domingo, 12 de enero de 2020

Hechos Historia Salutis 14: Pedro Y Juan Ante El Sanedrín. Hechos 4.1-12.




El día de hoy comenzamos con el cuarto capítulo del libro de Hechos, el cual es la continuación natural de los acontecimientos que Lucas narra en el capitulo anterior, recordemos Pedro y Juan cuando iban al templo a orar, se encontraron con un invalido al cual de forma instantánea y milagrosa, en el nombre de Jesucristo de Nazaret le sanaron, lo cual causó un gran impacto en todos los que se percataron del milagro, a lo cual, Pedro como buen evangelista, de inmediato aprovecha la situación para presentar el evangelio.

4:1. Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos.

Cuando la multitud se agolpó en torno a Jesús, las autoridades lo mantuvieron bajo estrecha vigilancia. De igual manera reaccionaron “los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos”, cuando Pedro y Juan hablaron a una gran multitud en el área del templo. ¿Quiénes son estas personas y qué autoridad tienen de arrestar a Pedro y a Juan?

Los sacerdotes estaban organizados en veinticuatro divisiones que servían en el templo bajo un sistema de turnos (Lucas 1:8). Los sacerdotes y los levitas ministraban durante los sacrificios de la mañana y la tarde. El jefe de la guardia del templo era un sacerdote encargado de la fuerza de vigilancia, y su autoridad estaba inmediatamente por debajo del sumo sacerdote; el término de su servicio era indefinido e ininterrumpido; y su responsabilidad era de mantener el orden en el templo y las cercanías.

Los saduceos eran descendientes de sacerdotes, de la línea del sumo sacerdote Sadoc (Ez. 40:46; 44:15–16; 48:11). Sadoc fue un sacerdote durante el tiempo de David y de Salomón (2 S. 8:17; 15:24–36; 1 R. 1:32; 2:35). En años posteriores, los hijos de Sadoc formaron un grupo especial de sacerdotes que mantuvieron su fe en Dios (Ez. 40:45–46; 44:15–17; 48:11). También son mencionados en la literatura intertestamentaria y el Qumrán.

Habiendo formado un partido que controlaba el templo y el sumo sacerdocio, habían alcanzado un enorme poder político. Aceptaban como autorizados solamente los cinco libros de Moisés; el resto del AT tenía para ellos sólo un valor secundario. Por eso negaban las doctrinas relacionadas con el Mesías, los ángeles, los demonios, la inmortalidad y la resurrección.

El partido de los saduceos floreció por más de dos siglos, desde la época de los macabeos en aproximadamente el año 150 a.C. hasta el tiempo de la destrucción de Jerusalén y el término del sacerdocio en el año 70 d.C. La información de que disponemos proviene primariamente del NT y de Josefo, quien, siendo miembro del partido de los fariseos, escribe desde esa perspectiva.

Los partidos de los fariseos y de los saduceos se formaron durante la era macabea. Los fariseos eran numerosos y populares; en cambio los saduceos, no obstante que formaban un partido de minoría, eran ricos y tenían poder político. Los saduceos controlaban el sacerdocio en Jerusalén y tenían el respaldo de las autoridades romanas.


Los saduceos aparecen varias veces en la escena del NT

·         Escuchan la predicación de Juan el Bautista, quien los llama “generación de víboras”.
·         Le piden a Jesús que les muestre señal del cielo (Mt. 16:1) y Jesús previene a sus discípulos de guardarse de la levadura (doctrina) de los saduceos (Mt. 16:6).
·         Le preguntan a Jesús acerca de la resurrección, doctrina que ellos rechazan (Mt. 22:23). Jesús les responde con una cita de uno de los libros de Moisés (Ex. 3:6), ya que ellos aceptaban sólo estos libros como autorizados.
·         Se oponen a los apóstoles, los echan a la cárcel, y los llevan a juicio ante el Sanedrín (Hch. 4:1–21; 5:17–18; 23:6–8).

