lunes, 2 de septiembre de 2019

El Evangelio De Juan 140: Ser Testigos De Cristo. Juan 20:19-25. Lucas 24:36-49.


Después de resucitar, el Señor Jesucristo apareció primeramente a María Magdalena que estaba a las afueras del sepulcro con la esperanza de al menos encontrar el lugar donde se hubieran llevado el cuerpo de su Señor, lo que recibió no fue un cadáver, sino al Señor mismo resucitado dándole una encomienda, que ella de inmediato y con gusto cumplió.

Después, sabemos que se le apareció al apóstol pedro, aunque solamente tenemos breves menciones, así que no sabemos qué sucedió en específico en ese encuentro, posteriormente, ese mismo día, es decir el domingo por la tarde, el Señor ahora hace acto de presencia a dos discípulos, no apóstoles, si no discípulos que estaban realizando un recorrido de Jerusalén a una aldea a diez kilómetros llamada Emaús, solo que ellos no lo reconocieron hasta mucho después, lo que es importante recalcar, es que ellos aún no habían entendido la mesiandad del Señor, ellos esperaban que fuera el Mesías político-militar que librara al pueblo de sus enemigos y los restableciera como potencia, tal y como lo fueron en épocas del rey David.

Ellos, al igual que los judíos desde esa época hasta la actualidad, no han entendido que para el Mesías, el camino a la Gloria era el sufrimiento, por lo tanto, durante el camino a Emaús el Señor fue mostrándoles por medio de las Escrituras, es decir desde Génesis hasta Malaquías, como hablan de él y del camino a seguir, pero cuando llegaron a la aldea ellos le pidieron al Señor que se quedara a lo cual él accedió, ellos le dieron el honor del anfitrión de bendecir los alimentos y cuando les estaba repartiendo el pan, milagrosamente fueron abiertos sus ojos para reconocerlo, pero en se mismo instante el Señor desapareció de su vista.

Ellos de inmediato reaccionaron y fueron nuevamente a Jerusalén para llevar la buenas nuevas, no importando que ya fuera de noche y que acaban de caminar esos diez kilómetros, las noticias eran demasiado maravillosas como para callarlas un momento más. Al llegar a donde estaban reunidos los once, se encontraron con la nueva de que también había aparecido a Pedro.

Aun es domingo, todavía es el primer día, no solo de la semana, sino de la resurrección del Señor Jesucristo y él aún se sigue presentando a los suyos, el relato lo encontramos paralelo en los evangelios de Lucas, que lo narra de corrido con la aparición a los dos en el camino a Emaús y también lo encontramos en Juan que lo narra después de la aparición a Magdalena.

Veremos primeramente le relato del evangelio de Juan y lo completaremos intercaladamente con lo relatado por el evangelio de Lucas.

19. Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.

Juan es muy enfático en mencionar que es aquel mismo día, es decir todavía es el primer día de la semana, De acuerdo a como calculan los judíos los días, ya no era el primer día de la semana. Pero Juan, aunque judío, escribe mucho después que Mateo, Lucas y Marcos, y no parece preocuparse de los cálculos judíos del tiempo.

Por miedo a los judíos, es decir al sanedrín, los discípulos habían cerrado las puertas. Los dirigentes habían provocado la muerte de Jesús, entonces pensaban ¿Qué impediría que siguieran ellos? El lugar exacto en que se reunieron los discípulos, no se indica. Algunos creen que podría ser el lugar indicado en Hechos 12:12.

Sabemos por lo relatado en Lucas 24:36 que estaban reunidos no por casualidad, sino todo lo contrario, las noticias que habían llevado las mujeres, pero sobre todo pedro los había hecho salir de sus casas y juntarse a deliberar lo que pasaba, en eso estaban cuando llegaron Cleofas y su amigo a contarles lo que ellos acaban de pasar con el Señor.

