lunes, 30 de septiembre de 2019

El Evangelio De Juan 144: Puestos Los Ojos En Jesús. ¿A Ti Qué De Juan? Juan 21:20-25.



El día de hoy terminamos de escudriñar el evangelio de Juan después de 144 enseñanzas, aunque aún nos hace falta una enseñanza más para poder cerrar está serie de manera adecuada y dar pie a la siguiente serie de enseñanzas basadas en la predicación expositiva del Libro de los Hechos.

El último capítulo del evangelio de Juan, ya sea que él lo haya escrito o solo lo haya dictado, nos muestra a Jesús resucitado, glorioso, amoroso y paciente para con sus discípulos, o al menos los siete que ahí estaban a las orillas del mar de Tiberias,  que cansados después de no pescar nada en toda la noche, al encontrarse con el Señor son testigos de varios milagros, el mayor de ellos, la restitución de Pedro a su oficio apostólico, así como Pedro negó públicamente al Señor en tres ocasiones, es restaurado por el Señor Jesucristo por medio de tres preguntas: ¿Me amas más que a ellos (los discípulos)? ¿Me amas? ¿Me quieres?

En las tres ocasiones Pedro responde afirmativamente, a lo cual el Señor le instruye a apacentar sus corderos, cuidar sus ovejas y proteger sus ovejitas, una vez más el Señor en su infinito amor incondicional da muestras de su paciencia, gracia y misericordia.

Pero el capitulo aun no ha terminado, como lo dijimos la semana pasada, todo el es una historia completa, nosotros la hemos seccionado en varias partes para su mejor comprensión, pero todo lo que aquí encontramos sucedió de manera conjunta. Lo siguiente que encontramos es lo que sucedió después de que el Señor Jesús le dice a Pedro: sígueme.

Como lo aclaramos la semana pasada, no se refería a seguirlo literalmente a todos lados, pues dentro de no muchos días ascenderá a los cielos a ocupar su trono a la diestra del padre, se refiere en primer lugar a seguirlo como discípulo suyo, tal y como le dijo en la primera pesca milagrosa: desde hoy serás pescador de hombres.

Juan 21:20. Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

Jesús se aparta del grupo a fin de que, llegado el momento, pueda desaparecer de la vista en forma tan repentina como había aparecido. Pero al apartarse, parece que Pedro anduvo con él. Algunos opinan que Pedro lo hizo porque había tomado en forma literal lo que Jesús había querido que se entendiera metafóricamente, tal parece ser que es así, pues dentro de poco El Señor le repetirá la instrucción.

Habiendo caminado unos pasos al lado de Jesús, Pedro, dándose vuelta, advierte que alguien los sigue. Ese alguien era el discípulo a quien amaba Jesús, al mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Es obvio que se refiere al mismísimo Juan. El hecho de que describa de esta forma, es un indicio más de que fue dictado y no escrito por Juan en persona.

No es sorpresa que Juan los siguiera, después de todo, Pedro y él casi siempre andaban juntos, eran amigos muy cercanos, a donde iba uno le seguía el otro, si a esto le sumamos que sobre ello, Juan deseaba estar al lado del Señor Jesús, convivir con él, recibir sus enseñanzas y descansar en su amor, esto explica claramente el motivo por el cual, cuando se percató de que avanzaron unos pasos, los siguió para poder estar con ellos.

21. Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

Pedro pierde la perspectiva, después de recibir la instrucción directa y clara de Jesús de seguirlo y comenzar a dar unos pasos a su lado, ahora, al ver que Juan los está siguiendo, aleja su mirada del Señor y la pone en las circunstancias:

¿Es mi amigo, que le va a pasar a él? ¿También ira a glorificar a DIOS con su muerte? ¿Por qué nos sigue si a él no le dieron la instrucción, solo a mí? Pedro quería saberlo. El Señor Jesús le da una respuesta proverbial:

22. Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

Con estas palabras el Señor hace comprender en la mente de Pedro el hecho de que esa curiosidad acerca del futuro de Juan debe ceder lugar a la obediencia al importantísimo mandato que acaba de recibir: Sígueme … Alimenta mis corderos … Pastorea mis ovejas … Apacienta mis queridas ovejas.

Pedro no debe interesarse tanto por el consejo secreto de Dios respecto a Juan, tu mantén la mirada en mí, y deja lo demás. Hay una labor por hacer. Hay almas que alcanzar. Hay una tarea que cumplir, el Señor está interesado en que Pedro concentre su atención en esto.

23. Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

El término hermanos se refiere a los miembros de la iglesia primitiva. Constituían una familia cristiana, y como tal se consideraban como hermanos, lo vemos plasmado en numerosos pasajes del libro de Hechos: 1:16; 2:29, 37; 6:3; 7:2; 9:30.

Estos hermanos interpretaron mal las palabras de Jesús respecto a Juan. También enfatizaron lo que Jesús no había enfatizado. En la observación de Jesús a Pedro lo importante era la orden positiva: Tú, sígueme. Aun hoy en día hay algunos grupos cristianos que creen que el apóstol Juan sigue vivo entre nosotros, aguardando el regreso glorioso de nuestro Señor Jesucristo. Pero ese no fue el sentido de las palabas del Señor.

El resto del dicho: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? era secundario, ese nunca fue el punto a tratar, solo uso un recurso conocido como hipérbole, exagerar la situación con el fin de ser claro.

Lo que Jesús siempre tuvo en mente fue una reprensión necesaria, su intención era apartar la mente de Pedro de la curiosidad para centrarla en su llamamiento. Después de todo, ese llamamiento era el punto crucial: estas restaurado a tu ministerio, ahora sígueme.

Los hermanos, sin embargo, pusieron en primer lugar lo que había sido secundario, y además lo interpretaron mal. Este versículo además es una pista de que Juan dictó el ultimo capitulo o al menos contó la historia y algún líder en Éfeso la añadió bajo su consentimiento al evangelio, pues si Juan ya hubiera esta muerto al momento de escribirse y circular por primera vez su evangelio ¿Por qué molestarse en aclarar este malentendido? Toda duda hubiera desaparecido.

El error se habría corregido por el hecho mismo de la muerte del apóstol Juan, con él todavía vivo se debe corregir el error, a fin de que los creyentes puedan de nuevo enfatizar lo que debe ser enfatizado, y no vean tambalearse su fe cuando Juan muera. Por ello leemos: Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

El siguiente versículo da todavía más confirmación de que Juan seguía con vida: 24. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

Este discípulo (Juan) todavía da testimonio (por la conjugación del verbo en el griego original) y, además, él es quien ha escrito estas cosas. Es como decir este discípulo, Juan, es el que todavía da testimonio oral; y recientemente ha escrito estas cosas.

El versículo 25 muestra claramente que la expresión estas cosas no se refiere al contenido de un sólo capítulo. Se refiere a las muchas cosas que el apóstol relató en los capítulos 1–20. Indirectamente se refiere incluso a los hechos referidos en el capítulo 21, porque este relato acerca de Juan y Pedro y otros discípulos debe haberse conseguido de la boca misma del discípulo al que Jesús amaba. Debe haber tenido su aprobación total la forma en que fue finalmente registrado.

Sin embargo, también resulta claro que otros intervinieron en la redacción del capítulo 21 ya sea en todo, ya en parte, porque la siguiente frase dice: y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.

Cabe resaltar, además, que el cuarto Evangelio recibe aquí el nombre de testimonio. Es la manera de confirmar que es una proclamación oficial, por un apóstol y testigo ocular, de las buenas nuevas respecto a Jesús, el Hijo de Dios.

La frase Sabemos que verdadero es su testimonio, nos dice que lo escribieron habiendo conocido a Juan por mucho tiempo, habiendo vivido con él día tras día, habiendo oído el relato de sus labios y de los de otros, habiendo leído acerca de ello en los Sinópticos, sobre todo: habiendo experimentado el testimonio del Espíritu Santo en sus corazones respecto a la veracidad y excelencia del contenido de este Evangelio, por ello estos hombres escriben como lo hacen, con total seguridad. No nos dicen sus nombres, con toda probabilidad eran los ancianos de la iglesia de Éfeso lugar que Juan pastoreo hasta el día de su muerte.

¿Por que poner este tipo de certificación al cuarto evangelio? Si da muestras de ser genuinamente inspirado en todas y cada una de sus palabras la manera sublime de exaltar la divinidad de Cristo es prueba de ello, si bien este Evangelio no necesita esta certificación, el círculo de influencia de Cerinto sí lo necesitaba.

 Aquellos que habían llegado, como Cerinto, a negar la total divinidad de Cristo, estaba destruyendo el significado de la expiación y minando la fe de la iglesia. Y ese círculo de Cerinto sigue entre nosotros. Ha subsistido a lo largo de los siglos, presentándose en una forma u otra. Es deber de la iglesia estar atenta y ser testimonio cada vez que sea posible.