El día de Pentecostés, una inmensa multitud escuchó el sermón de Pedro. Los sacerdotes, los guardias del templo, y los saduceos que normalmente se refrenaban de hacer cualquiera presencia sobre las grandes multitudes en los patios del templo durante los días de fiesta, fueron alertados cuando las gentes rodearon a Pedro y a Juan en el Pórtico de Salomón. Aun cuando la sanidad del paralítico no haya tenido mayor importancia para aquellos líderes religiosos, la publicidad que se originó con el hecho y el sermón de Pedro sí les preocuparon, por lo que decidieron interrumpir la enseñanza de los apóstoles.

Para evitar que los apóstoles siguieran su comunicación con la multitud, los sacerdotes, la guardia del templo y los saduceos decidieron arrestarlos. La presencia de estos tres grupos de personas para arrestar a dos personas demuestra o incapacidad para controlar a la multitud, o miedo a los comandos militares romanos parados en el templo. Pero en este caso, la multitud actuó ordenada y pacíficamente, en contraste con la ocasión en que Pablo fue arrestado décadas más tarde. Los sacerdotes, la guardia del templo, y los saduceos objetaban, sin embargo, dos cosas: el mero hecho de que Pedro y Juan estuvieran enseñando a la multitud; y el contenido de su enseñanza, especialmente aquello referente a la doctrina de la resurrección.

4:2. resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

Están resentidos por dos motivos:

a. La enseñanza. En la cultura de aquellos días, el título rabí implicaba un gran respeto. Esta palabra hebrea significa “mi grande” con la palabra maestro entendida. “En los evangelios, este término es usado repetidamente en contextos donde el respeto (sincero o no) es extremo”. Se esperaba que un maestro en Israel fuera una persona educada, que poseía sus correspondientes credenciales.

Aunque Jesús no tuvo una preparación formal, fue aceptado como un maestro debido a que hablaba con autoridad (Mt. 7:29; Mr. 1:22). Con todo, los líderes religiosos cuestionaron la fuente de su autoridad (Mt. 21:23; Jn. 2:18). Según ellos, un maestro debe tener la capacidad de responder a preguntas sobre doctrina y ley y debe tener su correspondiente grupo de discípulos. Jesús, respecto de estas dos exigencias, calificó perfectamente, porque pudo interpretar las Escrituras hasta el extremo que nadie osaba rebatirle (Mt. 22:46). Y también tuvo un grupo de doce discípulos.


En opinión de los sacerdotes, sin embargo, los apóstoles ciertamente carecían de las credenciales necesarias. Además, con el poder y la fuerza natural de su mensaje, los apóstoles estaban dañando su influencia y autoridad (de los sacerdotes). Es más, eran una amenaza para los líderes religiosos de ese tiempo.

b. La doctrina. Otra objeción a la enseñanza de Pedro y Juan vino de los saduceos, quienes rechazaban la doctrina de la resurrección (23:8; Mt. 22:23). Por contraste, los fariseos enseñaban esta doctrina, y en su oposición a los saduceos, se alegraban del respaldo que recibían de la comunidad cristiana. Algunos de los fariseos, como Nicodemo y José de Arimatea, llegaron a ser seguidores de Jesús, y el ilustrísimo rabino Gamaliel persuadió al Sanedrín a que dejara libre a los apóstoles (5:34–40).

Los apóstoles predican la doctrina de la resurrección con referencia a Jesús. Para los saduceos, los discípulos están empeñados en un imposible. Como quiera que sea, después que los líderes judíos se deshicieron de Jesús de Nazaret clavándole en una cruz, sus seguidores empiezan a hablar de su resurrección. Y aunque ninguno de los líderes religiosos volvió a ver a Jesús, de repente, unas siete semanas más tarde, una multitud escuchó en Jerusalén a los discípulos proclamando la doctrina de la resurrección (2:24, 32).