En realidad, no nos sorprende que los discípulos buscaran la compañía mutua esa noche de domingo. De repente se apareció Jesús, en medio de ellos. Pero ¿cómo era posible, si las puertas estaban cerradas? Las puertas, en plural, se refiere, quizá, al portón de la casa y a la puerta de la habitación en la que se encontraban; pero también puede indicar las dos hojas del portón de la entrada.

A la pregunta acerca de cómo fue posible esta repentina aparición de Jesús se ha dado toda clase de respuestas. Algunas de ellas deben descartarse de inmediato; por ejemplo, Jesús se había escondido de antemano en la habitación; se “introdujo secretamente” con los hombres de Emaús; entró por la el equivalente oriental de una ventana; descendió por el techo; etc. La Biblia no responde. Un día lo entenderemos. Dicho de otra forma, se podría afirmar, solo podemos apuntar que El cuerpo resucitado tiene cualidades diferentes a las del cuerpo antes de la resurrección. 1ª Corintios 15:35–44. Filipenses 3:21. Aunque esto en realidad no responde a la pregunta específicamente, al menos no nos deja en total ignorancia.

Ambos escritores, Lucas y Juan relatan que el saludo de Jesús fue: paz a ustedes, muy probablemente les haya dicho shalom que en su idioma original significa: la paz de DIOS.

20. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.

Que el Señor les haya mostrado las manos y el costado implica muchísimo:

1.    La persona que está en medio del pequeño circulo es realmente Jesús. No es alguien distinto. Las señales de las manos (donde habían estado los clavos) y la herida del costado lo identifican.

2.    Jesús tiene un cuerpo real. Tiene manos. Muestra el costado perforado. No es un fantasma. Que tomen nota de esto los docetas. En tiempo de Juan había muchos y en los tiempos del apóstol Juan aun más, no es de extrañarse que lo haya escrito entonces.

3.    No fue sólo el espíritu de Cristo el que había resucitado, como lo enseñan algunas sectas, sino también el cuerpo. Fue en realidad una resurrección corporal.

4.    La paz pronunciada a los discípulos—no sólo pronunciada sino de hecho dada—era real; había sido comprada a gran costo. Que los discípulos miren sus manos y costado. Luego que mediten y adoren.


Pero esta situación no salió de la nada, tuvo un motivo, Lucas 24:37. Nos dice que los discípulos estaban espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu.

Así que los discípulos no se regocijaron de inmediato. Primero, cuando lo vieron frente a ellos tan de repente, se asustaron. Pensaron que estaban viendo a un espíritu. Luego Jesús, con tierno amor, dijo: Lucas 24:38. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39. Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. 40. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.

Lo que Jesús quería que ellos vieran es sin duda los estigmas, las marcas de su crucifixión. Por supuesto, para nosotros que aún no poseemos el cuerpo de la resurrección, es imposible entender cómo era posible que el cuerpo de Jesús fuera, por una parte, tan distinto a nuestros actuales cuerpos que podía entrar en una habitación sin abrir puerta o ventana, y al mismo tiempo tan similar a los nuestros que incluso las marcas mismas de su crucifixión todavía se veían.

Juan 20:21. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío.

A todos los presentes, es decir a los diez apóstoles, los hombres de Emaús, y otros discípulos más que se encontraban, Jesús les repite, Paz a vosotros. No debe de sorprendernos que se repita la declaración del Señor, después de todo, en su repentina aparición había producido en ellos mucho alboroto y alarma inmediata. Aunque este miedo ya se hubiera mitigado en gran parte, y ahora en su lugar hubiera regocijo, estas palabras a los presentes podían muy bien repetirse: Shalom.

Shalom tiene un sentido que va más allá de la simple falta de problemas o la no existencia de luchas en nuestras vidas. Shalom comunica la idea de la prosperidad, de estar saludable, estar completo, estar a salvo, estar bien, etc. Nos habla de los planes de bien de DIOS para nosotros, un bienestar físico, mental, emocional, espiritual, económico, social, etcétera, LA PAZ DE DIOS ES UNA PAZ INTEGRAL.

