lunes, 20 de enero de 2020

Hechos Historia Salutis 15: Obedecer A DIOS Antes Que A Los Hombres. Hechos 4:13-22.


Hechos Historia Salutis 15: Obedecer A DIOS Antes Que A Los Hombres. Hechos 4:13-22.

Pedro y Juan, después de sanar a un paralitico que estaba postrado a entrada del templo en la puerta de la Hermosa, fueron llevados presos por los guardias del templo, el motivo es nuevamente la envidia y la soberbia de los miembros del sanedrín, en especial los saduceos que eran el partido con el poder polito y económico y cuyas creencias chocaron directamente con la predicación de los apóstoles, pues como dijimos la semana pasada, los saduceos no creen en la resurrección, ángeles, demonios, etc. y Pedro precisamente estaba predicando acerca del a gloriosa resurrección de Cristo.

En su discurso ante el Sanedrín, Pedro demuestra que él está en total dominio de la situación. Habla sin agitarse y abiertamente insta a los miembros de la corte a aceptar su culpabilidad en la muerte de Cristo, pero no se queda ahí, les hace mención de que aun ellos pueden alcanzar el perdón de pecados en el Nombre de Jesucristo de Nazaret. Su auditorio está pasmado y nadie quiere hacer otras preguntas.

4:13. Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.

a. “Cuando veían el valor de Pedro y de Juan”. Los gobernantes continúan pasmados por la valentía de Pedro y de Juan, quienes abriendo sus bocas expusieron la verdad osada y francamente. Ellos no podían darse cuenta, sin embargo, que el Espíritu Santo daba habilidad y valentía a los apóstoles para hablar (v. 8).

b. ¿Cómo era posible que unos pescadores comunes y ordinarios de Galilea dirigieran tan acabado discurso ante los miembros de la Corte Suprema? Citaban y aplicaban las Escrituras; predicaban con toda elocuencia; y todo eso sin haber recibido ningún tipo de educación teológica formal de parte de reconocidos maestros. Su acento galileo y su apariencia sin duda revelaban a Pedro y a Juan como miembros de la clase iletrada. Esto no significa, sin embargo, que no hayan sabido leer y escribir. Qué sabían queda demostrado por sus escritos. Sin embargo, no tenían educación teológica formal. Lucas dice que ellos eran considerados como “incultos e inexpertos”; es decir, no demostraban ser expertos en teología, sino que parecían ser hombres cualesquiera.

c. “[Los líderes] sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban y reconocían que habían estado con Jesús”. Los miembros de la corte empezaron a ver semejanza entre Jesús y los apóstoles. Los maestros judíos, muchos de los cuales pertenecían al Sanedrín, se habían maravillado cuando Jesús enseñó abiertamente en el templo durante la Fiesta de los tabernáculos. Se habían preguntado: “¿Cómo adquirió este tanto conocimiento sin haber estudiado?” (Jn. 7:15, NVI).

El sumo sacerdote y los otros miembros de la corte estaban atónitos y vieron la obvia relación entre Jesús y sus discípulos. El iletrado Jesús, experto en exponer las Escrituras, había adiestrado a sus discípulos para que continuaran la obra interrumpida por su muerte. Los del Sanedrín habían sacado a Jesús de la tierra crucificándole; pero ahora se enfrentaban a voceros de Jesús, quienes poseían el mismo valor que había demostrado su maestro. Además, aunque los miembros de la corte evitaron usar el nombre Jesús durante el juicio, ahora tuvieron que reconocer a Jesús por sus discípulos. Por eso dirigieron toda su rabia contra Pedro y Juan, sus seguidores.

14. Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra.

Los miembros del Sanedrín no pudieron hacer nada, porque ante ellos estaba la evidencia incontrarrestable del indigente sanado. El hombre estaba junto a los apóstoles como una prueba viviente del milagro de sanidad que había tenido lugar en el templo el día anterior. Lucas pinta al hombre de pie; es decir, parado sobre tobillos y pies firmes. Más adelante agrega la información de que el mendigo tenía más de cuarenta años (v. 22).