Y ahora de nuevo dos de ellos predican acerca de aquella doctrina con referencia a Jesús. Por implicación, Pedro y Juan enseñan que como Jesús había sido resucitado de la muerte, así todos los que pongan su confianza en él experimentarán la resurrección del cuerpo. La doctrina de la resurrección es básica en Hechos; en sus sermones y discursos, Pedro y Pablo proclaman esta doctrina a judíos y a gentiles. Ser testigo de la resurrección de Jesús es uno de los requisitos para el apostolado.

4:3. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. 4 pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.

Hechos es un libro que registra numerosas primeras experiencias. Por ejemplo, está la sanidad del paralítico (3:6–7), la muerte de un mártir (7:60), la gran persecución (8:1–4), y la resurrección de Dorcas (9:40). Aquí, Lucas describe el primer arresto. Los guardias del templo detienen a Pedro y a Juan.

Debido a lo avanzado de la hora son llevados a la cárcel en lugar de a la corte para la formulación de los correspondientes cargos. Suponemos que en el momento de la detención hayan sido más de las cuatro de la tarde, porque después de los sacrificios de la tarde, los guardias cerrarían las puertas. Lucas sólo dice que los apóstoles fueron puestos en custodia y no explica en cuanto a lugar ni a condiciones.

Pero lo importante aquí no es el encarcelamiento de los apóstoles, sino los efectos de su enseñanza. “[Dado que] la palabra de Dios no está presa” (2ª Timoteo 2:9) la iglesia sigue creciendo. Sin duda que el milagro hecho por Dios permitió que multitudes vinieran a Cristo después de oír un sermón, no lo perdamos de vista, no fue el milagro, fue el sermón en el cual se presentó el evangelio y el llamado al arrepentimiento y a creer en el Nombre de Jesucristo. 

El griego indica que la membresía total de la iglesia de Jerusalén “llegó a ser” de cinco mil hombres. Además, Lucas dice específicamente que “el número de hombres llegó a como de cinco mil”. Se supone que está hablando de miembros masculinos de la iglesia, los que a menudo eran contados como cabezas de familias. En otro capítulo, Lucas menciona que “los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres” (5:14). Según una estimación, veinte mil cristianos vivían en Jerusalén antes de la persecución que siguió a la muerte de Esteban (8:1–4). Vemos, entonces, que la iglesia sigue creciendo y que Cristo vive en cada uno de ellos y en medio de su pueblo.

Lucas no está interesado en los detalles relacionados con los apóstoles en la prisión ni con el paradero del mendigo al que ellos sanaron. Describe el juicio que tiene lugar al día siguiente, cuando los saduceos y la familia del sumo sacerdote reúnen el Sanedrín.

4:5. Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, 6 y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes;

a. “Al día siguiente”. Como en el caso de Jesús, el cuerpo gobernante llamado el Sanedrín apresuradamente se reunió para el juicio. Por ley, el Sanedrín se reunía en el período entre los sacrificios de la mañana y la tarde. Debido a que los apóstoles fueron arrestados al final de la tarde, el juicio fue pospuesto hasta el día siguiente. Acorde con ello, al día siguiente este cuerpo se constituyó en la corte suprema de Israel, estaba constituida por

·         Los gobernantes (que estaban investidos de autoridad).
·         Los ancianos (que proveían consejo).
·         Y los maestros de la ley (que formulaban doctrina).

El Sanedrín no podía aplicar la pena capital, excepto en los casos en que un gentil entraba en el atrio interior del templo.

Un elemento indicador de la autoridad del Sanedrín lo constituye una inscripción que data de los tiempos de Cristo: “Ningún gentil podrá entrar hasta la baranda alrededor del santuario ni a la parte interior de ella. Quienquiera que sea sorprendido quedará expuesto a ser castigado con la pena de muerte”.

