persona está marcada con la sangre del Cordero, haga lo que haga, diga lo que diga, piense lo que piense, JAMÁS se le quitara la señal con la que está marcado…es simplemente ETERNA. Hebreos 13:20-21.

Si tenemos la señal interna fácilmente se notará la señal externa y eso asegura la señal eterna, en otras palabras, si Cristo lavó nuestro interior con su sangre entonces se notará un estilo de vida nuevo y esa es la marca de la seguridad de nuestra salvación.

La pregunta del día de hoy es ¿Tenemos las marcas de la sangre de Cristo en nuestras vidas? ¿Cómo podemos saberlo? Sencillo:

·         Primero ¿Reconoces que necesitas ser limpiado en tu interior? ¿Reconoces que eres un pecador y que sin la sangre de Cristo estás perdido? Si es afirmativa tu respuesta tienes la señal interna.

·         Segundo ¿Te duele pecar? ¿Te pesa el no cumplir con la voluntad de DIOS? ¿Ya no pecas a gusto? ¿Estás peleando decididamente con los hábitos pecaminosos de tu carne y buscas madurar en la fe? Sí es si tu respuesta, entonces tienes la señal externa.

·         Tercero ¿Confías completamente en la obra de Cristo en la Cruz? ¿Crees con todo tu corazón que estás en el hueco de la Mano de DIOS y que de ahí nadie te puede arrebatar? Si es así, tienes la señal eterna.

Y no olvides que ninguna de estas viene de nosotros, fue la sangre del Cordero la que nos marcó para siempre como propiedad del Señor.

Juan el bautista termina su presentación de Jesús al pueblo de Israel reconociendo su grandeza y reconociendo también que el que capacitó al Señor Jesús para su obra Mesiánica fue el Espíritu Santo. (De este tema hablaremos después, más adelante).

Juan 1:30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. 31 Y yo no le conocía; más para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. 32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. 33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. 34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.



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