Los miembros del Sanedrín estaban perplejos, porque en realidad no tenían un caso. Se daban cuenta que Pedro había volcado el juicio en una indagación acerca de un hombre que había sido sanado. Y la persona en cuestión presentaba la viva evidencia permaneciendo de pie al lado de los apóstoles, los acusadores no tenían nada que decir. Jesús había cumplido su promesa hecha a sus discípulos. Lucas 21:15.

Es lamentable ver una vez más que a pesar de la gran evidencia enfrente de ellos, aún así se negaron a creer, lo mismo sucedió cuando se enteraron de la resurrección del Señor Jesús, en lugar de indagar y disipar toda duda con el fin de creer, en su ceguera espiritual e hinchados de soberbia prefirieron mentir para salir del apuro, no cabe duda que las tinieblas que el pecado crea en los corazones humanos son intensas, nosotros estarías exactamente en la misma situación de no ser por la gracia de DIIOS que nos ha abierto los ojos y acercado nuestros corazones a Cristo.

4:15. Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí, 16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.

La corte se siente desorientada y necesita tiempo para reflexionar. Por lo tanto, se sugiere un receso para consulta. El oficial que preside la sesión ordena a los apóstoles y al indigente salir del recinto. No es posible determinar cuánto tiempo tomó el receso, pero por el verbo conferenciar sumballo (συμβάλλω, G4820) que significa reunirse meditar y conversar, podemos deducir que bastante se dijo tras las puertas cerradas. Es posible que Lucas haya recibido su información de algún testigo presencial quien era o llegó a ser un seguidor de Jesús. Por ejemplo, Nicodemo, “el cual era uno de ellos” (Jn. 7:50), pudo haber sido el testigo que dio a Lucas la información relacionada con la discusión.

La pregunta: “¿Qué haremos con estos hombres?” revela perplejidad e incapacidad para actuar. Discutían si deberían soltar a los presos o aplicarles alguna sanción. Para ellos, soltarlos significaba perder prestigio. Por otro lado, castigarles por realizar un milagro significaría correr el riesgo de despertar la furia del pueblo, porque “de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por [los apóstoles], es obvio a todos los que moran en Jerusalén”. Como resultado de este milagro y la predicación de Pedro, la iglesia cristiana aumentó en Jerusalén a unos cinco mil hombres.

El tribunal llegó a una sola conclusión: “No podemos negar [el milagro]”. En sus confrontaciones con Jesús, los dirigentes judíos no pudieron presentar ni probar ningún cargo en contra de él. Sus discípulos también los dejaron sin evidencia que probara algún mal proceder. Ante esta situación, el Sanedrín es forzado a dejar en libertad a los apóstoles.

4:17. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.

Después de sopesar las consecuencias de cualquiera decisión que tomaran, los miembros del Sanedrín resuelven dejar en libertad a los apóstoles. Les pusieron, sin embargo, como condición evitar todo lo que pudiera influenciar al pueblo. Varias situaciones encontramos aquí:

·         Primero, mostraron su desprecio por la fe cristiana llamándola “este nombre”.
·      Segundo, aunque su pregunta inicial fue: “¿Con qué potestad o en qué nombre hicieron esto?” la discusión se ha centrado, primero en el nombre y luego en el poder. Aunque se dan cuenta que los apóstoles han estado con Jesús, rehúsan mencionar su nombre.
·     Tercero, deciden que el nombre de Jesús no debe seguir siendo divulgado y que a los discípulos debe ordenárseles que “no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre”.
·         Y cuarto, los miembros del Sanedrín entienden perfectamente que la revelación del nombre de Jesús constituye el mensaje que los apóstoles proclaman. Muestran su oposición hacia Jesús al prohibir a los apóstoles mencionar su nombre. Y como líderes espirituales de Israel, rechazan el consejo de Pedro de encontrar salvación sólo en el nombre de Jesús (v. 12).

Aunque saben que no pueden castigar a Pedro y a Juan por su valentía de predicarles acerca de Jesús, están decididos a detener la divulgación del nombre de Jesús.