Las muertes de Esteban (7:58) y de Santiago, el hermano de Jesús son la excepción a la regla no la norma. Por lo tanto, los apóstoles podrían ser juzgados, pero no ejecutados.

b. “Gobernantes, ancianos y escribas”. La membresía del Sanedrín incluía a setenta y una personas, un número establecido después de la corta mosaica de los setenta (Nm. 11:16–17).

Aunque los ancianos eran respetados por sus consejos y los maestros por su conocimiento de la ley de Moisés, los líderes de este cuerpo gobernante eran los saduceos, con el sumo sacerdote sirviendo como presidente (y el miembro número setenta y uno). En el juicio a Jesús, Caifás era el jefe del Sanedrín y en el juicio a Pablo, presidía el sumo sacerdote Ananías (23:2). En el juicio a Pedro y Juan, el sumo sacerdote y los miembros de su familia eran figuras prominentes.

c. “[Ellos] se reunieron en Jerusalén”. Se supone que el sumo sacerdote convocó el Sanedrín llamando a reunirse a todos sus miembros. Esto se pudo hacer sin dificultad porque todos residían en Jerusalén, donde se efectuaba la reunión. Josefo, el historiador judío dice que el Sanedrín tenía como lugar de reunión el sector oeste del área del templo.

d. “Anás, el sumo sacerdote, y Caifás, Juan, Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes”. Según los Evangelios, Caifás era el sumo sacerdote (Mt. 26:3, 57; Jn. 11:47–53; 18:13, 14, 24, 28). Anás, sin embargo, había fungido como sumo sacerdote por cerca de una década (6–15 d.C.), pero había sido depuesto por el emperador romano Valerio. Anás era una persona de mucha influencia que pertenecía al partido de los saduceos y fue renuente a ceder autoridad. Sin embargo, se aseguró que miembros de su familia continuaran sucediéndole, lo que le permitió extender su poder y, al mismo tiempo, conservar su título de sumo sacerdote (Lc. 3:2; Jn. 18:13, 24). Cinco de sus hijos, así como su yerno Caifás y un nieto fueron sumos sacerdotes en intervalos sucesivos. De esta manera la familia de Anás mantuvo y consolidó su poder en el Sanedrín.

En el año 15 d.C. su hijo Eleazar le sucedió en el cargo de sumo sacerdote, donde permaneció por tres años. Su yerno Caifás ejerció el cargo por dieciocho años (18–36 d.C.). Después de él vino otro hijo, Juan (o Jonatán) a quien le siguió Alejandro. Desafortunadamente no se sabe nada más acerca de Juan, Alejandro, “y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes”. La información de Lucas acerca de la presencia de la familia del sumo sacerdote en la reunión del Sanedrín indica que la oposición a los apóstoles vino principalmente de los saduceos.

4:7 y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?

Pedro y Juan fueron llevados por los guardias del templo hasta el lugar donde se reunía el Sanedrín. No se sabe si el hombre que había sido sanado pasó la noche con los apóstoles en la cárcel, pero según Lucas (vv. 10, 14), estaba junto a los apóstoles durante el juicio. Pusieron a los tres en el centro de un semicírculo de asientos elevados que eran ocupados por los miembros del Sanedrín. Los asientos estaban distribuidos de tal manera que, gracias a la posición semicircular, los integrantes del tribunal podían verse unos a otros.



Ellos estaban sentados, pero los acusados tenían que permanecer de pie, enfrentando a los gobernantes de la nación quienes desde sus asientos los miraban hacia abajo. Sólo unas pocas semanas antes, el Sanedrín se había reunido en casa de Anás para llevar a cabo el juicio de Jesús, teniendo a Caifás como el oficial presidente del tribunal. Los líderes en el Sanedrín habían tratado de librarse de Jesús de Nazaret mediante la pena de muerte. Pero el nombre de Jesús reapareció cuando sus discípulos lo usaron en la sanidad del paralítico. A los apóstoles se les habla como si, con la complicidad del paralítico, hubiesen cometido un crimen.