Después les dice una variante de lo que mencionó en Juan 17:18. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Solo que ahora no está hablando con el Padre, les habla a los discípulos: Como me envió el Padre, así también yo os envío.

Jesús sigue pensando en el mensaje de redención en Cristo para la gloria de Dios, él establece una doble comparación, entre el Padre como el que envía y él mismo como Enviado. Las dos comparaciones se funden en la idea de que, así como el Padre ha enviado a Jesús al mundo con un mensaje, así también Jesús ha enviado a los discípulos al mundo con un mensaje. El mensaje, además, es el mismo, el de la redención de Cristo.

Basados en el hecho de que además de los diez había otras personas en la habitación algunos han sacado la conclusión que en este enviar no hay nada oficial. Sin embargo, debe de ser todo lo contrario, si solo a los apóstoles se les hubiera encomendado la tarea de llevar el mensaje de perdón de pecados en el sacrificio de Cristo, hace diecinueve siglos habría acabado.


Juan 20:22. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 23. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.

Habiéndoles recordado a los discípulos el hecho de que su resurrección no los eximía en modo alguno de su tarea divinamente ordenada, Jesús sopló. El texto no dice, sopló sobre ellos, sino simplemente sopló. Del griego emfusao (ἐμφυσάω, G1720) que simplemente significa soplar, no es pneuma que se traduce como soplo o espíritu, así que no se refiere al Espíritu Santo saliendo de la boca del Señor hacia los ahí reunidos.

Este soplar más bien fue un acto simbólico de un don específico del Espíritu Santo. En un sentido, este don se comunica a toda la iglesia. Sin embargo, lo han de ejercer los oficiales o ministros ordenados de ella, sólo ellos, en forma corporativa. Este don particular que se indica en este pasaje es el de perdonar o retener los pecados, que en este contexto debe significar, declarar que los pecados de alguien son o perdonados o retenidos ósea no perdonados.

Que los apóstoles no pueden actuar independientemente, o sea, aparte del Espíritu que habla en la Palabra, resulta evidente por el hecho de que el don se vincula con el Espíritu. “Recibid el Espíritu Santo … Si perdonáis los pecados a alguno, le son perdonados”, etc. Las absoluciones que se dan en forma arbitraria no reciben confirmación en el cielo. La iglesia, por medio de sus oficiales, sólo tiene derecho a declarar que los pecados son perdonados o retenidos cuando actúa en armonía con la Palabra inspirada del Espíritu.

Pero cuando sus acciones están en armonía con la Palabra, que exige que la disciplina se ejerza en el espíritu de amor, entonces este poder es muy real, y se aplica a cualquiera cuyos pecados son declarados como perdonados o retenidos.

Este pasaje ciertamente nos recuerda Mateo 16:19 y 18:18. Es evidente que los pasajes de Mateo se refieren a la autoridad que la iglesia ejerce por medio del oficio apostólico, aquí en Juan 20:23 el significado es el mismo. Es un pasaje que nos habla de autoridad, esta autoridad que implica el derecho de expulsar de la iglesia y de restaurar al pecador a su comunión, debe ejercerse en el espíritu de amor y encontramos su propósito en Efesios 4:12-13.

Los apóstoles, reunidos en esta habitación ese día glorioso de la Resurrección necesitaban este consuelo. Por sí mismos eran débiles y pecaminosos. Se había demostrado esto repetidas veces, incluso durante los últimos días. ¿Tenían todavía el derecho de llamarse apóstoles, representantes oficiales de Cristo, escogidos para llevar su mensaje a los hijos de los hombres y para ejercer autoridad en la compañía de los creyentes? El Salvador resucitado pronuncia estas palabras de aliento. Porque Cristo sabe que, sin autoridad, el caos se apodera de todo.

Pero aun no es todo lo que sucedió ese día, Juan termina aquí su narración pues salta de inmediato a recalcar que faltaba Tomas de entro los once, pero Lucas nos da más detalles importantes. Lucas 24:41. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42. Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. 43. Y él lo tomó, y comió delante de ellos.