Hasta aquí podemos darnos cuenta como Dios usa a dos pescadores galileos para confundir a los prominentes jueces de la corte suprema de Israel. En el salón donde es juzgado, Pedro proclama el evangelio de Cristo y les dice a los dirigentes religiosos y políticos de su día que no pueden encontrar la salvación sino a través del nombre de Cristo Jesús. Este nombre ha sido dado por Dios a los hombres de todo el mundo.

A veces, aun los mismos cristianos se olvidan del nombre de Jesús afuera de las cuatro paredes de sus templos. Y actúan como si Jesús no tuviera participación alguna en el mundo en el cual ellos vivimos. El nombre de Jesús debe ser oído en todas las áreas de la vida: desde el tribunal de justicia donde se encontraban Pedro y Juan hasta todos los salones de clases de las escuelas, colegios y universidades; en los centros comerciales y en las empresas; en todos los lugares del quehacer de cada día. Dios ha puesto gente sencilla en lugares estratégicos y quiere que den a conocer el nombre de Jesús y su mensaje.

Pedro y Juan están llenos del Espíritu Santo, quien los capacita para hablar ante el Sanedrín, refutar a los adversarios, y proclamar las Buenas Nuevas. Los miembros del Sanedrín, por el contrario, han perdido su compostura y están en peligro de perder la batalla. Lucas continua su relato de la situación:

4:18. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. 4:19. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; 4:20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

a. “Cuando les llamaron”. Los miembros del Sanedrín han conspirado una trama que los libre del ridículo y que dé a la sesión del tribunal un aspecto de legalidad. Ordenan a los apóstoles volver a la sala y entonces con severidad les advierten que no digan una palabra más acerca de Jesús o seguir enseñando en su nombre. No les anuncian ninguna penalidad en caso de desobediencia, pero si los apóstoles rehúsan obedecer la orden, estarían exponiéndose a ser acusados de rebeldía. Tampoco les prohíben realizar más milagros en el nombre de Jesús.

b. “Juzguen [por ustedes mismos]”. Tanto Pedro como Juan reaccionan al veredicto y con firmeza apelan a la autoridad más alta que gobierna tanto a los miembros del Sanedrín como a ellos mismos. Apelan a Dios y desafían al tribunal a examinar su veredicto para ver si está o no conforme a la ley de Dios.

Preguntan entonces a los jueces: “Juzguen ustedes si a los ojos de Dios es más correcto obedecerles a ustedes que a Dios”. Esto implica que el veredicto es contrario a la voluntad de Dios, aunque el Sanedrín mismo crea que no lo es. Los aguerridos apóstoles están listos para aceptar un veredicto, cualquiera que sea, pero que no esté en contra de la voluntad de Dios. Ellos afirman que los jueces deben presentarse ante la presencia de Dios y aprobar un veredicto justo. “La única cosa que los miembros del sanedrín deben temer es que el divino Juez desapruebe sus injusticias”.

c. “Obedecer a ustedes antes que a Dios”.  Pedro y Juan persisten en mantener su lealtad a Dios en lugar de a los hombres, porque saben que están bajo la divina autoridad para obedecerle. Exhortan a los miembros del Sanedrín a hacer lo mismo, porque toda autoridad proviene de Dios. En otra ocasión, Pedro y sus colegas apóstoles establecieron el mismo principio: “Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (5:29). No es la primera ni la única ocasión en que las Escrituras nos dan este tipo de ejemplos:

·         las parteras desobedecieron al faraón mismo. Éxodo 1:15-21.
·         Los tres jóvenes en Babilonia. Daniel 3.9-18.
·         Daniel mismo al orar. Daniel 6:10.

Los gobernantes, o el Estado no puede usurpar el lugar que solamente a DIOS le corresponde, o somos leales al Señor o lo somos al Estado, pero no se puede a ambos.

d. “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Aquí está la explicación de la cláusula precedente, “Juzguen si es justo delante de Dios obedecer a ustedes antes que a Dios”. Al igual que los profetas del AT que no pudieron dejar de proclamar la palabra de Dios que les había sido dada, así los apóstoles tenían que enseñar todo lo que Jesús les había mandado. Ellos al igual que nosotros, obedecen a Jesús, quien les había encargado ser “testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra” (1:8). Llenos del Espíritu Santo, los apóstoles tienen que comunicar y enseñar las buenas nuevas de Cristo Jesús, su obediencia es a Cristo no a los gobernantes.