El tribunal está tratando de conocer los hechos del caso, aun cuando los hayan recibido ya por parte de otras personas. Quieren conocer la fuente de poder de los apóstoles para realizar milagros e incluso el nombre de la persona que invistió a los apóstoles con este poder, no cuestionan a los apóstoles su derecho de enseñar en público.
Tampoco preguntan acerca de la doctrina de la resurrección, lo que podría ser demasiado riesgoso en la presencia de los fariseos, quienes defendían tal enseñanza. Lo que quieren saber es de parte de quién, aquellos pescadores galileos recibieron el poder para realizar milagros.

4:8. Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: 9. Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, 10 sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

a. “Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo”. El día de Pentecostés Pedro y los otros recibieron el Espíritu Santo, el que continuó en ellos. Con todo, en ocasiones especiales el Espíritu capacitaba a los apóstoles para hablar valientemente, cumpliendo así una promesa más hecha por el Señor Jesucristo. Mateo 10:19–20.

Pedro experimentó el cumplimiento de las palabras de Jesús cuando se paró ante el Sanedrín, pero no fue algo mistico-magico ni mucho menos, fueron los años que pasó escuchando y aprendiendo directamente del Señor, nosotros tenemos la Palabra y las enseñanzas periódicas que recibimos en nuestra congregación, nunca olvidemos que el Espíritu Santo no va a usar nada que no esté antes en nuestras mentes. La respuesta de Pedro es la muestra:

b. “Gobernantes y ancianos del pueblo”. Aun cuando Lucas dice que el grupo estaba formado por gobernantes, ancianos y maestros de la ley, Pedro se dirige solamente a los gobernantes y a los ancianos. Aparentemente eran sólo estos dos grupos los que ejercían el liderazgo y formulaban las preguntas.

c. “puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo y de qué manera éste haya sido sanado”. Hábilmente Pedro cambió el juicio de una posible investigación criminal a una interrogación acerca de un acto de misericordia. El verbo interrogar significa que Pedro considera el juicio como una investigación y entonces lo pone en una forma positiva. Además, también indica que Pedro está en total control de la situación. Les dice que él y Juan han hecho una buena obra, lo que implica que nadie puede acusarlos por ayudar a un hombre que ha sido paralítico desde su nacimiento.

d. “Y [preguntan] de qué manera haya sido sanado”. En el griego, el verbo sanar también puede traducirse por “salvar”. En el caso del paralítico, la sanidad física es obvia; lo sabemos porque mediante su fe en Jesús también alcanzó la salvación.

Pedro se da cuenta que los miembros del Sanedrín están interesados en la forma en que se realizó el milagro de sanidad. En respuesta a sus preguntas, les da una respuesta directa y habla de la fuente del poder de sanidad y del Nombre en el cual él y Juan llevaron a cabo el milagro. Sin temor a los mismos jueces que condenaron a Jesús y lo entregaron a Poncio Pilato, Pedro les habla francamente, diciéndoles que el hombre fue sanado en el nombre de Jesús de Nazaret.


e. “Sea notorio a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel”. La frase “sea notorio”, es similar a la orden pongan atención a mis palabras (2:14; 13:38; 28:28). De esta manera, Pedro amplía su auditorio para incluir el Sanedrín y toda la nación israelita. Una vez más, y hábilmente, cambia el enfoque de la interrogación del paralítico que ha sido sanado a Jesús, quien lo sanó. El nombre de Jesucristo debe ser dado a conocer a toda persona en Israel.

f. “Que en el nombre de Jesucristo de Nazaret”. Nótese que Pedro pronuncia las mismas palabras que usó cuando sanó al paralítico en la puerta llamada la Hermosa (3:6). Él se da cuenta que, aunque el nombre de Jesús resulta ofensivo para los gobernantes y ancianos que lo habían condenado, de todos modos, fueron ellos quienes planteaban la pregunta acerca de la forma en la cual los apóstoles sanaron al paralítico.