Los discípulos no podían creer a causa del gozo que él de verdad estaba parado en medio de ellos vivo y sano, era casi imposible. ¿Era un espíritu lo que estaban viendo? Fue por esta razón que el Señor, paciente como siempre, comió delante de ellos un trozo de pez asado para convencerlos que no estaban viendo un espíritu sino a su propio Salvador y Señor Jesucristo.

44. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos.

Desde este punto las palabras de Jesús no fueron dichas necesariamente el domingo de resurrección. Pueden haber sido dichas entonces, pero también pueden haber sido dichas en apariciones posteriores y recopiladas por Lucas como un relato único así que vamos a hacer lo mismo. Cuando quiera y dondequiera que hayan sido dichas, una cosa es segura: El Señor quiere que todos sepan que lo que le había sucedido era el necesario cumplimiento del plan de Dios tal como se había revelado previamente en los escritos sagrados.

Es de resaltar las palabras cuando todavía estaba con ustedes. Jesús quiere que sus discípulos se den cuenta que ha cesado la anterior relación con ellos y no se reanudará, al menos no como ellos esperaban, será aun mejor, por medio del Espíritu Santo y su iglesia.

45. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; 46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

En estas palabras podemos resaltar al menos cuatro puntos relevantes:

a.    Jesús hace ahora con todo el grupo con que está hablando lo que ya había hecho con los hombres de Emaús: les da la llave de las Escrituras. El ilumina sus mentes para que en todas las Escrituras vean a Cristo: su sufrimiento y su resurrección.

b.    Les hace ver que él tenía que sufrir y resucitar al tercer día, para que las buenas nuevas de la salvación por medio de la conversión y el perdón de pecados pudieran proclamarse a todas las naciones.

c.    En su nombre, es decir, sobre la base de su autorrevelación.

d.    Esta proclamación, si bien comenzaría en Jerusalén, debía esparcirse desde allí hacia todas las naciones.

48. Y vosotros sois testigos de estas cosas.

Puesto que los discípulos de Cristo, en primer lugar, los del círculo íntimo, pero en cierto grado también el círculo más amplio de creyentes:

·         Han visto las obras del Señor.
·         Han escuchado sus palabras.
·         Han experimentado en sus corazones el significado y el valor de las buenas nuevas.

Ellos deben dar testimonio respecto de ello. Ellos son y deben ser testigos de Cristo.



49. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

Aunque tiene que ver especialmente con los Once, lo que aquí se registra tuvo y tiene significado para cada creyente. Jesús está informando a los apóstoles que está por enviar sobre ellos lo que el Padre prometió, el Espíritu Santo. Aquel Espíritu los capacitará para ser testigos verdaderos y eficaces. Ellos deben permanecer en Jerusalén hasta que reciban este gran don.

Esta promesa se cumplió en el día de Pentecostés; es decir, el cincuentavo día después de la resurrección de Cristo, el décimo después de su ascensión. Se aprecia claramente en el libro de Hechos que por medio de las palabras de Jesús al abrir sus mentes y por medio del derramamiento del Espíritu Santo sobre ellos, estos hombres llegaron a ser verdaderamente testigos eficaces. Sin duda, el discurso de Pedro el día de Pentecostés es una muestra de este incrementado poder y eficacia.

La pregunta que todos debemos hacernos antes de partir el día de hoy es ¿Somos testigos de Cristo?

Lucas usa la palabra griega martur (μάρτυς, G3144), de donde proviene la voz castellana mártir, uno que da testimonio mediante su muerte. Pero también denota a uno que puede certificar o certifica aquello que ha visto u oído, o conoce.

Al igual que los discípulos ese día nosotros también:

·         Hemos visto las obras del Señor: vidas transformadas, el mayor milagro posible.
·         Hemos escuchado sus palabras.
·         Hemos experimentado en los corazones el significado y el valor de las buenas nuevas.
·         Hemos sido investidos del Espíritu Santo.

Por lo tanto, no hay nada que impida que certifiquemos que Cristo es el Señor y Salvador de nuestras vidas.

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