4:21. Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, 4:22 ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.

Los jueces en el Sanedrín no pueden contradecir los argumentos de los apóstoles por lo que rechazan el caso sin absolver a Pedro y Juan. Ellos rehúsan hacer caso a las palabras de los apóstoles y en lugar de eso, profieren amenazas en su contra. Se dan cuenta que los apóstoles han ganado la batalla, al imponer su decisión de obedecer a Dios antes que a los hombres. Los jueces no han podido maquinar ningún castigo que pudiera dar como resultado detener su trabajo.

Tienen miedo del furor del pueblo de Jerusalén que mientras tanto, alaba a Dios por el milagro que ha ocurrido en medio de ellos. Desde adentro de la corte tanto como desde fuera de ella, los jueces reciben el consejo de mirar a Dios, pero ellos, ciegos por el pecado, rechazan la exhortación y prefieren continuar viviendo en oscuridad.

El énfasis en este pasaje no está ni en los apóstoles ni en el Sanedrín, sino que Lucas lo pone en Dios, quien desea la obediencia y recibe con agrado las alabanzas de los hombres. Por consiguiente, la alabanza no es porque los apóstoles hablan con toda valentía a los setenta y un miembros del Sanedrín.

Es cierto que ellos ganan el pleito en los tribunales y por eso recuperan su libertad, pero la alabanza pertenece a Dios. Él ha enviado su Espíritu Santo y ha hecho que la gente se regocije por lo que ha sucedido. Nadie puede poner en duda la evidencia del milagro. Lucas da la razón para ello cuando dice que “el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad tenía más de cuarenta años”. El hombre había nacido paralítico (3:2); nunca había podido caminar. Por lo tanto, siendo que las gentes lo conocían por años, no podían dejar de reconocer que un milagro se había hecho. La evidencia es irrefutable.

CONCLUSIONES.

Somos ciudadanos del reino de Dios aquí en el mundo, y al mismo tiempo la mayoría de nosotros somos ciudadanos del país de nuestra residencia. Como cristianos, nos esforzamos en obedecer las leyes del reino de Dios y de su Palabra, sabemos que debemos ser obedientes a las autoridades por él establecidas, no somos anarquistas. Romanos 13:1.

Pero cuando la ley de Dios y las leyes del hombre entran en conflicto, nos enfrentamos a un problema. Conocemos la afirmación de los apóstoles: “obedecer a Dios antes que a los hombres”. Sabemos que Dios demanda obediencia incondicional. Por eso, cuando la intención de alguna ley civil es contraria a la ley de Dios, debemos hacer manifiestas nuestras objeciones a las autoridades gubernamentales.

Por ejemplo, si la ley prohíbe a los cristianos predicar y enseñar el evangelio de Cristo, no es posible obedecer esta ley, sino que, por el contrario, deben buscarse vías para evadir esta prohibición. 



En una democracia, los cristianos públicamente deben rechazar las leyes que intentan forzarlos a desobedecer a Dios. Hay muchos pasos que se pueden dar:

·         Protestar por escrito a los miembros del congreso.
·         Hacer anuncios para advertir al público de tales leyes.
·         Organizar movimientos de oposición.
·         Votar en contra de propuestas inaceptables.
·         Votar para cambiar las autoridades que propugnan tales leyes
·         Y trabajar para poner en su lugar legisladores cristianos.

Cuando sea posible, los cristianos deben recurrir a persuasiones de tipo moral y cívico, a resistencia pasiva, pero nunca a la fuerza. Deben refrenarse de tomar la ley en su propia mano.

En lugar de eso deberán usar todos los recursos legales disponibles para cambiar aquello que se opone a la ley de Dios. Y cuando los cristianos estén dispuestos a obedecer la más alta ley, deben estar preparados para pagar el precio, que muchas veces se traduce en persecución. Y al pagar este precio, deben recordar las palabras alentadoras de Jesús: “Gócense y alégrense, porque su galardón es grande en los cielos” Mateo 5:12.

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