Les da una respuesta honesta y sencilla, pero ellos no pueden entender que Jesús, muerto en una cruz, tiene poder para realizar un indiscutible milagro de sanidad. Pero este es, precisamente, el punto que Pedro trata de enfatizar. Deliberadamente usa el doble nombre para señalar la vida terrenal de Jesús y la divina misión de Cristo, el Mesías. Para hacer completa la identificación, agrega el lugar de residencia de Jesús por el cual fue conocido: “de Nazaret”.

La frase el nombre de Jesucristo apunta a la completa revelación respecto a Jesús y aparece repetidamente en los discursos de Pedro, precisamente porque él desea que todos se enteren de quien es Jesucristo y lo proclama a todo el pueblo.

g. “A quien ustedes crucificaron, a quien Dios resucitó de los muertos”. En sus sermones y discursos, en forma inalterable Pedro repite a su audiencia israelita la misma cosa: “ustedes crucificaron a Jesús, a quien Dios resucitó de los muertos” (2:23–24; 3:15; 5:30). Pedro echa la culpa de la muerte de Jesús a los del Sanedrín. Sin embargo, él no se queda en el deshonor de condenar a muerte a un inocente, sino que va más allá, hasta la resurrección a vida de Jesús.

El mensaje de la resurrección es fundamental en la predicación apostólica y aquí Pedro la proclama ante la corte suprema de Israel.

h. “[Por el poder de Jesús] este hombre está en su presencia sano”. Se puede imaginar a Pedro apuntando directamente al hombre mendigo, quien es un testimonio vivo del poder de Jesús.

Los milagros que Jesús hizo durante su ministerio son bien conocidos a través de todo Israel, y los miembros del Sanedrín no pueden negar que la obra de Jesús resucitado continua. Cuando Jesús se levantó de la tumba, el jefe de los sacerdotes sobornó a los soldados de la guardia para que dijeran: “Sus discípulos vinieron durante la noche y se robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos” (Mt. 28:13).

Pero su engaño no puede mantener en pie pues no se puede comparar con el glorioso poder de Jesús demostrado en la sanidad del paralítico. El hombre ahí de pie es un testimonio viviente de Cristo resucitado. Jesús y sólo Jesús, recibe el crédito por este milagro de sanidad.

11. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.

Como en todos sus discursos, Pedro basa su mensaje en pasajes tomados del AT. Aquí cita de un salmo muy conocido, cantado por los peregrinos en sus viajes a Jerusalén para participar en las fiestas religiosas. Salmo118:22.

Con esta cita, Pedro recuerda a los principales sacerdotes y a los fariseos las palabras que les había dicho Jesús la última semana de su ministerio” Mateo 21:43–44. Cuando Jesús pronunció aquellas palabras, los principales sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta que se estaba dirigiendo a ellos. Ahora Pedro les dice la misma cosa.

Los miembros del Sanedrín son los edificadores espirituales de la casa de Dios, por el cual ellos tienen que escoger las piedras. Rechazan una de las piedras, a la que consideran no apta; pero Dios, quien es el arquitecto, toma esta misma piedra y la hace la piedra del ángulo del edificio.

La cita de este salmo es una gráfica ilustración de Jesucristo, Pedro lo dice en su epístola años después ya que entendía perfectamente de lo que hablaba. 1ª Pedro 2:4-8. Los miembros del Sanedrín deben aceptar que ellos son los edificadores espirituales de la casa de Dios, de la cual Dios ha hecho a Jesucristo la piedra angular. Algunos traductores han elegido la expresión cabeza del ángulo para la cita en Salmo 118:22, la que también se encuentra en el griego. Otras traducciones usan la expresión: piedra angular En los tiempos antiguos, la piedra angular era parte de los fundamentos sobre los cuales descansaba toda la estructura de un edificio o una casa. Nosotros usamos esta expresión cuando se hace la dedicación de un edificio y ponemos la piedra angular en su sitio respectivo. Figurativamente, la palabra se refiere a los elementos básicos de un sistema (es decir, su fundamento).