El capítulo y el evangelio termina con el versículo 25. Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

Este versículo final se ha tomado como hipérbole muchas veces, tratando de disminuir su importancia. Se ha escrito como la opinión subjetiva de un escriba. Pero en realidad estamos frente a una conclusión muy pertinente.

Muchos, muchísimos hechos referentes a la permanencia de Cristo en la tierra habían sido referidos en este libro. Todos ellos servían para fortalecer la fe de la iglesia en la divinidad y suficiencia total de Jesús. Pero, una vez concluido el libro, nadie debe comenzar a pensar que el relato es completo en el sentido de que se hubiera referido todo lo que Jesús hizo.

¿Cómo podría resultar jamás posible que alguien pusiera por escrito el significado pleno de todo lo que Jesús hizo, enumerando los hechos uno por uno, y poniendo de relieve la importancia de cada palabra y acción en los que se manifestó en forma tan gloriosa su amor y todas las otras virtudes divinas?

Es literalmente verdadero que, si se fuera a tratar de hacer esto, se descubriría que ni aun el mundo mismo podría contener los libros que se escribirían, y esto por la sencilla razón de que ningún número finito puede jamás relatar las acciones realizadas por el Amor Infinito.

En este relato hay una lección que todo creyente, en cualquier época, debería tomar en serio, nunca tomar la actitud que el apóstol Pedro, aun después de ser restituido al oficio pastoral y de ser comisionado a seguir al Señor, tomó: quitar la mirada de Cristo.

Pedro, como lo vimos, quitó su mirada del llamamiento santo, de la encomienda sagrada que él Señor le dio, para poner su mirada en alguien más, por el motivo que sea: preocupación por su amigo, celos de que los siguiera sin ser llamado directamente, pero lo hizo, Pedro se puso a mirar a otros y no a Cristo y su llamado.

Una de las cosas que más acaban a un cristiano y que impiden su crecimiento es poner su mirada en alguien más, pues es tiempo totalmente perdido, cuando podría invertir ese tiempo poniendo su mirada en el REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. El rey Saúl puso su mirada en David y no pudo soportar que él haya tenido más habilidad para la guerra, esto degeneró en celos y lo comenzó a perseguir. 1ª Samuel 18:7-9.

Saúl pudo haber aprovechado los dones de David para afianzar su reino y conquistar más territorio, pudo poner la mirada en DIOS y dejar que David aportara, pero hizo lo contrario. Dejemos de mirar al liderazgo, en la iglesia sí, pero también en la casa, el trabajo, la escuela, etc. con malos ojos, el llamado que tenemos es a discernir las enseñanzas, no a criticar las vidas, además:

Que Alguien Ocupe Un Puesto De Autoridad No Significa Es El Mejor En Todo Lo Que Hace.

Debemos de tener especial cuidado, pues cuando alguien pone su mirada en otro que no sea Cristo, su corazón se llena de pensamientos y sentimientos negativos y a veces hasta malos delante de DIOS, Poner la mirada en alguien más, siempre nos hace perder la perspectiva, lo que hacíamos con un amor genuino: orar, leer, asistir y servir en la iglesia, etc. se convierte en una carga pesada y dura de llevar.

·         ¿Por qué él llega tarde?
·         ¿Por qué ella no ayuda?
·         ¿Por qué hacen eso así?
·         ¿Por qué el sí y yo no?
·         ¿Por qué, por qué y por qué?

Cuando tomamos esa actitud perdemos de vista lo que realmente importa en nuestras vidas por estar vigilando lo que ese alguien más hace, o dice, o lleva, o pierde, o gana o etc. Poner la mirada en alguien más, si es con celos envidia y comparación, tarde o temprano nos llevara a la frustración y a la amargura de espíritu.



Una forma muy sencilla de darnos cuenta si hemos puesto la mirada con celos, envidia y comparación en alguien más, es cuando venimos a la iglesia y ya no nos concentramos en lo que venimos a hacer en primer lugar: seguir adorando a nuestro Dios.

No se trata de que cerremos los ojos a lo que acontece a nuestro alrededor, se trata de poner la mirada en Cristo, esto se logra cuando a pesar de todo lo que nos demos cuenta, de todo lo que nos enteramos, de todo lo que vivimos al lado de nuestros hermanos, sea bueno o malo, aun así, seguimos adelante con Cristo, congregándonos en la iglesia que Él ama aun sabiendo como es, lo sabía antes de elegirla como su novia. Hebreos 12:2.








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