 No pueden librarse del Nombre de Jesús, Nombre que está íntimamente vinculado con el Israel espiritual. Jesús ha cumplido la cita del salmo que lo presenta como la piedra angular. En consecuencia, los sanedristas no pueden esquivar el poder y el nombre de Jesucristo. La salvación se encuentra solamente en él.

Los rabinos entendían que los pasajes del AT que hablan de la piedra angular (Sal. 118:22; Is. 8:14; 28:16) se refieren al Mesías. Y los escritores del NT siguiendo el ejemplo de Jesús (Mt. 21:42), aplicaron el término a Cristo:

·         Romanos 9:33.
·         Efesios 2:20.
·         1ª Pedro 2:6.

Pedro entonces termina su defensa magníficamente, cuando les dice:

12. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

a. Se proclama salvación. “En ningún otro hay salvación”. Este versículo está entre los más conocidos y apreciados de Hechos. Pedro apela a su audiencia inmediata, pero al mismo tiempo se dirige a todo el pueblo que busca salvación. Recordemos que Pedro se dirige a los hombres eruditos e influyentes del Sanedrín, cuyo trabajo consiste en mostrar al pueblo de Israel el camino de la salvación.
Lo que hacían diciéndoles que realicen obras que quizás les alcanzaría la salvación. Pedro, en cambio, predica que la salvación se puede obtener única y exclusivamente a través del nombre de Jesucristo.

La salvación que él predica comprende no sólo la sanidad física sino también la espiritual. La evidencia de la salvación física está ahí, a la vista, en la persona del hombre que había sido un paralítico. Pero ellos deben entender que el bienestar espiritual incluye el perdón de los pecados y una relación restaurada con Dios. Nadie en el grupo ante Pedro es capaz de señalar a una persona que pueda conceder la salvación, porque cada uno necesita de ella. Por lo tanto, deben darse cuenta que pueden llegar a tener paz con Dios solamente a través de Jesucristo.

b. El nombre. “porque no hay otro nombre, bajo el cielo, dado a los hombres”. El nombre Jesús revela la misión de Salvador, porque el nombre significa “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Es decir, él sana al pueblo físicamente de los efectos del pecado, pero más que eso, quita el pecado mismo de tal manera que las personas pueden enfrentar el juicio de Dios como si nunca hubieran pecado. Jesús nos hace espiritualmente completos al restaurarnos en una verdadera relación con Dios el Padre. Juan 14:6.

Sólo Jesús tiene la capacidad de proveer la remisión por los pecados. Pedro recurre no a una exageración o hipérbole, sino a un lenguaje descriptivo cuando dice que debajo del cielo no hay otro nombre que el nombre de Jesús. En ninguna parte del mundo podría el hombre encontrar otro nombre (es decir, a otra una persona) que ofrezca la salvación que Jesús provee.

Otras religiones aparte del cristianismo fallan porque ofrecen salvación por medio de las obras y no por gracia. El nombre Jesús ha sido dado a los hombres por el propio Dios para mostrar que la salvación tiene su origen precisamente en él.

c. Salvación para el creyente. “[Ningún otro nombre] en que debamos ser salvos”. La traducción más acertada es debamos no podamos ser salvos. El texto en el griego es específico. No dice que nosotros podemos ser salvos, porque esto indicaría que el hombre tiene la habilidad en sí mismo de alcanzar la salvación.

El texto es categórico. Dice: “en que debamos ser salvos”. La palabra debamos revela una divina necesidad establecida por Dios de acuerdo a su plan y decreto, para salvarnos a través de la persona y obra de Jesucristo. Además, esta palabra significa que el hombre está bajo obligación moral de responder al llamado de creer en Jesucristo y así tener la salvación. Él ser humano no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la salvación sino a través del Hijo de Dios.


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